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Logró sacar a su sobrino de aquellas veleidades ascétícas y se puso a vigilarle, a espiar la aparición del primer amor.

Fíjate bien, hijo -le decía- y no te precipites, que una vez que hayas comprometido a una no debes dejarla ...

-Pero mamá, si no se trata de compromisos ... Primero hay que probar ...

-No, nada de pruebas; nada de esos noviazgos; nada de eso de hablo con Fulana. Todo seriamente ...

En rigor, la tía Tula había ya hecho, por su parte, su elección y se proponía ir llevando dulcemente a su Ramirín a aquella que le había escogido, a Caridad.

-Parece que te fijas en Carita -le dijo un día.

-¡Psé!

-Y ella en ti, si no me equivoco.

-Y tú en los dos, a lo que parece ...

-¿Yo? Eso es cosa vuestra, hijo mío, cosa vuestra ...

Pero les fue llevando el uno al otro, y consiguió su propósito. Y luego se propuso casarlos cuanto antes. Y que venga acá -decía- y viviremos todos juntos, que hay sitio para todos ... ¡Una hija más!

Y cuando hubo llevado a Carita a su casa, como mujer de su sobrino, era con ésta con la que tenía sus confidencias. Y era de quien trataba de sonsacar lo íntimo de su sobrino.

Le obligó, ya desde un principio, a que le tutease y le llamase madre. Y le recomendaba que cuidase sobre todo de la pequeñita, de la mansa, tranquila y medrosica Manolita.

-Mira, Caridad -le decía-, cuida sobre todo de esa pobrecita, que es lo más inocente y lo más quebradizo que hay y buena como el pan ... Es mi obra ...

-Pero si la pobrecita apenas levanta la voz ..., si ni se le siente andar por la casa ... Parece como que tuviera vergüenza hasta de presentarse ...

-Sí, sí, es así ... Harto he hecho por infundirle valor, pero en no estando arrimada a mí, cosida a mi falda, la pobrecita se encuentra como perdida. ¡Claro, como criada con biberón!

-El caso es que es laboriosa, obediente, servicial, pero ¡habla tan poco ...! ¡Y luego no se la oye reír nunca ...!

-Sólo alguna vez cuando está a solas conmigo, porque entonces es otra cosa, es otra Manolita ..., entonces resucita ... Y trato de animarla, de consolarla, y me dice: No te canses, mamita, que yo soy así ..., y además, no estoy triste ...

-Pues lo parece ...

-Lo parece, sí, pero he llegado a creer que no lo está. Porque yo, yo misma, ¿qué te parezco, Carita, triste o alegre?

-Usted, tía ...

-¿Qué es eso de usted y de tía?

-Bueno, tú, mamá, tú ..., pues no sé si eres triste o alegre, pero a mí me pareces alegre ...

-¿Te parezco así? ¡Pues basta!

-Por lo menos a mí me alegras ...

-Y es a lo que nos manda Dios a este mundo, a alegrar a los demás.

-Pero para alegrar a los demás hay que estar alegre una...

-Oh no ...

-¿Cómo no?

-Nada alegra más que un rayo de sol, sobre todo si da sobre la verdura del follaje de un árbol, y el rayo de sol no está ni alegre ni triste, y quién sabe ..., acaso su propio fuego le consume ... El rayo de sol alegra porque está limpio; todo lo limpio alegra ... Y esa pobre Manolita debe alegrarte, porque a limpia ...

-¡Sí, eso sí! Y luego esos ojos que tiene, que parecen ...

-Parecen dos estanques quietos entre verdura ... Los he estado mirando muchas veces y desde cerca. Y no sé de dónde ha sacado esos ojos ... No son de su madre, que tenía ojos de tísica, turbios de fiebre ..., ni son los de su padre, que era ...

-¿Sabes de quién parecen esos ojos?

-¿De quién? -y Gertrudis temblaba al preguntarlo.

-¡Pues son tus ojos ...!

-Puede ser ..., puede ser ... No me los he mirado nunca de cerca ni puedo vérmelos desde dentro, pero puede ser ..., puede ser ... Al menos le he enseñado a mirar ...

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