Índice de Vida de los doce Césares de SuetonioAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

VITELIO

Primera parte


I

Muchas y muy diversas tradiciones existen acerca del origen de Vitelio, pretendiendo unas que fue antiguo y noble; otras recientes, obscuro y hasta abyecto. Osaría atribuir esta diversidad de opiniones a la adulación y la enemistad, si no remontase a época muy antérior al principado de Vitelio. Existe una obra dedicada por Q. Elogio a Q. Vitelio, cuestor del divino Augusto, en la que se dice que los Vitelios proceden de Fauno, rey de los aborígenes, y de Vitelia, que en muchos lugares fue adorada como divinidad; que reinaron en todo el Lacio; que su posteridad pasó del país de los sabinos a Roma, donde fue agregada al número de los patricios; que por mucho tiempo subsistieron rastros de su existencia, tales como la vía Vitelia, desde el Janículo al mar, y una colonia del mismo nombre, cuya defensa emprendió en otro tiempo esta sola familia contra los Equículos; que en fin, en la época de la guerra con los samnitas, muchos de los Vitelios, que habían sido mandados en guarnición a la Apulia, se establecieron en Nuceria, y que sus descendientes, regresando a Roma mucho después, recobraron su puesto en el orden de los senadores.


II

Por otra parte, indican algunos autores a un liberto como tronco de esta raza. Casio Severo y otros muchos dicen que este liberto fue zapatero, cuyo hijo, después de haber reunido una gruesa fortuna en sus negocios y en sus funciones de procurador, casó con una mujer de mala vida, hija de un panadero llamado Antíoco, con la que tuvo un hijo que llegó a ser caballero romano. No discutiré estas contradicciones. Lo cierto es que P. Vitelio, ya procediese de antigua estirpe o de familia despreciable, fue caballero romano y administrador de los bienes de Augusto. Dejó cuatro hijos, que llegaron a las dignidades más elevadas, y que llevando el mismo apellido, solamente se distinguieron por el nombre; Aulo, Quinto, Publio y Lucio. Aulo murió siendo cónsul con Domicio, padre del emperador Nerón; era muy pródigo y se hizo famoso por la esplendidez de su mesa. Quinto fue eliminado del Senado cuando, por la propuesta de Tiberio, se excluyó a todos los que eran indignos de pertenecer a este orden. Publio, compañero de armas de Germánico, acusó e hizo condenar a Cn. Pisón, enemigo y asesino de aquél; después de su pretura, le prendieron como cómplice de Seyano, y, confiado a la custodia de su hermano, se abrió las venas con un raspador de copista; pero cediendo a los ruegos de su familia, mucho más que al temor a la muerte, se dejó vendar y curar las heridas, muriendo de enfermedad en la prisión. Lucio, después de su consulado, gobernó la Siria, y a fuerza de destreza, decidió a Artaban, rey de los partos, a que viniera a verle y aun a que rindiera homenaje a las águilas romanas. Después fue dos veces cónsul ordinario y más adelante censor con el emperador Claudio, llegando hasta a quedar encargado del Imperio en su ausencia, durante la expedición a Bretaña. Era hombre honesto, activo, pero quedó completamente deshonrado por su pasión hacia una liberta, cúya saliva bebía mezclada con miel, como remedio para su garganta y sus bronquios; y no hacia esto en secreto o rara vez, sino todos los días y delante de todo el mundo. Tenía, por otra parte, maravilloso talento para la adulación; y él fue el primero que introdujo la costumbre de adorar a Calígula como un dios. A su regreso de Siria, simuló que no podía acercarse a él sino cubriéndose la cabeza con un velo; y después de girar varias veces sobre sí mismo, se arrodilló a sus pies. Viendo gobernado a Claudio por sus mujeres y libertos, y no desdeñando ningún artificio para asegurarse su favor, pidió un día a Mesalina, como gracia insigne, permiso para descalzarla; entonces se apoderó de la sandalia derecha, que constantemente llevó entre la toga y la túnica, besándola de vez en cuando. Entre sus dioses domésticos estaban colocadas las estatuas de oro de Narciso y de Palas; y cuando Claudio celebró los juegos seculares pronunció esta frase famosa: Que los celebres muchas veces.


III

Un ataque de parálisis lo mató en dos días. Dejó dos hijos nacidos de Sextilia, mujer severamente virtuosa y de distinguida familia, y a los dos los vió cónsules en el mismo año, habiendo sucedido por seis meses el menor al mayor. El Senado decretó funerales públicos, y le hizo levantar delante de los Rostros una estatua con esta inscripción: Su fidelidad hacia el emperador fue inquebrantable. Su hijo, el emperador Aulo Vitelio, nació el octavo día antes de las calendas de octubre o, según otros el séptimo antes de los idus de setiembre, bajo el consulado de Druso César y de Norbano Flaco. El horóscopo que de su nacimiento obtuvieron los astrólogos espantó de tal suerte a su familia, que su padre hizo durante su vida increíbles esfuerzos para impedir que se le confiase ninguna provincia; y su madre, al verle al frente de un ejército y al saber que había sido saludado emperador, comenzó a llorar, como si ya estuviese perdido. Pasó la infancia y los primeros tiempos de su juventud en Capri, entre las prostitutas de Tiberio, y fue marcado con el afrentoso nombre de Spintria, llegándose a atribuir a sus repugnantes complacencias con el príncipe el favor que gozaba su padre.


