Índice de Poema pedagógicoAcerca del autorBiblioteca Virtual Antorcha

PRESENTACIÓN

El título Poema Pedagógico debemos entenderlo en el sentido de hacer pedagogía, pues, por las referencias muy sarcásticas sobre los moradores del Olímpo de La Pedagogía, Anton Makarenko estaba mucho más interesado en la práctica que en la teoría. Por esta razón entre muchas otras, la lectura de esta obra resulta imprescindible para aquellas personas involucradas en el proceso educativo-formativo y para quienes estén en contacto con chav@s en una situación tan crítica que les hace volverse malabaristas con su propia vida, además de que permite conocer la gestación del proceso revolucionario de la Unión Soviética en el campo.

En los dos primeros libros, Anton Makarenko (1888-1939), narrador nato, relata en primer plano, su experiencia en lo cotidiano como director de la colonia Gorki, un centro-comuna fundado para que allí jóvenes delincuentes encuentren caminos de desarrollo distintos a los ya trazados hacia un infierno seguro.

Y en segundo plano, nos deja ver una oposición campo-ciudad muy profunda, una animadversión entre rusos e ucranianos y cómo está incubando, desde abajo, el germen del Estado burocrático autoritario, pues poniéndose en observador frío del actuar de los individuos, expone cómo en algunos está emergiendo una mentalidad policiaca, una subyugación ante el aparato del Poder Soviético, revelando así, que en los inicios mismos de la revolución rusa estaba ya encapsulado su desenlace.

Gracias a su extraordinario y finísimo sentido del humor, a su sinceridad y a una ímplicita autocrítica que demuestra, dicho sea de paso, gran humildad, A. Makarenko nos introduce en esta comunidad en donde están interactuando caracteres que se nos revelan muy familiares. Los personajes están descritos sin sensiblería, sin compasión, con toda claridad, llana crueldad y cierta ternura. Detalle que podemos agradecerle a Makarenko: pues de ninguna manera describe su actuar como pedagógicamente correcto. Llamará la atención el que recurra a métodos de cohesión inspirados en el folklore militar... dejando claro un hecho inobjetable: que algunos jóvenes -no todos- exigen autoridad al carecer de autodisciplina, independientemente de que una época revolucionaria impregnase y determinase muchos aspectos de la vida cotidiana.

Destaquemos asímismo la relación extremadamente sincera, sencilla y abierta que Makarenko lograba establecer con los colonos y el personal de la colonia; las enriquecedoras actividades -agrícolas, artesanales o bien artísticas- que realizaban y permitían una apertura hacia el mundo exterior sumamente positiva para el crecimiento de los educandos y de los educadores. Hay que hacer hincapié en el hecho de que Anton Makarenko se involucraba en los proyectos y obras de sus educandos, asegurando un vínculo que iba mucho más allá de la relación alumno-maestro, pues no sólo buscaba instruir sino formar individuos. El arte no podía faltar dentro del que hacer cotidiano; al respecto, quedamos cautivados por el capítulo intitulado El teatro que es absolutamente delirante por el relato en sí y por la manera en cómo los educandos concebían la representación de una obra teatral.

Gracias a una transcripción de las conversaciones en un estilo coloquial, Makarenko nos permite imaginar sin dificultad alguna, qué tipo de relaciones se establecían entre las personas del medio rural en los inicios de la Unión Soviética, además de que, a nosotros, bárbaros citadinos, indirectamente nos ayuda a comprender -lo que no es poca cosa- qué significa atender una granja, y a percibir ese cariño sentido por los colonos hacia la tierra y los animales.

No está de más comentar que A. Makarenko tuvo que enfrentar, como cualquier maestro de cualquier país del mundo, los juicios de los inspectores, con su altivez de representante de la Educación Pública, imbuidos de una superioridad que les confiere el reporte que deben rendir a sus superiores. Pues bien, a lo largo de su obra, el autor deja muy en claro que no gustaba particularmente de estos encuentros oficiales... ni tampoco de la burocracia. Reconoce que tenía enemigos y que debía enfrentarlos confirmando de manera contundente que cuando se está realizando un trabajo, el que sea, por lo general emerge una fuerza opositora... Y esto en cualquier latitud, ¡muchos individuos existen en la medida en que tienen a alguien en frente a quien criticar! De otra manera no tendrían absolutamente nada que decir, nada que proponer... ¡desgraciadamente!

