Anónimo


El juego de Adán
Teatro medieval

Primera edición cibernética, octubre del 2011

Captura y diseño, Chantal López y Omar Cortés

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INDICE


Presentación de Chantal López y Omar Cortés.

El juego de Adán
Teatro medieval

Escena primera.

Escena segunda.

Escena tercera.

Escena cuarta.

Escena quinta.

Escena sexta.

Escena séptima.

Escena octava.

Escena novena.




PRESENTACIÓN


El desarrollo del género dramático durante el medioevo tuvo uno de sus principales pilares en la institución eclesiástica gracias a sus dramas litúrgicos. De manera simultánea, el desempeño de los juglares contribuyo también a su florecimiento en la Europa medieval.

El juego de Adán que ahora colocamos en los estantes de nuestra Biblioteca Virtual Antorcha, es una pieza teatral francesa del siglo XII de autor anónimo, compuesta, muy probablemente, para ser representada en el atrio de la iglesia de algún poblado durante festividades religiosas. En ella se aborda la mitología católica de Adán y Eva, su estancia en el Paraíso, su desobediencia a la prohibición divina y su consecuente expulsión, agrégasele el tratamiento del mito de Cain y Abel. Básicamente el trasfondo de la obra es abundar sobre los orígenes pecaminosos de la humanidad: el llamado pecado original, y el fratricidio, fincando, claro está, la esperanza de su superación mediante el anuncio del arribo del Hijo de Dios y su misión redentora.

Es de esperar que a l@s interesad@s en el género dramático pueda llamarles la atención El juego de Adán.

Chantal López y Omar Cortés

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El juego de Adán.
Teatro medieval

ESCENA PRIMERA

DIOS
- ¡Adán!

ADÁN
- ¡Señor!

DIOS
- Yo te he formado del barro de la tierra.

ADÁN
- Señor, lo sé.

DIOS
- Te he formado a mi imagen y semejanza. No debes rebelarte jamás contra mí.

ADÁN
- No lo haré nunca. Creeré en ti; obedeceré a mi Creador.

DIOS
- Te he dado una buena compañera; tu mujer, de nombre Eva. Es tu mujer y tu semejante; debes serle fiel. Amala, que ella te ame y los dos seréis amados por mí. Que sea sumisa a tu voluntad, y los dos sed sumisos a la mía. La he formado de tu costilla; no es extraña a ti, ya que es nacida de ti. Gobiérnala por razón. No debe haber desavenencias, sino gran amor entre los dos. Que ésta sea la ley de vuestra vida.
(A Eva)
A ti, Eva, te quiero hablar. Escucha mi palabra y haz que ella redunde en provecho tuyo. Ama y honra en mí a tu Creador, a tu Señor. Pon todo tu celo, toda la fuerza de tu espíritu, en servirme. Ama a Adán tiernamente; él es tu marido; tú eres su mujer. No le desobedezcas. sírvele y ámale. Esta es la ley del matrimonio. Si así lo haces, yo te llevaré con tu esposo a mi Gloria.

EVA
- Yo haré, Señor, tu voluntad; nunca dejaré de acatarla en todo. Te reconoceré a ti como Señor y a él como esposo y dueño. Le seré siempre fiel; le aconsejaré siempre lo mejor. Estaré siempre a tu servicio y haré tu voluntad.

DIOS
- (Manda a Adán que se acerque y le dice con más insistencia).
Escúchame, Adán, y comprende bien lo que te digo. Te he creado y ahora te voy a hacer un don. Si tú me obedeces, vivirás siempre sano y sin temor. No sentirás hambre ni sed, no sentirás frío ni calor. Nunca te fatigarás, estarás siempre contento y desconocerás el dolor. Toda tu vida transcurrirá feliz. Será eterna, durará por los siglos de los siglos. Quiero que Eva me oiga y si no comprende es que es necia. Tendréis el señorío sobre toda la tierra, sobre los pájaros, las bestias y los demás seres que la pueblan. Tendréis poder sobre todo el mundo. Os muestro el bien y el mal. Seréis libres. Pero debéis tenerme lealtad, dejar el mal y abrazar el bien. Amad a vuestro Señor y permaneced con él. No sigáis el consejo de nadie ajeno a mí. Si así lo hacéis, no cometeréis pecado alguno.

ADÁN
-Te doy las gracias. Señor, por tu bondad. oh tú, que me creaste y me otorgas una tal merced, poniendo el bien y el mal a mi discreción. Pondré toda mi voluntad a tu servicio. Tú eres mi Señor. y yo tu criatura. Tú me formaste y yo soy tu obra.

DIOS
- (Señala con la mano el Paraíso).
¡Adán!

ADÁN
- ¡Señor!

DIOS
- Quiero explicarte mi intención. Mira este jardín.

ADÄN
- ¿Cómo se llama?

DIOS
- El Paraíso.

ADÄN
- ¡Es hermoso!

DIOS
- Yo lo tracé y lo planté. El que lo habite será mi amigo. Te lo entrego para que vivas en él.
(Los manda entrar dicit:ndo:)
¡Entrad!

