Índice de Romeo y Julieta de William ShakespeareAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

ACTO SEGUNDO

ESCENA SEGUNDA

Jardín de Capuleto

(Romeo y Julieta)

Romeo: ¡Qué bien hace escarnio del dolor ajeno quien jamás ha sentido dolores ...! (Julieta frente a la ventana). ¿Pero qué luz se deja ver allí? ¿Es el sol que sale ya por los balcones de levante? Sal, hermoso sol, y mata de envidia con tus rayos a la luna, que está pálida y ojerosa porque vence tu hermosura cualquier ninfa de tu coro. Por esa razón viste de color amarillo. ¡Qué terco es quien se arree con sus galas marchitas! ¡Es mi vida, es amor el que aparece! ¿Cómo podría yo decirle que es señora de mi alma? Nada me dijo. Sin embargo ¿qué importa? Sus ojos hablarán, y yo contestaré. ¡No obstante qué atrevimiento el mío, si no me dijo nada! Los dos más bellos luminares del cielo le ruegan que los reemplace durante su ausencia. Si sus ojos relumbraran como astros en el cielo, su luz sería suficiente para ahogar los restantes como el fulgor del sol mata el de una antorcha. ¡Tal cascada de luz manaría de sus ojos, que haría despertar a las aves a medianoche, y corear su canción como si hubiese llegado el alba! Ahora coloca la mano en la mejilla. ¿Quién pudiera tocarla como el guante que la cubre?

Julieta: ¡Pobre de mí!

Romeo: ¡Habló! Siento de nuevo su voz. ¡Ángel de amores que en medio de la noche te me apareces, como emisario de los cielos a la asombrada vista de los mortales, que deslumbrados te observan cruzar con vuelo muy rápido las esferas, y mecerse en las alas de las nubes!

Julieta: ¡Romeo, Romeo! ¿Por qué eres tú Romeo? ¿Por qué no renuncias al nombre de tus padres? Y si careces de valor para tanto, ámame, y no me tendré por Capuleto.

Romeo: ¿Qué debo hacer, continúo escuchándola o hablo?

Julieta: Acaso no eres tú mi enemigo. Es el nombre de Montesco, que llevas. ¿Y qué quiere decir Montesco? No es pie ni mano ni brazo ni rostro ni fragmento de la naturaleza humana. ¿Por qué no tomas otro nombre? La rosa no dejaria de ser rosa, tampoco dejaria de esparcir su aroma, aunque se llamara de otra manera. Asimismo mi adorado Romeo, pese a que tuviera otro nombre, conservaria todas las buenas cualidades de su alma, que no las tiene por herencia. Deja tu nombre, Romeo, y a cambio de tu nombre que no es cosa esencial, toma toda mi alma.

Romeo: Si de tu palabra me adueño, llámame tu amante, e imaginaré que me he bautizado otra vez y que he perdido el nombre de Romeo.

Julieta: ¿Y quién eres tú que, en medio de la oscuridad de la noche vienes a sorprender mis secretos?

Romeo: No sé de cierto mi nombre, debido a que tú detestas ese nombre, amada mía, y si yo pudiera lo extirparía de mi pecho.

Julieta: Contadas expresiones he oído de esa boca, no obstante te reconozco. ¿No eres Romeo? ¿No eres de los Montescos?

Romeo: No seré ni una cosa ni otra, ángel mío, si cualquiera de las dos te molesta.

Julieta: ¿Cómo has llegado hasta este sitio, y cuál es tu propósito? Los muros de esta puerta son altos y no se pueden escalar; aquí podrías encontrar la muerte, siendo quien eres, si alguno de mis familiares te encontrara.

Romeo: Con las alas que me dio el amor, salté los elevados muros; además, no le tengo miedo a tus Íamiliares.

Julieta: Te matarán si te encuentran aquí.

Romeo: Diosa mía, tus ojos son más homicidas que las espadas de veinte familiares tuyos. Obsérvame sin enfado, y mi cuerpo se hará invensible.

Julieta: Daría un mundo porque no te hallaran.

Romeo: El velo lúgubre de la noche me protege de ellos. Sin embargo deseo morir a costa de sus manos, amándome tú, que eludiéndolos y salvarme de ellos, cuando me falte tu amor.

Julieta: ¿Y quién te condujo hasta aquí?

Romeo: El amor me dijo dónde vivías. Él me aconsejó; guió mis ojos que yo le había entregado. Sin ser nauchero, te juro que navegaría hasta la playa más lejana para enamorar joya tan estimada.

Julieta: Si no me cubriera el manto de la noche, el rubor de virgen invadiría mis mejillas, rememorando las palabras que en esta noche me has escuchado. Inútilmente quisiera corregirlas o desmentirlas ... ¡Resistencias inútiles! ¿Me amas? Tengo la seguridad de que responderás que sí, y yo lo creeré. No obstante, podrías olvidar tu promesa, porque comentan que Jove se ríe de las deslealtades de los amantes. Si me amas en verdad, Romeo, manifiéstalo con franqueza, y si piensas que soy fácil y me rindo a la primera súplica, dímelo también, para que me ponga huraña y enfadada, y así debas suplicarme. Te quiero mucho, Montesco, mucho, y no creas que soy ordinaria, antes he de ser más firme y constante que aquellas que parecen altaneras debido a que son astutas. Te confesaré que más fingimiento hubiera guardado contigo, si no me hubieras escuchado aquellas palabras que, sin pensarlo yo, demostraron toda la pasión de mi corazón. Perdóname, y no juzgues como ligereza este rendirme tan pronto. La soledad de la noche lo ha provocado.

