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SEGUNDO ACTO


ESCENA UNO
CLEANTO Y FLECHA


CLEANTO

¡Ah, traidor! ¿D6nde te habías metido? Tenías órdenes de ...


FLECHA

Sí, señor, había venido aquí a esperarlo, pero su padre, el más desconsiderado de los hombres, me ha echado y ha amenazado con golpearme.


CLEANTO

¿Cómo va lo nuestro? Todo urge más aún que antes porque en este tiempo he descubierto que mi padre, ahora, es mi rival.


FLECHA

¿Su padre se ha enamorado?


CLEANTO

Sí, y tuve que hacer grandes esfuerzos para ocultar la confusión que me ha producido la noticia.


FLECHA

¿Su padre metido en amores? ¿En qué piensa? ¿Se burla de todo? ¿Ha sido hecho el amor para personas como él?


CLEANTO

Justo ahora se le ha venido la pasión a la cabeza.


FLECHA

Pero ¡por qué razón ocultarle su amor?


CLEANTO

Para provocarle menos sospechas y, si es posible, reservarme medios sencillos para disuadirlo de su matrimonio. ¿Qué respuesta obtuviste?


FLECHA

Debo advertirle, señor, quienes piden prestado son muy desgraciados. Es preciso sufrir sucesos horrendos cuando se está obligado a pasar por las manos de los usureros.


CLEANTO

¿No se concretará?


FLECHA

Perdóneme. Nuestro agente, maese Simón, hombre empeñoso y emprendedor, dice que ha hecho mucha fuerza por usted y asegura que su solo aspecto le ha ganado el corazón.


CLEANTO

¿Tendré los quince mil francos que pido?


FLECHA

Sí, pero con algunas pequeñas condiciones a las que se verá forzado aceptar si realmente desea que las cosas se lleven a cabo.


CLEANTO

¿Ya pudiste hablar con quien debe prestar el dinero?


FLECHA

No ha sido así. Se esconde, aún más que usted. No quiere decir su nombre y debe encontrarse hoy con usted en una casa neutral para oír de su propia boca acerca de sus bienes y su familia. Yo no dudo que con sólo mencionar a su padre, todo se verá facilitado.


CLEANTO

Y sobre todo habiendo muerto nuestra madre, no pueden quitamos lo que nos corresponde.


FLECHA

Aquí tengo algunos artículos que él mismo ha dictado al intermediario para que usted los vea, antes de cualquier operación. Suponiendo que el prestador tenga todas las garantías y que el prestatario sea mayor de edad y pertenezca a una familia de buena fortuna, sólida, libre de deudas, se redactará una exacta obligación ante notario, hombre honrado y ecuánime, y que en este caso será elegido por el prestador, quien se interesa en extremo porque el acta sea levantada.


CLEANTO

No tengo nada que objetar.


FLECHA

El prestador, para no cargar con escrúpulos de conciencia, pretende no dar su dinero sino al interés de un denario cada dieciocho.


CLEANTO

¡Sí que es honrado!


FLECHA

Es verdad. Pero como dicho prestador no tiene en su casa la suma en cuestión y como para complacer al prestatario se ve obligado, a su vez, a pedir prestado al interés de un denario por cinco, conviene que el primer prestatario pague este interés sin perjuicio del resto, considerando que no es sino por obligación por lo que dicho prestatario se compromete a este préstamo.


CLEANTO

¿Qué judío, qué árabe es éste? Es más de un denario cada cuatro.


FLECHA

Todo lo que dije está escrito aquí.


CLEANTO

¿Qué quieres que mire? Necesito el dinero y debo aceptar cualquier condición.


FLECHA

Eso es lo que he dicho.


CLEANTO

¿Hay algo más?


FLECHA

Sólo un pequeño artículo: De los quince mil francos que se solicitan, el prestador no podrá contar más que con doce mil libras en dinero; en cuanto a los mil escudos restantes será necesario que el prestatario tome las vestimentas, ropa blanca y alhajas cuyo inventario se detalla a continuación y que dicho prestador, de buena fe, ha tasado en el precio más módico posible.


CLEANTO

¿Qué significa eso?


FLECHA

Escuche el inventario: Primero, un lecho de cuatro patas con bandas de punto de Hungría elegantemente aplicadas sobre un cubrecama del color del olivo, con seis sillas y un cobertor de igual clase, todo bien protegido por un tafetán tornasolado rojo y azul. Más un dosel de buena sarga de Aumale color rosa seca con bordados y galones de seda.


