Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO QUINTO.


CAPÍTULO VIGÉSIMO QUINTO.

Intentan los mexicanos retirarse por la laguna. Pelean sus canoas con los bergantines, para facilitar el escape de Guatimozín: y finalmente se consigue su prision, y se rinde la ciudad.

Llegó el día que señaló Hernan Cortés por último plazo a los ministros de Guatimozin, y al amanecer reconoció Gonzalo de Sandoval que se iban embarcando con grande aceleracion los Mexicanos en fuga las canoas de la ensenada. Puso luego esta novedad en la noticia de Cortés: y juntando los bergantines que tenia distribuidos en diferentes puestos, se fue acercando poco a poco para dar alcance a su artillería. Movieronse al mismo tiempo las canoas enemigas, en que venian los nobles, y casi todos los Cabos principales de la plaza; porque trahian discurrido hacer un esfuerzo grande contra los bergantines, y mantener a todo riesgo el combate, hasta que retirada la persona de su Rey entretanto que duraba esta diversion de sus enemigos, pudiesen apartarse despues a seguirle por diferentes rumbos. Asi lo executaron , acometiendo a los bergantines con tanto ardimiento, que sin detenerse al estrago que hicieron las balas en lo distante, se acercaron muchos a recibir los golpes de las picas y las espadas. Pero al mismo tiempo que duraba el fervor de la batalla, reparó Gonzalo de Sandoval en que iban escapando a toda fuerza de remos seis o siete piraguas por lo mas distante de de la ensenada: y ordenó al Capitan Garcia de Holguín que partiese a darlas caza con el bergantin de su cargo, y procuráse rendirlas con la menor ofensa que fuese posible.

Nombró entre los demás Capitanes a Garcia de Holguín, tanto por lo que fiaba de su valor y actividad, como por la gran ligereza de su bergantin: diferencia que consistiria en el vigor de los remeros, o en haber salido el buque mas obediente a los remos, circunstancias, que suele dar el caso en este género de fábricas. Y él, sin detenerse mas que a tomar la vuelta, y alentar la boga, puso tanto calor en su diligencia, que a breve rato ganó alguna ventaja para volver la proa, y dexarse caer sobre la piragua que iba adelante, y parecia superior a las demas. Pararon todas a un tiempo, soltando los remos al verse acometidas: y los Mexicanos de la primera dixeron a grandes voces, que no se disparáse, porque venia en aquella embarcacion la persona de su Rey (segun lo interpretaron algunos soldados Españoles, que ya sabían algo de su lengua) y para darse a entender mejor, bajaron las armas, adornando el ruego con varias demostraciones de rendidos. Abordó con esto el bergantín, y saltando en la piragua, se arrojaron a la presa Garcia de Holguín y algunos de sus Españoles. Adelantóse a los suyos Guatimozín: y conociendo al Capitan en el semblante de los otros, le dixo: Yo soy tu prisionero, y quiero ir donde me puedes llevar: solo te pido que atiendas al decoro de la Emperatriz y de sus criadas. Pasó luego al bergantín, y dió la mano a su muger, para que subiese á él: tan lejos de la turbacion, que reconociendo a Garcia de Holguín cuidadoso de las otras piraguas, añadió: No tienes que discurrir en esa gente de mi séquito; porque todos se vendrán a morir donde muriere su Príncipe: y a su primer seña dexaron caer las armas, y siguieron el bergantin como prisioneros de su obligacion.

Peleaba entretanto Gonzalo de Sandoval con las canoas enemigas: y se conoció en su resistencia la calidad de la gente que las ocupaba, y el grande asunto de aquella nobleza, que tomó a su cargo la resolucion de facilitar a costa de su sangre la libertad de su Rey. Pero duraron poco en la batalla: porque tuvieron brevemente la noticia de su prision; y pasando en un instante de la turbacion al desaliento, se convirtieron los alaridos militares en clamores y lamentos de mas apagado rumor. No solo se rendian con poca o ninguna resistencia; pero hubo muchos de los nobles que hicieron pretension de pasar a los bergantines, para seguir la fortuna de su Príncipe.

Llegó entonces Garcia de Holguín, despachando primero una canoa en diligencia con el aviso a Cortés, y sin acercarse demasiado al bergantin de Sandoval, le dió, como de paso, cuenta del suceso: y viendole inclinado a encargarse del Gran Prisionero, continuó su viage, temiendo que pasáse a ser orden la primera insinuacion, y se hiciese delito de su obediencia la razon de su repugnancia.

