Agustín Cortés
El flechador del cielo
Poemas
Segunda edición cibernética, enero del 2003
Captura y diseño, Chantal López y Omar Cortés
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En las montañas de un viejo planeta.
A dos años del fallecimiento de nuestro querido hermano, Agustín Cortés, decidimos publicar, a manera de homenaje, esta breve recopilación de poesías suyas que bajo el seudónimo de El flechador del cielo, publicó, durante los años de 1967 y 1968, en la revista Xilote.
El temperamente adolecente de Agustín, irrumpe poderosamente en cada una de las líneas de los poemas aquí publicados.
Resulta mas que patente su insatisfacción con el mundo que le rodeaba, particularmente con un mundo que parecía regocijarse preparando a la juventud para que aceptara el papel de sumisión a que pretendían sujetarle.
Paralelamente la influencia, por cierto muy pronunciada por aquellos años, de la proximidad de una guerra nuclear que diese al traste con la humanidad entera, es claramente notoria en algunos de los poemas que a continuación publicamos.
Chantal López y Omar Cortés
El flechador del cielo
Perdóname hermano
yo no quería hacerlo
me hubiera gustado poder ser tu amigo
¿Sabes una cosa? ...
Me gusta la vida,
me gustan las flores,
me gusta reir;
perdóname hermano,
pero soy soldado,
me han dado un fusíl
¡y debo matar!
De Xilote, revista de creación literaria, Nº 2, marzo-abril de 1967, México,D.F.
El flechador del cielo
Mira mis manos,
ya no tienen dedos.
Mira mis pies,
ya no tienen plantas.
Mira mis cuencas,
ya no tienen ojos.
Mira mis venas,
ya no tienen sangre.
Mírame tu,
que aún tienes dedos;
mírame tu,
que aún tienes plantas;
mírame tu,
que aún tienes ojos;
mírame tu,
que aún tienes sangre;
mírame y piensa,
mírame y grita,
mírame y ... ¡reza!
De Xilote, revista de creación literaria, Nº 2, marzo-abril de 1967, México, D.F.
El flechador del cielo
Que lindo juguetito me ha comprado mamá,
una bella bombita de gracia singular;
ayer se la arrojé al niñito de al lado,
un escuincle baboso que me cae rete mal.
Se veía muy chistoso todo lleno de llagas,
con los ojos saltados,
con las nalgas ardidas;
echaba pus y sangre por entre la bocota.
Mamá me preguntó que por qué lo había hecho,
¡vaya pregunta idiota!
porque me caía mal,
y por otra razón enorme y poderosa:
¡Me dijo maricón!
Que lindo juguetito me ha comprado mamá.
De Xilote, revista de creación literaria, Nº 2, marzo-abril de 1967, México, D.F.
El flechador del cielo
Yo estuve ahí, se los puedo jurar;
yo ví el fuego arrasándolo todo;
vi aquellos hombres sin luz en los ojos,
aquellas ruinas, aquellas cenizas;
yo ví los restos de aquella gran ciudad.
Vi lo que un día fueron casas,
vi lo que un día quizás fueron hombres,
aquel calor abrasándolo todo.
Cómo quisiera contar lo que ví,
cómo quisiera contar lo que siento.
¡Pero no puedo!
Tengo los ojos convertidos en brasas;
tengo los labios transformados en tierra;
tengo las manos convertidas en llagas.
¡Estoy muerto, hermano!
¡Estoy muerto!
De Xilote, revista de creación literaria, Nº 2, marzo-abril de 1967, México, D.F.
En las montañas de un viejo planeta
El flechador del cielo
El sol verde se pone ya,
sólo el silbido del viento se escucha por entre las
piedras azules.
Esas piedras viejas como la eternidad,
piedras largas y afiladas
que semejan viejos castillos de cuento de hadas.
Allá, a lo lejos, puedo ver brillar el metal de mi nave.
No hay vida, sólo piedras,
piedras azules, largas y afiladas,
bosques de piedras azules y puntiagudas.
Por entre las montañas hay senderos,
senderos torcidos y tortuosos,
senderos que quizá llevan a una vieja y polvorosa ciudad.
A una ciudad llena de voces del pasado,
llena de cadáveres,
de momias azules y sombrías
como estas piedras azules
que parece que me observaran
y hasta quisieran hablarme.
Por las noches,
cuando el viento frío se cuela por entre sus fisuras,
las oigo gemir.
Gimen con un llanto color violeta,
que al combinarse con el brillo naranja
del satélite de este planeta,
forma una sombría sinfonía multicolor.
