Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO PRIMERO.


CAPÍTULO PRIMERO.


Motivos que obligan a tener por necesario que se divida en diferentes partes la Historia de Indias, para que pueda comprehenderse.

Duró algunos dias en nuestra inclinacion el intento de continuar la Historia general de las Indias occidentales, que dexó el cronista Antonio de Herrera en el año mil quinientos cincuenta y quatro de la Reparacion humana: y perseverando en este animoso dicramen lo que tardó en descubrirse la dificultad, hemos leído con diligente observacion lo que antes y despues de sus Décadas escribieron de aquellos descubrimientos y conquistas diferentes plumas naturales y estrangeras. Pero como las regiones de aquel nuevo mundo son tan distantes de nuestro hemisferio, hallamos en los autores estrangeros grande osadia, y no menor malignidad para inventar lo que quisieron contra nuestra Nacion, gastando libros enteros en culpar lo que erraron algunos, para deslucir lo que acertaron todos; y en los naturales poca uniformidad y concordia en la narracion de los sucesos: conociendose en esta diversidad de noticias aquel peligro ordinario de la verdad, que suele desfigurarse quando viene de lexos, degenerando de su ingenuidad todo aquello que se aparta de su origen.

La obligacion de redarguir a los primeros, y el deseo de conciliar a los segundos, nos ha detenido en buscar papeles, y esperar relaciones que den fundamento y razon a nuestros escritos: trabajo deslucido, pues sin dexarse ver del mundo, consume obscuramente el tiempo y el cuidado; pero trabajo necesario, pues ha de salir de esta confusion y mezcla de noticias pura y sencilla la verdad, que es el alma de la Historia: siendo este cuidado en los escritores semejante al de los arquitectos, que amontonan primero que fabriquen, y forman despues la execucion de sus ideas del embrion de los materiales, sacando poco a poco de entre el polvo y la confusion de la oficina la hermosura y la proporcion del edificio.

Pero llegando a lo estrecho de la pluma con mejores noticias, hallamos en la Historia general tanta multitud de cabos pendientes, que nos pareció poco menos que imposible (culpa será de nuestra comprehension) el atarlos, sin confundirlos. Consta la Historia de las Indias de tres acciones grandes, que pueden competir con las mayores que han visto los siglos: porque los hechos de Christoval Colon en su admirable navegacion, y en las primeras empresas de aquel nuevo mundo; lo que obró Hernan Cortés con el consejo y con las armas en la conquista de Nueva España, cuyas vastas regiones duran todavia en la incertidumbre de sus términos; y lo que se debió a Francisco Pizarro, y trabajaron los que le succedieron en sojuzgar aquel dilatadisimo imperio de la América meridional, teatro de varias tragedias y extraordinarias novedades, son tres argumentos de Historias grandes compuestas de aquellas ilustres hazañas, y admirables accidentes de ambas fortunas, que dan materia digna a los anales, agradable alimento a la memoria, y utiles exemplos al entendimiento y al valor de los hombres. Pero en la Historia general de las Indias, como se hallan mezclados entre sí los tres argumentos, y qUalquiera de ellos con infinidad de empresas menores, no es facil reducirlos al contexto de una sola narracion, ni guardar la serie de los tiempos, sin interrumpir y despedazar muchas veces lo principal con lo accesorio.

Quieren los maestros del arte que en las transiciones de la Historia (asi llaman el paso que se hace de unos sucesos a otros) se guarde tal conformidad de las partes con el todo, que ni se haga monstruoso el cuerpo de la Historia con la demasia de los miembros, ni dexe de tener los que son necesarios para conseguir la hermosura de la variedad; pero deben estar, segun su doctrina, tan unidos entre sí, que ni se vean las ataduras, ni sea tanta la diferencia de las cosas, que se dexe conocer la desemejanza, o sentir la confusion. Y este primor de entretexer los sucesos, sin que parezcan los unos digresiones de los otros, es la mayor dificultad de los historiadores: porque si se dan muchas señas del suceso que se dexó atrasado, quando le vuelve a recoger la narracion, se incurre en el inconveniente de la repeticion y de la prolixidad; y si se dan pocas, se tropieza en la obscuridad y en la desunion: vicios que se deben huir con igual cuidado, porque destruyen los demás aciertos del escritor.

Este peligro comun de todas las Historias generales es mayor, y casi imposible de vencer en la nuestra: porque las Indias occidentales se componen de dos monarquias muy dilatadas, y estas de infinidad de provincias y de innumerables islas, dentro de cuyos límites mandaban diferentes Régulos o Caciques, unos dependientes y tributarios de los dos Emperadores de México y el Perú, y otros, que amparados en la distancia, se defendian de la sujecion. Todas estas provincias, o reynos pequeños, eran diferentes conquistas con diferentes conquistadores. Trahianse entre las manos muchas empresas a un tiempo: salian a ellas diversos capitanes de mucho valor, pero de pocas señas: llevaban a su cargo unas tropas de soldados, que se llamaban exercitos, y no sin alguna propiedad, por lo que intentaban, y por lo que conseguian: peleabase en estas expediciones con unos Príncipes, y en unas provincias y lugares de nombres exquisitos, no solo dificultosos a la memoria, sinó á la pronunciacion: de que nacia el ser frequentes y obscuras las transiciones, y el peligrar en su abundancia la narracion, hallandose el historiador obligado a dexar y recoger muchas veces los sucesos menores, y el lector a volver sobre los que dexó pendientes, o a tener en pesado exercicio la memoria.

No negamos que Antonio de Herrera, escritor diligente, a quien no solo procurarémos seguir, pero querriamos imitar, trabajó con acierto, una vez elegido el empeño de la Historia general; pero no hallamos en sus Décadas todo aquel desahogo y claridad de que necesitan para comprehenderse; ni podria darsele mayor, habiendo de acudir con la pluma a tanta muchedumbre de acaecimientos, dexandolos, y volviendo a ellos segun el arbitrio del tiempo, y sin pisar alguna vez la linea de los años.

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