CLEANTO

¿Qué debo hacer con eso?


FLECHA

Espere: Más un tapiz que representa los Amores de Gombardo y Macea. Más una gran mesa de nogal de doce columnas torneadas y protegida con seis escabeles.


CLEANTO

¿Qué voy a hacer?


FLECHA

Tenga paciencia: Más tres grandes mosquetes guarnecidos de nácar de perlas con sus horquillas haciendo juego. Más un horno de ladrillo con sus recipientes útiles para los aficionados a destilar.


CLEANTO

¡Estoy a punto de estallar!


FLECHA

De a poco. Más un laúd de Bolonia guarnecido con todas sus cuerdas, porque sino, de poco y nada sirve. Más un juego de bolos y un tablero para damas, con un juego de la oca modernizado desde su versión griega, muy apropiado para pasar el tiempo ocioso. Más una piel de lagarto a medias rellena con heno, objeto agradable para colgar del techo en una habitación. Todo lo antes mencionado, valiendo honradamente más de cuatro mil quinientas libras, se rebaja al valor de mil escudos por consideración del prestador.


CLEANTO

¡La peste se lleve a su consideración, verdugo traidor! ¿Se ha visto antes semejante acto de usura? ¿No se conforma con el alto interés que además quiere obligarme a tomar en préstamo un montón de trastos inútiles? Y, sin embargo, debo aceptar sus condiciones, ya que el muy maldito me tiene con el puñal al cuello.


FLECHA

Lo veo, señor, transitando el mismo camino que tomó Panurgo al arruinarse, pidiendo dinero prestado, comprando caro, vendiendo barato y comiendo de su trigo como hierba.


CLEANTO

¿Y qué quieres que haga? A este extremo se ven reducidos los jóvenes por la avaricia de sus padres; que nadie se sorprenda si después desean su muerte.


FLECHA

Justo es admitir que el suyo irritaría con su ruindad al hombre más prudente. No tengo, a Dios gracias, inclinaciones demasiado patibularias, y entre mis compañeros, a los que veo hundirse con frecuencia en pequeños menesteres, sé eludir con facilidad y apartarme de las intrigas que huelen un poco a horca; pero a decir verdad me veo tentado, por sus procedimientos, de robarle, y creería estar realizando una acción justa.


CLEANTO

Trae acá ese inventario para que lo lea de nuevo.




ESCENA DOS
HARPAGÓN, MAESE SIMÓN, CLEANTO Y FLECHA, AL FONDO


MAESE SIMÓN

Sí, señor. Es un joven muy necesitado de dinero. Aceptará todas sus condiciones ya que lo apremian unos asuntos impostergables.


HARPAGÓN

¿Cree, maese Simón, que no corro ningún riesgo? ¿Conoce algo acerca del nombre, la familia y los bienes de este joven?


MAESE SIMÓN

No, no puedo darle mayores detalles, ya que me han conducido hacia él sólo por casualidad, pero él mismo se lo podrá explicar todo; su garante me ha asegurado que le agradará conocerlo. Todo lo que sé es que proviene de una familia muy rica, que ha perdido a su madre y que si lo desea se obligará a que su padre muera en el término de ocho meses.


HARPAGÓN

Eso es algo. La caridad nos obliga a ayudar a las personas si nos es posible.


MAESE SIMÓN

Comprendo.

FLECHA

(En voz baja a CLEANTO.) - ¿Qué está sucediendo? ¿Es maese Simón quien habla con su padre?


CLEANTO

(En voz baja a FLECHA.) - ¿Lo estará poniendo al tanto de mis pretensiones? ¿Será un traidor?


MAESE SIMÓN

Ah, ah tienen prisa. ¿Quién les informó que era en esta casa? (A HARPAGÓN.) No soy yo quien les ha revelado su nombre y su domicilio. Pero no hay nada malo en ello, se trata de personas discretas y pueden explicarlo todo.


HARPAGÓN

¿Cómo dice?


MAESE SIMÓN

El señor es la persona que quiere pedirle prestadas las quince mil libras.


HARPAGÓN

¡CÓmo! Bribón ¿eres tú quien se abandona a tales extremos?


CLEANTO

Pero ¡cómo, padre! ¿Es usted quien cae en estas vergonzosas maniobras? (MAESE SIMÓN y FLECHA salen.)