Para dar cohesión a este extraordinario testimonio, suponemos que Anton Makarenko escogió de entre centenares de situaciones, aquellas que podían ser las más representativas para exponer al lector las diferentes etapas y acontecimientos por los que puede pasar un individuo a lo largo de su vida, y esa selección resulta sumamente afortunada ya que proporciona elementos de analisis sobre la vida en sí. Dicho de otro modo, un lugar como la colonia Gorki donde el educando interrelaciona con personas muy distintas, donde su iniciativa es apreciada y a la vez fomentada y donde al mismo tiempo debe participar para proveerse de las necesidades que la supervivencia cotidiana exige, asegura al individuo una inserción en su propia vida que le permitirá afrontar los problemas que se le presenten y eso, en donde esté. Con ello, no hay duda de que para Makarenko el desarrollo satisfactorio de una comunidad pasa por el desarrollo satisfactorio del individuo. Como una muestra de su honestidad, pues nunca trata de disfrazar algún hecho, y como queriendo dejar constancia de que el machismo aún prevalece en esta sociedad ruso-soviética, cita deliciosas frases como éstas: teóricamente, las mujeres son iguales a los hombres, pero, en la práctica, siguen siendo mujeres... o ésta otra: no sabe domeñar el díscolo carácter de las mujeres... Además, independientemente de consideraciones puramente pedagógicas, a lo largo del relato, Makarenko logra transmitirnos ese cariño que siente por sus muchach@s quienes no dejan indiferentes al lector por simpatiquísim@s y fantástic@s, lo que confirma la necesidad de que para ser un buen pedagogo, antes de cualquier conocimiento, debe de haber aprecio y amor hacia l@s chav@s.

El tercer libro es en un inicio, el relato del traslado de la colonia Gorki, compuesta de 120 colonos, al monasterio Kuriazh, un centro juvenil de 280 miembros en estado total de abandono tanto en lo que se refiere a las instalaciones como a la práctica pedagogica en sí. Es asímismo la historia de todo lo que significó este reto para Makarenko quien puso en riesgo sus logros en y de la colonia Gorki al fusionarla con el centro de Kuriazh de impresionante dimensión: ¡100 hectáreas! Pero también es la consagración de un extraordinario pedagogo, apreciación que se puede comprobar en esta obra gracias a las experiencias, opiniones y decisiones tomadas en torno a temas de fundamental y atemporal importancia.

Ahora bien, ya funcionando la colonia en Kuriazh, los chequistas piden a Makarenko ayuda para echar a andar la comuna Dzerzhinski que éstos fundaron. A partir de ese momento, sorprende al lector que el humor de A. Makarenko desaparece por completo dejando en su lugar un estilo de escritura muy serio pero, por otro lado muy comprensible... pues, quien se va a poner a bromear a costa de estos señores o a criticarlos sólo un tantito... ¡en 1935, época de las purgas! Esta cooperación desembocaría luego en la renuncia obligada de Makarenko como director de Kuriazh, ya que las autoridades decidieron que su sistema no era soviético...

Para terminar diremos que el Poema pedagógico no solamente es una bitacora de una colonia educativa sino una pintura costumbrista detallada, extraordinariamente viva -y a nosotros nos parece realista- de la vida rural ruso-soviética; por lo tanto, recomendamos ampliamente su lectura, ya que en esta obra se encuentra material de sobra para reflexionar... y no sólo para eso, sino para hacer una película brillante, interesante y divertida a la vez... o ¿se habrá filmado ya alguna sobre la colonia Gorki?

Esta digitalización la elaboramos a partir de la sexta edición de la Editorial Progreso. Respetamos las notas... sin embargo nos otorgamos el derecho de agregar nuestras propios comentarios cuando lo vimos pertinente.

Omar Cortés y Chantal Lopez.

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