Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO QUINTO.


CAPÍTULO VIGÉSIMO PRIMERO.

Pasa Hernan Cortés a reconocer los trozos de su ejército en las tres calzadas de Cuyoacán, Iztapalápa y Tacúba, y en todas fue necesario el socorro de los bergantines: dexa quatro a Gonzalo de Sandoval, quatro a Pedro de Alvarado, y él se recoge a Cuyoacán con los cinco restantes.

Eligió parage cerca de Tezcúco donde pasar la noche, y atender al descanso de la gente con alguna seguridad; pero al amanecer, quando se disponian los bergantines para tomar el rumbo de Iztapalápa, se descubrió un grueso considerable de canoas, que navegaban aceleradamente la vuelta de Cuyoacan: con que parecio conveniente ir primero con el socorro a la parte amenazada. No fue posible dar alcance a la flota enemiga; pero se llegó poco despues, y a tiempo que se hallaba Christoval de Olid empeñado en la calzada, y reducido a pelear por la frente con los enemigos que la defendian, y por los costados con las canoas que llegaron de refresco, en términos de retirarse, perdiendo la tierra que se habia ganado.

Enseñó la necesidad a los Mexicanos qüanto pudiera el arte de la guerra, para defender el paso de las calzadas. Tenian levantados ázia la parte de la ciudad los puentes de aquellos ojos o cortaduras donde perdian su fuerza las avenidas o crecientes de la laguna: y aplicando algunas vigas y tablones por la espalda, para subir en hileras sucesivas a dar la carga por lo alto, dexaban a trechos formadas unas trincheras con foso de agua, que impedian y dificultaban los avances. Este género de fortificacion habian hecho en las tres calzadas por donde amenazó la invasion de los Españoles: y en todas se discurrió casi lo mismo para vencer esta dificultad. Peleaban los arcabuces y ballestas contra los que se descubrian por lo alto de la trinchera, entretanto que pasaban de mano en mano las pagínas para cegar el foso: y despues se acercaba una pieza de artillería, que a pocos golpes desembarazaba el paso, barriendo el trozo siguiente de la calzada con los mismos fragmentos de su fortificacion.

Tenia ganado Christoval de Olid el primer foso quando llegaron las canoas enemigas: pero al descubrir los bergantines, huyeron a toda fuerza de remos las de aquella banda, peligrando solamente las que pudo encontrar el alcance de la artillería. Y porque no dexaban de pelear las que, a su parecer, estaban seguras de la otra parte, mandó Hernan Cortés ensanchar el foso de la retaguardia, para dar paso a tres o quatro bergantines: de cuya primera vista resultó la fuga total de las canoas; y los enemigos que defendian la puente inmediata, viendose descubiertos a las baterías de agua y tierra, se recogieron desordenadamente al último reparo vecino a la ciudad.

Descansó la gente aquella noche sin desamparar el avance de la calzada: y al amanecer se prosiguió la marcha con poca o ninguna oposicion, hasta que llegando a la última puente, que desembocaba en la ciudad, se halló fortificada con mayores reparos, y atrincheradas las calles que se descubrian, con tanto número de gente a su defensa, que llegó a parecer aventurada la faccion; pero se conoció la dificultad despues del empeño: y no era conveniente retroceder sin algun escarmiento de los enemigos. Jugaron su artillería los bergantines, haciendo miserable destrozo en las bocas de las calles, entretanto que trabajaba Christoval de Olid en cegar el foso, y romper las fortificaciones de la calzada. Lo qual executado, se arrojó a los enemigos que las defendian, haciendo lugar con su vanguardia para que saliesen a tierra las naciones de su cargo. Acercaronse al mismo tiempo las tropas de la ciudad al socorro de los suyos, y fue valerosa por todas partes su resistencia; pero a breve rato perdieron alguna tierra: y Hernan Cortés, que no pudo sufrir aquella lentitud con que se retiraban, saltó en la ribera con treinta Españoles, y dió tanto calor al avance, que tardaron poco los enemigos en volver las espaldas, y se ganó la calle principal de México, huyendo por aquella parte hasta la gente que ocupaba los terrados.