Continuabanse al mismo tiempo los ataques de la muralla dentro de la ciudad: y los Mexicanos, que se ofrecieron a defenderla para divertir por aquella parte a los Españoles, pelearon con admirable constancia y arrojamiento; hasta que sabiendo por sus centinelas el fracaso de las piraguas en que iba Guatimozín, se retiraron atropelladamente, volviendo las espaldas con mas señas de asombrados que de remerosos.

Conocióse luego la causa de aquella novedad, porque llegó entonces el aviso que adelantó Garcia de Holguín: y Hernan Cortés levantando los ojos al cielo, como quien reconocia el origen de su felicidad, mandó luego a los Cabos de su exército que se mantuviesen a vista de las fortificaciones, sin pasar a mayor empeño hasta otra orden: y enviando al mismo tiempo dos compañías de Españoles al surgidero, para que asegurasen la persona de Guatimozín, salió a recibirle cerca de su alojamiento: cuya funcion executó con grande urbanidad y reverencia, en que obraron mas que las palabras las señas exteriores; y Guatimozin correspondió en la misma lengua, procurando esforzar el agrado, para encubrir el despecho.

Quando llegaron a la puerta, se detuvo el acompañamiento, y Guatimozín entró delante con la Emperatriz, afectando que no rehusaba la prision. Sentaronse luego los dos, y él se volvió a levantar para que tomáse Cortés su asiento: tan dueño de sí en estos principios de su adversidad, que reconociendo a los intérpretes por el puesto que ocupaban, rompió la plática, diciendo: ¿Qué aguardas, valeroso Capitan, que no me quitas la vida con ese puñal que trahes al lado? Prisioneros como yo siempre son embarazosos al vencedor. Acaba conmigo de una vez, y tenga yo la dicha de morir a tus manos, ya que me ha faltado la de morir por mi patria.

Quisiera proseguir, pero se dió por vencida su constancia, y dixo lo demás el llanto, llevandose trás sí las cláusulas de la voz, y la resistencia de los ojos. Siguióle con menos reserva la Emperatriz: y Hernan Cortés necesitó de negarse a las instancias de su piedad, para no enternecerse. Pero dexando algun tiempo al desahogo de ambos Príncipes, respondió a Guatimozin: Que no era su prisionero, ni habia caido en semejante indignidad su grandeza, sinó prisionero de un Príncipe tan poderoso, que no tenia superior en todo el orbe de la tierra; y tan benigno, que de su real clemencia podia esperar no solamente la libertad que habia perdido, sinó el Imperio de sus mayores, mejorado con el título de su amistad: que por el tiempo que tardáse la noticia de sus órdenes, sería respetado y servido entre los Españoles de manera que no le hiciese falta la obediencia de sus Mexicanos. Y quiso pasar a consolarle con algunos exemplos de coronas infelices; pero estaba muy tierno el dolor para sufrir los remedios, y temió la empresa de reducirle sin mortificarle: porque no se hicieron los consuelos para Reyes desposeidos; ni era facil buscar la conformidad en el ánimo, quando faltaba Dios en el entendimiento.

Era Guatimozín mozo de veinte y tres a veinte y quatro años, tan valeroso entre los suyos, que de esta edad se halló graduado con las hazañas y victorias campales, que habilitaban a los nobles para subir al Imperio. El talle de bien ordenada proporcion: alto sin descaecimiento, y robusto sin deformidad. El color tan inclinado a la blancura, o tan lejos de la obscuridad, que parecia estrangero entre los de su nacíon. El rostro, sin faccion que hiciese disonancia entre las demás, daba señas de la fiereza interior: tan enseñado a la estimacion agena, que aun estando afligido, no acababa de perder la magestad. La Emperatriz (que sería de la misma edad) se hacia reparar por el garbo y el espíritu con que mandaba el movimiento y las acciones; pero su hermosura, mas varonil que delicada, pareciendo bien a la primera vista, duraba menos en el agrado que en el respeto de los ojos. Era sobrina del Gran Motezuma, o segun otros, su hija: y quando lo supo Hernan Cortés, repitió sus ofrecimientos, dandose por nuevamente obligado a reconocer en su persona lo que veneraba la memoria de aquel Príncipe. Pero le tenia cuidadoso la necesidad de volver a su exército, para que se acabáse de rendir aquella parte de la ciudad que ocupaban los enemigos: y cortando la conversacion, se despidió cortesanamente de sus dos prisioneros. Dexólos a cargo de Gonzalo de Sandoval, con la guardia que pareció suficiente: y antes de partir le avisaron que le llamaba Guatimozin, cuyo intento fue interceder por sus vasallos. Pidióle con todo encarecimiento: Que no los maltratáse, ni ofendiese; pues bastaria para rendirlos la noticia de su prision. Y estaba tan en sí, que conoció a lo que se apartaba Hernan Cortés: cabiendo entre sus congojas este notable cuidado, verdaderamente digno de ánimo real. Y aunque le ofreció cuidar de que se hiciese todo buen pasage, dispuso tambien que le acompañáse uno de sus ministros: mandando por este medio a la gente de guerra, y al resto de sus vasallos, que obedeciesen al Capitan de los Españoles, pues no era justo provocar a quien le tenia en su poder, ni dexar de conformarse con el decreto de sus dioses.

