Índice de Fuente Ovejuna de Félix Lope de Vega y Carpio | Personajes de la obra | SEGUNDO ACTO | Biblioteca Virtual Antorcha |
---|
FUENTE OVEJUNA
Félix Lope de Vega y Carpio
PRIMER ACTO
(Salen el Comendador, Flores y Ortuño, criados).
COMENDADOR
¿Sabe el Maestre que estoy FLORES Ya lo sabe. ORTUÑO Está, con la edad, más grave. COMENDADOR ¿Y sabe también que soy FLORES Es muchacho, no te asombre. COMENDADOR Cuando no sepa mi nombre, ORTUÑO No falta quien le aconseje COMENDADOR Conquistará poco amor. ORTUÑO Si supiese un descortés FLORES ¡Qué cansado es de sufrir! COMENDADOR La obligación de la espada FLORES Si te han puesto mal con él, ORTUÑO Vuélvete, si en duda estás. COMENDADOR Quiero ver lo que hay en él. (Sale el Maestre de Calatrava y acompañamiento). MAESTRE Perdonad, por vida mía, COMENDADOR Tenía MAESTRE Seguro, Fernando, estaba COMENDADOR Me debéis honrar, MAESTRE Es verdad. COMENDADOR De vos estoy satisfecho. MAESTRE ¿Qué hay de guerra por allá? COMENDADOR Estad atento, y sabréis MAESTRE Decid que ya lo estoy, ya. COMENDADOR Gran maestre don Rodrigo MAESTRE Fernán Gómez, estad cierto COMENDADOR Pocos, pero mis criados; MAESTRE ¿Allí residís? COMENDADOR Allí MAESTRE Hoy me veréis a caballo, (Se van, y salen Pascuala y Laurencia). LAURENCIA ¡Más que nunca acá volviera! PASCUALA Pues a la he que pensé LAURENCIA ¡Ruega al cielo que jamás PASCUALA Yo, Laurencia, he visto alguna LAURENCIA Pues ¿hay encina tan seca PASCUALA Anda ya; que nadie diga: LAURENCIA ¡Voto al sol que lo diré, PASCUALA No. LAURENCIA Luego la infamia condeno. PASCUALA Tendré yo por maravilla LAURENCIA Pues en vano es lo que ves, PASCUALA ¿Dónde te hablaron? LAURENCIA Allá PASCUALA Y yo sospecho LAURENCIA ¿A mí? PASCUALA Que no, sino al cura. LAURENCIA Soy, aunque polla, muy dura PASCUALA Tienes, Laurencia, razón; LAURENCIA No fiarse de ninguno. PASCUALA Lo mismo digo, Laurencia. (Salen Mengo, Barrildo y Frondoso). FRONDOSO En aquesta diferencia BARRILDO A lo menos aquí está MENGO Pues hagamos un concierto BARRILDO Desde aquí digo que sí. MENGO Daré mi rabel de boj, BARRILDO Soy contento. FRONDOSO Pues lleguemos. LAURENCIA ¿Damas, Frondoso, nos llamas? FRONDOSO Andar al uso queremos: LAURENCIA Allá, en la ciudad, Frondoso, FRONDOSO Querría que lo dijeses. LAURENCIA Es todo a esotro contrario: MENGO Digo que eres el dimuño. BARRILDO Soncas que lo dice mal. MENGO Apostaré que la sal LAURENCIA ¿Qué contienda os ha traído FRONDOSO Oye, por tu vida. LAURENCIA Di. FRONDOSO Préstame, Laurencia, oído. LAURENCIA ¿Cómo prestado? Y aun dado. FRONDOSO En tu discreción confío. LAURENCIA ¿Qué es lo que habéis apostado? FRONDOSO Yo y Barrildo contra Mengo. LAURENCIA ¿Qué dice Mengo? BARRILDO Una cosa MENGO A negarla vengo LAURENCIA ¿Qué dice? BARRILDO Que no hay amor. LAURENCIA Generalmente, es rigor. BARRILDO Es rigor y es necedad. MENGO Yo no sé filosofar; BARRILDO El mundo de acá y de allá, MENGO Del natural, os advierto PASCUALA Pues ¿de qué nos desengañas? MENGO De que nadie tiene amor PASCUALA Tú mientes, Mengo, y perdona; MENGO Eso llama LAURENCIA Es un deseo MENGO Esa hermosura LAURENCIA Para gozarla. MENGO Eso creo. LAURENCIA Es así. MENGO Luego, ¿por quererse a sí LAURENCIA Es verdad. MENGO Pues de ese modo BARRILDO Dijo