Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO TERCERO.


CAPÍTULO DÉCIMOSEXTO.

Dase noticia de las grandes riquezas de Motezuma, del estilo con que se administraba la hacienda, y se cuidaba de la justicia: con otras particularidades del gobierno politico y militar de los Mexicanos.


Era Príncipe tan rico Motezuma, que no solo podia sustentar los gastos y delicias de su corte; pero mantenia continuamente dos o tres exércitos en campaña para sujetar sus rebeldes, o cubrir sus fronteras; y sobraba caudal opulento de que se formaban sus tesoros. Daban grande utilidad a la corona las minas de oro y plata, las salinas, y otros derechos de antigua introduccion; pero el mayor capital de las rentas reales se componia de las contribuciones de los vasallos, cuya imposicion creció con exorbitancia en tiempo de Motezuma. Todos los hombres llanos de aquel vasto y populoso dominio pagaban de tres uno al Rey de sus labranzas y grangerias: los oficiales debian el tercio de las manifacturas: los pobres conducian sin estipendio los géneros que se remitian a la corte, o reconocian el vasallage con otro servicio personal.

Andaban por el Reyno diferentes audiencias, que con el auxllio de las justicias ordinarias, iban cobrando y remitiendo los tributos. Dependian estos ministros del tribunal de hacienda que residia en la corte, obligados a dar cuenta por menor de lo que producian sus distritos; y se castigaban con pena de la vida sus fraudes o sus descuidos, de que resultaba mayor violencia en las cobranzas: porque se miraban como igual delito en el executor la piedad y el latrocinio.

Eran grandes los clamores de los pueblos, y no los ignoraba Motezuma; pero solia poner entre los primores de su gobierno la opresion de sus vasallos: diciendo muchas veces que conocia su mala inclinacion, y que necesitaban de aquella carga para su misma quietud, porque no los pudiera sujetar si los dexára enriquecer. Grande hombre de buscar pretextos y colores que hiciesen el oficio de la razon. Los lugares vecinos a la ciudad daban gente para las obras reales, proveían de leña el palacio, y pagaban otras pensiones a costa de sus comunidades.

Los nobles contribuian con asistir a las guardias, acudian con sus vasallos a los exércitos, y hacian contínuos presentes al Rey, que se recibian como dádivas, sin perder el nombre de obligacion. Habia diferentes depositarios y tesoreros donde paraban los géneros que procedian de las contribuciones: y el tribunal de hacienda libraba en ellos todo lo necesario para el gasto de las casas reales, y provisiones de la guerra; y cuidaba de que se fuese beneficiando lo que sobraba, para guardarlo en el tesoro principal, reducido a géneros durables, y particularmente a piezas de oro, cuyo valor conocian y estimaban, sin que la copia llegase a envilecerle; antes le apetecian y guardaban los poderosos, o bien fuese por la nobleza y hermosura del metal, o porque nació destinado a la codicia mas que a la necesidad de los hombres.

Tenian los Mexicanos dispuesto y organizado su gobierno con notable concierto y armonía. Demás del consejo de hacienda, que corria, como hemos dicho, con las dependencias del patrimonio real, habia consejo de justicia, donde venian las apelaciones de los tribunales inferiores: consejo de guerra, donde se cuidaba de la formacion y asistencias de los exércitos: y consejo de estado, que se hacia las mas veces en presencia del Rey, donde se trataban los negocios de mayor peso. Habia tambien jueces del comercio y del abasto, y otro género de ministros como Alcaldes de corte que rondaban la ciudad, y perseguian los delinqüentes. Trahian sus varas ellos y con sus alguaciles para ser conocidos por la insignia del oficio, y tenian su tribunal donde se juntaban a oir las partes, y determinar los pleytos en primera instancia. Los juicios eran sumarios y verbales: el actor y el reo comparecian con su razon y sus testigos, y el pIeyto se acababa de una vez, durando poco mas si era materia de recurso a tribunal superior. No tenian leyes escritas; pero se gobernaban por el estÍlo de sus mayores, supliendo la costumbre por la ley, siempre que la voluntad del Príncipe no alteraba la costumbre. Todos estos consejos se componian de personas experimentadas en los cargos de la paz y de la guerra: y el de estado, superior a todos los demás, se formaba de los Electores del Imperio, a cuya dignidad ascendian los Príncipes ancianos de la sangre Real: y quando se ofrecia materia de mucha consideracion, eran llamados al consejo los Reyes de Tezcuco y Tacuba, principales Electores, a quien tocaba por succesion esta prerogativa. Los quatro primeros vivian en palacio, y andaban siempre cerca del Rey, para darle su parecer en lo que se ofrecia, y autorizar con el pueblo sus resoluciones.

