Índice de El avaro de MolièreCuarto actoApéndice. La película El avaroBiblioteca Virtual Antorcha

QUINTO ACTO


ESCENA UNO
HARPAGÓN, EL COMISARIO Y SU ALGUACIL


COMISARIO

Déjeme a mí. Conozco mi oficio, a Dios gracias. No es la primera vez que dejo al descubierto un robo, y me gustaría tener tantas bolsas de monedas de oro como personas hice colgar.


HARPAGÓN

Todos los magistrados tienen interés en tomar este asunto en sus manos. Si no se encuentra el dinero, exigiré justicia a la justicia.


COMISARIO

Hay que hacer todos los interrogatorios. ¿Decía que en esa arqueta había ... ?


HARPAGÓN

Diez mil escudos bien contados.


COMISARIO

¿Diez mil escudos? El robo es considerable.


HARPAGÓN

El peor suplicio; si semejante crimen queda impune, ni las cosas más sagradas estarán a salvo.


COMISARIO

¿En qué monedas estaba esa suma?


HARPAGÓN

En buenos luises de oro y en doblones de buen peso.


COMISARIO

¿De quién sospecha?


HARPAGÓN

De todo el mundo; quiero que detenga a la ciudad y a sus alrededores.


COMISARIO

Es preciso, si me permite, no llamar la atención de nadie e intentar obtener las pruebas que culpen al ladrón, con la mayor discreción, a fin de proceder después al descubrimiento del dinero que le han robado y así recuperarlo.




ESCENA DOS
MAESE SANTIAGO, HARPAGÓN, EL COMISARIO Y EL ALGUACIL


MAESE SANTIAGO

(Al fondo del escenario, volviéndose al lado desde el que entra.) - Ya vuelvo. Que lo degüellen enseguida, que le tuesten los pies, qae lo metan en agua hirviendo y lo cuelguen del techo.


HARPAGÓN

¿A quién? ¿Al ladrón?


MAESE SANTIAGO

Hablo de un lechoncito que su intendente acaba de enviarme y que voy a preparar a mi manera.


HARPAGÓN

(Al comisario.) - No hable de nuestro asunto delante de éste.


COMISARIO

No se asuste, nada haré que lo comprometa. Las pesquisas se harán discretamente.


MAESE SANTIAGO

¿El señor va a cenar aquí?


COMISARIO

Es preciso, amigo, no ocultar nada a su amo.


MAESE SANTIAGO

A fe mía, haré todo lo que sepa y lo trataré lo mejor que me sea posible.


HARPAGÓN

No es ésa la cuestión.


MAESE SANTIAGO

Si no preparo una comida tan buena como quisiera, es por culpa del señor intendente, que me ha recortado las alas con la tijera del ahorro.


HARPAGÓN

Traidor, no se trata de la cena; quiero que me des noticias del dinero que me han robado.


MAESE SANTIAGO

¿Le han robado?


HARPAGÓN

¡Sí, pícaro! Y voy a hacerte colgar si no me lo devuelves.


COMISARIO

Dios mío, no lo maltrate. Por su semblante veo que es un hombre honrado y que lo ayudará sin necesidad de meterlo en la cárcel. Sí, amigo mío, si confiesa no se le hará ningún daño y será recompensado como merece. Hoy le han robado su dinero, y no es posible que usted nada sepa.


MAESE SANTIAGO

(Aparte.) - Es la gran oportunidad para vengarme del intendente. Desde que ha entrado en esta casa es el favorito. No se escuchan sino sus consejos y, además, estoy harto de sus bastonazos.


HARPAGÓN

¿Qué estás murmurando?


COMISARIO

Déjelo, va a satisfacerlo. Ya le dije que me ha parecido un hombre honrado.


MAESE SANTIAGO

Señor, si quiere que le diga todo, creo que fue su intendente quien ha dado el golpe.


HARPAGÓN

¿Valerio?


MAESE SANTIAGO

Sí.


HARPAGÓN

¿Él, tan fiel al parecer?


