Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO PRIMERO.


CAPÍTULO SEXTO.

Entrada que hizo Juan de Grijalva en el rio de Tabasco, y sucesos de ella.


Siguieron la costa nuestros baxeles hasta llegar al parage donde se derrama por dos bocas en el mar el rio Tabasco, uno de los navegables que dán el tributo de sus aguas al Golfo Mexicano. Llamóse desde aquel descubrimiento rio de Grijalva; pero dexó su nombre a la Provincia que baña su corriente, situada en el principio de Nueva España, entre Yucatán y Guazacoalco. Descubrianse por aquella parte grandes arboledas, y tantas poblaciones en las dos riberas, que no sin esperanza de algun progreso considerable resolvió Juan de Grijalva con aplauso de los suyos entrar por el rio a reconocer la tierra: y hallando, con la sonda en la mano, que solo podía servirse para este intento de los dos navios menores, embarcó en ellos la gente de guerra, y dexó sobre las áncoras, con parte de la marineria, los otros dos baxeles.

Empezaban a vencer no sin dificultad el impulso de la corriente, quando reconocieron a poca distancia considerable número de canoas guarnecidas de Indios armados, y en la tierra algunas quadrillas inquietas, que al parecer intimaban la guerra, y con las voces y los movimientos que ya se distinguian, daban a entender la dificultad de la entrada: ademanes que suele producir el temor en los que desean apartar el peligro con la amenaza. Pero los nuestros, enseñados a mayores intentos, se fueron acercando en buena orden hasta ponerse en parage de ofender, y ser ofendidos. Mandó el General que ninguno disparáse, ni hiciese demostracion que no fuese pacífica; y a ellos les debió de ordenar lo mismo su admiracion: porque estrañando la fábrica de las naves; y la diferencia de los hombres y de los trages, quedaron sin movimiento, impedidas violentalnenre las manos en la suspension natural de los ojos. Sirvióse Juan de Grijalva de esta oportuna y casual diversion del enemigo para saltar en tierra: siguióle parte de su gente con mas diligencia que peligro: pusola en esquadron: arbolóse la bandera real; y hechas aquellas ordinarias solemnidades, que siendo poco mas que ceremonias, se llamaban actos de posesion, trató de que entendiesen aquellos Indios que venía de paz, y sin ánimo de ofenderlos. Llevaron este mensage dos Indios muchachos que se hicieron prisioneros en la primera entrada de Yucatán, y tomaron en el bautismo los nombres de Julian y Melchor. Entendian aquella lengua de Tabasco, por ser semejante a la de su patria, y habian aprehendido la nuestra de manera que se daban a entender con alguna dificultad; pero donde se hablaba por señas, se tenia por eloqüencia su corta explicacion.

Resultó de esta embajada el acercarse con recatada osadia hasta treinta Indios en quatro canoas. Eran las canoas unas embarcaciones que formaban de los le troncos de sus árboles, labrando en ellos el vaso y la quilla con tal disposicion que cada tronco era un baxel; y los habia capaces de quince y de veinte hombres. Tal es la corpulencia de aquellos árboles, y tal la fecundidad de la tierra que los produce. Saludaronse unos y otros cortesmente: y Juan de Grijalva, despues de asegurarlos con algunas dádivas, les hizo un breve razonamiento, dandoles a entender por medio de sus intérpretes como él, y todos aquellos soldados, eran vasallos de un poderoso Monarca que tenia su Imperio donde sale el sol: en cuyo nombre venian a ofrecerles la paz y grandes felicidades, si trataban de reducirse a su obediencia. Oyeron esta proposicion con señales de atencion desabrida: y no es de omitir la natural discrecion de uno de aquellos Bárbaros, que poniendo silencio a los demás, respondió a Grijalva con entereza y resolucion : Que no le parecia buen genero de paz la que se queria introducir envuelta en la sujecion y en el vasallage; ni podia dexar de estrañar como cosa intempestiva el hablarles en nuevo Señor, hasta saber si estaban descontentos con el que tenian. Pero que en el punto de la paz o la guerra, pues alli no habia otro en que discurrir, hablarian con sus mayores, y volverian con la respuesta.

Despidieronse con esta resolucion; y quedaron los nuestros igualmente admirados que cuidadosos, mezclandose el gusto de haber hallado Indios de mas razon y mejor discurso, con la imaginacion de que serian mas dificultosos de vencer, pues sabrían pelear los que sabian discurrir; o por lo menos se debia temer otro género de valor en otro género de entendimiento: siendo cierto que en la guerra peléa mas la cabeza que las manos. Pero estas consideraciones del peligro, en que discurrian variamente los Capitanes y los soldados, pasaban como avisos de la prudencia , que o no tocaban, o tocaban poco en la region del ánimo. Desengañaronse brevemente; porque volvieron los mismos Indios con señales de paz, diciendo : Que sus Caciques la admitian, no porque temiesen la guerra, ni porque fuesen tan fáciles de vencer como los de Yucatán, cuyo suceso habia llegado ya a su noticia; sinó porque dexando los nuestros en su arbitrio la paz o la guerra, se hallaban obligados a elegir lo mejor. Y en señas de la nueva amistad que venian a establecer, truxeron un regalo abundante de bastimentos y frutas de la tierra. Llegó poco despues el Cacique principal con moderado acompañamiento de gente desarmada, dando a entender la confianza que hacia de sus huespedes, y que venía seguro en su propia sinceridad. Recibióle Grijalva con demostraciones de agrado y cortesia; y él correspondió con otro género de sumisiones a su modo, en que no dexaba de reconocerse alguna gravedad afectada o verdadera: y despues de los primeros cumplimientos mandó que llegasen sus criados con otro presente que trahian de diversas alhajas de mas artificio que valor: plumages de vários colores, ropas sutíles de algodon, y algunas figuras de animales para su adorno, hechas de oro sencillo y ligero, o formadas de madera primorosamente, con engastes y láminas de oro sobrepuesto. Y sin esperar el agradecimiento de Grijalva, le dió a entender el Cacique por medio de los intérpretes: Que su fin era la paz; y el intento de aquel regalo despedir a los huespedes para poder mantenerla. Respondióle : Que hacia toda estimacion de su liberalidad, y que su ánimo era pasar adelante, sin detenerse ni hacerles disgusto: resolucion a que ya se hallaba inclinado, parte por corresponder generosamente a la confianza y buen término de aquella gente; y parte por la conveniencia de tener retirada, y dexar amigos a las espaldas para qualquier accidente que se le ofreciese: y asi se despidió y volvió a embarcar, regalando primero al Cacique y a sus criados con algunas bugerías de Castilla, que siendo de cortisimo valor, llevaban el precio en la novedad. Menos lo estrañáran hoy los Españoles hechos a comprar como diamantes los vidrios estrangeros.

Antonio de Herrera y los que le siguen, o los que escribieron despues, afirman que este Cacique presentó a Grijalva unas armas de oro fino con todas las piezas de que se compone un cumplido arnés, que le armó con ellas diestramente, y que le vinieron tan bien como si se hubieran hecho a su medida: circunstancias notables para omitirlas por los autores mas antiguos. Pudo tomarlo de Francisco Lopez de Gómara, a quien suele refutar en otras noticias; pero Bernal Diaz del Castillo que se halló presente, y Gonzalo Fernandez de Oviedo que escribió por aquel tiempo en la Isla de Santo Domingo, no hacen mencion de estas armas, refiriendo menudamente todas las alhajas que se truxeron de Tabasco. Quede a discrecion del lector la fé que se debe a estos autores, y seanos permitido el referirlo sin hacer desvio a la razon de dudarlo.

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