Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO CUARTO.


CAPÍTULO DÉCIMOPRIMERO.

Pone Cortés en obediencia la caballería de Narbáez, que andaba en la campaña: recibe noticia de que habian tomado las armas los Mexicanos contra los Españoles que dexó en aquella corte: marcha luego con su exército, y entra en ella sin oposicion.

No se dexó ver aquella noche la caballería de Narbáez, que pudiera embarazar mucho a Cortés, si hubiera quedado en la disposicion que pedia una plaza de armas en tan corta distancia del enemigo. Pero alli se olvidaron todas las reglas de la milicia, y dado el yerro de la negligencia en un Capitan, o se hace menos estraño lo que se dexó de advertir, o pasan por conseqüencias los absurdos. Valieronse de los caballos para escapar los que duraron menos en la ocasion: y a la mañana se tuvo noticia de que andaban incorporados con los batidores que salieron la noche antes, formando un cuerpo de hasta quarenta caballos que discurrian por la campaña con señas de resistir. Dió poco rezelo esta novedad: y Hernan Cortés, antes de pasar a términos de mayor resolucion, nombró al Maestre de Campo Christoval de 0lid, y al Capitan Diego de Ordaz para que fuesen a procurar reducirlos con suavidad: como lo executaron y consiguieron a la primera insinuacion de que serian admitidos en el exército con la misma gratitud que sus compañeros, cuyo partido y exemplar bastó para que viniesen todos a rendirse y tomar servicio con sus armas y caballos. Tratóse luego de curar los heridos y alojar la gente, a que asistieron alegres y oficiosos el Cacique y sus Zempoales, celebrando la victoria, y disponiendo el hospedage de sus amigos con un género de regocijo interesado, en que, al parecer, respiraban de la fatiga y servidumbre antecedente.

No se descuidó Hernan Cortés en asegurarse de la armada, punto esencial en aquella ocurrencia. Despachá sin dilacion al Capitan Francisco de Lugo para que hiciese poner en tierra, y conducir a la Vera Cruz las velas, xarcias y timones de todos los baxeles. Ordenó que viniesen a Zempoala los pilotos y marineros de Narbáez, y envió de los suyos los que parecieron bastantes para la seguridad de los buques: por cuyo cabo fue un Maestre que se llamaba Pedro Caballero, bastante ocupacion para que le honráse Bernal Diaz con titulo de Almirante de la mar.

Dispuso que se volviesen a su provincia los Chinantécas, agradeciendo el socorro como si hubiera servido: y despues se dieron algunos dias al descanso de la gente, en los quales vinieron los pueblos vecinos y Caciques del contorno a congratularse con los Españoles buenos o Teules mansos, que asi llamaban a los de Cortés. Volvieron a revalidar su obediencia y a ofrecer su amistad: acompañando esta demostracion con varios presentes y regalos, de que no poco se admiraban los de Narbáez: empezando a experimentar las mejoras del nuevo partido en el agasajo y seguridad de aquella gente, que vieron poco antes escarmentada y desabrida.

En todo este fervor de sucesos favorables trahia Hernan Cortés a México en el corazon: no se apartaba un instante su memoria del riesgo en que dexó a Pedro de Alvarado y sus Españoles, cuya defensa consistia unicamente en aquello poco que se podia fiar de la palabra que le dió Motezuma de no hacer novedad en su ausencia: vínculo desacreditado en la soberana voluntad de los Reyes; porque algunos estadistas le procuran desatar con varias soluciones, defendiendo que no les obliga su observancia como a los particulares: en cuyo dictamen pudo hallar entonces Hernan Cortés bastante razon de temer, sin aprobar con su rezelo esta política irreverente, por ser lo mismo hallar falencia en las palabras de los Reyes, que apartar de los Príncipes la obligacion de Caballeros.

Hecho el ánimo a volverse luego, y no atreviendose a llevar consigo tanta gente, por no desconfiar a Motezuma o remover los humores de su corte, resolvió dividir el exército, y emplear alguna parte de él en otras conquistas. Nombró a Juan Velazquez de Leon para que fuese con doscientos hombres a pacificar la provincia de Panúco, y a Diego de Ordaz para que se apartáse con otros doscientos a poblar la de Guazacoalco: reservando para sí poco mas de seiscientos Españoles, número que le pareció proporcionado para entrar en la corte con apariencias de modesto, sin olvidar las señas de vencedor.