MAESE SANTIAGO

Creo que es el ladrón.


HARPAGÓN

¿Y por qué lo crees?


MAESE SANTIAGO

¿Por qué?


HARPAGÓN

Sí.


MAESE SANTIAGO

Lo creo ... porque lo creo.


COMISARIO

Es preciso que nos diga cuáles son los indicios, las pistas.


HARPAGÓN

¿Lo has visto merodear por el lugar donde pongo mi dinero?


MAESE SANTIAGO

Sí, sí, ¿dónde estaba su dinero?


HARPAGÓN

En el jardín.


MAESE SANTIAGO

Precisamente: lo he visto merodear por el jardín. ¿Cómo estaba guardado su dinero?


HARPAGÓN

En una arqueta.


MAESE SANTIAGO

Más claro imposible. Lo he visto con una arqueta.


HARPAGÓN

¿Y cómo era?


MAESE SANTIAGO

¿Que cómo era?


HARPAGÓN

Sí.


MAESE SANTIAGO

Era, bueno ... como una arqueta.


HARPAGÓN

Sí, ya sé, pero describela un poco.


MAESE SANTIAGO

Era una arqueta grande.


HARPAGÓN

La que robaron es pequeña.


MAESE SANTIAGO

Ah, sí, bien mirada era pequeña, le digo grande por el contenido.


COMISARIO

¿Y de qué color?


MAESE SANTIAGO

Era de una cierta tonalidad ... ¿no puede orientarme?


HARPAGÓN

¡Oh!


MAESE SANTIAGO

¿Roja?


HARPAGÓN

No, gris.


MAESE SANTIAGO

Ah, sí. Gris roja. Eso es lo que quería decir.


HARPAGÓN

Ya no hay duda. Se trata de la misma arqueta. Escriba, señor, su declaración. ¿En quién podré confiar de aquí en más? Nadie diga de esta agua no has de beber. Después de esto creo que soy capaz de robarme a mí mismo.


MAESE SANTIAGO

Señor, ahí regresa. Por lo menos no le diga que fui yo quien lo ha descubierto.




ESCENA TRES
VALERIO, HARPAGÓN, EL COMISARIO, SU ALGUACIL Y MAESE SANTIAGO


HARPAGÓN

Acércate. Ven y confiesa el atentado más horrible que jamás hombre alguno haya cometido.


VALERIO

¿Qué desea, señor?


HARPAGÓN

¿Cómo, traidor? ¿No te avergüenzas de tu crimen?


VALERIO

¿A qué crimen se refiere?


HARPAGÓN

¿Qué a qué crimen me refiero? ¡Infame! Como si no supieras de qué estoy hablando. No podrás ocultarlo. Acaban de revelarme todo. ¡Abusar así de mi bondad e introducirse a propósito en mi casa para apuñalarme por la espalda!


VALERIO

Señor, ya que se lo han hecho saber todo, no voy a dar rodeos ni negarlo.


MAESE SANTIAGO

(Aparte.) - ¿Habré dado en el clavo sin saberlo?


VALERIO

Era mi deseo hablar de ello y buscaba una ocasión más favorable. Le pido que no se irrite y trate de entender mis razones.


HARPAGÓN

¿Y cuáles son tus razones, infame ladrón?


VALERIO

Señor, no merezco esos calificativos. Es verdad que cometí una ofensa en su contra, pero después de todo mi falta es disculpable.


HARPAGÓN

¿Cómo disculpable? ¿Una emboscada, un asesinato semejante?


VALERIO

Por favor, no se ponga así. Cuando me haya oído verá que el mal no es tan grande como cree.


HARPAGÓN

¿Qué el mal no es tan grande, traidor? ¡Mis entrañas, mi sangre!


VALERIO

Su sangre no ha caído en malas manos, señor. Mi condición está lejos de provocarle un daño. No hay nada que no se pueda reparar.


HARPAGÓN

Dime, ¿qué te ha llevado a cometer esta acción?


VALERIO

¡Ay! ¿Todavía me lo pregunta?