Tropezóse luego con otra dificultad; porque los Mexicanos que iban huyendo, habian ocupado un adoratorio poco distante de la entrada, en cuyas torres, gradas y cerca exterior, se descubria tanto número de gente, que parecia un monte de armas y plumas todo el edificio. Desafiaban a los Españoles con la voz tan entera como si acabáran de vencer: y Hernan Cortés, no sin alguna indignacion de ver en ellos el orgullo tan cerca de la cobardía, mandó traher de los bergantines tres o quatro piezas de artillería, cuyo primer estrago les dió a conocer su peligro: y brevemente fue necesario baxar la puntería contra los que iban huyendo a lo interior de la ciudad. Quedó sin enemigos todo aquel parage, porque los que peleaban desde las azuteas y ventanas, se movieron al paso que los demás; con que avanzó el exército, y se ganó el adoratorio sin contradicion.

Fue grande la pérdida de gente que hicieron este dia los Mexicanos. Entregaronse al fuego los ídolos, cuyos horribles simulacros sirvieron de luminarias al suceso: y Hernan Cortés quedó satisfecho de haber puesto los pies dentro de la ciudad. Y hallando el adoratorio capaz de mas que ordinaria defensa, no solo determino alojar su exercito en él aquella noche, pero tuvo sus impulsos de mantener aquel puesto, para estrechar el sitio, y tener adelantado el quartel de Cuyoacán. Pensamiento que participó a sus Capitanes, con los motivos que le dictaba entonces la primera inclinacion de su discurso; pero todos a una voz le representaron: Que no sabiendo el estado en que tenian sus entradas Gonzalo de Sandoval, y Pedro de Alvarado, sería temeridad exponerse a perder el paso de la calzada, y con él la esperanza de los víveres y municiones de que necesitaban para conservarse. Que su conduccion no se debia fiar de los bergantines: porque no cabiendo en las acequias de aquel parage, necesitarian de hacer su desembarco en bastante distancia, para que no fuese posible recibirlos ni transportarlos sin disponerse a una batalla para cada socorro. Que los trozos del exército debian caminar a un mismo paso en sus ataques, para dividir las fuerzas del enemigo, y darse la mano hasta en el tiempo de aquartelarse dentro de la ciudad. Y finalmente, que las disposiciones resueltas con parecer de todos los Cabos sobre la forma de gobernar el sitio de México, no se debian alterar sin madura consideracion, ni entrar en aquel empeño voluntario sin mas causa que dar sobrado credito a la victoria de aquel dia; no siendo totalmente seguras las conseqüencias de los buenos sucesos, que a manera de lisonjas solían muchas veces engañar la cordura, deleytando la imaginacion. Conoció Hernan Cortés que le aconsejaban lo mas conveniente, por ser una e sus mejores prendas la facilidad con que solía desenamorarse de sus dictamenes, para enamorarse de la razon: y se retiró la mañana siguiente a Cuyoacán, llevando a sus dos lados la escolta de los bergantines, con que no se atrevieron los enemigos a inquietar la marcha.

Pasó el mismo dia a Iztapalápa, donde halló a Gonzalo de Sandoval en términos de perderse. Habia ocupado los edificios de la tierra, y alojado su exército, poniendose lo mejor que pudo en defensa; pero los enemigos que se recogieron a la parte del agua, procuraban ofenderle desde sus canoas. Hizo considerable daño en las que se acercaban: arruinó algunas casas: rompió dos o tres socorros de México, que intentaron atacarle por tierra: y aquel dia, porque los enemigos habian desamparado una casa grande que distaba poco de la tierra, se resolvió a ocuparla, para mejorarse y desviar las ofensas de su quartel. Facilitó el paso con algunas fagínas arrojadas al agua, y entró a executarlo con parte de su gente; pero apenas lo consiguió, quando avanzaron las canoas que tenian puestas en zelada, llevando consigo tropas de nadadores que deshiciesen el camino de la retirada: por cuyo medio consiguieron el sitiarle por todas partes, ofendiendole al mismo tiempo desde los terrados y ventanas de las casas vecinas.