ADÁN
- ¿Podremos quedarnos?

DIOS
- Podréis vivir siempre en él. No tendréis nada que temer. No conoceréis ni la muerte ni la enfermedad.
(El Coro canta el responso: Tulit ergo Dominus).

DIOS
- (Tendiendo la mano hacia el Paraíso).
Voy a explicarte la naturaleza de este jardín: en él encontrarás todas las delicias. Cada uno puede encontrar en él lo que le satisfaga. La mujer no sufrirá desamor del hombre: el hombre no sentirá vergüenza ni temor de la mujer. El hombre podrá engendrar sin pecado y la mujer parirá sin dolor. Vivirás siempre, ya que el clima es en extremo favorable: no envejecerás; no temerás la muerte, porque ella no podrá alcanzarte. No saldrás de aquí. Aquí levantarás tu casa.
(El Coro canta el responso: Dixit Dominus ad Adam).
(Muestra a Adán los árboles del Paraiso, diciendo:)
Puedes comer todos estos frutos, según te plazca.
(Le muestra el árbol prohibido).
Pero te prohibo comer los frutos de este árbol. Si los comes, morirás enseguida. perderás mi amor y tu buena suerte se convertirá en desgracia.

ADÁN
- Acataré tu mandamiento; ni yo ni Eva faltaremos a él. Por un solo fruto no perderemos esta morada. Sería justo que fuera arrojado de ella, si por una manzana olvido tu amor. Merece ser juzgado como traidor el que traiciona a su Señor.

(Dios se va hacia la iglesia. Adán y Eva se pasean por el jardín y se recrean honestamente).

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ESCENA SEGUNDA


(Mientras tanto, los demonios se aparecen por la plaza, con gestos adecuados. Uno a uno se acercan al Paraíso y muestran a Eva el fruto prohibido, como incitándola a comer de él. Al fin, el Diablo se acerca a Adán).

EL DIABLO
- ¿Qué haces, Adán?

ADÁN
- Vivo aquí, muy feliz.

EL DIABLO
- ¿Estás bien?

ADÁN
- Nada me molesta.

EL DIABLO
- Podrías estar mejor.

ADAN
- No sé cómo.

EL DIABLO
- ¿Quieres saberlo?

ADÁN
- No vale la pena.

EL DIABLO
- Yo sé cómo estarías mejor.

ADÁN
- ¡Qué me importa!

EL DIABLO
- ¿Por qué no?

ADÁN
- No me serviría para nada. No puedo estar mejor.

EL DIABLO
- Te aseguro que te servirá.

ADÁN
- No sé cuando.

EL DIABLO
- No te lo voy a decir si no te importa.

ADÁN
- Dímelo ahora.

EL DIABLO
- No. hasta que te rinda el cansancio de suplicármelo.

ADÁN
- No tengo ninguna necesidad de saberlo.

EL DIABLO
- Es verdad. Tú no sabes aprovechar el bien que posees.

ADÁN
- ¿Qué quieres decir?

EL DIABLO
- ¿Quieres saberlo? Te lo diré en secreto.

ADÁN
- Sea.

EL DIABLO
- Escucha. Adán. préstame atención. Será en gran provecho tuyo.

ADÁN
- Lo deseo de veras.

EL DIABLO
- ¿Me creerás?

ADÁN
- Sí; ciertamente.

EL DIABLO
- ¿Del principio al fin?

ADÁN
- Salvo en una cosa.

EL DIABLO
- ¿Qué cosa?

ADÁN
- Te lo voy a decir. No ofenderé a mi Creador.

EL DIABLO
- ¿Tanto le temes?

ADÁN
- Sí; en verdad. Le amo y le temo.

EL DIABLO
- Eso no es inteligente. ¿Por qué le temes? ¿Qué puede hacerte?

ADÁN
- Todo el bien y todo el mal.

EL DIABLO
- Te volviste loco de remate el día que creíste que puede alcanzarte el mal. ¿No estás en el Paraíso? No puedes morir.

ADÄN
- Dios me ha dicho que moriré el día que no cumpla su mandamiento.

EL DIABLO
- ¿Qué mandamiento es ése? Dímelo pronto.

ADÁN
- Voy a decírtelo francamente. Me ha dado este mandamiento: Puedes comer todos los frutos del Paraíso, menos uno. Este me ha sido prohibido y no quiero ni tocarlo con mis manos.

EL DIABLO
- ¿Cuál?

ADÁN
- (Señalando con la mano al árbol prohibido)
¿Lo ves allí? Aquel es el que me ha prohibido formalmente.

EL DIABLO
- ¿Sabes por qué?

ADÁN
- ¿Yo? Ciertamente, no.

EL DIABLO
- Quiero explicarte el porqué. Los otros frutos nada le importan; pero aquel (mostrando con la mano el prohibido) es diferente; aquel es el fruto de la sabiduría, que puede darte todo el saber. Harás bien en comerlo.