IV

Durante el período siguiente continuó manchándose con toda clase de infamias, y obtuvo el primer lugar en la Corte, en la que llegó a ser favorito de Calígula porque conducía, como él, carros en el circo, y en la de Claudio, jugando con él a los dados. Pero agradó mucho más a Nerón por las mismas complacencias, y especialmente por un mérito singular; en efecto, presidía en una ocasión los juegos neronianos, y viendo que el emperador, con grandes deseos de competir con los citaristas, no se atrevía a hacerlo, a pesar de las instancias de la multitud, y hasta salía del teatro, Vitelio lo llamó como si hubiera sido encargado de expresarle el obstinado deseo del pueblo, y le proporcionó de esta manera el placer de rendirse.


V

El favor de estos tres príncipes lo elevó a la cumbre de los honores, y hasta las primeras dignidades del sacerdocio. Obtuvo el proconsulado de Africa, y después la intendencia de los trabajos públicos. Su conducta en estos dos cargos fue muy diferente, como la reputación que se ganó en ellos. En su gobierno dió pruebas de raro desinterés durante dos años seguidos, pues sirvió como legado bajo el mando de su hermano, que le sucedió. Pero durante su administración en Roma, sustrajo, según se dice, las ofrendas y ornamentos de oro y plata de los templos, colocando en su lugar otros. de cobre y estaño.


VI

Casó con Petronia, hija de un varón consular, y tuvo un hijo, Petroniano, a quien le faltaba un ojo. Habiéndole instituído heredero su madre, a condición de que no permanecería bajo la autoridad paterna, lo emancipó Vitelio; poco después lo hizo perecer acusándolo de parricidio, pretendiendo que, agobiado por los remordimientos de su conciencia, había bebido el veneno preparado para el crimen. En seguida casó con Galeria Fundana, cuyo padre había sido pretor. De ésta tuvo un hijo y una hija, pero el varón balbuceaba al punto de ser casi mudo.


VII

Galba, contra la opinión general, le dió el mando de la Germania inferior. Créese que debió este empleo a la influencia de T. Vinio, omnipotente entonces, y cuyo favor se había granjeado mucho antes, a causa de su común predilección por el bando de los azules. Por lo que entonces dijo Galba, sobre que no hay gentes menos peligrosas que las que solamente piensan en comer, y que Vitelio necesitaba las riquezas de una provincia para satisfacer su inmensa glotonería, se advierte claramente que en la elección hubo más desprecio que consideración. Cosa conocida es que ni siquiera tenía el dinero necesario para el viaje. Sus negocios estaban tan malparados, que su esposa e hijos, que quedaron en Roma, se ocultaron en una casucha con objeto de alquilar su casa por el resto del año, y que para los gastos del camino empeñó una perla de los zarcillos de su madre. Por todas partes le seguía un grupo de acreedores que querían detenerle, entre otros, los enviados de Sinuesa y de Formio, cuyos impuestos había guardado en provecho propio, y solamente cesaron de perseguirle ante el temor de verse acusados de calumniadores, como hizo con un liberto que reclamaba una deuda con más obstinación que los demás; Vitelio lo procesó por ultraje, so pretexto de haber recibido un puntapié, y no cedió hasta después de obtener de él cincuenta mil sestercios de oro. El ejército que iba a mandar, mal dispuesto hacia el príncipe, y pronto a emprenderlo todo, recibió con muestras de regocijo y como presente de los dioses, a un general que era hijo de un hombre que había sido cónsul tres veces, y era joven, complaciente y disipador. Tal era su reputación y acababa de dar nuevas pruebas de su conocido carácter, abrazando en el camino a cuantos encontrara, hasta a los simples soldados; bromeando en todos los descansos y en todas las posadas con los viajeros y muleros; preguntando a cada uno, desde el amanecer, si había almorzado ya, y eructando delante de ellos para demostrar que él ya lo había hecho.


VIII

En cuanto entró en el campamento nada negó a nadie, y por autoridad propia perdonó la ignominia a los soldados degradados; a los acusados, la vergüenza del traje, y a los condenados el castigo. Por esta razón, apenas había trascurrido un mes cuando los soldados, sin tener para nada en cuenta el día y el momento, lo sacaron una noche de su cámara de dormir, y en el sencillo traje en que se encontraba lo saludaron emperador. En seguida lo llevaron por las calles más frecuentadas, empuñando la espada de Julio César, que habían arrebatado del templo de Marte y que un soldado le presentó durante las primeras aclamaciones. Cuando regresó al pretorio, el comedor estaba ardiendo, habiéndose incendiado la chimenea, presagio que consternó a todos: Valor, dijo entonces; la luz brilla para nosotros. Ésta fue toda la arenga que dirigió a los soldados. Habiéndose declarado en seguida por Vitelio las legiones de la Germania superiór, que ya habían abandonado a Galba por el Senado, tomó en seguida el sobrenombre de Germánico, que por unánime aclamación se le confirió; pero no aceptó al mismo tiempo el de Augusto, y rehusó para siempre el de César.


IX

En cuanto se enteró de la muerte de Galba puso orden en los asuntos de Germania y dividió sus huestes en dos cuerpos, uno que se adelantó marchando contra Otón y otro cuyo mando se reservó. El primero partió bajo felices auspicios: presentándose de pronto un águila por la derecha, giró en derredor de las enseñas y precedió a la legión por el camino que debía seguir. Pero cuando Vitelio puso en movimiento su ejército, las estatuas ecuestres que le habían levantado en muchos puntos cayeron al mismo tiempo y se les rompieron las piernas; la corona de laurel que, piadosamente, se había colocado en la cabeza con todas las ceremonias de la religión cayó en un río; en fin, en Viena, mientras estaba administraqdo justicia sentado en su tribunal, se le posó un gallo en el hombro y en seguida sobre la cabeza. Los sucesos confirmaron estos presagios, porque sus legados le dieron el imperio y él no fue capaz de conservarlo.

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