Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO SEGUNDO.


CAPÍTULO DÉCIMONOVENO.

Sosiega Hernan Cortes la nueva turbacion de su gente. Los de Tlascála tienen por encantadores a los Españoles: consultan sus adivínos, y por su consejo los asaltan de noche en su quartel.

Iba tomando cuerpo la inquietud de los mal contentos; y no bastando a reducirlos la diligencia de los Capitanes, ni el contrario sentir de la gente de obligaciones, fue necesario que Hernan Cortés sacáse la cara, y tratáse de ponerlos en razon. Para cuyo efecto mandó que se juntasen en la plaza de armas todos los Españoles con pretexto de tomar acuerdo sobre el estado presente de las cosas: y acomodando cerca de sí a los mas inquietos, especie de favor en que iba envuelta la importancia de que le oyesen mejor: Poco tenemos (dixo) que discurrir en lo que debe obrar nuestro exército, vencidas en poco tiempo dos batallas, en que se ha conocido igualmente vuestro valor, y la flaqueza de vuestros enemigos: y aunque no suele ser el último afan de la guerra el vencer, pues tiene sus dificultades el seguir la victoria, y debemos todavia recatarnos de aquel género de peligros, que andan muchas veces con los buenos sucesos como pensiones de la humana felicidad; no es este, amigos, mi cuidado: para mayor duda necesito de vuestro consejo. Dicenme que algunos de nuestros soldados vuelven a desear, y se aníman a proponer que nos retiremos. Bien creo que fundarán este dictamen sobre alguna razon aparente; pero no es bien que punto de tanta importancia se tráte a manera de murmuracion. Decid todos libremente vuestro sentir: no desautoriceis vuestro zelo tratandole como delito: y para que discurramos todos sobre lo que conviene a todos, considerese primero el estado en que nos hallamos, y resuelvase de una vez algo que no se pueda contradecir. Esta jornada se intentó con vuestro parecer, y pudiera decir con vuestro aplauso: nuestra resolucion fue pasar a la corte de Motezurna: todos nos sacrificamos a esta empresa por nuestra religion, por nuestro Rey, y despues por nuestra honra y nuestras esperanzas. Esos Indios de Tlascála, que intentaron oponerse a nuestro designio con todo el poder de su República y confederaciones, estan ya vencidos y desbaratados. No es posible, segun las reglas naturales, que tarden mucho en rogarnos con la paz, ó cedernos el paso. Si esto se consigue, ¿cómo crecerá nuestro credito? ¿dónde nos pondrá la aprehension de estos bárbaros, que hoy nos coloca entre sus dioses? Motezuma, que nos esperaba cuidadoso, como se ha conocido en la repeticion y artificio de sus embajadas, nos ha de mirar con mayor asombro, domados los Tlascaltécas, que son los valientes de su tierra, y los que se mantienen con las armas fuera de su dominio. Muy posible será que nos ofrezca partidos ventajosos, temiendo que nos coliguemos con sus rebeldes; y muy posible, que esta misma dificultad que hoy experimentamos, sea el instrumento de que se vale Dios para facilitar nuestra empresa, probando nuestra constancia: que nó ha de hacer milagros con nosotros, sin servirse de nuestro corazon y nuestras manos. Pero si volvemos las espaldas (y serémos los primeros a quien desanimen las victorias) perdióse de una vez la obra y el trabajo. ¿Qué podemos esperar? ¿o qué no debemos temer? Esos mismos vencidos, que hoy estan amedrentados y fugitivos, se han de animar con nuestro desaliento, y dueños de los atajos y asperezas de la tierra, nos han de perseguir y deshacer en la marcha. Los Indios amigos, que sirven a nuestro lado contentos y animosos, se han de apartar de nuestro exército, y procurar escaparse a sus tierras, publicando en ellas nuestro vituperio. Los Zempoales y Totonaques, nuestros confederados, que son el unico refugio de nuestra retirada, han de conspirar contra nosotros, perdido el gran concepto que tenian de nuestras fuerzas. Vuelvo a decir, que se considere todo con maduro consejo, y midiendo las esperanzas que abandonamos con los peligros a que nos exponemos, propongais y delibereis lo que fuere mas conveniente; que yo dexo toda su libertad a vuestro discurso: y he tocado estos inconvenientes, mas para disculpar mi opinion, que para defenderla. Apenas acabó Hernan Cortés su razonamiento, quando uno de los soldados inquietos, conociendo la razon, levantó la voz, diciendo a sus parciales: Amigos, nuestro Capitan pregunta lo que se ha de hacer; pero enseña preguntando: ya no es posible retirarnos sin perdernos.