el cura del lugar PASCUALA En materia habéis entrado LAURENCIA Muy bien dice, y no te muelas, MENGO ¿Amas tú? LAURENCIA Mi propio honor. FRONDOSO Dios te castigue con celos. BARRILDO ¿Quién gana? PASCUALA Con la cuestión FRONDOSO ¿Qué mayor que ese desdén? (Sale Flores). FLORES Dios guarde a la buena gente. PASCUALA Éste es del Comendador LAURENCIA ¡Gentil azor! FLORES ¿No me veis a lo soldado? LAURENCIA ¿Viene don Fernando acá? FLORES La guerra se acaba ya, FRONDOSO Contadnos cómo pasó. FLORES ¿Quién lo dirá como yo, TODOS (Cantan). COMENDADOR Villa, yo os agradezco justamente ALONSO Aun no muestra una parte del que siente. ESTEBAN Fuente Ovejuna COMENDADOR Estoy muy agradecido. ALONSO Descansad, señor, ahora, COMENDADOR Así lo creo señores. ESTEBAN Ea, cantores, TODOS (Cantan). COMENDADOR Esperad vosotras dos. LAURENCIA ¿Qué manda su señoría? COMENDADOR ¡Desdenes el otro día, LAURENCIA ¿Habla contigo, Pascuala? PASCUALA Conmigo no, ¡tirte ahuera! COMENDADOR Con vos hablo, hermosa fiera, PASCUALA Sí, señor; COMENDADOR Entrad, pasad los umbrales; LAURENCIA Si los alcaldes entraran COMENDADOR Flores ... FLORES Señor ... COMENDADOR ¿Qué reparan
en la villa?
Fernán Gómez de Guzmán?
¿no le sobra el que me dan
de Comendador Mayor?
que de ser cortés se aleje.
Es llave la cortesía
para abrir la voluntad;
y para la enemistad
la necia descortesía.
cómo lo aborrecen todos,
y querrían de mil modos
poner la boca a sus pies,
antes que serlo ninguno,
se dejaría morir.
¡Qué áspero y qué importuno!
Llaman la descortesía
necedad en los iguales,
porque es entre desiguales
linaje de tiranía.
Aquí no te toca nada:
que un muchacho aún no ha llegado
a saber qué es ser amado.
que se ciñó, el mismo día
que la cruz de Calatrava
le cubrió el pecho, bastaba
para aprender cortesía.
presto le conocerás.
Fernán Gómez de Guzmán;
que ahora nueva me dan
que en la villa estáis.
muy justa queja de vos;
que el amor y la crianza
me daban más confianza,
por ser, cual somos los dos,
vos Maestre en Calatrava,
yo vuestro Comendador
y muy vuestro servidor.
de vuestra buena venida.
Quiero volveros a dar
los brazos.
que he puesto por vos la vida
entre diferencias tantas,
hasta suplir vuestra edad
el Pontífice.
Y por las señales santas
que a los dos cruzan el pecho,
que os lo pago en estimaros,
y como a mi padre honraros.
la obligación que tenéis.
Téllez Girón, que a tan alto
lugar os trajo el valor
de aquel vuestro padre claro,
que, de ocho años, en vos
renunció su maestrazgo,
que después por más seguro
juraron y confirmaron
reyes y comendadores,
dando el Pontífice Santo
Pío Segundo sus bulas,
y después las suyas Paulo
para que don Juan Pacheco,
gran Maestre de Santiago,
fuese vuestro coadjutor:
ya que es muerto, y que os han dado
el gobierno sólo a vos,
aunque de tan pocos años,
advertid que es honra vuestra
seguir en aqueste caso
la parte de vuestros deudos;
porque muerto Enrique Cuarto,
quieren que al rey don Alonso
de Portugal, que ha heredado,
por su mujer, a Castilla,
obedezcan sus vasallos;
que aunque pretende lo mismo,
por Isabel, don Fernando,
gran príncipe de Aragón,
no con derecho tan claro
a vuestros deudos; que, en fin,
no presumen que hay engaño
en la sucesión de Juana,
a quien vuestro primo hermano
tiene ahora en su poder.
