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Memorias de un socialista revolucionario ruso

Boris Savinkov

LIBRO CUARTO
CAPÍTULO SEGUNDO
SE DESCUBRE LA TRAICIÓN DE AZEV
QUINTA PARTE


El 5 de enero (nuevo estilo) de 1909, por la tarde, Chernov, Nikó1ai y yo llamamos a la puerta del domicilio de Azev, bulevar Baspail, núm. 245. Nos abrió la puerta el mismo Azev, quien nos acompañó a su despacho y se sentó en la mesa, cerca de la ventana. Nosotros tres le interceptamos la salida del cuarto, Azev preguntó:

- ¿De qué se trata, señores?

Chernov contestó:

- Toma, lee este nuevo documento.

Y le entregó la carta de Sarátov de 1907. Azey palideció.

Leyó la carta durante largo rato. Me pareció que fingía leerla: lo que quería era ganar tiempo para escucharnos tranquilamente.

Finalmente, pregunto, con la misma palidez en el rostro:

- Y bien, ¿de qué se trata?

Chernov dijo lentamente:

- Sabemos que el día 11 de noviembre (vIejo estilo) estuviste en el domicilio de Lopujin en Petersburgo.

Azev no se sorprendió y contestó con gran tranquilidad:

- No es cierto.

- ¿Dónde estabas?

- En Berlín.

- ¿En qué hotel?

- En un principio en Furtenshofem, después en la fonda Kerch.

- Sabemos que nO estuviste en Kerch.

Azev se puso a reír:

- ¡Qué cosa más graciosa! ... Yo estaba allí.

- No estabas.

- Estaba ...; pero, ¿qué significa todo esto? -Azev levantó la cabeza-. Mi pasado responde por mí.

Entonces yo dije:

- Dices que tu pasado responde por ti. Muy bien. Cuéntanos detalles del atentado contra Dubásov.

Azev contestó con dignidad:

- El atentado del 2B de abril fracazó porque Schillerov dejó pasar a Dubasov. Había tres bombistas: Boris Vnorovski en la Tverskaya; Vladimir Vnorovski, en la Rosdvijenka; Schillerov, en la Známenka. Yo estaba en el cafe de Filipov.

- Esto no es verdad -dije-. Vladimir Vonorovski ha sido interrogado. No había más que dos bombistas: Boris Vnorovski y Schillerov. Duvásov pasó por delante de Vladimir, pero éste no tenía ninguna bomba.

Azev se encongio de hombros.

- No lo sé. Fue tal como digo.

- Además -dije- en vísperas del atentado no acudiste a la entrevista con los bombistas.

Azev contestó:

- No, acudí.

Yo - Así, pues, ¿Vnorovski ha mentido?

Azev.- No, Vnorovski no puede mentir.

Yo.- Así, pues, ¿erestú quién miente?

Azev.- No, digo la verdad.

Yo.- ¿Cómo explicar esto?

Azev.- No lo sé.

Yo.- ¿Dices que estabas en el café Filippov?

Azev.- Síz/i>.

Yo.- ¿Te viste cercado por la policía?

Azev.- No.

Yo.- A Argunov le dijiste que sí, pero que presentaste tu pasaporte extranjero al jefe y te dejó pasar.

Azev.- No dije esto a Argunov.

Yo.- ¿Así, pues, Argunov mintió?

Azev.- No.

Yo.- Así, ¿quien miente eres tú?

Azev.- No, digo la verdad.

Yo.- ¿Cómo explicar esto?

Aev.- No lo sé ... Pero, ¿qué conclusiÓn sacas de esto?

Yo.- Por lo menos has dado pruebas de una negligencia lindante con el crimen. Por una negligencia tal habrías excluído de la organización a cualquiera de sus miembros. La alusión que has hecho a tu pasado es inoportuna.

Azev se encoge nuevamente de hombros. Va perdiendo la serenidad. Finalmente dice:

- Dadme la posibilidad de defenderme.