Pero al mismo tiempo que se daba execucion a este designio, se ofreció novedad, que le obligó a tomar otra senda en sus disposiciones. Llegó carta de Pedro de Alvarado en que le avisaba: que habian tomado las armas contra él los Mexicanos; y a pesar de Motezuma, que perseveraba todavia en su alojamiento, le combatian con freqüentes asaltos, y tanto número de gente, que se perderian sin remedio él y todos los suyos, sinó fuesen socorridos con brevedad. Vino con esta noticia un soldado Español, y en su escolta un Embajador de Motezuma, a cuya representacion fue darle a entender que no habia sido en su mano el reprimir a sus vasallos: ponerle delante lo que padecia su autoridad con los amotinados: asegurarle que no se apartaria de Pedro de Alvarado y sus Españoles: y ultimamente llamarle a su corte para el remedio: fuese de la misma sedicion, o fuese del peligro en que se hallaban aquellos Españoles, que uno y otro arguye confianza y sinceridad.

No fue necesario poner en consulta la resolucion que se debia tomar en este caso, porque se adelantó el voto comun de los Capitanes y soldados a mirar como empeño inexcusable la jornada: pasando algunos a tener por oportuno y de buen presagio un accidente que les servia de pretexto para excusar la desunion de sus fuerzas, y volver con todo el grueso a la corte; de cuya reduccion debian tomar su principio las demás conquistas. Nombró luego Hernan Cortés por Gobernador de la Vera Cruz, como Teniente de Gonzalo de Sandoval, a Rodrigo Rangel, persona de cuya inteligencia y cuidado pudo fiar la seguridad de los prisioneros y la conservacion de los aliados. Hizo que pasáse muestra su exército; y dexando en aquella plaza la guarnicion que pareció necesaria, y bastante seguridad en los baxeles, halló que constaba de mil infantes y cien caballos. Dividióse la marcha en diferentes veredas, por no incomodar los pueblos, o por facilitar la provision de los víveres: señalóse por plaza de armas un parage conocido cerca de Tlascála, donde pareció que debian entrar unidos y ordenados: y aunque fueron delante algunos comisarios a tener bastecidos los tránsitos, no bastó su diligencia para que dexasen de padecer los que iban fuera del camino principal algunos ratos de hambre y sed intolerable. Fatiga que sufrieron los de Narbáez sin descaecer ni murmurar; siendo aquellos mismos que poco antes rindieron el sufrimiento a menor inclemencia. Pudose atribuir esta novedad al exemplo de los veteranos, o a las esperanzas que llevaban en el corazon: dexando alguna parte a la diferencia del Capitan, cuya opinion suele tener sus influencias ocultas en el valor y en la paciencia de los soldados.

Antes de partir, respondió Hernan Cortés por escrito a Pedro de Alvarado, y por su Embajador a Motezuma, dandoles cuentá de su victoria, de su vuelta y del aumento de su exército: al uno, para que se alentase con esperanza de mayor socorro; y al otro, para que no estrañáse verle con tantas fuerzas, quando los tumultos de su corte le obligaban a no dividirlas. Procuró medir el tiempo con la necesidad: alargó las marchas quanto pudo: estrechó las horas al descanso, hallandole su actividad en su mismo trabajo. Hizo alguna mansion en la plaza de armas para recoger la gente que venia extraviada: y el ultimamente llegó a Tlascála en diez y siete de Junio con todo el exército puesto en orden, cuya entrada fue lucida y festejada. Magiscatzín hospedó a Cortés en su casa: los demás hallaron comodidad, obsequio y regalo en su alojamiento. Andaba en los Tlascaltécas mal encubierto el odio de los Mexicanos con el amor de los Españoles: referian su conspiracion, y el aprieto en que se hallaba Pedro de Alvarado, con circunstancias de mas afectacion que certidumbre: ponderaban el atrevimiento y la poca fé de aquella nacion; provocando los ánimos a la venganza, y mezclando con poco artificio el avisar y el influir. Culpas encarecidas con zelo sospechoso, y verdades en boca del enemigo, que se introducen como informes para declinar en acusaciones.

Resolvió el Senado hacer un esfuerzo grande, y convocar todas sus milicias para que asistiesen a Cortés en esta ocasion, no sin alguna razon de estado, mejor entendida que recatada: porque deseaban arrimar su interés a la causa del amigo, y servirse de sus fuerzas para destruir de una vez la nacion dominante que tanto aborrecian. Conocióse facilmente su intencion; y Hernan Cortés con señas de agradecido y lisonjeado reprimió el orgullo con que se disponian a seguirle, contraponiendo a las instancias del Senado algunas razones aparentes, que en la substancia venian a ser pretextos contra pretextos. Pero admitió hasta dos mil hombres de buena calidad, con sus Capitanes o Cabos de quadrillas, los quales siguieron su marcha, y fueron de servicio en las ocasiones siguientes. Llevó esta gente por dar mayor seguridad a su empresa, o mantener la confianza de los Tlascaltécas, acreditados ya de valientes contra los Mexicanos: y no llevó mayor número por no escandalizar a Motezuma, o poner en desesperacion a los rebeldes. Era su intento entrar en México de paz, y ver si podia reducir aquel pueblo con los remedios moderados, sin acordarse por entonces de su irritacion, ni discurrir en el castigo de los culpados; si ya no queria que fuese primero la quietud: por ser dos cosas que se consiguen mal a un mismo tiempo, el sosiego de la sedicion, y el escarmiento de los sediciosos.

