Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO SEGUNDO.


CAPÍTULO SEXTO.

Publicase la jornada para la Isla de Cuba. Claman los soldados que tenia prevenidos Cortés. Solicíta su amistad el Cacique de Zempoala: y ultimamente hace la poblacion.


Poco rato despues que se apartaron de Hernan Cortés, Diego de Ordaz y los demás de su séquito, hizo que se publicáse la jornada para la Isla de Cuba, distribuyendo las órdenes para que se embarcasen los Capitanes con sus compañias en los mismos baxeles de su cargo, y estuviesen a punto de partir el dia siguiente al amanecer; pero no se divulgó bien entre los soldados esta resolucion, quando se conmovieron los que estaban prevenidos, diciendo a voces: Que Hernan Cortes los habia llevado engañados, dandoles a entender que iban a poblar en aquella tierra; y que no querian salir de ella, ni volver a la Isla de Cuba: a que añadian, que si él estaba en dictamen de retirarse, podria executarlo con los que se ajustasen a seguirle: que a ellos no les faltaria alguno de aquellos Caballeros que se encargáse de su gobierno. Creció tanto, y tan bien adornado este clamor, que se llevó tras sí a muchos de los que entraron violentos o persuadidos en la contraria faccion; y fue menester que los mismos amigos de Cortés, que movieron a los unos, apaciguasen a los otros. Alabaron su determinacion: ofrecieron que hablarian a Cortés para que suspendiese la execucion del viage; y antes que se entibiáse aquel reciente fervor de los ánimos, partieron a buscarle asistidos de mucha gente: en cuya presencia le dixeron, levantando la voz: Que el exército estaba en termino de amotinarse sobre aquella novedad: quejaronse, o hicieron que se quejaban, de que hubiese tomado semejante resolucion sin el consejo de sus Capitanes: ponderabanle como desayre indigno de Españoles el dexar aquella empresa en los primeros rumores de la dificultad, y el volver las espaldas antes de sacar la espada. Trahianle a la memoria lo que sucedió a Juan de Grijalva, pues todo el enojo de Diego Velazquez fue porque no hizo alguna poblacion en la tierra que descubrió, y se mantuvo en ella; por cuya resolucion le trató de pusilánime, y le quitó el gobiero no de la armada. Y ultimamente le dixeron lo que él mismo habia dictado; y él lo escuchó como noticia en que hallaba novedad: y dexandose rogar y persuadir, hizo lo que deseaba, y dió a entender que se reducia. Respondióles: Que estaba mal informado; porque algunos de los mas interesados en el acierto de aquella faccion ( y no los nombró por dar mayor misterio a su razon) le habian asegurado que toda la gente clamaba desconsoladamente sobre dexar aquella tierra, y volverse a la Isla de Cuba: y que de la misma suerte que tomó aquella resolucion contra su dictamen, por complacer a sus soldados, se quedaria con mayor satisfaccion suya, quando los hallaba en opinion mas conveniente al servicio de su Rey, y a la obligacion de buenos Españoles; pero que tuviesen entendido que no queria soldados sin voluntad, ni era la guerra exercicio de forzados: que qualquiera que tuviese por bien el retirarse a la Isla de Cuba, podría executarlo sin embarazo: y que desde luego mandaria prevenir embarcacion y bastimentos para el viage de todos los que no se ajustasen a seguir voluntariamente su fortuna. Tuvo grande aplauso esta resolucion: oyóse aclamado el nombre de Cortés: llenóse el ayre de voces y de sombreros, al modo que suelen explicar su contento los soldados: unos se alegraban porque lo sentían asi; y otros, por no diferenciarse de los que sentían lo mejor. Ninguno se atrevió por entonces a contradecir la poblacion; ni los mismos que tomaron la voz de los mal contentos acertaban a volver por sí: pero Hernan Cortés oyó sus disculpas sin apurarlas, y guardó su queja para mejor ocasion.

Sucedió a este tiempo, que estando de centinela en una de las avenidas Bernal Diaz del Castillo y otro soldado, vieron asomar por el parage mas vecino a la playa cinco Indios que venian caminando ácia el quartel: y pareciendoles poco numero para poner en arma al exército, los dexaron acercar. Detuvieronse a poca distancia, y dieron a entender con las señas que venian de paz, y que trahian embajada para el General de aquel exército. Llevólos consigo Bernal Díaz, dexando a su compañero en el mismo sitio, para que cuidáse de observar si los seguian algunas tropas. Recibiólos Hernan Cortés con toda gratitud; y mandando que los regalasen antes de oirlos, reparó en que parecían de otra nacion, porque se diferenciaban de los Mexicanos en el trage; aunque trahian como ellos penetradas las orejas y el labio inferior de gruesos zarzillos y pendientes, que aun siendo de oro, los afeaban. La lengua tambien sonaba con otro género de pronunciacion: hasta que viniendo Aguilar y Doña Marina, se conoció que hablaban en idioma diferente, y se tuvo a dicha que uno de ellos entendiese y pronundáse dificultosamente la lengua mexicana: por cuyo medio, no sin algun embarazo, se averiguó que los enviaba el Señor de Zempoala, provincia poco distante, para que visitasen de su parte al Caudillo de aquella gente valerosa; porque habian llegado a sus oídos las maravillas que obraron sus armas en la provincia de Tabasco; y por ser Príncipe guerrero, y amigo de hombres valerosos, deseaba su amistad: ponderando mucho la estimacion que hacia su Dueño de los grandes soldados, como quien procuraba que no se atribuyése al miedo lo que tenia mejor sonido en la inclinacion.