El sol se ha puesto,
pronto las piedras comenzarán a llorar;
pronto el ambiente se cubrirá de polvo color violeta
y yo haré lo que todos los atardeceres:
me arrodijaré ante el crucifijo de piedra escarlata
que encontré semienterrado en el polvo violeta,
allá en las montañas,
y pronunciaré una oración por este panteón inmenso
de lápidas azules y puntiagudas.
De Xilote, revista de creación literaria, Nº 3-4, mayo-agosto de 1967, México, D.F.
El flechador del cielo
Son las ruinas de la noche,
de una noche larga y triste;
son las ruinas que nos miran,
que nos miden,
que se ríen.
Ruinas secas y polvosas,
de una noche que termina;
rostros secos y ojerosos,
que se mueren
y se ríen.
Son los restos de tormentas,
de tormentas que se extinguen;
relámpagos que se funden,
descargas que se derriten.
Escombros de lunas llenas,
herrumbe de soles tibios,
oscuridad de una noche
que se muere,
que se rìe.
Fatalidad de una sombra,
de una sombra larga y fría.
Son las ruinas de la noche,
de una noche larga y triste;
son las ruinas que nos miran,
que nos miden,
que se ríen ...
De Xilote revista de creación literaria, Nº 5, septiembre-octubre de 1967, México, D.F.
El flechador del cielo
Somos aquellos que dijimos basta;
los que un día levantamos la cabeza
para mirar de frente al horizonte;
los que marcamos la tierra con las uñas
formando surcos y extrayendo vida.
Somos aquellos que sintiendo náuseas
apretamos los puños y los dientes
para exigir de cielo, mar y aire
el don divino de soñar despiertos.
Somos aquellos de la faz callada,
ojos de lince, corazón de fiera,
fauces ardientes, ansia insatisfecha
que mamamos las ubres del planeta
buscando ahí la leche de la vida.
Somos aquellos que buscamos luz;
los que llevamos el fuego en las entrañas,
los que gritamos si el silencio es norma;
somos aquellos que decimos: ¡basta!
De Xilote revista de creación literaria, Nº 5, septiembre-octubre de 1967, México, D.F.
El flechador del cielo
Vivir es el golpear de la lluvia en la cara;
vivir es conocer lo que se nos resiste;
vivir es una calle en la noche sin luna;
vivir es trepidar con la naturaleza.
Sentir que nuestras manos se transforman en tierra;
sentir que nuestros ojos se transforman en luz;
sentir un hervidero que nos recorre el cuerpo;
sentir que la maldad se convierte en virtud.
Correr por sobre el agua en las noches febriles;
alcanzar con la mano las lejanas estrellas;
paladear el perfume de las flores abiertas;
arrancar con los dientes los velos misteriosos
Vivir es levantar la cara ante el peligro;
es decir Aquì estamos sin dar un paso atrás;
es sostener en lo alto el pendón que seguimos,
aunque todos nosotros muramos de dolor.
Es un lago plateado en las noches de luna,
un poema,
un cantar,
una voz temblorosa,
un sueño,
una sonrisa,
dos ojos de mujer.
Vivir es todo eso;
vivir es avanzar;
vivir es enraizarse;
convirtièndose en tronco ante la destrucción.
Soportar lo que venga,
y soportarlo firme
para poder un día alzarse victorioso.
Sabiendo ya que el mundo,
las cosas y la vida,
nos pertenecen todas,
¡Porque ya somos Dios!
De Xilote revista de creación literaria, Nº 6, noviembre-diciembre de 1967, México, D.F.
El flechador del cielo
Farolas opacas,
zumbido de moscas;
calles empedradas,
lodo en las banquetas;
escuincles desnudos,
chosas infrahumanas;
comida insabora,
baños apestosos
y perros sarnosos;
fondas insalubres,
mujeres descalzas;
hombres tambaleantes
ahogados en pulque;
hermoso paisaje de fotografía,
Beautifull motivo para los turistas,
campo de estudio para socialistas,
tema de discurso para gobiernistas.
¿Soluciones? ¡Bah!
¿De qué vivirían luego los marxistas?
¿Quién engordaría a los mercaderes cinematográficos?
¿Quién agotaría los comics estúpidos?
¿Quién iría a la plaza a soltar la baba
ante la visita de los gobernantes?
¿Quién sostendría la industria turística?
¡Que vivan los héroes!
¡Mueran los traidores!
Que somos muy machos,
muy mexican curios.
Fondas insalubres,
mujeres descalzas,
hombres tambaleantes
ahogados en pulque.
¡México, creo en ti ...!
De Xilote revista de creación literaria, Nº 7, enero-febrero de 1968, México, D.F.