Dieronse los demás por convencidos, confesando su error: aplaudió su desengaño el resto de la gente, y se resolvió por aclamacion que se prosiguiese la empresa: quedando enteramente remediada por entonces la inquietud de aquellos soldados que apetecian el descanso de la Isla de Cuba, cuya sinrazon fue una de las dificultades que mas trabajaron el ánimo, y exercitaron la constancia de Cortés en esta jornada.

Causó raro desconsuelo en Tlascála esta segunda rota de su exercito. Todos andaban admirados y confusos. El pueblo clamaba por la paz: los magnátes no hallaban camino de proseguir la guerra: unos trataban de retirarse a los montes con sus familias: otros decian que los Españoles eran deidades, inclinandose a que se les diese la obediencia con circunstancias de adoracion. Juntaronse los Senadores para tratar del remedio: y empezando a discurrir por su mismo asombro, confesaron todos que las fuerzas de aquellos estrangeros no parecian naturales; pero no se acababan de persuadir a que fuesen dioses, teniendo por ligereza el acomodarse a la credulidad del vulgo; antes vinieron a recaer en el dictamen de que se obraban aquellas hazañas de tanta maravilla por arte de encantamento: resolviendo que se debia recurrir a la misma ciencia para vencerlos, y desarmar un encanto con otro. Llamaron para este fin a sus magos y agoreros, cuya ilusoria facultad tenia el demonio muy introducida, y no menos venerada en aquella tierra. Comunicóseles el pensamiento del Senado, y ellos asintieron a él con misteriosa ponderacion; y dando a entender que sabian la duda que se les habia de proponer, y que trahian estudiado el caso de prevencion, dixeron : Que mediante la observacion de sus círculos y adivinaciones, tenian ya descubierto y averiguado el secreto de aquella novedad; y que todo consistia en que los Españoles eran hijos del sol, producidos de su misma actividad en la madre tierra de las regiones orientales: siendo su mayor encantamiento la presencia de su padre, cuya fervorosa influencia les comunicaba un género de fuerza superior a la naturaleza humana, que los ponia en términos de inmortales. Pero que al trasponer por el occidente, cesaba la influencia, y quedaban desalentados y marchitos como las hierbas del campo, reduciendose a los límites de la mortalidad como los otros hombres: por cuya consideracion convendria embestidos de noche, y acabar con ellos antes que el nuevo sol los hiciese invencibles.

Celebraron mucho aquellos padres conscriptos la gran sabiduría de sus magos, dandose por satisfechos de que habian hallado el punto de la dificultad, y descubierto el camino de conseguir la victoria. Era contra el estílo de aquella tierra el pelear de noche; pero como los casos nuevos tienen poco respeto a la costumbre, se comunicó a Xicotencál esta importante noticia, ordenandole que asaltáse, despues de puesto el sol, el quartel de los Españoles, procurando destruirlos y acabados antes que volviesen al oriente. Y él empezó a disponer su faccion, creyendo, con alguna disculpa, la impostura de los magos, porque llegó a sus oídos autorizada con el dictamen de los Senadores.