Chernov.- Preguntamos y esperamos la contestación. ¿Por qué fuiste a Berlín?

Azev.- Deseaba quedarme soloo. Estaba fatigado. Quería descansar.

Chernov.- ¿Viste en Berlin a algíun militante del partido?

Azev.- No.

Chernov.- ¿Y a gente do fuera del partido?

Azev.- No deseo contestar a esta pregunta.

Chernov.- ¿Por qué?

Azev.- No tiene nada que ver con el asunto.

Chernov.- No eres tú el que puede juzgar de ello.

Azev.- Soy miembro del Comité central, y no veo que todos los aqui presentes lo sean

Yo.- Obramos en nombre del partido.

Chernov.- ¿Es decir que te niegas a contestar a esta pregunta?

Azev.- No. Contestaré: no vi a nadie.

Chernov.- ¿Por qué te hospedaste en el Kersch?

Azev.- Porque es una fonda más barata.

Chernov.- ¿Fue por ese motivo que te instalaste allí?

Azev.- Había también otro motivo.

Chernov.- ¿Cuál?

Azev .- Esta pregunta tampoco tiene nada que ver con la cuestión.

Chernov.- ¿No deseas contestar?

Azev.- Está bien. Escribid; me trasladé allí porque era más barato.

Chernov.- ¿Qué habitación ocupabas?

Azev.- El número 3.

Chernov.- Describe detalladamente la habitación.

Azev.- Una cama, a la izquierda de la puerta, cubierta con una colcha blanca y un edredon; una mesa redonda, cubierta con un mantel de felpa; cerca de dicha mesa dos sillones también de felpa de un color verde oscuro; un lavabo con espejo y una alfombra de color obcuro.

Chernov.- ¿A quién viste en el Kerch?

Azev.- ¿Qué significa esta pregunta? ... Y bien: al dueño, al mozo, a la camarera, al camarero ...

Yo.- Dime, ¿cómo interpretaste mis palabras cuando te dije que alguien, cuyo nombre no podía Indicar, había dicho a Burtsev que estabas al servicio de la policía y que le había autorizado a comunicármelo a mí? ¿Lo comprendiste precisamente en el sentido de que ese alguien había autorizado a decírmelo, o que Burtsev se decidió a ello por cuenta propia?

Azev.- Naturalmente, lo comprendi en el sentido de que ese alguien había autorizado a decirlo sólo a ti.

Chernov.- Ese alguien es Lopujin, el cual nombró el apellido Sávienkov, y permitió a Búrtsev decirlo a un revolucionario que el, Búrtsev, eligiría. Este eligió a Pavl Ivanovich (a mí).

Azev.- Bueno, ¿ y qué?

Chernov.- Pues que tú te dirigiste a Lopujin con las siguientes palabras: Usted ha autorizado que se dijera a Savinkov ...

Azev.- No comprendo nada ... Si queréis investigar, hacedo seriamente.

Chernov.- Te ruego que sigas escuchando. Lopujin no nombró el apellido Sávinkov. Por las palabras de Pavl Ivanovich, interpretaste que había nombrado este apellido. Pavl Ivaovich no podía dar este sentido a sus palabras, pues no lo oyó de Burtsev ... Por consiguiente ...

Azev palidece, pero habla todavía con tranquilidad.

- Y bien, Burtsev podía decirlo a Bakai, éste lo comprendió mal y lo dIjo a Lopujin ... Por lo demás, no sé nada.

Chernov.- Burtsev no lo dijo a Bakai, y éste no lo dijo a Lopujin. ¿Cómo explicar que éste pudiera adivinar a distancia que tú comprendiste a Pavl Ivanovich comO nadie podía comprenderlo; esto es, que Lopujin había citado el apellido de Savinkov?

Azev se excita.

- ¡Qué absurdo es todo esto! No puedo entender nada.