Estaba el exército en la misma disposicion que le dexo Cortés, sin que se hubiese ofrecido novedad: porque los enemigos, que se retiraron al primer asombro en que los puso la prision de su Rey, se hallaban sin aliento para defenderse, y sin espíritu para capitular en la forma de rendirse. Entró delante a verse con ellos el ministro de Guatimozín: y apenas les intimó la orden que llevaba, quando se acomodaron a lo que deseaban, haciendo que obedecían.

Ajustóse por la misma interposicion de aquel ministro, que saliesen desarmados, y sin llevar Indios de carga: lo qual executaron tan apresuradamente, que ocuparon poco tiempo en la salida. Hizo admiracion el número de la gente militar que tenian despues de tantas pérdidas. Cuidóse mucho de que no se les hiciese molestia, ni mal pasage: y eran tan respetadas las órdenes de Cortés, que no se oyó una voz descompuesta entre aquellos confederados, que tanto los aborrecian.

Entro despues el exercito a reconocer por aquella parte lo último de la ciudad; y solo se hallaron lágrimas y miserias, que hacian horror a la vista, y miedo a la consideracion: impedidos y enfermos, que no pudieron seguir a los demás, y algunos heridos, que pretendian la muerte, acusando la piedad de sus enemigos. Pero nada fue de mayor espanto a los Españoles que unos patios y casas yermas, donde iban amontonando los cuerpos de la gente principal que moria peleando, para celebrar despues sus exequias: de que resultaba un olor intolerable, que atemorizaba la respiracion: y a la verdad, tenia poco menos que inficionado el ayre, cuyo rezelo apresuro a retirada. Y Hernan Cortés, señalando sus quarteles a Gonzalo de Sandoval y a Pedro de Alvarado fuera de aquel parage sospechoso, y dadas las órdenes que parecieron convenientes, se retiró con sus prisioneros a Cuyoacán, llevando consigo el trozo de Christoval de Olid, entretanto que se limpiaba de aquellos horrores la ciudad, donde volvió dentro de pocos dias, para tratar de lo que parecía necesario en orden a mantener lo conquistado, y atender a las demás prevenciones y cuidados, que ya se venian al discurso como conseqüencias de aquella felicidad.

Sucedió la prision de Guatimozin, y la total ocupacion de México, a trece de Agosto en el año de mil y quinientos y veinte y uno, dia de San Hypolito, en cuya memoria celebra hoy aquella ciudad la fiesta de este insigne Martyr, con titulo de Patron. Duró el sitio noventa y tres dias: en cuyos varios accidentes, prósperos y adversos, se deben igualmente admirar el juicio, la constancia y el valor de Cortés: el esfuerzo infatigable de los Españoles: la conformidad y la obediencia de las naciones amigas: concediendo a los Mexicanos la gloria de haber asistido a su defensa, y a la de su Rey, hasta la última obligacion del espíritu y de la paciencia.

Preso Guatimozín, y rendida la ciudad, cabeza de aquel vasto dominio, vinieron a la obediencia, primero los Príncipes Tributarios, y despues los Confinantes: unos a la opinion, y otros a la diligencia de las armas: y se formó en breve tiempo aquella gran Monarquía, que mereció el nombre de Nueva España: debiendo el Máximo Emperador Carlos Quinto a Fernando Cortés, no menos que otra corona digna de sus Reales sienes. ¡Admirable Conquista, y muchas veces ilustre Capitan! de aquellos que producen tarde los siglos, y tienen raros exemplos en la Historia.

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