ADÁN
- ¿Yo? ¿Por qué?

EL DIABLO
- Tú lo verás. Te abrirá los ojos, conocerás el porvenir, podrás hacer lo que tú quieras. Cómelo; no temerás a tu Dios y serás igual a El. Por eso te lo ha prohibido. ¿Me crees? ¡Pruébalo!

ADÁN
- No lo haré nunca.

EL DIABLO
- Te oigo y no lo creo. ¿No lo harás nunca?

ADÁN
- No.

EL DIABLO
- Bien. Eres un tonto. Ya te acordarás de lo que te he dicho.
(El Diablo se retira y va a juntarse con los otros demonios. Después de haberse paseado por la plaza, vuelve alegre y sonriente a tentar a Adán. Se supone que han pasado varios días).

EL DIABLO
- ¡Adán! ¿Qué haces? ¿Vas a cambiar de parecer? ¿Estás todavía con tus locas ideas? Creo que ya te advertí el otro día: Dios te hizo su prebendado y te metió en este Paraíso para que comieras este fruto. ¿Tienes acaso otro placer?

ADÁN
- Sí, por cierto; nada me falta.

EL DIABLO
- ¿No quieres subir más alto? ¿Tendrás siempre por un gran favor el que Dios te haya hecho su jardinero? Dios te hizo guardián de su jardín. ¿No cambiarás nunca de ocupación? ¿Te creó sólo para llenarte la panza? Escucha, Adán, óyeme: Con mi consejo, del cual puedes fiarte de veras, podrás ser libre e igual a tu Creador. En una palabra: si comes la manzana (tiende la mano hacia el Paraíso) tú reinarás lleno de majestad y tendrás el mismo poder que Dfuchsia">ios.

ADÁN
- ¡Sal de aquí!

EL DIABLO
- ¿Qué dices, Adán?

ADÁN
- Sal de aquí. Tú eres Satanás y das malos consejos.

EL DIABLO
- ¿Yo? ¿Qué dices?

ADÁN
- Tú quieres dejarme atormentado, indisponerme con mi Creador, quitarme la alegría, hundirme en el dolor. No; no, no te voy a hacer caso. ¡Sal de aquí! No te atrevas a presentarte más ante mí. ¡Tú eres un traidor sin fe!
(Triste, con la cabeza baja, el Diablo se aleja de Adán y va hasta las puertas del Infierno, donde habla con los otros demonios. Después, circula entre el pueblo. En fin, se acerca al Paraíso, del lado donde está Eva, a la que se dirige con aspecto alegre y muy amable).

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ESCENA TERCERA


EL DIABLO
- Eva, he venido a hablar contigo.

EVA
- Dime, Satanás, de qué se trata.

EL DIABLO
- Sólo busco tu bien y tu honor.

EVA
- ¡Dios quiera!

EL DIABLO
- No temas. Hace mucho tiempo que conozco todos los secretos del Paraíso. Te voy a revelar algunos.

EVA
- Empieza; te escucho.

EL DIABLO
- ¿Me escucharás atentamente?

EVA
- Sí, claro. No te interrumpiré para nada.

EL DIABLO
- ¿Guardarás todo en secreto?

EVA
- Claro, a fe mía.

EL DIABLO
- ¿Y si luego se descubre?

EVA
- No será por mi culpa.

EL DIABLO
- Entonces. voy a confiarme a ti.

EVA
- Puedes fiar en mi palabra.

EL DIABLO
- ¡Has ido a buena escuela! Adán es un loco.

EVA
- Es ... un poco duro.

EL DIABLO
- Tal vez se ablande, pero hoy es más duro que el infierno.

EVA
- ¡Es muy noblote!

EL DIABLO
- No. Es muy servil. Si no quiere cuidarse, que al menos se preocupe de ti. Tú eres una débil y tierna cosita, más fresca que una rosa; eres más blanca que el cristal, que la nieve que cae sobre el hielo del valle. El creador ha hecho de vosotros una pareja mal ajustada; tú eres demasiado tierna y él demasiado duro; por lo tanto, tú eres la más juiciosa, puesto que sometes tu corazón a la razón. Por esto es un placer hablar contigo. Por esto quiero hablarte.

EVA
- Puedes tener confianza.

EL DIABLO
- No quiero que nadie sepa de lo que te hable.

EVA
- ¿Quién necesita saberlo?

EL DIABLO
- Nadie. Ni siquiera Adán.

EVA
- No lo sabrá; puedes creerme.

EL DIABLO
- Voy a explicarme; escúchame. Estamos solos en esta senda. Adán está allí. pero no puede oirnos.

EVA
- Puedes hablar en alta voz. No oirá nada.

EL DIABLO
- Te voy a advertir que se os ha tendido una gran trampa en este jardin. Los frutos que os ha dado Dios, no son muy buenos. pero el que os ha prohibido tiene una gran virtud; tiene la gracia de la vida, del poder, del señorío, del saber absoluto, del bien y del mal.

EVA
- ¿Qué sabor tiene?