Chernov.- No hay aquí nada que comprender. Tú dijiste a Lopujin: Usted ha permitido informar a Savinkov, comunique a ese mismo Savinkov que usted se equivocó.

Azev se levanta de la mesa y, presa de una gran agitación, se pasea por el cuarto.

Chernov.- Te proponemos relatarnos en detalle tus relaciones con ia policía. No tenemos necesidad de perder a tu familia. Degáiev sigue viviendo en la actualidad en América.

Azev sigue paseándose arriba y abajo y fuma cigarrillo tras cigarrillo.

Chernov.- Acepta esta proposición en interés tuyo.

Azev no contesta. Silencio.

Chernov.- Esperamos la contestación.

Azev, dueño de sí mismo, se detiene ante Chernov y dice:

- Sí ... No estoy ni he estado nunca en relaciones con la policía.

Chernov.- ¿Cómo te explicas todas las acusaciones? ¿Por una intriga de la policía?

Azev.- No lo sé ...

Chernov.- ¿No deseas informarnos de tus relaciones?

Azev.- No las he tenido nunca.

Chernov.- ¿No deseas añadir nada a tus contestaciones?

Azev.- No.

Chernov.- Te damos un plazo para reflexionar.

Azev se pasea por el cuarto, se detiene nuevamente ante Chernov, lo mira fijamente y le dice con voz temblorosa:

- ¡Victor! ¡Cuántos años hemos vivido en una compenetración espíritual tan íntima! Hemos militado juntos. Me conoces ... ¿Cómo has podido venir a verme con esas ... viles sospechas?

Chernov contesta secamente:

- Si he venido es que he tenido el deber de venir.

Yo.- Nos vamos. ¿No tienes nada que añadir?

Azev.- No.

Chernov.- Te damos de plazo hasta mañana, a las doce para que puedas reflexionar sobre nuestra proposición.

Azev.- No tengo por qué reflexionar.

Yo.- Mañana, a las doce, nos consideraremos libres de todo compromiso.

Azev.- No teng por qué reflexionar.

Nos marchamos. Transcurridos unos instantes, poco despupés de la una de la madrugada, salió a la calle en compañía de su mujer y se fugó.

La descripción hecha por Azev de la habitación ocupada en el Kerch no correspondía a la realidad. No quedaba la menor duda de que si estuvo allí había sido de paso. Así lo afirmó el compañero V. a su regreso de Berlín.

El acta del interrogatorio de Azev estaba literalmente concebida así:

A la pregunta de que si tuvo relaciones con la policía, Azev ha contestado que no las había tenido nunca.

Azev ha declarado

Se trasladó del hotel Furstenhof a la fonda Kersch porque ésta era más barata y por un motivo que se ha negado a mencionar por estimar que esto no tenía nada que ver con la cuestión. De la fonda Kersch Azev se trasladó al Central Hotel como medida conspirativa, a fin de no marchar directamente del Kersh a Munich.

Después Azev ha modificado esta declaraci´n, manifestando que la única causa del traslado fueron los precios relativamente baos del Kersh.

Los efectos que tenía en Fustenhof, fueron transportados por él a la estación de la Friedrichstrasse, y de allí al Kerch por un mozo de esta fonda. Desde ésta, Azev los llevó personalmente a esta misma estación, y de allí un mOzo del Central hotel los transportó a este último. Azev se marchó a Berlín porque deseaba quedarse solo y descanzar antes de su viaje a Munich.

En el Furstenhot pagaba 16 marcos por la habitación; en el Central hotel, 5,6 marcos. La causa de que los precios en el Furstenhof sean tan elevados no desea explicarla, por considerar que esto no tiene nada que ver con la cuestión.