HARPAGÓN

Por supuesto que quiero saberlo.


VALERIO

Un dios que lleva en sí las disculpas por todo lo que manda hacer: el amor.


HARPAGÓN

¡Amor valiente!¡El amor por mis luises de oro!


VALERIO

No, señor, no son sus riquezas las que me han tentado, ni es el oro el que me ha deslumbrado. Aseguro que nada pretendo de sus bienes, sino que me deje el que tengo.


HARPAGÓN

Claro que no lo haré. ¡Nada te dejaré! Pero miren qué insolencia. ¡Querer quedarse con lo que me ha robado!


VALERIO

¿Llama a esto un robo?


HARPAGÓN

¿Si lo llamo un robo? ¡Semejante tesoro!


VALERIO

Es un tesoro. Realmente lo es. Y sin dudas el más precioso que tiene, pero le aseguro que dármelo no será perderlo. Le pido de rodillas ese tesoro lleno de encantos. Para obrar correctamente es necesario que me lo conceda.


HARPAGÓN

No lo haré. ¿Cómo puedes decirme semejantes cosas?


VALERIO

Nos hemos prometido mutua confianza y nos juramos no abandonarnos jamás.


HARPAGÓN

¡Admirable juramento!


VALERIO

Sí, nos prometimos ser el uno para el otro de aquí a la eternidad.


HARPAGÓN

Juro que lo impediré.


VALERIO

Sólo la muerte podrá separarnos.


HARPAGÓN

Es estar muy metido con mi dinero.


VALERIO

Ya le dije que no ha sido el interés lo que me impulsó a obrar de esta manera. Mi corazón no ha obrado por los motivos que cree. Una razón más noble me ha inspirado.


HARPAGÓN

Ahora resulta que es por cristiana caridad que quiere quedarse con mi fortuna. Pero la justicia, ladrón, me dará la razón.


VALERIO

Úsela como le plazca, estoy dispuesto a sufrir lo que quiera hacerme, pero le pido que acepte al menos que si hay un mal es sólo a mí a quien hay que acusar y que su hija no tiene nada de culpa.


HARPAGÓN

Claro que lo creo. Sería muy extraño que mi hija hubiera participado de este crimen. Quiero recuperar lo mío y que confieses dónde lo has llevado.


VALERIO

No me la llevé. Todavía está en esta casa.


HARPAGÓN

(Aparte.) - Mi querida arqueta. (En voz alta.) ¿No ha salido de mi casa?


VALERIO

No, señor.


HARPAGÓN

Entonces, ¿no la has tocado?


VALERIO

Es muy injusto con ella y conmigo. Me consumo por ella con un ardor puro y respetuoso.


HARPAGÓN

(Aparte.) - ¡Consumirse por mi arqueta!


VALERIO

Preferiría morir antes que ofenderla. Ella es demasiado honesta para ello.


HARPAGÓN

(Aparte.) - Mi horqueta demasiado honesta.


VALERIO

Mis deseos se han limitado a complacerme mirándola. Nada deshonesto ha mancillado la pasión que me han inspirado sus hermosos ojos.


HARPAGÓN

(Aparte.) Habla de mi arqueta como un enamorado de su amada.


VALERIO

La señora Claudia, señor, sabe la verdad de todo esto y podrá contarle ...


HARPAGÓN

¡Qué! Mi criada cómplice de este enredo.


VALERIO

Sí, señor, ella ha sido testigo de nuestro compromiso. Al saber de mi honradez me ha ayudado a convencer a su hija de darme su fe y recibir la mía.


HARPAGÓN

(Aparte.) - ¿Acaso el miedo a la justicia lo está haciendo delirar? (A VALERIO.) ¿A qué viene ahora meter a mi hija en esto?


VALERIO

Digo, señor, que me ha costado gran trabajo hacer que su pudor cediera a lo que mi amor deseaba.


HARPAGÓN

¿El pudor de quién?


VALERIO

De su hija. Hasta ayer no aceptó firmarnos mutuamente una promesa de matrimonio.