EL DIABLO
- Celestial. Es el fruto que conviene a tu hermoso cuerpo, a tu bello rostro que merece ser el de la reina del mundo, del cielo y del infierno; mereces conocer todo lo que existe, ser la dueña de todo.

EVA
- ¿De veras es tal como dices este fruto?

EL DIABLO
- Si, en verdad.

EVA
- (Después de contemplar largamente el fruto prohibido).
Nada más mirarlo me hace un gran bien.

EL DIABLO
- ¿Te imaginas lo que será si lo comes?

EVA
- ¡Qué se yo!

EL DIABLO
- ¿No me vas a creer? Tómalo enseguida y dáselo a Adán. Si lo coméis seréis iguales a Dios y no podrá ocultaros sus designios. Cuando hayáis comido el fruto. enseguida vuestro corazón habrá cambiado. seréis iguales a Dios en bondad, en poder ... ¡Pruébalo!

EVA
- Lo deseo vivamente.

EL DIABLO
- No hagas caso a Adán.

EVA
- Lo probaré más tarde.

EL DIABLO
- ¿Cuándo?

EVA
- Espera que Adán duerma.

EL DIABLO
- Cómelo; no tengas miedo. Esperar sería una niñería.
(El Diablo se aleja y vuelve al Infierno. Adán se acerca a Eva, disgustado porque la ha visto hablar con el Diablo).

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ESCENA CUARTA


ADÁN
- Dime, mujer, ¿qué te pedía ese maldito Satanás? ¿Qué quería?

EVA
- Me hablaba de nuestro honor.

ADÁN
- No hagas caso de ese traidor. De veras es un traidor.

EVA
- Ya lo sé.

ADÁN
- ¿Tú? ¿Cómo?

EVA
- Te digo que lo sé. ¿Qué importa que hable con él?

ADÁN
- Hará cambiar tus ideas.

EVA
- No, porque no voy a creer nada de lo que me diga, antes de haberlo puesto a prueba.

ADÁN
- No lo dejes más que se te acerque, porque tiene muy mala fe. Ha querido traicionar a su Señor y elevarse sobre El. Un miserable que se ha portado así, no quiero que sea bIen acogido por ti.
(Una serpiente, muy bien imitada, trepa por el tronco del árbol prohibido. Eva se acerca como escuchando su consejo. Después, arranca la manzana y la ofrece a Adán; pero él todavía no la acepta).

EVA
- Come, Adán; tú no sabes lo que es esto. Tomemos el bien que se nos ofrece.

ADÁN
- ¿Tan bueno es?

EVA
- Lo sabrás; pero no podrás saberlo si no lo pruebas.

ADÁN
- Me da miedo.

EVA
- ¡Pues, déjalo!

ADÁN
- No; no lo comeré.

EVA
- Eres un tonto en dudar. ¡Cómelo!

ADÁN
- Bien; lo comeré.

EVA
- Come un poco; así conocerás el bien y el mal. Yo comeré un poco antes que tú.

ADÁN
- Y yo después.

EVA
- No hay ningún peligro.
(Come una parte de la manzana).
Ya lo he probado. ¡Dios mío, qué sabor! Nunca probé nada tan dulce. ¡Tiene un sabor esta manzana ...!

ADÁN
- ¿Cuál?

EVA
- Nadie ha saboreado otra igual. Ahora mis ojos son tan clarividentes que me parezco a Dios Todopoderoso. Sé todo lo que fue, todo lo que será: todo enteramente está bajo mi poder. Come, Adán, no tardes más. Toma esta manzana; es por tu felicidad.

ADÁN
- (Tomando la manzana que le ofrece Eva).
Tendrá confianza en ti. Eres la mitad de mí mismo.

EVA
- Come. No tienes nada que temer.
(Adán come parte de la manzana; enseguida se da cuenta de su pecado y se acurruca de manera que el público no lo vea. Se quita su traje de fiesta, se viste con una túnica hecha de hojas de higuera y luego, mostrando gran dolor, empieza a lamentarse).

ADÁN
- ¡Desgraciado pecador! ¿Qué es lo que has hecho? Muerto soy sin remedio. Mi destino ha cambiado tristemente; antes era un ser feliz; ahora mi vida será ciertamente dura. He abandonado a mi Creador por oir el consejo de una mala mujer. Pecador de mí, ¿qué haré? Nunca hice un peor negocio; ahora ya sé qué es el pecado. ¡0h muerte! ¿Por qué me dejas vivir? ¿por qué el mundo no se ve libre de mí? Es preciso que me hunda en el infierno, donde estará desde ahora mi morada. ¿De dónde llegará el auxilio? ¿Quién acudirá en socorro mío? ¿Quién aliviará mi dolor? ¿Por qué he obrado mal contra mi Señor? Estoy perdido sin remedio. He procedido tan mal que no puedo defenderme ante El. Soy culpable ante el Rey de la Gloria. ante el Rey del Cielo. Soy tan culpable que no tengo excusa ninguna. ni amigo ni vecino que pueda salvarme. ¿A quién pediré auxilio, si la mujer que Dios me dio como compañera me ha traicionado? ¡Ah. Eva!
(Dirigiéndose a ella)
¡Ah. mujer perversa! Por mi desgracia, naciste de mí. ¡Ojalá se hubiera quemado la costilla que me llevó a tal situación! Cuando Dios tomó de mí esta costilla ¿por qué no la quemó, por qué no me mató? La costilla ha traicionado todo el cuerpo, lo ha vuelto loco, lo ha metido en una situación horrible. No sé qué decir ni qué hacer. Si el cielo no me ayuda, nadie puede sacarme de este tormento espantoso. ¡Ah, Eva! En mala hora fuiste mi esposa. Estoy perdido si la Divina Majestad no me ayuda. ¿Cómo me atreva a nombrarla? Nadie me socorrerá. Sólo el Hijo que nacerá de María. Entretanto, que se cumpla la voluntad de Dios. Sólo me resta la muerte.