HARPAGÓN

¡Eres tú quien quiere arruinarse mediante préstamos tan vergonzosos!


CLEANTO

¡Eres tú quien busca enriquecerse mediante usuras tan miserables!


HARPAGÓN

¿Aún te atreves a presentarte ante mí?


CLEANTO

¿Osas mirarme a los ojos después de esto?


HARPAGÓN

¿No tienes vergüenza de caer en estos excesos, de precipitarte en gastos espantosos y de disipar la fortuna que tus padres te han amasado con tanto esfuerzo?


CLEANTO

¿No se sonroja de deshonrarse con este vil comercio, de sacrificar la reputación al insaciable deseo de acumular riqueza sobre riqueza con las más infames tretas de los peores usureros?


HARPAGÓN

Retírate de mi vista, bribón.


CLEANTO

¿Quién es más bribón, el que busca un dinero que necesita o el que roba un dinero que no necesita?


HARPAGÓN

Retírate ya mismo, y no me calientes más los oídos. (Solo.) No estoy enojado, sin embargo, es una señal para que vigile más que antes todos sus pasos.




ESCENA TRES
FROSINA Y HARPAGÓN


FROSINA

Señor ...

HARPAGÓN

Espera un momento. Volveré para hablarte. (Aparte.) Es conveniente que vaya a dar una vueltita alrededor de mi dinero.




ESCENA CUATRO
FLECHA Y FROSINA


FLECHA

(Sin ver a FROSINA.) - ¡Qué divertida aventura! Debe tener en alguna parte un almacén de vestimentas, porque no hemos reconocido nada en el inventario que tenemos.


FROSINA

¡Ah, mi pobre Flecha! ¡Qué casualidad!


FLECHA

Eh, eres tú, Frosina. ¿Qué viniste a hacer aquí?


FROSINA

Lo que hago en todas partes: me entrometo en los asuntos, me muestro servicial con la gente y exprimo los talentos que pudiera tener. Ya sabes que en este mundo hay que arreglárselas, ya que a las personas como yo el cielo no le ha dado más dones que la intriga y el ingenio.


FLECHA

¿Tienes algo con el dueño de la casa?


FROSINA

Sí, trato con él un asuntito del que espero alguna recompensa.


FLECHA

¿Recompensa? Serías muy hábil si le sacas algo, y te advierto que aquí dentro el dinero es carísimo.


FROSINA

Hay ciertos servicios que se pagan maravillosamente.


FLECHA

Soy su humilde servidor y no conoces aún al señor Harpagón. Es el menos humano de todos los humanos, el ser más duro y avaro entre todos los mortales. No hay servicio que pueda llevarlo al extremo de abrir su mano. Amistad, estima, elogios, todos los que quieras, pero en cuanto a dinero, nada. No hay nada más árido que sus favores; dar es una palabra a la que le tiene tal rechazo que nunca dice te doy, sino te presto los buenos días.


FROSINA

¡Dios mío! Conozco el arte de desplumar a los hombres. Poseo el secreto para llegar a su corazón y encontrar sus puntos sensibles.


FLECHA

¡Nada que hacer en este caso! Te desafío a que enternezcas, por el lado del dinero, a este hombre. Es un ser inflexible en lo que hace al dinero, de una dureza capaz de desesperar al más tranquilo. Ama el dinero por encima de la reputación, el honor y la virtud, y la sola presencia de un pedigüeño le produce náuseas. Es atravesarle el corazón, atravesarle las entrañas, y si ... aquí viene. Yo me retiro.




ESCENA CINCO
HARPAGÓN Y FROSINA


HARPAGÓN

(En voz baja.) - Todo marcha como debe. (En voz alta.) Y bien, Frosina, ¿qué hay?


FROSINA

¡Ah, Dios mío, qué buen aspecto tiene! Verdaderamente, una cara saludable.


HARPAGÓN

¿Quién, yo?


FROSINA

Nunca le había visto una tez tan fresca.


HARPAGÓN

¿Hablas en serio?


FROSINA

En toda su vida ha estado tan lozano como ahora. Hay personas de veinticinco años más ajadas que usted.


HARPAGÓN

A pesar de eso, Frosina, tengo sesenta años a cuestas.


FROSINA

¿Qué son sesenta años? Es la flor de la edad; está entrando en la hermosa estación del hombre.