Cuidaban del premio y del castigo con igual atencion. Eran delitos capitales el homicidio, el hurto, el adulterio, y qualquier leve desacato contra el Rey o contra la religion. Las demás culpas se perdonaban con facilidad, porque la misma religion desarmaba la justicia permitiendo las iniquidades. Castigábase tambien con pena de la vida la falta de integridad en los ministros, sin que se diese culpa venial en los que servían oficio público: y Motezuma puso en mayor observancia esta costumbre, haciendo exquisitas diligencias para saber cómo procedían, hasta examinar su desinterés con algunos regalos ofrecidos por mano de sus confidentes; y el que faltaba en algo a su obligacion, moria por ello irremisiblemente: severidad que merecía Príncipe menos bárbaro, y República mejor acostumbrada. Pero no se puede negar a los Mexicanos que tuvieron algunas virtudes morales, y particularmente la de procurar que se administráse con rectitud aquel género de justicia que llegaron a conocer, bastante a deshacer los agravios, y a mantener la sociedad entre los suyos: porque no dexaban de conservar entre sus abusos y bestialidades algunas luces de aquella primitiva equidad que dió a los hombres la naturaleza, quando faltaban las leyes, porque se ignoraban los delitos.

Una de las atenciones mas notables de su gobierno era el cuidado con que se trataba la educacion de los muchachos, y el desvelo con que iban formando y reconociendo sus inclinaciones. Tenian escuelas públicas para la enseñanza de la gente popular, y otros colegios o seminarios de mayor providencia y aparato donde se criaban los hijos de los nobles: perseverando en ellos desde la tierna edad, hasta que salian capaces de hacer su fortuna, o seguir su inclinacion. Habia maestros de niñez, adolescencia y juventud, que tenian autoridad y estimacion de ministros; y no sin fundamento, pues cuidaban de aquellos rudimentos y exercicios que aprovechaban despues a la República. Alli los enseñaban a descifrar los caractéres y figuras de que se componian sus escritos, y los hacian tomar de memoria las canciones historiales en que se contenian los hechos de sus mayores, y las alabanzas de sus dioses. Pasaban despues a otra clase, donde se aprendia la modestia y la cortesia, y dicen que hasta la compostura en el andar. Eran de mayor suposicion estos segundos preceptores, porque tenian a su cargo las costumbres de aquella edad, en que se dexan corregir los defectos y quebrantar las pasiones.

Despiertos ya, y crecidos en este género de sujecion y enseñanza, pasaban a la tercera clase, donde se habilitaban en exercicios mas robustos: probaban las fuerzas en el peso y la lucha, competian unos con otros en el salto y la carrera, y se enseñaban a manejar las armas, esgrimir el montante, despedir el dardo, y dar impulso y certidumbre a la flecha: hacianlos sufrir la hambre y la sed; y tenian sus ratos de resistir a las inclemencias del tiempo, hasta que volvian hábiles y endurecidos a la casa de sus padres, para ser aplicados, segun la noticia que daban los maestros de su inclinacion, al gobierno político, al exercicio militar, o al sacerdocio: tres caminos en que podia elegir la gente noble, poco diferentes en la estimacion, aunque precedia el de la guerra, por ser mayores sus ascensos.

Habia tambien otros colegios de matronas dedicadas al culto de los templos, donde se criaban las doncellas de calidad, guardando clausura, y entregadas a sus maestras desde la niñez hasta que salian a tomar estado, con aprobacion de sus padres, y licencia del Rey: diestras ya en aquellas habilidades y labores que daban opinion a las mugeres.