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ESCENA QUINTA


(El coro entona la estrofa Diem deam, bularet. Después, aparece Dios con una estola. Entra en el Paraíso y mira a su alrededor buscando a Adán. Pero Adán y Eva se esconden en un rincón demostrando que conocen su miseria).

DIOS
- Adán ¿dónde estás?
(Se levantan los dos, de pies ante Dios, no muy erguidos sino doblegados y afligidos por el peso de la vergüenza de su pecado).

ADÁN
- ¡Aquí estoy, Señor! Me escondo de tu cólera y estoy avergonzado de mi desnudez.

DIOS
- ¿Qué has hecho? ¿Cómo te apartaste del camino recto? ¿Quién te ha despojado de tu bienaventuranza? ¿Qué has hecho? ¿Por qué estás avergonzado?

ADÁN
- ¿Cómo puedo darte cuenta de todo Señor?

DIOS
- Hace unos días no tenías motivo de vergüenza. Ahora te veo triste y abatido. Quien está de esta manera, tiene algo malo en su conciencia.

ADÁN
- Tengo tanta vergüenza ante Ti, que me escondo.

DIOS
- ¿Por qué?

ADÁN
- Tal es mi vergüenza que no me atrevo a mirarte.

DIOS
- ¿Por qué no has cumplido mi mandamiento? ¿Has ganado mucho con ello? Tú eres mi siervo y yo tu Señor.

ADÁN
- No puedo contradecirte, Señor.

DIOS
- Te hice a mi imagen y semejanza. En recompensa, tú me ultrajas deliberadamente. Has comido este fruto que te había prohibido. ¡Creíste con ello hacerte igual a mí! No sé si todavía querrás ser más fanfarrón.

ADÁN
- (Extendiendo la mano hacia Dios y, después, hacia Eva).
La mujer que me diste fue la primera en desobedecerte. Me dio el fruto y lo comí. Ahora comprendo que fue para mi daño. He hecho mal. Ha sido por culpa de mi mujer.

DIOS
- Has tenido más confianza en tu mujer que en mí. Has comido el fruto sin mi permiso. He aquí el resultado: la tierra donde querrás sembrar el trigo, será maldita: no te dará cosechas: en vano la cultivarás; sólo te dará cardos y espinas. Ganarás el pan con el sucor de tu rostro. Vivirás noche y día con gran trabajo.
(Volviéndose a Eva con aire amenazador).
Y tú, Eva, mala mujer: bien pronto me declaraste la guerra. No has hecho caso de mis órdenes.

EVA
- La maldita serpiente me ha engañado.

DIOS
- ¿Creíste llegar a ser igual que yo? Y ahora ¿adivinas lo que va a ocurrir? Antes tenías poder sobre todas las cosas de la vida ¿cómo lo has perdido tan pronto? Ahora estás triste y confusa. ¿Has ganado o has perdido? El castigo será proporcional a tu mérito, a tus servicios. En todas direcciones la desgracia caerá sobre ti. Parirás a tus hijos con dolor y vivirán toda su vida en tristeza. Nacerán con dolor y morirán en gran angustia. He aquí el sufrimiento, la ruina en que caíste con todo tu linaje. Todos los que nacerán de ti llorarán por tu pecado.

EVA
- He pecado: he pecado por locura. Por una manzana tendré que sufrir un mal tan grande que alcanza a mi descendencia. Tan pequeño gusto me vale un tan gran castigo. No es extraño que haya pecado ya que la serpiente me engañó. Ella es experta en la maldad. He comido la manzana y ahora sé que era una locura ya que Tú lo habías prohibido.

