Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO SEGUNDO.


CAPÍTULO DÉCIMOPRIMERO.

Mueven los zempoales con engaño las armas de Hernan Cortes contra los de Zimpazingo sus enemigos. Hacelos amigos, y dexa reducida aquella tierra.


Poco despues vino a la Vera Cruz el Cacique de Zempoala en compañia de algunos Indios principales, que trahia como testigos de su proposicion: y dixo a Hernan Cortés, que ya llegaba el caso de amparar y defender su tierra; porque unas tropas de gente mexicana habian hecho pie en Zimpazingo, lugar fuerte, que distaria de alli poco menos de dos soles, y salian a correr la campaña, destruyendo los sembrados, y haciendo en su distrito algunas hostilidades, con que, al parecer, daban principio a su venganza. Hallábase Hernan Cortés empeñado en favorecer a los Zempoales, para mantener el credito de sus ofertas: parecióle que no sería bien dexar consentido a sus ojos aquel atrevimiento de los Mexicanos: y que en caso de ser algunas tropas avanzadas del exército de Motezuma, convendria enviarlas escarmentadas, para que desanimasen a los de su nacíon. A cuyo efecto determinó salir personalmente a esta faccion, entrando en el empeño con alguna ligereza, porque no conocia los engaños y mentiras de aquella gente, vicio capital entre los Indios, y se dexó llevar de lo verisímil con poco examen de la verdad. Ofrecióles que saldria luego con su exército a castigar aquellos enemigos que turbaban la quietud de sus aliados; y mandando que le previniesen Indios de carga para el bagage y la artillería, dispuso brevemente su marcha, y partió la vuelta de Zimpazingo con quatrocientos soldados, dexando a los demás en el presidio de la Vera Cruz.

Al pasar por Zempoala halló dos mil Indios de guerra, que le tenia prevenidos el Cacique para que sirviesen debaxo de su mano en esta jornada, divididos en quatro esquadrones o capitanías con sus cabos, insignias y armas a la usanza de su milicia. Agradecióle mucho Hernan Cortés la providencia de este socorro; y aunque le dió a entender que no necesitaba de aquellos soldados suyos para una empresa de tan poco cuidado, los dexó ir por lo que sucediese, como quien se lo permitia, para darles parte en la gloria del suceso.

Aquella noche se alojaron en unas estancias, tres leguas de Zimpazingo; y otro dia, a poco mas de las tres de la tarde, se descubrió esta poblacion en lo alto de una colina, ramo de la sierra, entre grandes peñas que escondian parte de los edificios, y amenazaban desde lejos con la dificultad del camino. Empezaron los Españoles a vencer la aspereza del monte, no sin trabajo considerable; porque rezelosos de dar en alguna emboscada, se iban doblando y desfilando a la voluntad del terreno; Pero los Zempoales o mas diestros, o menos embarazados en lo estrecho de las sendas, se adelantaron con un género de ímpetu, que parecia valor, siendo venganza y latrocinio. Hallóse obligado Hernan Cortés a mandar que hiciesen alto, a tiempo que estaban ya dentro del pueblo algunas tropas de su vanguardia.

Fue prosiguiendo la marcha sin resistencia; y quando ya se trataba de asaltar la villa por diferentes partes, salieron de ella ocho sacerdotes ancianos que buscaban al Capitan de aquel exército: a cuya presencia llegaron haciendo grandes sumisiones, y pronunciando algunas palabras humildes y asustadas, que sin necesitar de los intérpretes sonaban a rendimiento. Era su trage o su ornamento unas mantas negras, cuyos extremos llegaban al suelo, y por la parte superior se recogian y plegaban al cuello, dexando suelto un pedazo en forma de capilla, con que abrigaban la cabeza: largo hasta los hombros el cabello, salpicado, y endurecido con la sangre humana de los sacrificios, cuyas manchas conservaban supersticiosamente en el rostro y en las manos, porque no les era lícito lavarse. Propios ministros de dioses inmundos, cuya torpeza se dexaba conocer en estas y otras deformidades.