HARPAGÓN

Bien dices, pero veinte años menos no me vendrían mal.


FROSINA

¿Se burla? Es de los que duran cien años.


HARPAGÓN

¿Lo crees?


FROSINA

Seguro, las señas están a la vista. Entre los ojos hay un signo de larga vida.


HARPAGÓN

¿Entiendes de eso?


FROSINA

Sin duda. Muéstreme la mano. ¡Dios mío, qué línea de vida! Vea hasta dónde llega.


HARPAGÓN

¿Qué quiere decir eso?


FROSINA

Yo decía cien años, pero aquí dice que pasará de los ciento veinte.


HARPAGÓN

¿Será posible?


FROSINA

Deberán matarlo; enterrará a sus hijos y a los hijos de sus hijos.


HARPAGÓN

¡Tanto mejor! ¿Cómo va nuestro asunto?


FROSINA

¿Hay que hablar de ello? ¿Se me ha visto mezclarme en algo que no llegue a buen puerto? Tengo un gran talento para los matrimonios. No hay hombre y mujer en el mundo que en poco tiempo no encuentre medio de emparejar, y creo que si me lo propusiera, casaría al Gran Turco con la República de Venecia; seguro no habría tantas dificultades como en este asunto. Como tengo amistad con ellas, les he hablado a fondo acerca de usted, y he dicho a la madre el amor que usted ha concebido por Mariana al verla pasear por la calle y al tomar el fresco en su ventana.


HARPAGÓN

¿Y cuál ha sido la respuesta?


FROSINA

Ha recibido la propuesta con alegría. Cuando le informé que deseaba que su hija asistiera esta tarde al contrato de matrimonio que ha de hacerse para la suya, ha consentido y me la ha confiado para que así se haga.


HARPAGÓN

Es que estoy obligado a agasajar al señor Anselmo y me sería muy grato que ella asistiera al banquete.


FROSINA

Bien dicho. Ella debe visitar a su hija para ir a pasear a la feria y después venir a cenar.


HARPAGÓN

Irán juntas en mi carroza.


FROSINA

Eso estará muy bien.


HARPAGÓN

Frosina, ¿has hablado a la madre sobre la fortuna que puede entregar a su hija? ¿Le dijiste que es necesario que haga un pequeño esfuerzo, que se exprimiera hasta donde le fuera posible? No se casa uno con una joven sin que aporte algo.


FROSINA

¿Qué dice? Es una muchacha que le aportará doce mil libras de renta.


HARPAGÓN

¿Doce mil libras?


FROSINA

Sí, en primer lugar está alimentada y educada con un gran sentido de la economía. Es una joven acostumbrada a vivir de leche, ensalada, queso, manzanas, no exigirá una mesa bien servida ni exquisiteces, ni las mil delicadezas que exigiría otra mujer. Todo eso no es poca cosa como para que a fin de año no le deje unos tres mil francos por lo menos. Por otra parte, viste de manera muy sencilla, no le gustan los trajes soberbios, ni las joyas, ni los muebles lujosos, y en este rubro puede ahorrarse más de cuatro mil libras al año. Además, siente horror ante el juego, cosa nada frecuente entre las mujeres de hoy. Calcule unas cinco mil libras al año en juego, cuatro mil en vestidos y joyas hacen nueve mil; con mil escudos que calculemos para la alimentación, ¿no resultan al año los doce mil francos?


HARPAGÓN

Sí, no está mal, pero estas cuentas no son reales.


FROSINA

Perdón, ¿no es algo real aportar al matrimonio una gran sobriedad, la herencia de una gran sencillez en el vestir y la adquisición de un fondo de odio hacia el juego?


HARPAGÓN

Es una burla querer constituir una dote con los gastos que no se harán. Es preciso algo tangible.


FROSINA

¡Dios mío! Bastante tendrá para tocar, porque me han hablado de cierto país donde tienen propiedades.


HARPAGÓN

Tendré que verlo. Pero, Frosina, hay algo más que me inquieta. La muchacha es joven, está a la vista, y los jóvenes habitualmente no aman sino a sus iguales. Temo que un hombre de mi edad no sea de su agrado y que esto pudiera provocarme ciertos pequeños desórdenes que no me convendrían.


FROSINA

¡Ah, qué mal la conoces! Hay una particularidad que ahora voy a comunicarte: tiene un tremendo rechazo por los jóvenes y no siente afecto sino por los viejos.