Llegó a México dia de San Juan, sin haber hallado en el camino mas embarazo que la variedad y discordancia de las noticias. Pasó el exército la laguna sin oposicion, aunque no faltaron señales que hiciesen novedad en el cuidado. Hallaronse deshechos y abrasados los dos bergantines de fábrica Española: desiertos los arrabales y el barrio de la entrada: rotos los puentes que servian a la comunicacion de las calles: y todo en un silencio que parecia cauteloso. Indicios que obligaron a caminar poco a poco, suspendiendo los avances, y ocupando la infantería lo que dexaban reconocido los caballos. Duró este rezelo hasta que descubriendo el socorro los Españoles que asistian a Motezuma, levantaron el grito y aseguraron la marcha. Baxó con ellos Pedro de Alvarado a la puerta del alojamiento, y se celebró la comun felicidad con igual regocijo. Victoreabanse unos a otros en vez de saludarse: todos hablaban, y todos se interrumpian: dixeron mucho los brazos y las medias razones: eloqüencias del contento, en que significan mas las voces que las palabras.

Salió Motezuma con algunos de sus criados hasta el primer patio, donde recibió a Cortés, tan copiosa de afectos su alegria, que tocó en exceso, y se llevó tras sí la magestad. Es cierto, y nadie lo niega, que deseaba su venida, porque ya necesitaba de sus fuerzas y consejo para reprimir a los suyos, o por la misma privacion en que se hallaba de aquel género de libertad que le permitia Cortés, dexandole salir a sus divertimientos: licencia de que no quiso usar en todo el tiempo de su ausencia; siendo cierto que ya consistia su prision en la fuerza de su palabra, cuyo desempeño le obligó a no desviarse de los Españoles en aquella torbacion de su República.

Bernal Diaz del Castillo dice que correspondió a Hernan Cortés con desabrimiento a esta demostracion de Motezuma: que le torció el rostro, y se retiró a su quarto sin visitarle ni dexarse visitar: que dixo contra él algunas palabras descompuestas delante de sus mismos criados: y añade como de propio dictamen: Que por tener consigo tantos Españoles, hablaba tan ayrado y descomedido. Términos son de su Historia. Y Antonio de Herrera le desautoriza mas en la suya: porque se vale de su misma confesion para comprobar su desacierto con estas palabras: Muchos han dicho haber oído decir a Hernando Cortés, que si en llegando visitára a Motezurna, sus cosas pasáran bien; y que lo dexó, estimandole en poco por hallarse tan poderoso. Y trabe a este propósito un lugar de Cornelio Tácito, cuya substancia es, que los sucesos prosperos hacen insolentes a los grandes Capitanes. No lo dice asi Francisco Lopez de Gómara, ni el mismo Hernan Cortés en la segunda relacion de su jornada, que pudiera tocarlo para dar los motivos que le obligaron a semejante aspereza, tuviese razon, o fuese disculpa. Quede al arbitrio de la sinceridad el credito que se debe a los Autores, y seanos lícito dudar en Cortés una sinrazon tan fuera de propósito. Los mismos Herrera y Castillo asientan que Motezuma resistió esta sedicion de sus vasallos: que los detuvo y reprimió siempre: que intentaron asaltar el quartel: y que sinó fuera por la sombra de su autoridad, hubieran perecido infaliblemente Pedro de Alvarado y los suyos. Nadie niega que Cortés lo llevó entendido asi; ni el hallarle cumpliendo su palabra le dexaba razon de dudar: siendo fuera de toda proporcion que aquel Príncipe moviese las armas que detenia, y se dexáse estar cerca de los que intentaba destruir. Accion parece indigna de Cortés el despreciarle, quando podia llegar el caso de haberle menester, y no era de su genio la destemplanza que se le atribuye como efecto de la prosperidad. Puedese creer, o sospechar a lo menos, que Antonio de Herrera entró con poco fundamento en esta noticia, reincidiendo en los manuscritos de Bernal Diaz, apasionado intérprete de Cortés: y pudo ser que se inclináse a seguir su opinion por lograr de la sentencia de Tácito. Ambicion peligrosa en los historiadores: porque suele torcerse o ladearse la narracion para que vengan a propósito las márgenes: y no es de todos entenderse a un tiempo con la verdad y con la erudicion.

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