Los hijos de la gente noble, que al salir de los seminarios, se inclinaban a la guerra, pasaban por otro examen digno de consideracion: porque sus padres los enviaban a los exércitos para que viesen lo que se padecia en la campaña, o supiesen lo que intentaban antes de alistarse por soldados: y solian enviarlos entre los Tamenes vulgares con su carga de bastimentos al hombro, para que perdiesen la vanidad y fuesen enseñados al trabajo.

No se admitian a la profesion los que mudaban el semblante al horror de las batallas, o no daban alguna experiencia de su valor: de que resultaba el ser de mucho servicio estos bisoños en el tiempo de su aprobacion, porque todos procuraban señalarse con algun hecho particular, arrojandose a los mayores peligros; y conociendo, al parecer, que para entrar en el número de los valientes era necesario dar algo de temeridad a los principios de la fama.

En nada pusieron tanto su felicidad los Mexicanos como en las cosas de la guerra: profesion que miraban los Reyes como principal instituto de su poder, y los subditos como propia de su nacion. Subian por ella los plebeyos a nobles, y los nobles a las mayores ocupaciones de la monarquía: con que se animaban todos a servir, o por lo menos aspiraban a la virtud militar quantos nacian con ambicion, o tenian espíritu para salir de su esfera. No habia lugar sin milicia determinada con preeminencias que diferenciaban al soldado entre los demás vecinos. Formábanse los exércitos con facilidad: porque los Príncípes del reyno, y los Caciques de las provincias tenian obligacion de acudir a la plaza de armas que se les señalaba con el número de gente que se les repartia: y se pondera entre las grandezas de aquel imperio, que llegó a tener Motezuma treinta vasallos tan poderosos, que podia cada uno poner en campaña cien mil hombres armados. Gobernaban estos la gente de su cargo en la ocasion, dependientes del Capitan general, a quien obedecían, reconociendo en él la representacíon de su Rey, quando faltaba su persona del exército, que sucedia pocas veces: porque aquellos Príncipes tenian a desayre de su autoridad el apartarse de sus armas, hallando alguna monstruosidad política en aquella disonancia, que hacen fuerzas propias en ageno brazo.

Su modo de pelear era el mismo que dexamos referido en la batalla de Tabasco: mejor disciplinados los exercitos, menos confusa la obediencia de los soldados, mas nobleza, y mayores esperanzas. Deshacianse brevenlente de las armas arrojadizas para llegar a las espadas, y muchas veces a los brazos, por ser entre aquella gente mayor hazaña el cautiverio que la muerte del enemigo, y mas valeroso el que daba mas prisioneros para los sacrificios. Tenian estimacion y conveniencia los cargos militares, y Motezuma premiaba con liberalidad a los que sobresalian en las batallas: tan inclinado a la milicia, y tan atento a la reputacion de sus armas, que inventó premios honoríficos para los nobles que servian en la guerra, instituyendo cierto género de órdenes militares con sus hábitos o insignias que daban honra y distincion. Habia unos caballeros que llamaban de las aguilas, otros de los tigres, y otros de los leones, que llevaban pendiente o pintada en los mantos la empresa de su religion. Fundó tambien otra caballería superior, á que solo eran admitidos los Príncipes o nobles de alcuña real, y para darla mayor estimacion tomó el hábito, y se hizo alistar en ella. Trahian estos atada parte del cabello con una cinta roxa, y entre las plumas de que adornaban la cabeza unas borlas del mismo color, que pendian sobre las espaldas, mas o menos, segun las hazañas del caballero, las quales se contaban por el número de las borlas, y se aumentaban con nueva solemnidad como iban creciendo los hechos memorables de la guerra: con que había dentro de la misma dignidad algo mas que merecer.

Debemos alabar en los Mexicanos la generosidad con que anelaban a semejantes pundonores; y en Motezuma el haber inventado en su República estos premios honoríficos: que siendo la moneda mas facil de batir, tienen el primer lugar en los tesoros del Rey.

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