Índice de Romeo y Julieta de William ShakespeareAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

ACTO SEGUNDO

ESCENA CUARTA

Calle

(Benolio y Mercutio)

Mercutio: ¿A dónde se habrá ido Romeo? ¿Lo visitó anoche?

Benvolio: En casa de su padre no estuvo, así me lo dijo su sirviente.

Mercutio: ¡Por Dios! Esa pálida muchachuela, esa Rosalía de inflexible corazón acabará por enloquecerlo.

Benvolio: Teobaldo, el primo de Capuleto, ha enviado una misiva al padre de Romeo.

Mercutio: Tengo la seguridad de que es cartel de desafio.

Benvolio: Pues tengo la certeza de que Romeo lo contestará.

Mercutio: Todo el mundo puede contestar una carta.

Benvolio: Quiero decir que Romeo sabrá tratar como se merece al dueño de la misiva.

Mercutio: ¡Pobre Romeo! Esa rubia y pálida niña le ha traspasado el corazón con estocadas, le ha taladrado los oídos con una canción de amor, y el centro del alma con las anchas flechas del volador Cupido ... ¿Y quién tolerará a Teobaldo?

Benvolio: ¿Quién es Teobaldo?

Mercutio: Algo más que el monarca de los gatos; es el más hábil espadachín. Empuña la espada como tú la lengua, conservando tiempo, distancia y compás. Gran cortador de ropillas. Esgrimidor, espadachín de profesión, y muy enterado del inmortal passato, del punto reverso y del par.

Benvolio: ¿Y qué quieres decir con eso?

Mercutio: Mal tumor trague a esos nuevos elegantes que con aspavientos y amabilidad han venido a modificar nuestros antiguos hábitos. ¡Qué buena espada, qué buen mozo, qué bella mujer! Díganme, abuelos míos, ¿no es mala vergüenza que estemos llenos de estos moscones extranjeros, estos pardonnez moi, tan eufóricos con sus nuevas galas y tan despreciadores de lo antiguo? ¡Oh, terquedad insigne! (Sale Romeo).

Benvolio: ¡Ya llegó Romeo! ¡Ya llegó Romeo!

Mercutio: Traes muy roma el alma. No eres carne ni pescado. ¡Oh materia digna de los versos de Petrarca! Equiparada con su amor, Laura era una sirvienta, sino que tuvo mejor poeta que la celebrase; Dido una zagala, Cleopatra una gitana, Hero y Elena dos rameras, y Ciste, a pesar de sus negros ojos, no podría competir con la suya. Bon jour, Romeo. Este saludo francés corresponde a tus bragas francesas. Anoche nos dejaste en blanco.

Romeo: ¿Qué quieres decir con eso?

Mercutio: Que te despediste a la francesa. ¿Entiendes?

Romeo: Pido disculpas, Mercutio. Tenía un compromiso y no estaba el tiempo para cortesías.

Mercutio: ¿Entonces tú también las usas en varias ocasiones y doblas las rodillas?

Romeo: Luego no soy ordinario, porque eso es hacer reverencias.

Mercutio: Dices bien.

Romeo: Pero aquello de que conversábamos es cortesía y no genuflexión.

Mercutio: Es que yo soy la flor de la cortesía.

Romeo: ¿Por qué no dices la flor y nata?

Mercutio: Porque la nata la dejo para ti.

Romeo: Guarda silencio.

Mercutio: ¿Y no es mejor esto que andar en las lamentaciones extravagantes? Ahora te reconozco: eres Romeo, nuestro antiguo y buen amigo. Estabas aferrado con ese amor disparatado. (Entran Pedro y el Ama).

Mercutio: Vela, vela.

Benvolio: Y son dos: una saya y un sayal.

Ama: ¡Pedro!

Pedro: ¿Qué?

Ama: Tráeme por favor el abanico.

Mercutio: Dáselo, Pedro, pues es más agradable observar su abanico que su rostro.

Ama: Buenas tardes, señores.

Mercutio: Buenas tardes, bella dama.

Ama: ¿Hemos llegado a la tarde?

Mercutio: No, pero la mano impúdica del reloj señala las doce.

Ama: ¡Dios mío, qué hombre!

Mercutio: Un hombre que Dios crió, para que luego echara él mismo a perder la labor celestial.

Ama: Bien dicho. Para que echase su obra a perder ... ¿sin embargo me podria decir alguno de ustedes dónde se encuentra Romeo?