HARPAGÓN

¿Mi hija te ha firmado una promesa de casamiento?


VALERIO

Sí, señor, y yo también lo hice.


HARPAGÓN

¡Santo cielo! Otra desgracia.


MAESE SANTIAGO

(Al comisario.) - Escriba, señor, escriba.


HARPAGÓN

¡El mal se agrava! ¡Aumenta la desesperación! (Al comisario.) Vamos, señor, cumpla con los deberes de su cargo e instruya una demanda por ladrón y por seductor.


VALERIO

Esos son nombres que no merezco. Cuando sepa quién soy ...




ESCENA CUATRO
ELISA, MARIANA, FROSINA, HARPAGÓN, VALERIO, MAESE SANTIAGO, EL COMISARIO Y EL ALGUACIL


HARPAGÓN

¡Ah, hija criminal, indigna de su padre! Así aplicas lo que te he enseñado. Te dejas enamorar por un infame ladrón, y te comprometes sin mi consentimiento. ¡Están todos equivocados! (A ELISA.) Cuatro paredones me responderán por tu conducta. (A VALERIO.) Y una buena horca dará cuenta de tu audacia.


VALERIO

No será su pasión la que juzgue este asunto, por lo menos se me escuchará antes de condenarme.


HARPAGÓN

Me engaño al decir una horca. Serás descuartizado.


ELISA

(Arrodillándose delante de su padre.) - ¡Ah, padre! Tenga sentimientos más humanos, se lo ruego. No lleve las cosas hasta los extremos de la patria potestad. No se deje arrastrar por los impulsos más primitivos de la pasión. Desee tiempo para decidir lo que quiere hacer. Vea con claridad lo que cree una ofensa. Es diferente de lo que sus ojos juzgan. Verá menos extraño que yo me entregue a él cuando sepa que, de no ser por él, no me tendría. Sí, padre, él es quien me salvó de aquel gran peligro que corrí en el agua.


HARPAGÓN

Eso nada significa. Más me hubiera valido dejar que te ahogaras que hacer lo que ha hecho.


ELISA

Padre, le suplico por el amor paterno que ...


HARPAGÓN

No, no. No quiero oír nada más. Que proceda la justicia.


MAESE SANTIAGO

(Aparte.) - Ahí van de vuelta tus bastonazos.


FROSINA

(Aparte.) - He aquí un gran enredo.




ESCENA CINCO
ANSELMO, HARPAGÓN, ELISA, MARIANA, FROSINA, VALERIO, MAESE SANTIAGO, EL COMISARIO Y SU ALGUACIL


ANSELMO

¿Qué sucede, señor Harpagón? Lo veo muy alterado.


HARPAGÓN

¡Ah, señor Anselmo! Soy el más desgraciado de los hombres. ¡Aquí me tiene perdido en el más grave de los enredos para el contrato que viene a formalizar! Se me asesina en la fortuna, se me asesina en el honor. He ahí un traidor, un asesino que ha mancillado los más sagrados derechos. Se ha metido en mi casa bajo el título de sirviente para robarme el dinero y seducir a mi hija.


VALERIO

¿Quién piensa en su dinero, con el que ha armado semejante galimatías?


HARPAGÓN

Sí, se han dado promesa de matrimonio. Esta afrenta le concierne, señor Anselmo, y es usted quien debe pedir cuentas y realizar todas las pesquisas de la justicia para vengar su insolencia.


ANSELMO

No es mi deseo desposarla a la fuerza ni pretender un corazón que no se me entregaría, pero por su interés estoy dispuesto a hacer de cuenta como si fuesen los míos.


HARPAGÓN

Aquí tiene un honrado comisario que según ha dicho, no olvidará las funciones de su oficio. (Al comisario.) Haga los cargos que correspondan, señor, y que todo sea extremadamente riguroso.


VALERIO

No sé qué cargo se me puede hacer por la pasión que siento por su hija ni a qué suplicio puedo ser condenado por nuestro compromiso cuando se sepa quién soy ...


