Indice de Diálogos y conversaciones de Rafael Barrett CAPÍTULO OCTAVO. Teoría del honor y del insulto CAPÍTULO DÉCIMO. Los hijos de Alfonso XIIBiblioteca Virtual Antorcha

Diálogos y conversaciones

Rafael Barrett

CAPÍTULO NOVENO

El neoplasma



Don Justo.
- No todos los jefes de policía son Trepoff. Ahí tiene usted a M. Lépine ...

Don Tomás.
- Que ni siquiera se atreve a titularse jefe. Es prefecto.

Don Angel.
- Pero no perfecto.

Don Justo.
- Es usted de una exigencia insensata. ¿Se puede ir más allá, dentro del criterio democrático, que ese viejecito tan hábil y tan firme? En el tumulto Ferrer le dispararon un tiro a boca de jarro ...

Don Angel.
- Del que salió ileso. Un reclamo gratis para su autoridad.

Don Justo.
- Y en la sala del tribunal, ante su agresor, declaró con voz amable que el fogonazo le había deslumbrado, y que no había visto nada.

Don Angel.
- No se estremezca usted. Si M. Lépine trata bien a sus enemigos particulares, trata mal a sus colaboradores, a sus empleados más meritorios, a sus agentes o guardianes de la paz, que llamaríamos aquí vigilantes, y en España guindillas.

Don Tomás.
- ¿Qué les ha hecho?

Don Angel.
- ¿Qué les ha hecho a los pobres diablos que por un sueldo ridículo aguantan el sol y la lluvia, expuestos a todo género de accidentes, y encargados de entendérselas con el loco y con el criminal, con los caballos desbocados y con los perros hidrófobos? ¿Qué les ha hecho? Les ha prohibido asociarse.

Don Justo.
- La ley ...

Don Angel.
- Lo curioso es que la ley francesa de 1901 permite asociarse a los ciudadanos, M. Lépine, o no considera ciudadanos a sus agentes, o viola la ley.

Don Justo.
- Al fin le veo a usted partidario de las leyes.

Don Angel.
- Soy partidario de la justicia. Lo justo está por encima de lo legal, y quedarse todavía por debajo de lo legal es el colmo de lo injusto. La ley es el purgatorio humano. Evadámonos de ella hacia el paraíso, no hacia el infierno. Lépine explica sinceramente la situación. No tolero asociaciones de semejante índole, ha dicho. Desde la huelga de los empleados de correos hemos comprendido lo peligroso de estos favores. Que se contenten con las sociedades que han fundado ya.

Don Justo.
- ¡Hola, hola!

Don Angel.
- Tranquilícese, tranquilícese. Una de las sociedades se denomina Orfanato de la prefectura, otra el óbolo de la viuda, sociedades de beneficencia, resignaditas y juiciosas, que hacen el encanto de los jefes de policía.

Don Tomás.
- Quistes superficiales.

Don Angel.
- Pero pasaron de moda. El proletariado dejó hace tiempo la beneficencia por la resistencia, el tono lacrimoso por el imperativo, y los agentes de M. Lépine reclaman el derecho de asociarse, no para ponerse cataplasmas unos a otros o para jugar al billar, sino para la lucha cuerpo a cuerpo con los Lépine actuales y futuros. Y he aquí que M. Lépine se disgusta. Es absurdo, exclama, conceder el derecho de asociación a hombres armados y organizados militarmente.

Don Justo.
- ¡Claro está!

Don Tomás (con acento lúgubre).
- Epiteliomas, carcinomas.

Don Angel.
- ¿Qué dice usted?

Don Tomás.
- Que el socialismo y el anarquismo son neoplasmas. Los sindicatos son tumores. Examine usted, por ejemplo, el caso de los agentes de M. Lépine. Ha caído en ellos el germen infeccioso de la idea emancipadora, y estas células del organismo social se han coordinado o se quieren coordinar de otro modo, a expensas de los recursos colectivos, y en contra de la unidad a que pertenecen y que concluirán por destruir, sucumbiendo con ella. Es el proceso del cáncer. Un cáncer es un gremio en acción directa.

Don Angel.
- ¡Oh!

Don Justo.
- ¡Sindicatos en el ejército! ¡Las fibras musculares negándose a obedecer las órdenes del sistema nervioso! ¡Y hay quien cree que el progreso consiste en esos ataques de parálisis!

Don Angel.
- Conviene que estemos paralizados para el crimen.

Don Justo.
- La imagen de don Tomás es exactísima. El proletariado moderno es un neoplasma aniquilador.

Don Tomás.
- No, no es exactísima; es por el contrario bastante inconsistente. Las analogías entre lo biológico Y lo social son puras metáforas. Así mientras el cáncer avanza proliferando elementos nuevos, el sindicato avanza asociando elementos antiguos, que se reducen a cambiar de disciplina. Esta degeneración ...

Don Angel.
- O regeneración.

Don Tomás.
- ... recuerda las cerebrales. En el cerebro las células proliferan muy difícilmente. Es la esterilidad de los países que han alcanzado el apogeo de su cultura. Nuestra sustancia gris no aumenta su efectivo; lo que hace es combinarlo y recombinarlo con inagotable originalidad. Al pensar movemos siempre las mismas piezas, pero el tablero es grande. Desde este punto de vista, el sindicalismo sería una especie de locura.

Don Angel.
- O de genio ...

Don Tomás.
- Sin embargo, si volvemos a la imagen del neoplasma, que tanto satisface a don Justo, debemos reconocer que, a los ojos de un médico, un feto se desarrolla como un cáncer cualquiera. La concepción es un fenómeno infeccioso. Todos nosotros hemos sido tumores -simples tumores- en los vientres de nuestras madres. ¿Qué es lo que la sociedad de hoy engendra en su seno? ¿La vida o la muerte?

Don Justo.
- La muerte.

Don Angel.
- La vida.

Don Tomás.
- Yo no lo sé, sin duda por haber estudiado más a fondo la cuestión. Y no estoy impaciente por saberlo. La verdad no es divertida. Lo divertido es buscarla ...
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