DIOS
- (Amenazando a la serp:ente).
Y tú. serpiente, maldita seas. Sobre ti caerá el peso de mi castigo. Te arrastrarás sobre tu vientre mientras vivas. Comerás solo polvo en el bosque, en las llanuras, en las landas. La mujer te odiará. Tratarás de morderle el talón y ella te herirá en la cabeza con un martillo tan duro que te producirá gran tortura.
(Les echa del Paraíso).
Y ahora salid del Paraíso. Vuestra morada será la tierra. No tenéis derecho al Paraíso. Y saliendo de aquí abandonáis toda esperanza de felicidad. Todos los días sufriréis penas y dolores. Al final os espera la muerte y enseguida el infierno. Allí estaréis bajo el poder de Satanas. Nadie podrá libraros, nadie podrá acudir en socorro vuestro si yo no tengo piedad de vosotros.
(El coro canta el versículo In sudore vultus tui. Entonces aparece un ángel, vestido de blanco, llevando en la mano una espada encendida. Dios lo sitúa en la puerta del Paraíso y le dice:)

DIOS
- Guárdame bien el Paraíso. Que no entre nadie en él ya que nadie tiene permiso para tocar el fruto de la vida. Con esta espada encendida, ciérrales el camino.
(Cuando han salido del Paraíso. Adán y Eva, tristes y confusos, van encogidos y encorvados hacia el suelo. Dios les señala con la mano teniendo el rostro vuelto hacia el Paraíso mientras el coro entona el versículo Ecce Adam quasi unus. Después de este canto, Dios vuelve hacia la Iglesia).

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ESCENA SEXTA


(Entonces Adán con un azadón y Eva con un rastrillo empiezan a trabajar la tierra y a sembrar trigo. Después van a sentarse fatigados del trabajo y levantan, a menudo, los ojos hacia el Paraíso llorando y dándose golpes de pecho. Durante este tiempo el diablo planta en el sembrado cardos y espinas, después se va. Adán y Eva vuelven; al ver los cardos y espinas, llenos de violento dolor, se golpean el pecho y los muslos con gestos de aflicción y empieza la lamentación de Adán).

ADÁN
- ¡Desgraciado de mí! ¡Mezquino! Por mi desgracia, ya lo he visto, abandoné al Señor que debía adorar ¿Quién le pedirá que me socorra?
(Mira hacia el paraíso y con los brazos tendidos hacia allí, la cabeza inclina piadosamente, continúa:)
¡Oh Paraíso, lugar hermoso, jardín de gloria, qué gozo da verte! Me echaron de ti, por mis pecados, es verdad; he perdido toda esperanza de recuperarte. Estaba ahí pero seguí el mal consejo que me hizo salir bien pronto. Ahora me arrepiento, pero es tarde y mi llanto de nada me sirve. ¿Dónde estaba mi buen sentido cuando por Satanás, abandoné al rey de la Gloria? Mi pecado será escrito en la historia.
(Tiende la mano hacia Eva que está un poco más arriba, retirada, y sacude la cabeza con gran indignación).
¡Ah mala mujer, llena de traiciones! Tú me perdiste cuando me hiciste perder la razón y el sentido. Aunque me arrepiento no puedo a!canzar perdón. Desgraciada Eva que seguiste tan de prisa el consejo de la serpiente. Púr tu culpa estoy muerto, he perdido la vida. Tu pecado será escrito en el libro. En castigo, hemos sembrado trigo y nacen cardos. Este es el principio de nuestro castigo, pero nos espera uno mayor: el infierno, donde no nos faltará ninguna pena, ningún tormento. Pobre Eva ¿qué te parece? He ahí tu conquista. Nunca traerás nada bueno al hombre y serás eternamente enemiga de la razón. Todos nuestros descendientes sufrirán por tu pecado; será preciso esperar mucho tiempo al que te rehabilitará.

EVA
- Adán, Señor, tú me has maldecido largamente; recordándome y reprochándome mi villanía. Soy culpable y seré juzgada por Dios. He obrado mal contra Dios y contra ti. Perdóname; si pudiera haría una ofrenda. ¡Oh muerte, tómame, no me dejes vivir. Estoy en peligro. ¡No puedo alcanzar la orilla! La serpiente me hizo comer la manzana de la desgracia. Te la hice probar y creí que hacía bien y ahora tampoco puedo librarte del pecado. ¿Por qué no seguí, Señor, tus enseñanzas? Tú has pecado, Adán, pero yo soy la raíz de nuestro mal. Todo esto costará caro a nuestros hijos. El fruto era dulce, la pena dura. Pero mi esperanza está en Dios. El terminará por perdonar nuestro pecado. Dios nos devolverá su Gracia y su presencia; nos librará del infierno con su poder.
(Entra el Diablo y tres o cuatro demonios con cadenas y hierros que ponen en el cuello a Adán y Eva. Unos los empujan; otros tiran de ellos hacia el infierno; otros danzan entre ellos para demostrar la alegría que sienten por su desgracia, y otros, en fin, les señalan con el dedo, los agarran y los arrojan al infierno. Una gran humareda se levanta, se oyen gritos de alegría y ruido de cacerolas que se entrechocan. Después de algunos instantes los diablos salen y corren en todas direcciones por la plaza, a excepción de algunos que quedan en el infierno).

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ESCENA SÉPTIMA


(Entran Caín y Abel. Caín vestido de rojo. Abel de Blanco. Cultivan la tierra que está preparada; después Abel, en un momento de reposo, se dirige a su hermano con voz dulce y amable).