HARPAGÓN

Me burlo de tus cuentos. El mundo está lleno de esa clase de ladrones; falsos nobles; de esos impostores que sacan ventaja y se revisten con el primer nombre ilustre que les viene a la cabeza.


VALERIO

Debe saber que mi corazón es demasiado orgulloso como para apoderarme de lo que no me pertenece, y que todo Nápoles puede dar testimonio de mi nacimiento.


ANSELMO

Cuidado con lo que va a decir. Se arriesga más de lo que cree, porque está frente a un hombre que conoce todo Nápoles y puede juzgar con claridad la historia que cuente.


VALERIO

(Se pone orgullosamente el sombrero.) - Nada temo. Si conoce todo Nápoles, ha de conocer quién es don Tomás de Alburcy.


ANSELMO

Sin dudas, pocos lo han conocido mejor que yo.


HARPAGÓN

A mí me importa un cuerno don Tomás y don Martín.


ANSELMO

Por favor, dejémoslo que hable.


VALERIO

Lo que tengo para decir es que es él quien me ha dado el ser.


ANSELMO

¿Él?


VALERIO

Sí.


ANSELMO

¡Vamos! Se burla. Busque otra historia más eficaz. No pretenderá salvarse mediante este disparate.


VALERlO

Procure hablar mejor. No es un disparate, ni digo nada que no pueda comprobar.


ANSELMO

¿Osa decirse hijo de don Tomás de Alburcy?


VALERIO

Sí, y puedo sostenerlo ante quien sea.


ANSELMO

¡Qué audacia! Debe saber que el hombre de quien habla hace dieciséis años por lo menos que murió en el mar con su esposa y sus hijos queriendo salvar sus vidas escapando de los sucesos de Nápoles, que llevaron al exilio a varias nobles familias.


VALERIO

Sí, y debe saber que su hijo de siete años, junto con un criado, fue salvado de ese naufragio por un navío español y que este hijo salvado es quien le habla. Sepa que el capitán de ese navío, impresionado por mi condición, me tomó afecto y me hizo educar como a un hijo suyo; que las armas fueron mi ocupación desde que tuve edad para ello; que supe después que mi padre no había muerto como siempre había creído; que yendo a buscarlo, una casualidad me hizo encontrar a la encantadora Elisa; su visión me ató a su belleza y la violencia de mi amor tanto como la severidad de su padre me hicieron tomar la resolución de introducirme en su casa y enviar a otro en busca de mi padre.


ANSELMO

¿Qué testimonios que no sean su propia palabra pueden dar fe de que todo esto no sea una fábula urdida en su fantasía?


VALERIO

El capitán español, un sello de rubíes que pertenecía a mi padre, una pulsera de ágata que mi madre me había colocado en el brazo y el viejo Pedro, el criado que se salvó del naufragio conmigo.


MARIANA

¡Ay! Por tus palabras puedo responder que no eres un impostor; todo cuanto acabas de decir demuestra que eres mi hermano.


VALERIO

¿Cómo?


MARIANA

Sí, mi corazón se ha emocionado al escucharte hablar. Nuestra madre me ha narrado las desgracias de nuestra familia. El cielo no nos hizo perecer en aquel triste naufragio, pero no nos salvó la vida a cambio de la libertad. Fueron piratas los que nos recogieron a mi madre y a mí de los restos del barco. Después de diez años de esclavitud, una feliz casualidad nos devolvió la libertad y regresamos a Nápoles, donde encontramos todas nuestras posesiones liquidadas y sin noticias de nuestro padre. En Génova mi madre pudo reunir los restos de una herencia dispersa y desde allí vinimos a dar aquí, donde hemos vivido de forma casi anónima.


ANSELMO

¡Cielos, cómo son tus designios! ¡Sólo a ustedes les corresponde obrar milagros! Abrácenme, hijos míos.


VALERIO

¿Pero es usted nuestro padre?


MARIANA

¿Es por usted por quien mi madre tanto ha llorado?


