Indice de Los anarquistas de Carlos Gide y Carlos Rist Introducción de Carlos Gide y Carlos Rist CAPÍTULO SEGUNDO. El anarquismo político y social y la crítica de la autoridadBiblioteca Virtual Antorcha

Los anarquistas

Carlos Gide y Carlos Rist

CAPÍTULO PRIMERO
El anarquismo filosófico de Stirner y la exaltación del yo



El libro de Stirner da la sensación de una apuesta. Para comprender su origen hay que trasladarse a la época y al medio especial en que tuvo su nacimiento. Stirner pertenece al grupo de jóvenes radicaies y demócratas alemanes que a partir de 1840, inspirados por Feuerbach y reunidos en torno de Bruno Bauer, sacaban las consecuencias más extremas de la filosofía hegeliana. Su ideal era realizar la absoluta libertad del espíritu, y en nombre de esta libertad criticaban todo lo que parecia oponerse a ella, lo mismo, por lo demás, el naciente comunismo que el cristianismo de los teólogos y que el absolutismo de los gobiernos.

Después de haberle dado a la revolución de 1848 de Alemania sus corifeos intelecluales, se vieron barridos por la reacción de 1850. Aigunos de ellos, que se reunían regularmente en un café de Berlín, adoptaron el nombre de los hombres libres (die Freien). Marx y Engels formaron parte durante algún tiempo de estas reuniones, pero se alejaron bien pronlo de ellas, y es precisamente contra ese grupo contra el que dirigieron su libelo La Sagrada Familia, nombre irónico con el cual designan a Bruno Bauer y sus prosélitos. Futuros economistas liberales alemanes, entre otros Julio Faucher, frecuentaban también estas veladas. Stirner era uno de los más asiduos y aun sin dejar de escuchar, sin hablar él mucho, las animadas discusiones de sus amigos, preparaba lentamenle el libro con el que se aprestaba a asombrarlos a todos, demostrando que la crítica de los más críticos no era ella misma lo bastante crítica.

Porque estos radicales exaltados permanecían fieles todavía a toda una serie de ideas que para Stirner son simples fantasmas.

La Humanidad, la Sociedad, la Verdad, el Bien, son otras tantas abstracciones pasadas de moda, son otros tantos fetiches labrados por nuestras propias manos, ante los cuales nos inclinamos con profundo respeto y cuya auloridad aceptamos con fervorosa devoción, igual que los fieles aceptan la de su Dios. Estas abstracciones no tienen, sin embargo, mucha más realidad de la que puedan tener las divinidades del Olimpo o los aparecidos con que se asusta a los niños. La única realidad es el yo individual. No conocemos ninguna otra. Cada individuo constituye una fuerza independiente y original. Su única ley es la de su interés personal. Y los limites de su desenvolvimiento son los mismos límites de su interés y de su fuerza. Cada hombre debe decirse: Yo quiero ser todo lo que puedo ser y tener todo lo que puedo tener (1).

Bastiat escribía: Todos los intereses legítimos son armónicos. Stirner declara: todos los intereses son legítimos ... con tal de que tengan la fuerza. El tigre que me ataca tiene razón, y yo, que me defiendo de él tengo razón también. El que tiene la fuerza tiene el derecho; el que no tiene aquélla no tiene éste.

Siendo el yo la única realidad, todas las pretendidas colectividades que limitan mi yo y quieren emplearlo en su servicio, Estado, familia, sociedad, nación, desaparecen. No tienen cuerpo no tienen realidad (2).

Sobre mí no podrán tener más autoridad que la que yo mismo les atribuya. Simples creaciones de mi espíritu, el día que yo deje de reconocerlas y de respetarlas, perderán todo derecho sobre mí y me convertiré en verdaderamenle libre. Tengo el derecho a hacer rodar por el suelo a Jesús, a Jehová, a Dios, etc., si es que puedo ... Tengo el derecho de asesinar si no me lo prohibo a mí mismo, si yo mismo no tengo miedo a un crimen como a un mal ... Soy yo el que decide de mi derecho; fuera de mí no hay nada ... Es posible que esto no les convenga a los demás. ¡Allá ellos! Esto es cosa suya, no mía, y a ellos no les toca más que defenderse (3).