Y así vengo a aconsejaros
que juntéis los caballeros
de Calatrava en Almagro,
y a Ciudad Real toméis,
que divide como paso
a Andalucía y Castilla,
para mirarlos a entrambos.
Poca gente es menester,
porque
y algunos pocos hidalgos
que defienden a Isabel
y llaman rey a Fernando.
Será bien que deis asombro,
Rodrigo, aunque niño, a cuantos
dicen que es grande esa cruz
para vuestros hombros flacos.
Mirad los condes de Urueña,
de quien venís, que mostrando
os están desde la fama
los laureles que ganaron;
los marqueses de Villena,
y otros capitanes, tantos,
que las alas de la fama
apenas pueden llevarlos.
Sacad esa blanca espada,
que habéis de hacer, peleando,
tan roja como la cruz;
porque no podré llamaros
Maestre de la cruz roja
que tenéis al pecho, en tanto
que tenéis la blanca espada;
que una al pecho y otra al lado,
entrambas han de ser rojas;
y vos, Girón soberano,
capa del templo inmortal
de vuestros claros pasados.
que en esta parcialidad,
porque veo que es verdad,
con mis deudos me concierto.
Y si importa, como paso
a Ciudad Real, mi intento,
veréis que como violento
rayo sus muros abraso.
No porque es muerto mi tío,
piensen de mis pocos años
los propios y los extraños
que murió con él mi brío.
Sacaré la blanca espada,
para que quede su luz
de el color de la cruz,
de roja sangre bañada.
Vos, ¿adónde residís?
¿Tenéis algunos soldados?
que si de ellos os servís,
pelearán como leones.
Ya veis que en Fuente Ovejuna
hay gente humilde, y alguna
no enseñada en escuadrones,
sino en campos y labranzas.
de mi encomienda escogí
casa entre aquestas mudanzas.
Vuestra gente se registre;
que no quedará vasallo.
poner la lanza en el ristre.
que cuando te lo conté,
más pesadumbre te diera.
le vea en Fuente Ovejuna!
tan brava, y pienso que más;
y tenía el corazón
blando como una manteca.
como esta mi condición?
de esta agua no beberé.
aunque el mundo me desdiga!
¿A qué efecto fuera bueno
querer a Fernando yo?
¿Me casara con él?
¡Cuántas mozas en la villa,
del Comendador fiadas,
andan ya descalabradas!
que te escapes de su mano.
porque ha que me sigue un mes,
y todo, Pascuala, en vano.
Aquel Flores, su alcahuete,
y Ortuño, aquel socarrón,
me mostraron un jubón,
una sarta y un copete.
Me dijeron tantas cosas
de Fernando, su señor,
que me pusieron temor;
mas no serán poderosas
para contrastar mi pecho.
en el arroyo, y habrá
seis días.
que te han de engañar, Laurencia.
yo para su reverencia.
Pardiez, más precio poner,
Pascuala de madrugada,
un pedazo de lunada
al huelgo para comer,
con tanto zalacatón
de una rosca que yo amaso,
y hurtar a mi madre un vaso
del pegado canjilón;
y más precio al mediodía
ver la vaca entre las coles,
haciendo mil caracoles
con espumosa armonía;
y concertar, si el camino
me ha llegado a causar pena,
casar una berenjena
con otro tanto tocino;
y después un pasatarde,
mientras la cena se aliña,
de una cuerda de mi viña,
que Dios de pedrisco guarde;
y cenar un salpicón
con su aceite y su pimienta,
y irme a la cama contenta,
y al inducir tentación
rezadle mis devociones,
que cuantas raposerías,
con su amor y sus porfías,
tienen estos bellacones;
porque todo su cuidado,
después de darnos disgusto,
es anochecer con gusto
y amanecer con enfado.
que en dejando de querer
más ingratos suelen ser
que al villano el gorrión.
En el invierno, que el frío
tiene los campos helados,
descienden de los tejados,
diciéndole tío, tío,
hasta llegar a comer
las migajas de la mesa;
mas luego que el frío cesa,
y el campo ven florecer,
no bajan diciendo tío,
del beneficio olvidados,
mas saltando en los tejados,
dicen: judío, judío.