En la fonda Kerch Azev ocupaba el número 3 en el piso primero. Dicha habitaciÓn tiene el aspecto siguiente: hay una cama grande a la izquierda de la puerta, cubierta con una colcha blanca y un edredón; una mesa redonda, cubierta con un mantel de felpa; cerca de la mesa hay dos sillones, también de felpa, de color oscuro; en el lavabo hay un espejo, y el suelo está cubierto por una alfombra de color pardo.

En el Kerch Azev vió al dueño, a la camarera, al mozo y al camárero. Ocupó constantemente el número 3, sin dejarlo un solo día; almorzaba y comía siempre solo en una mesa situada en un rincón de la izquierda. Antes había dicho que a veces comía abajo y otras en el cuarto. La contradicción en sus manifestaciones las ha explicado por el hecho de que no daba importancia alguna a esta cuestión.

Según sus primeras declaraciones, en Berlín Azev no vió a ningún militante del partido; no desea decir si se vió con gente ajena al mismo, por considerar que eso no tiene nada que ver con la cuestión, Otra versión de Azev es que en Berlín no vió a nadie.

En el Kerch Azev hablaba con todo el mundo en alemán, haciéndose pasar por alemán; pero no lo hizo constar así en la hoja de inscripción. El Kerch no le produjo la impresión de una guarida policíaca.

A la pregunta de cómo se explica la existencia de una serie de manifestaciones de varias personas contra él y que se complementan mutuamente señalando por unanimidad sus relaciones con la policía, Azev no contesta nada definido.

Azev insiste en la celebración de un careo con Lopujin y con el miembro del partido que se vió con aquél en PeterSburgo, y declara que procurará establecer su alibi por medio de la declaración de varias personas que vivían al mismo tiempo que él en el Kerch y que le vieron en el comedor.

En Berlín, Azev estuvo en los teatros: Kamerspiel {Der Arzt am Scheidewegen), Lessingsteater (Gespenter), Hebel Theater (Das Hchespiel) Kleiner Theater (Die liebe Wacht), Metrool Theater (Revue), Central Théater (Bernnummere dich um Amalia) y Wintegarten.

Azev se compromete a comunicar al Comité Central todos sus traslados.

La infracción de este compromiso será considerada por el Comité Central como el reconocimiento por Azev de su culpabilidad.

Más tarde éste mandó al Comité Central la carta siguiente:

7 de enero de 1909:

Vuestra visita, efectuada el 5 de enero, y la presentación de un ultimátum ignominioso sin juzgarme, sin darme la posibilidad de detenderme contra la acusación lanzada vilmente contra mí por la policía o sus agentes, es indignante y se halla en contradicción con todas las nociones del honor v de la ética revolucionarios. lncluso a Tatarov, que hacía dos días que militaba en nuestro partido, se le dió la posibilidad de escuchar todas las acusaciones existentes contra él y de defenderse. A mí, uno de los fundadores del partido de los socialistas revolucionarios, y que ha llevado sobre sus espaldas toda la actuación de este Último en distintos períodos, y que, gracias a mi energía y tenacidad, lo he colocado a una ultura a la cual no había llegado antes ninguna organización revolucionaria, se me presentan tres compañeros y me dicen: Confiesa o te matamos. La Historia, nauralmente, juzgará vuestra actitud. A mí esta conducta me da la fuerza moral para emprender por iniciativa propia y por mi cuenta y riesgo todas las acciones que sean necesarias para demostrar mi inocencia y reivindicar mi honor, mancillado por la policía y por vosotros. Una ofensa como la que me habéís inferido no se perdona ni se olvida. Llegará el momento en que tendréis que responder por mí ante el partido y mis colaboradores inmediatos. Estoy convencido de ello. En el momento actual considero como una dicha el sentirme con fuerzas suficientes para no tomaros en consideración, señores.

Mi actuación en el pasado me da esta fuerza y me eleva por encima de la suciedad que os rodea y que me habéis arrojado.

Ivan Nicolaievich.

Exijo que esta carta se dé a conocer a un gran número de socialistas revolucionarios.
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