Indice de Diálogos y conversaciones de Rafael Barrett CAPÍTULO VIGÉSIMO NONO. El novio CAPÍTULO TRIGÉSIMO PRIMERO. La divina jornadaBiblioteca Virtual Antorcha

Diálogos y conversaciones

Rafael Barrett

CAPÍTULO TRIGÉSIMO

La reja



Reja de una ventana baja. Dentro, la niña; fuera, el galán. Dos de la madrugada.

Él.
- ¡Por fin! ... Te espero desde hace mil años.

Adela.
- Cállate por Dios. Estoy muerta de miedo.

Él.
- ¿Duermen?

Adela.
- Cállate. Creo que duermen. Mamá, de seguro.¿No la oyes roncar?

Él.
- Parece un tigre.

Adela.
- ¡Chist! Papá, el pobre, suele estudiar hasta muy tarde. Si sospechara algo ...

Él.
- ¡Don Tomás es tan bueno!

Adela.
- Te digo que hables bajo. No es su severidad lo que me aterraría, sino su pena.

Él.
- Es médico y se explicará estas cosas.

Adela.
- No te rías, malvado. ¡Ay! Nunca me creí tan valiente, tan mala. Es la primera vez que hago esto.

Él.
- Nos iremos acostumbrando, deliciosa mía.

Adela.
- Te vuelves a reír, y me enseñas esos dientes blancos que tanto me gustan. ¡Qué tonterías se me escapan! Habla bajo. Estuvo esta noche Mínguez.

Él.
- El doctor averiado.

Adela.
- Me lo meten por los ojos, pero estás tú en ellos. Ya no hay sitio.

Él.
- Felizmente. ¿Sabes que se te ocurren monadas encantadoras?

Adela.
- ¿De veras? Me siento otra, con la imaginación llena de chispas alegres, cuando tú estás a mi lado.

Él.
- Dame tu manecita, Adela.

Adela.
- No, eso no. Déjala. Habla bajo.

Él.
- ¿Tiemblas?

Adela.
- Tengo frío.

Él.
- Yo ardo. Te calentaré las manos.

Adela.
- No, te repito que no. Tengo miedo. Más bajo. Iré adentro por un abrigo.

Él.
- No me abandones; permíteme mirar tu precioso cuello. Acércate. No me huyas. No me hagas desgraciado.

Adela.
- ¿Me quieres?

Él.
- Te contestaré al oído.

Adela.
- ¡Ay! Me lastimaron los hierros.

Él.
- ¡Querida cabecita mÍa! Te contestaré en la boquita, en secreto ...

Adela.
- ¿Estás loco? Habla bajo. ¿Qué es eso? Un hombre ...

Él.
- Un vigilante sonámbulo. Maldito sea.

Adela.
- Y se viene derecho. Me voy. Adiós.

Él.
- No, espera, le despediré.

El galán se acerca al vigilante.

Él.
- ¿Qué quiere usted?

El vigilante.
- ¿Qué hace usted ahí?

Él.
- Estoy hablando con mi novia. Si no se marcha usted inmediatamente le rompo el bautismo.

El vigilante se retira.

Él.
- Ya se fué.

Adela.
- ¿Qué le dijiste?

Él.
- Le di diez pesos. Es un infeliz. Hará la vista gorda.

Adela.
- ¡Qué bueno eres!

Él.
- Te quiero. Te quiero. Te quiero.

Adela.
- ¡Bajito! La verdad que con esa facha pareces un ladrón.

Él.
- Y no lo soy. Vengo por lo mío. Porque eres mía.

Adela.
- Tuya, tuya hasta la muerte.

Él.
- ¿Cómo dices? No oigo bien ...

Adela.
- Tuya hasta la muerte.

Él.
- ¡Qué rejas tan estrechas!
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