ABEL
- Caín, somos dos hermanos, hijos del primer hombre, Adán. Eva es nuestra madre. Somos siempre buenos, al servicio del Creador; procuremos conseguir el amor que perdieron nuestros padres por su locura. Amémonos con firme amistad, sirvamos a Dios de manera que El sea feliz con nosotros. Démosle sus diezmos y todos sus derechos, primicias, ofrendas, dones, sacrificios. Si no lo hacemos así, iremos al infierno para no salir más de él. Téngámonos afecto, sin envidia ni hipocresia. ¿Por qué tenemos que pelear? Toda la tierra nos ha sido dada.

CAIN
- (Mirándole con aire burlón).
Querido hermano Abel. Sabes sermonear muy bien, razonar muy bien y hablar mejor; quien quiera escuchar tus lecciones, en pocos dias tendrá poco que dar. Nunca me gustó pagar los diezmos. Con lo tuyo puedes ser generoso; yo usaré de lo mío según me plazca: tú no te condenarás por mi pecado. La Naturaleza nos enseña a amarnos. Entre nosotros no debe haber disimulos; el que primero declare la guerra entre nosotros, él lo habrá querido, no se puede quejar.

ABEL
- (Con voz más dulce todavía).
Caín, hermano, escúchame.

CAIN
- De buen grado, ¿de qué se trata?

ABEL
- De tu bien.

CAIN
- Tanto mejor.

ABEL
- No te subleves nunca contra Dios; no te muestres orgulloso con El, créeme.

CAIN
- Eso quiero yo.

ABEL
- Sigue mi consejo; vamos a llevar al Señor una ofrenda que nos guste. Si le aplacamos nunca nos vencerá el pecado, jamás la tristeza nos abatirá; es bueno buscar su amor. Vamos a su altar a ofrecerle un don que mire con agrado: pidámosle su amor y que nos proteja noche y día.

CAIN
- (Como si el consejo de Abel le gustara).
Querido Abel, has hablado muy bien; tu sermón es del mejor estilo y me someto a él. Vamos a hacer un sacrificio. ¿Qué le ofreces tú?

ABEL
- ¿Yo? Mi cordero preferido; todo lo mejor que puedo encontrar en la casa, y. además, añadiré incienso. Y tú, ¿qué ofrecerás?

CAIN
- Yo, mi trigo, tal como El me lo ha dado.

ABEL
- ¡Del mejor!

CAIN
- No, la verdad. De éste yo haré por la noche el pan.

ABEL
- Este sacrificio no es aceptable.

CAIN
- ¿Qué dices? ¿Te burlas?

ABEL
- Tú eres rico y posees mucho ganado.

CAIN
- Sí.

ABEL
- ¿No lo cuentas por cabezas y no das el diezmo? Es al mismo Dios a quien lo vas a ofrecer. Hazlo de corazón y recibirás buena recompensa. ¿Lo harás?

CAIN
- Nunca, querido Abel. ¡Qué locura! De diez solo me quedarían nueve. Es un consejo muy malo. ¡Vamos! Cada uno que ofrezca lo que quiera.

ABEL
- Bien, me someto.
(Van hacia dos grandes piedras preparadas al efecto. bastante alejadas una de otra, para que Dios, al aparecer, tenga la piedra de Abel a su derecha y la de Caín a su izquierda. Abel ofrece el cordero y el incienso, cuyo humo sube al cielo. Caín ofrece un haz de trigo. Dios aparece, bendice el sacrificio de Abel y rechaza el de Caín. Después, Caín mira torvamente a Abel y cada uno se va por su lado).

CAIN
- (Volviendo hacia Abel y tratando de llevarlo hacia fuera para matarlo).
Salgamos.

ABEL
- ¿Por qué?

CAIN
- Para ver nuestro trabajo y si el trigo ha crecido y está ya en flor. Después volveremos y nos sentiremos mejor.

ABEL
- Iré donde tú quieras.

CAIN
- Ven, así me gusta.

ABEL
- Tú eres mi hermano mayor y hago lo que tú quieras.

CAIN
- Vé delante. Yo te seguiré despacio, tranquilamente.
(Van a un lugar aparte y casi oculto, donde Caín se echa sobre Abel con furia para matarlo).

CAIN
- Abel, voy a matarte.

ABEL
- ¿A mí, por qué?

CAIN
- Porque quiero vengarme.

ABEL
- ¿He cometido algún crimen?

CAIN
- Sí; eres un traidor.

ABEL
- Ciertamente, no.

CAIN
- ¿Lo niegas?

ABEL
- Nunca amé la traición.

CAIN
- Pero la has cometido.

ABEL
- ¿Yo? ¿Cómo?

CAIN
- Lo sabrás enseguida.

ABEL
- Nunca lo podrás probar con verdad.

CAIN
- La prueba no está lejos.

ABEL
- Dios me ayudará.

CAIN
- Yo te mataré.