Admitió Hernan Cortés con toda estimacion la buena correspondencia y amistad que le proponian de parte de su Cacique, teniendo a favor del cielo el recibir esta embajada en tiempo que estaba despedido y rezeloso de los Mexicanos, celebrandola mas, quando entendió que la provincia de Zempoala estaba en el paso de aquel lugar que descubrió desde la costa Francisco de Montejo, donde pensaba entonces mudar su alojamiento. Hizo algunas preguntas a los Indios, para informarse de la intencion y fuerzas de aquel Cacique: y una de ellas fue, ¿cómo, estando tan vecinos, habian tardado tanto en venir con aquella proposicion? A que respondieron, que no podian concurrir los de Zempoala donde asistian los Mexicanos, cuyas crueldades se sufrían mal entre los de su nacion.

No le sonó mal esta noticia a Hernan Cortés: y apurandola con alguna curiosidad, vino a entender que Motezuma era Príncipe violento, y aborrecible por su soberbia y tiranías: que tenia muchos de sus pueblos mas atelllorizados que sujetos: y que habia por aquel parage algunas provincias que deseaban sacudir el yugo de su dominio: con que se le hizo menos formidable su poder, y ocurrieron a su imaginacion várias especies de ardides y caminos de aumentar su exército, que le animaban confusamente. Lo primero que se le ofreció fue ponerse de parte de aquellos afligidos; y que no sería dificultoso, ni fuera de razon el formar partido contra un tirano entre sus mismos rebeldes. Asi lo discurrió entonces, y asi le sucedió despues: verificandose, con otro exemplo, en la ruina de aquel imperio tan poderoso, que la mayor fuerza de los Reyes consiste en el amor de sus vasallos. Despachó luego a los Indios con algunas dádivas en señal de benevolencia: y les ofreció que iria brevemente a visitar a su Dueño para establecer su amistad, y estar a su lado en quanto necesitáse de su asistencia.

Era su intento pasar por aquella provincia, y reconocer a Quiabislán, donde pensaba fundar su primera poblacion, por los buenos informes que tenia de su fertilidad; pero le importaba, para otros fines que iba madurando, adelantar la formacion de su República en aquellas mismas barracas, suponiendo que se habia de mudar la situacion del pueblo a parte menos desacomodada. Comunicó su resolucion a los Capitanes de su confidencia: y suavizada por este medio la proposicion, se convocó la gente para nombrar los ministros del gobierno: en cuya breve conrerencia prevalecieron los que sabian el ánimo de Cortés, y salieron por Alcaldes Alonso Hernandez Portocarrero y Francisco de Montejo: por Regidores Alonso Dávila, Pedro y Alonso de Alvarado, y Gonzalo de Sandoval: y por Alguacil mayor, y Procurador general Juan de Escalante y Francisco Alvarez Chico. Nombróse tamblen el Escribano de Ayuntamiento, con otros ministros inferiores, y hecho el juramento ordinario de guardar razon y justicia, segun su obligacion, al mayor servicio de Dios y del Rey, tomaron su posesion con la solemnidad que se acostumbra, y comenzaron a exercer sus oficios, dando a la nueva poblacion el nombre de la Villa Rica de la Vera Cruz: cuyo título conservó despues en la parte donde quedó situada, llamandose Villa Rica en memoria del oro que se vió en aquella tierra, y de la Vera Cruz en reconocimiento de haber saltado en ella el Viernes de la Cruz.

Asistió Hernan Cortés a estas funciones como uno de aquella República, haciendo por entonces persona de particular entre los demas vecinos: y aunque no podia facilmente apartar de sí aquel género de superioridad que suele consistir en la veneracion agena, procuraba autorizar con su respeto aquellos nuevos ministros para introducir la obediencia en los demás: cuya modestia tenia en el fondo alguna razon de estado; porque le importaba la autoridad de aquel Ayuntamiento, y la dependencia de aquellos subditos, para que el brazo de la justicia y la voz del puebló llenasen los vacíos de la jurisdiccion militar que residia en él por delegacion de Diego Velazquez: y a la verdad estaba revocada, y se mantenia sobre flacos cimientos, para entrar con ella en una empresa tan dificultosa. Defecto que le trahia cuidadoso, porque andaba disimulado entre los que le obedecian, y le embarazaba en su misma resolucion para hacerse obedecer.

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