ANSELMO

Sí, hijos míos, yo soy don Tomás de Alburcy, a quien el cielo salvó de las olas, con todo el dinero encima, y al haberlos creído muertos a todos durante más de dieciséis años, se disponía, tras agotadores viajes, a buscar en el himeneo con una dulce y prudente joven el consuelo de una nueva familia. La poca seguridad que me ofrecía Nápoles al regreso me hizo desistir de vivir allí, y una vez que encontré el medio de liquidar mis posesiones me establecí aquí, con el nombre de Anselmo, para alejar de mí la pesadumbre que me invocaba el otro nombre.


HARPAGÓN

¿Es éste su hijo?


ANSELMO

Sí.


HARPAGÓN

Pongo pleito por los diez mil escudos que me ha robado.


ANSELMO

¿Él, robarle?


HARPAGÓN

Sí, señor.


VALERIO

¿Quién le ha dicho eso?


HARPAÓN

Maese Santiago.


MAESE SANTIAGO

Nada digo.


HARPAGÓN

Y aquí está el señor comisario, que le ha tomado declaración.


VALERIO

¿Puede creerme capaz de acción tan ruin?


HARPAGÓN

Capaz o no capaz, quiero recuperar mi dinero.




ESCENA SEIS
CLEANTO, VALERIO, MARIANA, ELlSA, FROSINA, HARPAGÓN, ANSELMO, MAESE SANTIAGO, FLECHA, EL COMISARIO Y SU ALGUACIL


CLEANTO

No se atonnente, padre, ni acuse a nadie. Tengo noticias de lo sucedido, y vengo a decirle que si deja que despose a Mariana, su dinero será devuelto.


HARPAGÓN

¿Dónde está?


CLEANTO

No se preocupe, respondo del lugar donde se encuentra; todo depende de mí. Usted debe decirme qué decide, puede escoger entre darme a Mariana o perder su arqueta.


HARPAGÓN

¿No han sacado nada de ella?


CLEANTO

Nada. Vea si es su designio acceder a este matrimonio y unir su consentimiento al de su madre, que le ha dado libertad para elegir entre nosotros dos.


MARIANA

Sabe bien que ese consentimiento no basta y que el cielo, junto con un hermano acaba de darme un padre y de ese padre puede obtenerme.


ANSELMO

El cielo, hijos míos, no me los ha devuelto para que esté en contra de sus sentimientos. Señor Harpagón, aceptará que la elección de una joven debe recaer en el hijo antes que en el padre. Consienta, como yo, en este noble himeneo.


HARPAGÓN

Para buscar consejo, necesito mi arqueta.


CLEANTO

La encontrará sana y salva.


HARPAGÓN

No tengo dinero para casar a mis hijos.


ANSELMO

Yo tengo suficiente. No se preocupe.


HARPAGÓN

¿Se compromete a correr con todos los gastos de ambos matrimonios?


ANSELMO

Sí, me comprometo. ¿Está satisfecho?


HARPAGÓN

Sí, si además me encarga un traje para la ceremonia.


ANSELMO

De acuerdo. Vamos a disfrutar de la alegría que este día nos ha deparado.


COMISARIO

Momento, señores, de a poco, si les place. ¿Quién va a pagarme mis escritos?


HARPAGÓN

Ya no los necesitamos.


COMISARIO

Así será, pero no pretendo haberlos hecho a cambio de nada.


HARPAGÓN

(Señalando a MAESE SANTIAGO.) - Como honorarios aquí le entrego un hombre para que lo ahorque.


MAESE SANTIAGO

¡Ay! ¿Qué hay que hacer entonces? Me dan bastonazos por decir la verdad y se me quiere colgar por mentir.


ANSELMO

Señor Harpagón, hay que perdonarlo.


HARPAGÓN

¿Pagará usted al comisario?


ANSELMO

Sí, lo haré. Corramos a compartir nuestra alegría con su madre.


HARPAGÓN

Y yo, a recuperar mi querida arqueta.

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