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Discordia

Imaginaos la Tierra sin montañas, el mar sin olas, el cielo sin estrellas, la flor sin colores. Imaginaos a todas las aves vistiendo el mismo plumaje, a todos los insectos ostentando la misma forma y color. Imaginaos las llanadas sin un repliegue, sin un accidente; arenas y guijarros aquí, guijarros y arenas allá, arenas y guijarros por todas partes; ni un árbol, ni un yerbajo; nada que trunque la monotonía del paisaje, nada que interrumpa la uniformidad del cuadro; ni un arroyo que murmure, ni un pájaro que cante, ni una brisa que recuerde que hay movimiento, que hay acción. Imaginaos, por último, a la humanidad, sin pasiones, teniendo todos los mismos gustos, pensando todos del mismo modo, y decid si no sería preferible morir de una vez a sufrir la prolongada agonía, que no otra cosa sería el vivir en tales condiciones.

El orden, la uniformidad, la simetría parecen más bien cosas de la muerte. La vida es desorden, es lucha, es crítica, es desacuerdo, es hervidero de pasiones. De ese caos sale la belleza; de esa confusión sale la ciencia; de la crítica, del choque, del desorden, del hervidero de pasiones surgen radiantes como ascuas, pero grandes como soles, la verdad y la libertad. La discordia, he ahí el grande agente creador que obra en la naturaleza. Las acciones y las reacciones en la materia inorgánica y en la orgánica, generadoras de movimiento, de calor, de luz, de belleza, ¿qué son sino obra de la Discordia? Rompiendo la monotonía de las substancias simples, la Discordia acerca unas a las otras, las mezcla, las combina, las desmenuza y las lleva de un lugar a otro: el hierro que duerme en las entrañas de la tierra es el mismo que arde al atravesar la atmósfera terrestre en la forma de aerolito, el que enrojece los labios de una mujer y el que brilla en la hoja de un puñal; el carbono que se presenta negro en los tizones apagados es el mismo que se ostenta verde y bello en las hojas de las plantas, límpido como una gota de rocío en el diamante, tibio y acariciador en el aliento de la mujer amada. Todo lo transforma la Discordia: disuelve y crea, destruye y esculpe.

En las sociedades humanas la Discordia desempeña el principal papel. Innovadora, rompe viejos moldes y crea nuevos; destruye tradiciones queridas, pero perniciosas al progreso, y prende en el alma popular nuevas lumbres, nuevas ansias después de destruir los rescoldos en que desentumecen su frío senil los ideales viejos. Esteta, detiene en su trillado camino al Arte y lo hace tomar nuevos derroteros, donde hay fuentes no aprovechadas aún por el rebaño literatoide, nuevos colores, nuevas armonías, giros de dicción inesperados que no existen en ninguna paleta, que no han vibrado en ninguna cuerda, que no han brotado como chorros de luz de ninguna pluma. Revolucionaria siempre, la Discordia hace que el disgusto fermente en los pechos proletarios hasta que, amargadas las almas hasta el límite, irritados los nervios hasta alcanzar el máximo de tensión, la desesperación hace que las manos busquen la piedra, la bomba, el puñal, el revólver, el rifle, y se lancen los hombres contra la injusticia, dispuesto cada uno a ser un héroe.

Mientras el pobre se conforma con ser pobre; mientras el oprimido se conforma con ser esclavo, no hay libertad, no hay progreso. Pero cuando la Discordia tienta el corazón de los humildes; cuando viene y les dice que mientras ellos sufren sus señores gozan, y que todos tenemos derecho a gozar y vivir, arden entonces las pasiones y destruyen y crean al mismo tiempo; talan y cultivan, derriban y edifican. ¡Bendita sea la Discordia!

(De Regeneración, 29 de octubre de 1910).


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