Indice de Diálogos y conversaciones de Rafael Barrett CAPÍTULO TRIGÉSIMO PRIMERO. La divina jornadaBiblioteca Virtual Antorcha

Diálogos y conversaciones

Rafael Barrett

CAPÍTULO TRIGÉSIMO SEGUNDO

De pintura



El mala lengua.
- ¿Has observado lo pintada que estaba anoche nuestra bella amiga la señora de X?

El optimista.
- He observado su belleza únicamente. Si era una belleza pintada, también lo son las vírgenes de Murillo. Los egipcios y los griegos pintaban sus esculturas, y Rafael Sanzio nos legó pedazos de cera divinizados por su pincel. Siendo ella misma una estatua, la señora de X, al pintarse con encantadora paciencia, prolonga un arte antiguo y refinado. Y tal vez no haya estado pintada.

El mala lengua.
- Pintada como una puerta nueva. La señora de X confiesa lo insuficiente de su piel, y nos engaña mediante artificiales recursos. No se adorna, se disfraza; Su color prestado es una careta.

El optimista.
- No llames artificial al natural instinto de la coquetería y del gracioso disimulo. Lo artificial no existe, o todo es artificial. Yo no encontraría ánimo para echar en cara a la señora de X su afán de seducirnos. No es ella quien te engaña, sino tu agrio análisis. No separes a la señora de X de su pintura amable. Las dos se complementan para contento nuestro.

El mala lengua.
- ¿Y cómo sustraerse al análisis? Vista de cerca la señora de X, es imposible fijarse en otra cosa que en su colorete obstinado.

El optimista.
- He aquí tu error. La señora de X debe contemplarse de lejos. Hay dos aspectos fundamentales en la mujer: el sexual y el decorativo. La señora de X, a lo menos en público, es decorativa. Te has salido de tu papel de espectador al ponerte a dos centímetros de ella. Cada cuadro tiene su punto de vista, y los que examinan las telas de Velázquez con lente son notables estúpidos. Te has permitido atribuir a la señora de X su aspecto sexual, que ella dejó en su casa, y la has mirado como marido. Ante el marido o el amante la mujer desciende de misión, y reduce sus armas. Cesa de ser un símbolo estético, y se convierte en carne lamentable. Los besos despintan. Por eso el amor se cansa tan pronto.

El mala lengua.
- Luego, no amemos a la señora de X. ¡Si ella te escuchara!

El optimista.
- Nos diría algún disparate delicioso, puramente decorativo. No, no la amemos. Conservémonos optimistas.
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