Dieron principio a su oracion preguntando a Cortés ¿Por qué resistencia, o por qué delito merecian los pobres habitadores de aquel pueblo inocente la indignacion o el castigo de una gente conocida ya por su clemencia en aquellos contornos? Respondióles: Que no trataba de ofender a los vecinos del pueblo; sinó de castigar a los Mexicanos que se albergaban en él, Y salían a infestar las tierras de sus amigos.

A que replicaron: Que la gente de guerra mexicana que asistia de guarnicion en Zimpazingo, se habia retirado huyendo la tierra adentro luego que se divulgó la prision de los ministros de Motezuma executada en Quiabislán: y que si venía contra ellos por influencia o sugestion de aquellos Indios que le acompañaban, tuviese entendido que los Zempoales eran sus enemigos, y que le trahian engañado, fingiendo aquellas correrias de los Mexicanos para destruirlos y hacerle instrumento de su venganza.

Averiguóse facilmente con la turbacion y frívolas disculpas de los mismos Cabos Zempoales que decian verdad estos sacerdotes; y Hernan Cortés sintió el engaño como desayre de sus armas, enojado a un tiempo con la malicia de los Indios y con su propia sinceridad; pero acudiendo con el discurso a lo que mas importaba en aquel caso, mandó prontamente que los Capitanes Christoval de Olid, y Pedro de Alvarado fuesen con sus compañias a recoger los Indios que se adelantaron a entrar en el pueblo: los quales andaban ya cebados en el pillage, y tenian hecha considerable presa de ropa y alhajas, y maniatados algunos prisioneros. Fueron trahidos al exército cargados afrentosamente de su mismo robo, y venian en su alcance los miserables despojados clamando por su hacienda: para cuya satisfacdon y consuelo mandó Hernan Cortés que se desatasen los prisioneros, y que la ropa se entregáse a los sacerdotes para que la restituyesen a sus dueños. Y llamando a los Capitanes y Cabos de los Zempoales, reprehendió publicamente su atrevimiento con palabras de grande indignacion, dandoles a entender que habian incurrido en pena de muerte, por el delito de obligarle a mover el exército para conseguir su venganza: y haciendose rogar de los Capitanes Españoles que tenia prevenidos para que le templasen y detuviesen, les concedió el perdon por aquella vez, encareciendo la hazaña de su mansedumbre; aunque a la verdad no se atrevió por entonces a castigarlos con el rigor que merecian, pareciendole que entre aquellos nuevos amigos tenia sus inconvenientes la satisfacdon de la justicia, o peligraban menos los excesos de la clemencia.

Hecha esta demostracion, que le dió credito con ambas naciones, ordenó que los Zempoales se aquartelasen fuera del poblado; y él entró con sus Españoles en el lugar, donde tuvo aplausos de libertador, y le visitaron luego en su alojamiento el Cacique de Zimpazingo y otros del contorno: los quales convidaron con su amistad y su obediencia, reconociendo por su Rey al Príncipe de los Españoles amado ya con fervorosa emulacion en aquella tierra, donde le iba ganando subditos cierto genero de razon que les subministraba entonces el aborrecimiento de Motezuma.

Trató despues de ajustar las disensiones que trahian entre sí aquellos Indios con los de Zempoala, cuyo principio fue sobre division de términos, y zelos de jurisdiccion, que anduvo primero entre los caciques, y ya se habia hecho rencor de los vecinos, viviendo unos y otros en continua hostilidad: para cuyo efecto dió forma en la composicion de sus diferencias; y tomando a su cuenta el beneplácito del Señor de Zempoala, consiguió el hacerlos amigos: y tomó la vuelta de la Vera Cruz, dexando adelantado su partido con la obediencia de nuevos Caciques, y apagada la enemistad de sus parciales, cuya desunion pudiera embarazarle para servirse de ellos. Con que sacó utilidad, y halló conveniencia en el mismo desacierto de su jornada: siendo este fruto que suelen producir los errores uno de los desengaños de la prudencia humana, cuyas disposiciones se quedan las mas veces en la primera region de las cosas.

Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha