Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO QUINTO.


CAPÍTULO SÉPTIMO.

Llegan a España los Procuradores de Hernan Cortés, y pasan a Medellin, donde estuvieron retirados, hasta que mejorando las cosas de Castilla, volvieron a la corte, y consiguieron la recusacion del Obispo de Burgos.

Dexamos a Martin Cortés con los dos primeros Comisarios de su hijo, Alonso Hernandez Portocarrero, y Francisco de Montejo, en la miserable tarea de seguir la corte, donde residian los Gobernadores del reyno, y freqüentar los zaguanes de los Ministros, tan lejos de ser admitidos, que sin atreverse a molestar con sus instancias, se ponian al paso para dexarse ver, reducidos a contentarse con el reparo casual de los ojos: desconsolado memorial de los que tienen razon, y temen destruirla con adelantarla. Oyólos el Emperador benignamente, como se dixo en su lugar; y aunque le tenian desabrido las porfias y descomedimientos de algunas ciudades, que intentaban oponerse al viage de Alemania con protestas irreverentes, o poco menos que amenazas, hizo lugar para informarse con particular atencion de lo sucedido en aquellas empresas de la Nueva España, y tomar punto fixo en lo que se podia prometer de su continuacion. Hizose capaz de todo, sin desdeñarse de preguntar algunas cosas: que no desdice a la Magestad el informarse del vasallo hasta entender el negocio; ni siempre debían ir a los Consejos las dudas de los Reyes. Conoció luego las grandes conseqüencias que se podian colegir de tan admirables principios: y ayudó mucho entonces a ganar su favor el concepto que hizo de Cortés, inclinado naturalmente a los hombres de valor.

No permitieron las dependencias del reyno junto en Córtes, ni lo que instaba el viage del Cesar, que se pudiese concluir en la Coruña la resolucion de una materia, que tenia sus contradiciones, tanto por las diligencias que interponian los Agentes de Diego Velazquez, como por la siniestra inteligencia con que los apoyaban algunos Ministros. Pero quando llegó el caso de la embarcacion, que fue a los veinte de Mayo de este año de mil y quinientos y veinte, dexo su Magestad cometidas con particular recomendacion las proposiciones de Cortés al Cardenal Adriano, Gobernador del reyno en su ausencia. Y él deseó con todas veras favorecer esta causa; pero como los informes por donde se habia de gobernar en ella salian del Consejo de Indias, cuyos votos tenia cautivos de su autoridad y de su pasion el Presidente Obispo de Burgos, se halló embarazado en la resolucion; y no era facil asegurar el acierto en su dictamen, quando llegaban a su oido, cubiertas con el manto de la justicia, las representaciones de Velazquez, y desacreditadas, con el título de rebeldias, las hazañas de Cortés.

Faltó despues el tiempo, quando era mas necesario, para que se descubriese, o examinase la verdad, dexandose ocupar de otros cuidados y congojas de primera magnitud. Inquietaronse algunas ciudades, con pretexto de corregir los que llamaban desórdenes del gobierno, y hallaron otras que las siguiesen al precipicio, sin averiguar los achaques del exemplo. Sintieron todas como última calamidad la ausencia del Rey: y algunas, creyendo que le servian, o que no le negaban la obediencia, padecian como atenciones de la obligacion los engaños de la fidelidad.

Armóse la plebe para defender los primeros delitos, y no faltaron algunos nobles, a quien hizo plebeyos la corta capacidad: defecto que suele destruir todos los consejos de la buena sangre. Los Señores y los Ministros defendían la razon a costa de peligros y desacatos. Pusose todo en turbacion: y ultimamente llegaron casi a reynar las turbulencias del Reyno, que llamó la Historia Comunidades; aunque no sabemos con que propiedad: porque no fue comun la dolencia, donde tuvieron la parte del Rey muchas ciudades, y casi toda la nobleza. Dieron este nombre a su atrevimiento los delinqÜentes, y quedó vinculado a la posteridad el vocablo de que se valian para desconocer la sedicion.

No es de nuestro argumento la descripcion de estas inquietudes; pero hemos debido tocarlas de paso, y decir algo del estado en que se hallaba Castilla, como una de las causas porque se detuvo la resolucion del Cardenal, y se atrasaron las dependencias de Cortés. Poco favorable sazon para tratar de nuevo empresas, quando andaban los Ministros y el Gobernador tan embebidos en los daños internos, que sonaban a despropósitos los cuidados de afuera. Por cuya razon, viendo Martin Cortés y sus dos compañeros el poco fruto de sus instancias, y el total desconcierto de las cosas, se retiraron a Medellin con ánimo de aguardar a que pasase la borrasca, o volviese de su jornada el Emperador, que tenia comprehendida su razon, y los dexó con esperanzas de favorecerla, suponiendo ya que sería necesaria su autoridad para vencer la oposicion del Obispo y los demás embarazos del tiempo.

Llegaron poco despues a Sevilla Diego de Ordaz y Alonso de Mendoza, habiendo acabado prosperamente su viage; y sin descubrirse, ni dar cuenta de su comision, procuraron tomar noticia del estado en que se hallaban las dependencias de Cortés. Diligencia que les importó la libertad; porque supieron, con grande admiracion suya, que los jueces de la Contratacion tenian orden expresa del Obispo de Burgos para que cuidasen de cerrar el paso, y poner en segura prision a qualesquiera Procuradores que viniesen de Nueva España, embargando el oro y demás géneros que truxesen de propio caudal, o por via de encomienda: con que trataron solamente de poner en salvo sus personas, y no hicieron poco en escapar los despachos y cartas que trahian, dexando el presente del Rey, con todo lo demás, en manos de aquellos Ministros, y al arbitrio de aquellas órdenes.

Salieron de Sevilla, no sin rezelo de ser conocidos, con determinacion de buscar en la corte a Martin Cortés, o a los dos Comisarios que tenian la voz de su hijo, para tomar, segun su instruccion, luz de lo que debian obrar; pero sabiendo en el camino que se habian retirado a Medellin, pasaron a verse con ellos en aquella villa, donde fue celebrada su venida con la demostracion que merecian nuevas tan deseadas y tan admirables. Confirióse despues entre los cinco, si convendria llevar los despachos de Cortés al Cardenal Gobernador, porque no se retardasen noticias de tanta consideracion; pero respecto del estado en que se hallaban las turbaciones del reyno, pareció diligencia infructuosa tratar de que se atendiese por entonces a conveniencias distantes, que miraban al aumento, y no al remedio de la monarquía: y asi resolvieron conservar aquel retiro, hasta que tomasen algun desahogo las inquietudes presentes, y cupiese otro cuidado en la obligacion de los Ministros.

Iban cada dia pasando a mayor rompimiento las turbulencias de Castilla; porque no se contentaban los sediciosos con mantener la rebelion, y salían a infestar la tierra, y a sitiar las villas leales: corriendose ya de parecer tolerados, y entrando en ambicion de ser agresores. Tratóse primero de traherlos al conocimiento de su error con la blandura y la paciencia; pero no estaba la enfermedad para la tarda operacion de los remedios suaves: particularmente quando, a su parecer, tenian la fuerza y la razon de su parte; y no faltaban algunos eclesiasticos desatentos que abusaban del pulpito, para mantenerlos en esta opinion, dandoles a entender que hacian el servicio de Dios y del Rey en corregir los desórdenes de la República. Llegó el caso, finalmente, de armarse los Señores y toda la nobleza para restituir en su autoridad a la justicia, y dar calor a las ciudades que se mantenian por el Emperador: y aunque los rebeldes tuvieron osadia para formar exércitos, y medir las armas con los que llamaban enemigos, a dos malos sucesos, en que perdieron gente y reputacion, y a quatro castigos que se hicieron en los caudillos de la sedicion, quedó su orgullo quebrantado, y se fueron disminuyendo en todas partes sus fuerzas: porque se retiraron al bando mas seguro los advertidos y los temerosos: reduxeronse las ciudades: calló el tumulto, y volvió a su oficio la consideracion. Movimiento, en fin, poco mas que popular, que se detiene con la misma facilidad que se desboca.

Importó mucho para que la quietud se acabáse de restablecer, el aviso que llegó entonces de que se acercaba la vuelta del Emperador, resuelto ya, como lo aseguraban sus cartas, a dexarlo todo por asistir a lo que necesitaba de su presencia estos reynos: a cuya noticia se debió que se acabasen de poner las cosas en su lugar. Y hallandose Martin Cortés en el tiempo que deseaba para volver a la continuacion de sus instancias, partió luego a la corte con los quatro Procuradores de su hijo, donde solicitaron y consiguieron, no sin alguna dilacion, audiencia particular del Cardenal Gobernador. Informaronle por mayor del estado en que se hallaba la Conquista de México, remitiendose a las cartas de Cortés, que pusieron en sus manos Diego de Ordaz y Alonso de Mendoza. Dieronle cuenta de las órdenes que hallaron en Sevilla para su prision, y la de qualesquiera Procuradores que viniesen de aquella tierra. Hicieron memoria del embargo en que se habian puesto las joyas y preséas que trahian de presente para el Rey. Representaron con esta ocasion los motivos que tenian para desconfiar del Obispo de Burgos: y ultimamente le pidieron licencia para recusarle por términos juridicos, ofreciendo probar las causas, o quedar expuestos al castigo de su irreverencia. Oyólos el Cardenal con señas de atento y compadecido, alentandolos, y ofreciendo cuidar de su despacho. Hicieronle particular disonancia las órdenes de Sevilla, y el embargo del presente; porque uno y otro se habia resuelto sin su noticia: y asi les respondió en lo tocante al Obispo, que podrian seguir su justicia, como les conviniese, y quedaria por su cuenta el defenderlos de qualquiera extorsion que por esta causa pudiesen rezelar: en que les dixo lo bastante, para que se animasen a entrar en el peligro casi evidente de litigar contra un poderoso. Empresa en que se habla desde abaxo, y suele perderse de timida la razon.

Con estas premisas de mejor fortuna intentaron luego en el Consejo de Indias la recusacion de su mismo Presidente, dando las causas por escrito con toda la templanza y moderacion que pareció necesaria para que no quedáse ofendido el respeto. Pero ellas eran de calidad, y tan conocidas entre los mismos jueces, que no se atrevieron a repeler la instancia, negando el recurso de la justicia en negocio de tanta consideracion: particularmente quando se acercaba la vuelta del Emperador, cuya voz se divulgaba con aplauso de todos los que no le temian: y asi como importó para la quietud del reyno, tendria tambien sus influencias en la circunspeccion de los Ministros. Bernal Diaz del Castillo, y otros que lo tomaron de su Historia, refieren destempladamente las causas de esta recusacion. El dice lo que oyó, y ellos lo que trasladaron: porque no todas parecen creibles de un Varon tan venerable y tan graduado. Pero es cierto que se aprobaron algunas, como el estar actualmente tratando de casar una sobrina suya con Diego Velazquez: el haber hablado con aspereza en diferentes ocasiones a los Procuradores de Hernan Cortés, llamandole rebelde y traidor alguna vez que se olvidaba de su prudencia: y esto con las órdenes que tenia dadas en Sevilla para cerrar el paso a sus instancias (cargos innegables, que constaban de su misma publicidad) bastó, para que vista la causa conforme a los términos del derecho, y precediendo consulta del Consejo, y resolucion del Cardenal, se diese por legítima la recusacion: quedando resuelto que se abstuviese de todos los negocios que tocasen a Hernan Cortés y a Diego Velazquez. Revocaronse las órdenes y los embargos de Sevilla: convalescieron las importancias de aquella empresa: volvieronse a celebrar las hazañas de Cortés, que ya estaban poco menos que obscurecidas con el descredito de su fidelidad: y el Cardenal empezó a recomendar con varios decretos el despacho de sus Procuradores, y a manifestar con tantas veras el deseo de adelantarle, que habiendo recibido en este tiempo la noticia de su exaltacion a la Silla de San Pedro, y partido poco despues a embarcarse, despachó en el camino algunas órdenes favorables a este negocio: fuese por la fuerza que le hacia la razon de Cortés, o porque llevando ya el ánimo embebido en los cuidados de la suprema dignidad, tuvo por de su obligacion desviar los impedimentos de aquella conquista, que habia de allanar el paso al Evangelio, y facilitar la reduccion de aquella gentilidad. Intereses de la Iglesia, que ocuparian dignamente las primeras atenciones del Sumo Pontificado.

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