Los obreros que se quejan de ser explotados, los miserables privados de toda propiedad no tienen que hacer más que una cosa: reconocerse a sí mismos este derecho y tomar la propiedad que les convenga; para exterminar el pauperismo, el egoísmo no le dice a la plebe: espera es lo que te va a regalar un Tribunal de equidad en nombre de la comunidad, sino que le dice: échale mano a aquello que necesitas, cógelo.

La tierra pertenece al que sabe cogerla o al que teniéndola sabe guardarla. Si se apodera de ella, no solamenle tiene la tierra, sino que tiene, además, el derecho a tenerla (4).

Pero, ¿cuál es la sociedad que subsistiría en semejantes condiciones? Una sola: La unión de los egoístas, es decir, la unión de hombres conscientes de su egoísmo y que se guardan muy bien de buscar en la asociación otra cosa que no sea el aumento de sus personales satisfacciones. La sociedad hoy domina al individuo y lo convierle en su instrumento. La unión de los egoíslas se convertirá en el instrumento del individuo, que la abandonará sin escrúpulos tan pronto como no encuentre nuevas ventajas que sacar de ella. Cada hombre dice entonces a su prójimo: yo no quiero reconocer nada en ti, ni respetar nada en ti, quiero ... servirme de ti (5).

Esto será el bellum omnium contra omnes, atemperado por alianzas precarias y momentáneas. Pero será también la libertad para todos.

Extrañas y paradójicas afirmaciones que no se pueden combatir más que negando el punto de partida de Stirner: la única realidad del individuo, la irrealidad de la sociedad. Si el individuo es la sola realidad, está bien entonces no conceder a la sociedad, a la nación, más que el valor de una abstracción, creada por el hombre y que éste puede a su talanle destruir. Pero aquí radica precisamente el error. El individuo no existe fuera de la sociedad. No es más real que ella, sino que es un simple elemento de esa socieoad, de la cual no es independiente; no depende de él que aquélla exista o que deje de existir. La sociedad no es una simple idea: es un hecho natural. Con la misma razón podría calificarse al individuo de ser una abstracción. El es el verdadero fantasma. El individuo sin la sociedad no puede encontrarse en el universo, lo mismo que no puede encontrarse la sociedad sin el individuo.

La gran diferencia de Stirner y los anarquistas de que vamos a hablar a continuación radica precisamente en este reconocimiento por parte de ellos de la realidad del hecho social, negada erróneamente por Stirner, la cual es, por lo demás, la oposición fundamental que se encuentra por doquier entre el anarquismo literario y el anarquismo político (6).



Notas

(1) Der Einzige und sein Eigenthum (edición Reklam), pág. 164. Véase, cliqueando sobre las letras azules, Stirner, Max, El único y su propiedad, México, Biblioteca Virtual Antorcha, tercera edición cibernética, enero del 2003, cpatura y diseño, López, Chantal y Cortés, Omar.

(2) Tú tienes un cuerpo, y tú también, pero todos juntamente sois unos cuerpos y no un cuerpo. La sociedad tiene cuerpos a su servicio, pero no tiene un cuerpo que sea el suyo propio. No es, por lo tanto, al igual de la nación de los políticos, nada más que un fantasma; su cuerpo no es más que una apariencla (pág. 138). ¿No hay acaso un materialismo bien tosco en hacer de la existencia de un cuerpo el criterio de una realidad? A este tipo, una ley, una costumbre, la misma lengua de un pueblo, tampoco serían reales, Un hecho histórico, una batalla, una revolución carecen asimismo de cuerpo, ¡y, sin embargo, sus consecuencias reales son incalculables!

(3) Der Einzige und sein Eigenthum, pág, 222.

(4) Idem, pág. 223.

(5) Idem. pág. 164.

(6) En un folleto muy Interesante, un escritor slndicalista, Berth, (Les nouveaux aspects du socialisme, París, 1908), opone el sindicalismo al anarquismo y ve en el reconocimiento de la realidad de la sociedad que hizo Proudhon, un criterio que permite dlstinguir ambas doctrinas, El anarquismo que considera Berth es únicamente el anarquismo a lo Stirner. Pero, como veremos más adelante, ni Bakunln ni Kropotkln niegan la realidad de la sociedad; antes al contrario, es incluso la afirmación de esta realidad natural la que constituye el punto más original de su tesis. Y esto es lo que permite decir, sacando la conclusión contraria a la sacada por Berth, que las ideas anarqulstas tienen muchos puntos de contacto con el sindicalismo. No obstante, un poco más lejos veremos que Juan Grave se acerca mucho al individualismo ingenuo de Stirner.
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