Indice de Vladimir, el pintor de nubes y otros cuentos de Rainer Maria Rilke La risa de Pan Mraz El apótolBiblioteca Virtual Antorcha

Vladimir, el pintor de nubes y otros cuentos

Rainer Maria Rilke

VLADIMIR, EL PINTOR DE NUBES


Helos aquí una vez más a la cuarta pregunta, inútiles, desengañados, cándidos en todo concepto. Cada uno comienza en sí mismo y desprecia a los demás, de arriba abajo de la escala.

Poseído de este sentimiento, el barón declaró:

- Ya no se puede venir más a este café. ¡Ni diarios, ni servicio. nada!

Los otros son en absoluto del mismo parecer.

Helos aquí, pues, sentados alrededor de la mesilla de mármol que se pregunta lo que esos tres individuos pueden esperar de ella. Quieren paz; sencillamente. paz. El poeta expresa este sentimiento con una elocuencia tan breve, como enérgica. Idioteces, dice después de una media hora.

Y de nuevo los otros son del mismo parecer.

Continúan esperando. Dios sabe qué.

El pintor comienza a balancear una pierna. La contempla durante un tiempo con un aire profundo. Cuando al fin ha comprendido el movimiento, se pone a cantar, lentamente y con sentimiento:

Embrutecimiento, embrutecimiento;
Oh, tú, mi único placer
...

Entonces, es la hora de levantar la sesión. Uno detrás de otro, se van, con el cuello levantado. Porque el tiempo es en proporción. Es de llorar. ¿Qué hac.er? No queda más que un recurso. Entre cinco y seis, ir a casa de Vladimir Lubowsky, a pasar el crepúsculo. Ciertamente, ¡vamos allá entonces! Calle del Parque, número 17. Edificio de ateliers.

Sólo se llega a casa de Vladimir Lubowsky pasando a través de sus obras. Porque comienza por ahumar todos sus cuadros. El taller entero está lleno de un humo fantástico. Es posible vanagloriarse de tener suerte cuando se logra ganar, a través de esa niebla original, por el camino más corto, el viejo diván gastado que Vladimir habita día y noche.

También hoy, naturalmente. Sin perturbarse, aguarda tranquilamente a las tres víctimas de la existencia. Hacen círculo alrededor de él, cada uno a su manera y según su predisposición. Han sacado de alguna parte Chartreuse verde y cigarrillos. Naturalmente se sirven sin cumplimientos, con el gesto de alguien que no cesa de sacrificarse. Los cigarrillos son de calidad superior. Dios mío, sí, ¿qué no se hace por amor de esta miserable existencia?

- ¡Qué maldito oficio esta vida! A lo sumo, bueno para diletantes, ¿eh?

Vladimir Lubowsky no responde.

Los otros aguardan complacientemente. Se está tan bien en esa penumbra perfumada. Basta permanecer tranquilo para que ella os posea y os acune.

- ¿Cómo haces, Lubowsky, para no tener en tu casa olor de trementina? -pregunta el pintor al pasar.

Y el barón agrega:

- Se diría que más bien tienes flores en alguna parte ...

Silencio. Vladimir permanece detrás de sus nubes.

Pero los tres amigos son pacientes. Tienen tiempo sobrado y Chartreuse.

Saben que es necesario aguardar. Todo llega, al fín.

En efecto, todo llega.

Humo, humo, humo, luego palabras lentas y amadas. qUe atraviesan el mundo y admiran las cosas desde lejos. Las nubes se levantan. Secretas ascensiones.

Por ejemplo:

Humo. En seguida: Los hombres vuelven siempre sus miradas a Dios. Lo buscan en la luz que se torna más y más fria y aguda a medida que se asciende. Humo.

Pero Dios aguarda en otra parte ... aguarda ... en el fondo de todas las cosas. Muy lejos. Allá donde están las raíces. Donde hace calor y sombra. Humo.

Y el poeta, bruscamente, comienza a ir y venir.

Los tres piensan en Dios, que mora en alguna parte, detrás de las cosas ... Dios sabe dónde.

Y más tarde:

¿Tener miedo ...? Humo. ¿Por qué? Humo.

Estamos siempre arriba de él. Como un frúto bajo el cual se sostendrá una bella copa de oro, brillando entre el verdor. Y cuando el fruto está maduro. se abandona ...

Y he aquí que el pintor ha desgarrado el humo con un gesto violento.

Dios bendito, dice, y descubre de golpe sobre el diván un hombrecito pálido que tiene grandes ojos extraños. Ojos llenos de un duelo eterno detrás de su resplandor y de una femenina dulzura. Y manos frías.

El pintor permanece perplejo y torpe ante esa visión. No sabe muy bien lo que quisiera decir.

Felizmente el barón interviene:

- Es necesario que pintes eso, Lubowsky -dice.

- ¿Qué? El propio barón no lo sabe. Pero repite sin embargo:

- Sí, ciertamente, Lubowsky. ¡Ciertamente!

A pesar de él, ha tomado un tono de Mecenas.

Entre tanto Vladimir ha franqueado un gran espacio. Un momento de miedo, luego atraviesa un oscuro asombro. A fin desemboca junto a una sonrisa y murmura, soñador:

- ¡Oh sí! Mañana.

Humo.

He aquí que, a los tres les falta espacio en el taller. A cada instante uno tropieza con otro. Todos se van.

- Hasta luego, Lubowsky.

En la primera vuelta de calle se aprietan la mano con un ardor inútil. Tienen prisa por separarse.

Cada uno se va por su lado, muy lejos.

Un pequeño café simpático. Ni un gato, y lámparas que canturrean. El poeta se ha puesto a escribir en el sobre de una carta que ha recibido. Su escritura se hace más pequeña y rápida. Porque siente nacerle muchos versos.

En otra parte, en el quinto piso, en el taller del pintor, fiebre de preparativos para el día siguiente. Silbando una canción ha puesto en fuga el polvo que cubría su caballete. Viejo polvo. He aquí una tela nueva, clara como una frente. Una frente que se quisiera coronar.

Sólo, el barón está aún en camino. Las diez y media. Teatro del Olimpia. Salida de artistas le ha confiado a un cochero, antes de continuar tranquilamente su camino. Todavía tiene el tiempo necesario para descamar y arreglarse un poco.

Ninguno de ellos piensa en Vladimir Lubowsky.

Vladimir, entretanto, ha cerrado su puerta y ha esperado la caída de la noche. Está sentado, pequeñito, en el borde de su diván, y llora entre sus manos blancas y heladas. Las lágrimas le acuden suavemente, livianamente, sin esfuerzos y sin pathos. Es la única cosa que él todavia no ha traicionado y le pertenece sólo a él. Su soledad.
Indice de Vladimir, el pintor de nubes y otros cuentos de Rainer Maria Rilke La risa de Pan Mraz El apótolBiblioteca Virtual Antorcha