Pues tales los hombres son:
cuando nos han menester
somos su vida, su ser,
su alma, su corazón;
pero pasadas las ascuas,
las tías somos judías,
y en vez de llamamos tías,
anda el nombre de las pascuas.
andas, Barrildo, importuno.
quien nos dirá lo más cierto.
antes que lleguéis allá,
y es, que si juzgan por mí,
me dé cada cual la prenda,
precio de aquesta contienda.
Mas si pierdes, ¿qué darás?
que vale más que una troj,
porque yo le estimo en más.
Dios os guarde, hermosas damas.
al bachiller, licenciado;
al ciego, tuerto; al bisojo,
bizco; resentido, al cojo,
y buen hombre al descuidado.
Al ignorante, sesudo;
al mal galán, soldadesca;
a la boca grande, fresca,
y al ojo pequeño, agudo.
Al pleitista, diligente;
gracioso, al entremetido;
al hablador, entendido,
y al insufrible, valiente.
Al cobarde, para poco;
al atrevido, bizarro;
compañero, al que es un jarro,
y desenfadado, al loco.
Gravedad, al descontento;
a la calva, autoridad;
donaire, a la necedad,
y al pie grande, buen cimiento.
Al buboso, resfriado;
comedido, al arrogante;
al ingenioso, constante;
al corcovado, cargado.
Esto al llamaros imito,
damas, sin pasar de aquí;
porque fuera hablar así
proceder en infinito.
se llama por cortesía
de esa suerte; y a fe mía,
que hay otro más riguroso
y peor vocabulario
en las lenguas descorteses.
al hombre grave, enfadoso;
venturoso, al descompuesto;
melancólico, al compuesto,
y al que reprehende, odioso.
Importuno, al que aconseja;
al liberal, moscatel;
al justiciero, cruel,
y al que es piadoso, madeja.
Al que es constante, villano;
al que es cortés, lisonjero;
hipócrita, al limosnero,
y pretendiente, al cristiano.
Al justo mérito, dicha;
a la verdad, imprudencia;
cobardía, a la paciencia,
y culpa, a lo que es desdicha.
Necia, a la mujer honesta;
mal hecha, a la hermosa y casta,
y a la honrada ... Pero basta;
que esto basta por respuesta.
la echó el cura con el puño.
si no es que mal lo entendí?
Desde ahora os doy el mío.
que, siendo cierta y forzosa,
la niega.
porque yo sé que es verdad.
Sin amor, no se pudiera
ni aun el mundo conservar.
leer, ¡ojalá supiera!
Pero si los elementos
en discordia eterna viven,
y de los mismos reciben
nuestros cuerpos alimentos,
cólera y melancolía,
flema y sangre, claro está.
Mengo, todo es armOnía.
Armonía es puro amor,
porque el amor es concierto.
que yo no niego el valor.
Amor hay, y el que entre sí
gobierna todas las cosas,
correspondencias forzosas
de cuanto se mira aquí;
y yo jamás he negado
que cada cual tiene amor
correspondiente a su humor,
que le conserva en su estado.
Mi mano al golpe que viene
mi cara defenderá;
mi pie, huyendo, estorbará
el daño que el cuerpo tiene.
Se cerrarán mis pestañas
si al ojo le viene mal,
porque es amor natural.
más que a su misma persona.
porque ¿es materia el rigor
con que un hombre a una mujer,
o un animal quiere y ama
su semejante?
amor propio, y no querer.
¿Qué es amor?
de hermosura.
¿por qué el amor la procura?
Pues ese gusto que intenta,
¿no es para él mismo?
busca el bien que le contenta?
no hay amor, sino el que digo,
que por nú gusto le sigo,
y quiero dármele en todo.
cierto día en el sermón
que había cierto Platón
que nos enseñaba a amar;
que éste amaba el alma sola
y la virtud de lo amado.
que, por ventura, acrisola
los caletres de los sabios
en sus academias y escuelas.
en persuadir sus agravios.
Da gracias, Mengo, a los cielos,
que te hicieron sin amor.
podéis ir al sacristán,
porque él o el cura os darán
bastante satisfacción.
Laurencia no quiere bien,
yo tengo poca experiencia.
¿Cómo daremos sentencia?
criado.
¿De adónde bueno, pariente?
puesto que nos ha costado
alguna sangre y amigos.
siendo mis ojos testigos?
Para emprender la jornada
de esta ciudad, que ya tiene
nombre de Ciudad Real,
juntó el gallardo Maestre
dos mil lucidos infantes
de sus vasallos valientes
y trescientos de a caballo
de seglares y de frailes;
porque la cruz roja obliga
cuantos al pecho la tienen,
aunque sean de orden sacro;
mas contra moros, se entiende.