Romeo: Te juro, amada mía, por los rayos de la luna que bañan la copa de estos árboles ...

Julieta: No jures por la luna, que en su veloz desplazamiento cambia de apariencia cada mes. No vayas a copiar su inconstancia.

Romeo: ¿Entonces, por quién juraré?

Julieta: No expreses ningún juramento. Si acaso, jura por ti mismo, por tu persona que es el dios que adoro y en quien he de creer.

Romeo: ¡Ojalá que la hoguera de mi amor ...!

Julieta: No jures. Aunque estoy muy alegre de verte, esta noche no quiero escuchar esos juramentos que parecen violentos y muy rápidos. Se parecen al rayo que se apaga, apenas surge. Márchate ahora; tal vez cuando regreses haya llegado a abrirse, excitado por las brisas del verano, el capullo de esta flor. Adiós, ¡y ojalá excite tu pecho en tan dulce calma como el mío!

Romeo: ¿Y solamente me das ese consuelo?

Julieta: ¿Y qué otro puedo ofrecerte esta noche?

Romeo: Tu fe por la mía.

Julieta: Te la di antes de que tú me la pidieras. Lo que lamento es no poder dártela de nuevo.

Romeo: ¿Pues qué? ¿De nuevo deseas quitármela?

Julieta: Sí, para ofrecértela de nuevo, pese a que esto fuera avaricia de un bien que ya poseo. No obstante mi anhelo de ofrecértelo todo es tan profundo y no tiene límites como los abismos del mar. ¡Cuanto más te doy, más quisiera darte! ... Sin embargo escucho ruidos dentro. ¡Hasta luego! No engañes mi esperanza ... Ama, allá voy ... Sé leal conmigo, Montesco mío. Aguarda unos minutos, regreso inmediatamente.

Romeo: ¡Noche, deliciosa noche! Sola fuente tengo miedo de que, por ser de noche, todo esto sólo sea un hermoso sueño.

Julieta Asomada otra vez a la ventana): Únicamente te diré dos cosas. Si el propósito de tu amor es desinteresado, si quieres casarte, dícelo mañana al mandadero que te enviaré; dile en qué fecha y cómo quieres realizar la sagrada ceremonia. Yo te sacrificaré mi vida e iré tras de ti por todo el mundo.

Ama (Llamando desde dentro): ¡Julieta!

Julieta: Enseguida voy. Sin embargo si son perversos tus propósitos, te ruego que ...

Ama: ¡Julieta!

Julieta: Ya voy ... Te ruego que renuncies a tu propósito, y me dejes a solas con mi pena. Mañana irá el mandadero ...

Romeo: Por la gloria ...

Julieta: Que tengas buenas noches.

Romeo: No lo creo, pues ¿cómo han de ser buenas si no tengo tus rayos? El amor busca al amor como el estudiante huye de sus libros, y el amor abandona al amor como el niño que deja sus juegos para regresar al estudio.

Julieta (Otra vez frente a la ventana): ¡Romeo! ¡Romeo! ¡Oh, si yo tuviera la voz del cazador de cetreria, para llamar de lejos a los halcones! Si yo pudiera hablar a gritos, se filtraria mi voz hasta en la gruta de la ninfa Eco, y la ensordeceria repitiendo el nombre de mi Romeo.

Romeo: ¡Qué cautivante se escucha el tono de mi amada en la plácida noche, defensora de los amantes! Más dulce es que música en oído alerta.

Julieta: ¡Romeo!

Romeo: ¡Alma mía!

Julieta: ¿A qué hora quieres que vaya mi criado mañana?

Romeo: A las nueve.

Julieta: Ten la certeza de que irá. Las horas se me harán siglos hasta que ésa llegue. No sé para qué te he llamado.

Romeo: ¡Permíteme que me quede en este lugar hasta gue lo pienses!

Julieta: Con la felicidad que me provoca verte cerca se me olvidará perpetuamente en lo que pensaba, recordando tu agradable compañía.

Romeo: Para que continúe tu olvido no he de marcharme.

Julieta: Ya amaneció; márchate ... No obstante no quisiera que te apartaras más que el escaso tramo que consiente apartarse al pajarillo la niña que lo tiene sujeto de una cuerda de seda, y que en algunas ocasiones le suelta de la mano, y después lo apresa ansiosa, y lo suelta de nuevo.

Romeo: ¡Quisiera ser yo ese pajarillo!

Julieta: ¡Y yo también lo desearía! Pero sospecho que mis caricias te matarían. ¡Hasta luego, hasta luego! Triste es la ausencia y muy dulce la despedida, que no sé cómo desprenderme de los hierros de esta ventana.

Romeo: ¡Que el sueño inunde tus bellos ojos y la paz colme tu alma! ¡Ojalá fuera yo el sueño, ojalá fuera yo la paz donde se duerme tu hermosura! De aquí me dirigiré adonde mora mi bondadoso confesor, para pedirle que me aconseje en este trance.

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