ABEL
- Dios lo sabrá.

CAIN
- (Amenazándole, la mano en alto).
Esta mano te lo va aprobar.

ABEL
- Tengo confianza en Dios.

CAIN
- Conmigo, te va a servir de poco.

ABEL
- El puede confundirte.

CAIN
- No podrá evitar tu muerte.

ABEL
- Me someto a su voluntad.

CAIN
- ¿Quieres saber por qué voy a matarte?

ABEL
- Dímelo.

CAIN
- Has ganado la confianza del Señor. Por ti El ha rechazado mi sacrificio. ¿ Crees que no me lo vas a pagar? Te daré tu merecido. Estarás muerto, bajo tierra.

ABEL
- Si me matas, harás mal y Dios me vengará. No he sido yo quien te ha disgustado con el Señor; al contrario, te dije lo que debías hacer para agradarle. Recuérdalo.

CAIN
- Hablas demasiado. Vas a morir enseguida.

ABEL
- ¿Qué dices, hermano? ¿Me amenazas? He venido aquí confiado en ti.

CAIN
- No vas a tener necesidad de confianza. Voy a matarte.

ABEL
- Ruego a Dios que tenga misericordia de mí.
(Abel se arrodilla hacia el Este. El actor tendrá bajo su traje un odre escondido, que Caín golpeará como si golpease a Abel. Abel cae muerto. El coro canta el versículo ¿Dónde está Abel tu hermano?).

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ESCENA OCTAVA


(Mientras tanto, Dios sale de la iglesia y va hacia Caín y, acabado el canto del coro, habla a Caín, encolerizado).

DIOS
- Caín ¿dónde está tu hermano Abel? ¿Te rebelaste contra mí? Muéstrame a tu hermano.

CAÍN
- ¿Sé yo. por ventura, dónde ha ido, si está en la casa o en los trigales? ¿Por qué me corresponde a mí buscarlo? No he sido nunca su guardián.

DIOS
- ¿Qué has hecho de él? ¿Dónde lo escondiste? Lo sé muy bien. Lo has matado. Su sangre ha clamado contra ti y su alma está ya en el Cielo. Has cometido una gran felonía. Serás maldito toda tu vida. Tal es el crimen, tal es el castigo. No quiero que mueras, sino que vivas hundido en el dolor. Si alguien mata a Caín, Caín será vengado siete veces. Has dado muerte a tu hermano que había puesto en mí su confianza. Tu penitencia será terrible.
(Después, Dios se dirige a la Iglesia. Los diablos llegan y se llevan a Caín al infierno, golpeándole la cabeza. Se llevan también a Abel, pero más dulcemente).

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ESCENA NOVENA


(Los profetas estarán escondidos y listos para hacer su aparición uno tras otro. Cada profeta aparecerá con majestad al oir su nombre y recitará su profecía con voz muy clara. Cuando hayan terminado, cada uno será conducido al Infierno por un diablo. Sale el profeta Isaías).

ISAIAS
- Yo os diré una maravillosa verdad. De la raza de Jessé nacerá una virgen que tendrá un gran honor. El Espíritu del Señor descansará sobre ella.

JUDÍO
- (Discutiendo con Isaías).
Respóndeme. señor Isaías. ¿es esto una fábula o una profecía? ¿Qué es lo que has dicho? ¿Dónde está escrito? ¿Lo has soñado? ¿Es cierto o es una broma?

ISAIAS
- No es una fábula; es la verdad.

JUDÍO
- Si es así, demuéstralo.

ISAIAS
- Lo que he dicho es de toda certeza.

JUDÍO
- ¿Está escrito?

ISAIAS
- Yo lo he visto, no lo he soñado.

JUDÍO
- ¿Cómo?

ISAIAS
- Por la voluntad de Dios.

JUDÍO
- Me parece que sabes leer en la mano (con sarcasmo, mostrándole su mano). Dime si tengo el corazón enfermo o sano.

ISAIAS
- Tienes el mal de felonía. del que no curarás nunca.

JUDÍO
- ¿Estoy enfermo?

ISAIAS
- Sí, de error.

JUDÍO
- ¿Cuándo sanaré?

ISAIAS
- Nunca.

JUDÍO
- Empieza ya tu profecía.

ISAIAS
- Lo que te digo no fallará.

JUDÍO
- Explica, pues, tu visión y te tendremos por un maestro. Y esta generación escuchará tu lección.

ISAIAS
- Escuchad la gran maravilla; tan grande jamás fue oída, desde que empezó esta vida. Cerca está el tiempo; no está lejano, ya no se tarda; ya está en nuestra mano, en que una virgen concebirá y, virgen todavía, un hijo tendrá, Se llamará Emmanuel. El mensajero será Gabriel. La doncella es la Virgen María, que traerá el fruto de vida. Jesús, nuestro gran Salvador, que a Adán sacará del dolor y lo llevará al Paraíso.Lo que digo, Dios me lo dijo. Todo se cumplirá en verdad. Como os lo digo lo debéis esperar.

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