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INDEPENDENCIA OBRERA

Éste es el título de un nuevo colega obrero, órgano de la asociación Solidaridad Obrera, de Río Blanco, Estado de Veracruz.

Enviamos nuestro saludo al nuevo colega y deseamos que tenga éxito en sus trabajos de propaganda anticapitalista. Pero desearíamos ver al estimado colega menos amigo del ahorro, menos amigo de la Autoridad y un poco más batallador contra el Capital.

El ahorro, practicado por la clase trabajadora, es benéfico solamente al Capital. Si los ahorros son depositados en los Bancos, esas monedas servirán para hacer más fuerte a la burguesía, porque usará de ellas para sostener la explotación. Si los ahorros se invierten en fomentar empresas comerciales, repartiéndose las utilidades entre los asociados, se robustecerá en el cerebro de los productores el hábito de la explotación y acabarán por convertirse en burgueses, si por un verdadero milagro lograran triunfar en la tremenda competencia que la burguesía haría, competencia que difícilmente podrían resistir los trabajadores con sus modestos recursos, sin contar con la superioridad intelectual de los burgueses, prácticos en toda suerte de combinaciones financieras.

Por otra parte, el ahorro libra al Capital del temor de la acción enérgica de la clase trabajadora para destronarlo, pues su hábito acaba por debilitar y aún matar en la mente de los desheredados la idea de que es injusta la explotación y se resignan con sacrificar su salud y la de sus familias, amarrándose la tripa, dejando de comprar abrigos y vestidos, habitando miserables covachas por ahorrar unos cuantos centavos a la semana, pues los salarios son mezquinísimos.

Además, el trabajador no tiene trabajo constantemente, y durante el tiempo que no tiene trabajo debe echar mano del ahorro para no perecer de hambre. Igualmente tiene que echar mano del ahorro cuando se enferma algún miembro de su familia.

No, compañeros: el ahorro no es salvador. La burguesía lo aconseja para desviar a los trabajadores del camino recto que deben seguir para conquistar la libertad económica. Ese camino recto es el de la toma de posesión de la tierra y de la maquinaria de producción, así como de los medios de transportación para el libre uso de todo ello por los productores, hombres y mujeres.

La Autoridad, desde luego, es el primer obstáculo con que los trabajadores tropiezan para conquistar su libertad económica, porque la Autoridad no es otra cosa que el guardián de los intereses de la clase capitalista, y siendo eso así, como lo es en efecto, la Autoridad tiene que ser forzosamente enemiga de la clase trabajadora, cuyos intereses son diametralmente opuestos a los intereses de la clase capitalista.

Esperar, pues, protección por parte de la Autoridad, es esperar un imposible. La Autoridad tiene que sostener la Ley, y la Ley, como está hecha por individuos que no pertenecen a la clase trabajadora, tiene que ser una ley defensora del capital y en contra del proletariado. No hay que hacerse ilusiones sobre que el proletariado pudiera nombrar una Autoridad a su gusto. Es la burguesía que dirige las contiendas electorales y los candidatos son escogidos por la burguesía. Al proletariado no le toca otra cosa que firmar las boletas electorales, bajo las instrucciones de la burguesía para elevar a sus verdugos. Pero aun cuando se diera el caso de que fuera un proletario el que llegase a ser Presidente de la República y que proletarios fuesen los individuos que ocupasen los bancos del Congreso, cosa que es absolutamente imposible que se efectúe, los millones de la burguesía, los halagos de las damas empingorotadas, la influencia perniciosa del poder en todo corazón humano, porque ningún hombre que esté arriba se considera igual a sus hermanos de abajo; el ambiente malsano que se respira en los altos círculos acaba por corromper a los mejores hombres y por hacerlos tan tiránicos y tan malvados como cualquier mandón.

De la Autoridad no debemos esperar los desheredados más que el flagelo y el escupitajo. La burguesía nos adula cuando necesita nuestros votos para encumbrar a determinado sinvergüenza, o cuando tiene necesidad de nuestra sangre para poner en el Poder a un bandido en lugar de otro.

Veo en el número 3 del apreciable colega un párrafo qué dice: Ya es tiempo de que el Capital y el Trabajo caminen de acuerdo para dividir sus ganancias. No, compañeros: eso es tanto como reconocer al Capital el derecho de tomar parte de lo que el trabajador produce. Debemos desconocer por completo ese derecho, porque el Capital es trabajo acumulado, y ese trabajo ha sido desempeñado por los trabajadores, por lo que son éstos los únicos que tienen derecho para aprovecharse de la producción. Los capitalistas son verdaderos ladrones, a quienes hay que arrebatar por la fuerza, porque no hay otro medio, todo lo que detentan.

Nada de dividir las ganancias con los capitalistas, nada de estar de acuerdo con ellos. Los proletarios debemos saber que entre las dos clases, la de los capitalistas y la de los desheredados, debe existir una guerra a muerte hasta que los trabajadores sean los dueños de todo cuanto existe. Entonces la humanidad se compondrá de una sola clase: la de los productores; y la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad serán un hecho en la Tierra.

Vuestro hermano,

Ricardo Flores Magón

(De Regeneración, 12 de agosto de 1911).


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