Salió el muchacho bizarro
con una casaca verde,
bordada de cifras de oro,
que sólo los brazaletes
por las mangas descubrían,
que seis alamares prenden.
Un corpulento bridón,
rucio rodado, que al Betis
bebió el agua, y en su orilla
despuntó la grama fértil;
el codón labrado en cintas
de ante, y el rizo copete
cogido en blancas lazadas,
que con las moscas de nieve
que bañan la blanca piel
iguales labores teje.
A su lado Fernán Gómez,
vuestro señor, en un fuerte
melado, de negros cabos,
puesto que con blanco bebe.
Sobre turca jacerina,
peto y espaldar luciente,
con naranjada casaca
que de oro y perlas guarnece.
El morrión, que coronado
con blancas plumas, parece
que del color naranjado
aquellos azares vierte;
ceñida al brazo una liga
roja y blanca, con que mueve
un fresno entero por lanza,
que hasta en Granada le temen.
La ciudad se puso en arma;
dicen que salir no quieren
de la corona real,
y el patrimonio defienden.
Entróla bien resistida,
y el Maestre a los rebeldes
y a los que entonces trataron
su honor injuriosamente,
mandó cortar las cabezas,
y a los de la baja plebe,
con mordazas en la boca,
azotar públicamente.
Queda en ella tan temido
y tan amado, que creen
que quien en tan pocos años
pelea, castiga y vence,
ha de ser en otra edad
rayo del África fértil,
que tantas lunas azules
a su roja cruz sujete.
Al Comendador y a todos
ha hecho tantas mercedes,
que el saco de la ciudad
el de su hacienda parece.
Mas ya la música suena:
recibidle alegremente,
que al triunfo, las voluntades,
son los mejores laureles.
(Salen el Comendador y Ortuño; músicos; Juan Rojo, Esteban y Alonso, alcaldes).
Sea bien venido
el Comendadore
de rendir las tierras
y matar los hombres.
¡Vivan los Guzmanes!
¡Vivan los Girones!
Si en las paces blando,
dulce en las razones.
Venciendo moricos
fuerte como un roble,
de Ciudad Reale
viene vencedore;
que a Fuente Ovejuna
trae los sus pendones.
¡Viva muchos años,
viva Fernán Gómez!
el amor que me habéis aquí mostrado.
Pero ¿qué mucho que seáis amado,
mereciéndolo vos?
y el regimiento que hoy habéis honrado,
que recibáis os ruega y importuna
un pequeño presente, que esos carros
traen, señor, no sin vergüenza alguna,
de voluntades y árboles bizarros
más que de ricos dones. Lo primero
traen dos cestas de polidos barros;
de gansos viene un ganadillo entero,
que sacan por las redes las cabezas
para cantar vueso valor guerrero.
Diez cebones en sal, valientes piezas,
sin otras menudencias y cecinas;
y, más que guantes de ámbar, sus cortezas.
Cien pares de capones y gallinas,
que han dejado viudos a sus gallos
en las aldeas que miráis vecinas.
Acá no tienen armas ni caballos
no jaeces bordados de oro puro,
si no es oro el amor de los vasallos.
Y porque digo puro, os aseguro
que vienen doce cueros, que aun en cueros
por enero podéis guardar un muro,
si de ellos aforráis vuestros guerreros,
mejor que de las armas aceradas;
que el vino suele dar lindos aceros.
De quesos y otras cosas no excusadas
no quiero daros cuenta: justo pecho
de voluntades que tenéis ganadas;
y a vos y a vuestra casa, buen provecho.
Id, regimiento, en buena hora.
y seáis muy bien venido;
que esta espadaña que veis
y juncia a vuestros umbrales,
fueran perlas orientales,
y mucho más merecéis,
a ser posible a la villa.
Id con Dios.
vaya otra vez la letrilla.
Sea bien venido
el Comendadore
de rendir las tierras
y matar los hombres.
(Se van).
pues, conmigo! ¡Bien, por Dios!
y con esotra zagala.
¿Mías no sois?
mas no para casos tales.
hombres hay, no hayáis temor.
(que de uno soy hija yo),
bien fuera entrar, mas si no ...
en no hacer lo que les digo?