HARPAGÓN

¿Ella?


FROSINA

Sí, ella. La hubiese oído hablar. No puede soportar la vista de un joven, pero nada le gusta más como un hermoso viejo de magnífica barba. Y cuanto más ancianos, mejor. No se le ocurra hacerse pasar por más joven. Lo mínimo que requiere es un sexagenario. Hace unos meses, estando dispuesta a casarse, rompió abruptamente el compromiso porque su prometido hizo ver que sólo tenía cincuenta y seis años y no se puso lentes para firmar el contrato.


HARPAGÓN

De verdad me sorprendes.


FROSINA

Y hay más todavía. En su aposento se ven algunos cuadros y estampas. ¿Adonis? ¿Céfalos? ¿Paris y Apolo? No: hermosos retratos de Saturno, del rey Príamo, del anciano Néstor y del buen padre Anquises sobre las espaldas de su hijo.


HARPAGÓN

¡Admirable! Y me alegra mucho saber que ése es su carácter. De haber sido mujer, a mí tampoco me agradarían los jóvenes.


FROSINA

Ya lo creo. Yo no comprendo los encantos que ven algunos en los jóvenes para amarlos. Son unos imberbes y unos presumidos para envidiarles el aspecto.


HARPAGÓN

No comprendo cómo hay mujeres que tanto gustan de ellos.


FROSINA

Hay que estar locos de remate. ¡Encontrar amable a la juventud! ¿Son hombres acaso esos jovencitos rubios?


HARPAGÓN

Es lo que yo siempre digo: con su tono melifluo y sus mechoncitos de barba duros como los bigotes de un gato, sus pelucas, sus calzones caídos y sus estómagos despanzurrados.


FROSINA

¡No puede compararse a un hombre como usted! ¡Esto es un hombre! Tiene con qué regocijar la vista; así se debe estar vestido y conformado para inspirar amor.


HARPAGÓN

¿Me ves bien?


FROSINA

¿Cómo? Encantador, y su rostro para pintarlo. Dé una vuelta así lo veo andar. Es un cuerpo proporcionado, libre y desenvuelto, no afectado por ninguna inconveniencia.


HARPAGÓN

No tengo grandes padecimientos, gracias a Dios. Sólo mi fluxión, que me ataca de vez en cuando.


FROSINA

Eso no es nada. La fluxión no le sienta mal, ya que tiene gracia tosiendo.


HARPAGÓN

Y dime, ¿no sabes si Mariana me ha visto al pasar?


FROSINA

No, pero hemos hablado mucho al respecto. Le he hecho un detallado retrato de su persona y ha visto la conveniencia de tener un marido como usted.


HARPAGÓN

Hiciste bien, y te lo agradezco.


FROSINA

Tendría, señor, un pequeño pedido que hacerle. (Él adopta un aire grave.) Estoy a punto de perder un pleito por falta de unos pocos pesos. Podría hacer que fácilmente lo gane si tuviera una mínima bondad hacia mí. No puede imaginar cuánto la complacerá conocerlo. (Él adopta un aire alegre.) La dicha colmaba sus ojos al anuncio de sus cualidades; y bien impaciente ha quedado al pensar en su casamiento prácticamente convenido.


HARPAGÓN

Me has dado una gran alegría, Frosina, y te debo la mayor de las gratitudes.


FROSINA

Le ruego, señor, que me otorgue el pequeño favor que le pido. (HARPAGÓN vuelve a ponerse severo.) Su ayuda me recompondrá y quedaré eternamente agradecida.


HARPAGÓN

Adiós. Voy a despachar mi correspondencia.


FROSINA

Le aseguro, señor, que mi necesidad es extrema.


HARPAGÓN

Daré orden de que la carroza te lleve a la feria.


FROSINA

No lo molestaóa si no estuviera impulsada por mis necesidades.


HARPAGÓN

Y veré de que se cene temprano para que no sufras hambre.


FROSINA

No me niegue, señor, la ayuda que le pido. No puede imaginarse el placer que ...


HARPAGÓN

Me voy. Creo que me llaman. (Sale.)


FROSINA

¡Que te dé la fiebre, perro de todos los diablos! El muy avaro ha resistido todos mis embates; pero no hay que desistir de la negociación. Me queda una parte por la que estoy segura de recibir una recompensa.

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