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XXXV

El salvador

- Saben ustedes lo que pasa? -dijo entretanto uno de los amigos de la familia.

- Ya lo sabemos -dijo el señor R...- ¿Ahora ¿qué sucederá con ese oficial?

- Que lo fusilan sin remedio; el comandante esta furioso. Ustedes comprenderán su cólera. Al amanecer, ese pobre joven que estaba encerrado en la prisión del coronel Flores hizo llamar con gran sorpresa de todos a su general, y le dijo simplemente que él había hecho escapar al reo.

- Y ¿sabe usted lo que ha hecho, desgraciado? -preguntó el general.

- Sí; ponerme en su lugar -dicen que respondió con serenidad el oficial-. Estoy listo, y cuanto más pronto mejor.

El comandante, sin embargo, acababa de despachar un extraordinario a Zapotlán.

- Le he encontrado -interrumpió el padre de Clemencia.

- Pues bien, aguarda la contestación del jefe, y creo que esto acabará pronto ...

A las nueve de la noche el extraordinario volvió.

El general en jefe, indignado hasta el extremo, contestó luego dando orden de que al día siguiente en la mañana ejecutaran al comandante Valle, sin más fórmulas.

Con esta comunicación venía otra para el señor R... que decía:

Este Cuartel general releva al señor R... de todas sus ofertas y compromisos con el erario, pues queda satisfecho con castigar al criminal que dejó escapar al ex-teniente coronel don Enrique Flores.

Así pues, para colmo de dolor, la familia del señor R... volvía a recobrar la mitad de su fortuna comprometida para salvar a Flores, a costa de la vida del infeliz Fernando Valle.

El señor R... escribió al general en jefe, ofreciéndole todo su capital por la vida del desdichado joven; pero era preciso obtener una suspensión de la orden, de ejecutarse a la mañana siguiente, y el comandante se negó a concederla.

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