Romeo: Yo te lo diré, y ese joven será más viejo cuando lo halles que cuando comenzabas a buscarlo. Yo soy Romeo, a falta de otro más joven.Ama: ¿Lo dices de verdad?

Mercutio: ¿Con que a falta de otro mejor, te parece joven? Lo comprendes bien.

Ama: Si en verdad eres Romeo, tengo que decirte en secreto una palabra.

Benvolio: Si querrá citarlo para esta noche ...

Mercutio: ¿Es una encubridora, una perra? ... ¡Oh, oh!

Romeo: ¿Qué ruido es ése?

Mercutio: No es que haya encontrado yo ninguna liebre, ni es cosa de seguir la liebre, aunque como dice el cantar: En cuaresma bien se puede comer una liebre vieja, pero tan vieja llega a podrirse, si se la guarda, que no hay quién la pueda mascar. ¿Vas a casa de tu padre, Romeo? Allá iremos a comer.

Romeo: Voy con ustedes.

Mercutio: Adiós, bella vieja; bella, bella, bella. (Vanse él y Benvolio).

Ama: Si osa hablar mal de mí, me la pagará, aunque vengan a auxiliarlo otros veinte de su calaña. Y si yo misma no puedo, otros me defenderán. No faltaba más. ¡El grandísimo descarado! ¿Si creerá que yo soy una mujer de ésas? ... y tú (a Pedro) por qué dejas que cualquiera me agravie.

Pedro: Yo no he visto que alguien te agravie, porque si lo viera, en seguida sacaría mi espada. Nadie me gana en valor cuando mi causa es justa, y cuando me favorece la ley.

Ama: ¡Por Dios! Aún me dura el enfado y las carnes se me estremecen ... Una palabra sola, caballero. Como iba diciendo, mi señorita me envía con un mensaje para usted. No le voy a repetir todo lo que me dijo. Sin embargo si su propósito es engañarla, esa actitud será ruin, porque mi señorita es una muchacha joven, y el engañarla sería muy mala obra, y no tendría perdón de Dios.

Romeo: Ama, puedes jurar a tu señora que ...

Ama: ¡Está bien, perfecto, así se lo comentaré, y estoy segura de que se alegrará mucho ...!

Romeo: ¿Y qué le dirás, si aún no te he comentado nada?

Ama: Que has jurado, lo cual, a fe mía, es actuar como caballero.

Romeo: Coméntale que idee alguna excusa para asistir por la tarde a confesarse al convento de Fray Lorenzo; este cura nos confesará y casará. Acepta este obsequio.

Ama: No recibiré ni una moneda, señor mío.

Romeo: Te lo ordeno.

Ama: ¿Con que esta tarde? Ten la certeza de que no faltará.

Romeo: Aguárdame detrás de los muros del convento, y antes de una hora, mi mensajero te llevará una escalerilla de cuerdas para que yo pueda subir hasta la cima de mi felicidad. Hasta luego y sé fiel conmigo. Yo te lo recompensaré todo. Dale mis saludos a Julieta.

Ama: Que dios te bendiga. Una palabra más ...

Romeo: Dímela, Ama.

Ama: ¿Tu mensajero es de confianza? ¿Alguna vez has escuchado que el varón prudente no le debe confesar a nadie sus secretos?

Romeo: Mi mensajero es fiel como el oro.

Ama: Correcto, hidalgo. No existe señorita más bella que la mía. ¡Y si la hubieras conocido cuando era una niña ...! ¡Ah! Por cierto: en la ciudad hay un tal París que de buena gana la abordaría. Pero ella, bendita sea su alma, más quisiera a un horrible sapo que a este individuo. Varías ocasiones me he divertido haciéndola enojar, diciéndole que París es mejor muchacho que tú, Romeo, y ¡si pudieras ver cómo se pone! Más pálida que la cera. Dime: ¿Romero y Romeo no tienen la misma letra inicial?

Romeo: Es verdad, ambas comienzan con la R.

Ama: Sólo me estoy burlando. Sé que tu nombre comienza con otra letra menos áspera. .. ¡Si pudieras ver cómo se equivoca al pronunciar tu nombre y el de Romero! Te daría mucho gusto escucharla.

Romeo: Dile a Julieta que sólo pienso en ella.

Ama: Se lo diré mil veces. ¡Pedro!

Pedro: ¡Usted mande!

Ama: Toma el abanico, y guíame.

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