En este conflicto se hallaba quando llegó Hernan Cortés; y descubriendo aquella multitud de canoas en las calles de agua que miraban a la parte de México, dió calor a la boga, y empezó a jugar su artillería con tanto efecto, que asi por el daño que hicieron las balas, como por el miedo que tenian á los bergantines, huyeron todas a un tiempo con ansia de salir a la laguna por las calles mas retiradas, y con tanto desorden, que cargando en ellas la gente de los terrados, se fueron muchas a pique, y las demás vinieron a caer en el lazo de los bergantines, buscando con la fuga el peligro que procuraban evitar. Hicieron este dia los Mexicanos una pérdida que pudo suponer algo en el menoscabo de sus fuerzas: y reconociendose despues aquella parte de la ciudad que tenian ocupada, se hallaron algunos prisioneros, y bastante despojo; no tanto para la riqueza, como para la recreacion de los soldados. Conoció Hernan Cortés a vista de las dificultades que habia experimentado Gonzalo de Sandoval en Iztapalapa, que no era posible poner en operacion el trozo de su cargo, ni usar de la calzada sin deshacer enteramente aquel abrigo de las canoas Mexicanas, arruinando la media ciudad; (detencion que sería dañosa para el estado que tenian las demás entradas) y determinó que se desamparáse por entonces aquel puesto, y pasáse Gonzalo de Sandoval con su gente a ocupar el de Tepeaquilla, donde habia otra calzada mas estrecha para los ataques; pero de mayor utilidad para impedir los socorros del enemigo, que (segun los avisos antecedentes) introducia por aquel parage los viveres de que ya necesitaba. Executóse luego esta resolucion, y marchó la gente por tierra, siguiendo la misma costa los bergantines, hasta que se ocupó el nuevo quartel: y hecho el alojamiento con poco embarazo, porque se halló despoblado el lugar, navegó Hernan Cortes la vuelta de Tacúba.

Halló desamparada esta ciudad Pedro de Alvarado; con que tuvo menos que vencer para dar principio a sus entradas. Executó algunas con varios sucesos, batiendo reparos, y cegando fosos, de la misma forma que se gobernaba en las suyas Christoval de Olid: y aunque hizo muy considerable daño a los enemigos, y alguna vez se adelantó hasta poner fuego en las primeras casas de México, le habian muerto, quando llegó Hernan Cortés, ocho Españoles, pérdida, en que se mezcló el sentimiento con los aplausos de su valor.

Consideró Hernan Cortés que no le salia bien la cuenta de sus disposiciones, porque se iba reduciendo el sitio de México a este género de acometimientos y retiradas: guerra, en que se gastaban los dias, y se aventuraba la gente sin ganancia que pasáse de hostilidad, ni mereciese nombre de progreso. El camino de las calzadas tenia suma dificultad con aquellos fosos y reparos que volvian los Mexicanos a fortificar todos los dias, y con aquella persecucion de las canoas, cuyo número excesivo cargaba siempre a la parte que desabrigaban los bergantines: y uno y otro pedia nuevos medios que facilitasen la empresa.

Mandó entonces que cesasen las entradas hasta otra orden, y puso la mira en prevenirse de canoas que le asegurasen el dominio de la laguna: para cuyo efecto envió personas de satisfaccion a conducir las que hubiese de reserva en las poblaciones amigas; con las quales, y con las que vinieron de Tezcúco y Chalco, se juntó un grueso, que puso en nuevo cuidado al enemigo. Dividiólas en tres cuerpos: y formando su guarnicion de aquellos Indios que sabian manejarlas, nombró Capitanes de su Nacion que las gobernasen por esquadras; y con este refuerzo, repartido entre los bergantines, envió quatro a Gonzalo de Sandoval, quatro a Pedro de Alvarado, y él paso con los cinco restantes a incorporarse con el Maestre de Campo Christoval de Olid.

Repitieronse desde aquel día las entradas con mayor facilidad, porque faltaron totalmente las ofensas que mas embarazaban: y Hernan Cortés ordenó al mismo tiempo, que los bergantines y canoas rondasen la laguna, y corriesen el distrito de las tres calzadas, para impedir los socorros de la ciudad: por cuyo medio se hicieron repetidas presas de las embarcaciones que intentaban pasar con bastimentos y barriles de agua; y se tuvo noticia del aprieto en que se hallaban los sitiados. Christoval de Olid llegó algunas veces a poner en ruina los burgos, o pnmeras casas de la ciudad: Pedro de Alvarado y Gonzalo de Sandoval hacian el mismo daño en sus ataques: con lo qual, y con los buenos sucesos de aquellos dias, mudaron de semblante las cosas: concibió el exército nuevas esperanzas; y hasta los soldados menores facilitaban la empresa, entrando en las ocasiones con aquel género de alegre solicitud, semejante al valor, que suele hacer atrevidos a los que llevan la victoria en la imaginacion, porque tuvieron la suerte de hallarse alguna vez entre los vencedores.

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