En este medio tiempo tuvieron los Españoles diferentes rencuentros de poca conseqüencia: dexaronse ver en las eminencias vecinas al quartel algunas tropas del enemigo, que huyeron antes de pelear, o fueron rechazadas con pérdida suya. Hicieronse algunas salidas a poner en contribucion los pueblos cercanos, donde se hacia buen pasage a los vecinos, y se ganaban voluntades y bastimentos. Cuidaba mucho Hernan Cortés de que no se relaxáse la disciplina y vigilancia de su gente con el ocio del alojamiento. Tenia siempre sus centinelas a lo largo: hacianse las guardias con todo el rigor militar: quedaban de noche ensillados los caballos con las bridas en el arzon; y el soldado que se aliviaba de las armas, o reposaba en ellas mismas, o no reposaba. Puntualidades que solo parecen demasiadas a los negligentes, y que fueron entonces bien necesarias; porque llegando la noche destinada para el asalto que tenian resuelto los de Tlascála, reconocieron las centinelas un grueso del enemigo que venía marchando la vuelta del alojamiento con espacio y silencio fuera de su costumbre. Pasó la noticia sin hacer ruido; y como cayó este accidente sobre la prevencion ordinaria de nuestros soldados, se coronó brevemente la muralla, y se dispuso con facilidad todo lo que pareció conveniente a la defensa.

Venía Xicotencál muy embebido en la fé de sus agoreros, creyendo hallar desalentados y sin fuerzas a los Españoles, y acabar su guerra sin que lo supiese el sol; pero trahia diez mil guerreros, por si no se hubiesen acabado de marchitar. Dexaronle acercar los nuestros sin hacer movimiento: y él dispuso que se atacáse por tres partes el quartel, cuya orden executaron los Indios con presteza y resolucion; pero hallaron sobre sí tan poderosa y no esperada resistencia, que murieron muchos en la demanda, y quedaron todos asombrados con otro género de temor hecho de la misma seguridad con que venian. Conoció Xicotencál, aunque tarde, la ilusion de sus agoreros, y conoció tambien la dificultad de su empresa; pero no se supo entender con su ira y con su corazon: y asi ordenó que se embistiese de nuevo por todas partes, y se volvió al asalto, cargando todo el grueso de su exército sobre nuestras defensas. No se puede negar a los Indios el valor con que intentaron este género de pelear, nuevo en su milicia, por la noche, y por la fortificacion. Ayudabanse unos a otros con el hombro y con los brazos para ganar la muralla, y recibian las heridas, haciendolas mayores con su mismo impulso, o cayendo los primeros, sin escarmiento de los que venian detrás. Duró largo rato el combate, peleando contra ellos tanto como nuestras armas su mismo desorden, hasta que desengañado Xicotencál de que no era posible a sus fuerzas lo que intentaba, mandó que se hiciese la seña de recoger, y trató de retirarse. Pero Hernan Cortés, que velaba sobre todo, luego que reconoció su flaqueza, y vió que se apartaban atropelladamente de la muralla, echó fuera parte de su infantería, y todos los caballos, que tenia ya prevenidos con pretales de cascabeles, para que avultasen mas con el ruido y la novedad: cuyo repentino asalto puso en tanto pavor a los Indios, que solo trataron de escapar sin hacer resistencia. Dexaron considerable número de muertos en la campaña, con algunos heridos que no pudieron retirar; y de los Españoles quedaron solo heridos dos o tres soldados, y muerto uno de los Zempoales. Suceso que pareció tambien milagroso, considerada la multitud inumerable de flechas, dardos y piedras que se hallaron dentro del recinto: y victoria, que por su facilidad y poca costa se celebró con particular demostracion de alegria entre los soldados; aunque no sabian entonces quánto les importaba el haber sido valientes de noche, ni la obligacion en que estaban a los magos de Tlascála: cuyo desvarío sirvió tambien en esta obra, porque levantó a lo sumo el credito de los Españoles, y les facilitó la paz, que es el mejor fruto de la guerra.

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