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Memorias de un socialista revolucionario ruso

Boris Savinkov

LIBRO CUARTO
CAPÍTULO SEGUNDO
SE DESCUBRE LA TRAICIÓN DE AZEV
CUARTA PARTE


Argunov recogió en Petersburgo informes sobre Lopujin, de los cuales resultó que éste era digno de crédito; que no había ni que pensar en su participación en una intriga policiaca. Si no haba sido aceptado en el Colegio de Abogadüs y en el Partido Constitucional Demócrata era por motivos puramente formales, por su cualidad de ex funcionario de la policía. Con el Gobierno había roto toda relación hacía tIempo.

Pero el resultado principal de las investigaciones de Argunov no lo constituyeron estos datos. Al entrevistarse personalmente con Lopujin, éste le comunicó una noticia tan inesperada como sensacional: el 11 de noviembre (vIejo estilo), cerca de las diez de la noche, Azev se había presentado en su domicilio, situado en la calle Serguievskaya, en Petersburgo, implorando que retirara las declaraciones que había hecho a Burtsev. Lopujin se negó a ello. Entonces, unos días después, se le presentó el jefe de la sección de la Okrana, coronel Guerasímov, y ya no se limitó a pedir, sino que exigió que renunciara a lus palabras dichas a Burtsev, amenazándole con perseguirle en caso contrario. Lopujin se negó asimismo a dar satisfacción a Guerasímov. Además escribió una carta al primer ministro Stolypin, al ministro suplente del Interior, Makárov, y al director del departamento de policía, Trusiévichs, pidiéndoles que en lo sucesivo le evitaran semejantes visitas. Argunov vió los originaleR dB dichas cartas.

Argunov regresó a París con estas noticias, las cuales más bien nos alegraron a Natanson, Chernov y a mi; por primera vez teníamos la posibilidad de comprobar las acusaciones contra Azev; por primera vez se daban indicaciones concretas sobre el sitio y la fecha de sus relaciones conspirativas. Teníamos la esperanza de que se podría demostrar la absoluta inconsistencia de las manifestaciones de Lopujin: sabíamos que Azev a principios de noviembre había ido a Munich con el fin de verse con N. y que, después de pasar diez días allí, regresó a París. La investigación era fácil: era necesario únicamente fijar el día de la llegada de Azev a Munich y de la salida de esta ciudad. Nos parecía que esta vez sería fácil demostrar el error dB Lopujin.

No sucedió así.

Inmediatamente después de la llegada de Argunov, me fui a Munich con objeto de ver a N. Ni a él ni a su compañero les hablé nada relativo a la comunicación de Lopujin. Dije únicamente que en relación con el asunto Burtsev era necesario determinar el sitio donde se hallaba Azev a mediados de noviembre. N. y su compañero me dijeron que Azev había llegado a Munich el 15 o el 16 de noviembre (viejo estilo); que había estado allí cinco días, y habían recibido de él una carta de Berlín fechada el 9/22 de noviembre.

Azev había mentido, pues dijo a Chernov y a Natanson que su estancia en Munich fue de diez días.

Además, estuvo en Berlín sin que el Comité Central lo supiera. Entonces este último decidió efectuar unn investigación secreta a propósito de Azev. En diciembre, Lopujin, procedente de Petersburgo llegó a Londres. En Rusia había prometido ya confirmarnos a Chernov y a mí todo lo dicho por él. Por eso fuimos a verle Argunov, Chernov y yo. La entrevista tuvo lugar en un pequeño hotel, cercano a Charing Cross.

Lopujin nos comunicó lo siguiente:

Oyó hablar por vez primera de Azev poco después de haber sido nombrado director del departamento de policía. En la primavera de 1903, Durnovo, en aquel entonces ministro sustituto del Interior, le dijo que Rachkovski. jefe de la policía política en el extranjero, había solicitado se asignaran 500 rublos a su agente secreto Raskin (Azev), para ser entregados a Guerchuni. Al relatar esto, Durnovo expresaba el temor de que eSe dinero fuera a parar a la caja de la Organización de Combate para la fabricación de bombas. Pidió a Lopujin que viera a Raskin y aclarara personalmente el verdadero destino de dicha suma. Raskin (Azev), a demanda de Lopujin, se le presentó a su llegada del extranjero, y explicó que, en primer lugar, los 500 rublos no estaban destinados a la Organización de Combate, y en segundo lugar, que él. Azev, no era miembro del partido, sino amigo personal de Guerchuni, y, a través de éste, podía descubrir a revolucionarios muy preeminentes.

La segunda entrevista de Azev con Lopujin tuvo lugar a fines de 1903 o principios de 1904. Lopujin recibió por mediación de una sirvienta un billete, en el cual una porsona que conoce personalmente solicitaba una entrevista. Esta persona resultó ser Azev. Este pidió a Lopujin que se le aumentara el sueldo; Lopujin no accedió a su demanda. El funcionario Ratiáev comunicó más tarde a Lopujin que Azev recibía en aquel entonces hasta 6.000 rublos anuales.

La tercera entrevista tuvo lugar el 11 de noviembre de 1908, cerca de las diez de la noche, en el domicilio de Lopujin. Azev, invocando a sus hijos, imploró que no le perdiera. Lopujin describió detalladamente el aspecto del hombre que le había visitado ese día: gordo, cargado de espaldas, estatura elevada, manos y pies pequeños, cuello gordo y corto, rostro redondo, un poco hinchado; moreno; cabellos recios de color castaño oscuro, frente baja, cejas oscuras, ojos castaños un poco oblicuos, nariz grande y aplastada, pómulos salientes, labios muy gruesos, la mandíbula inferior un poco saliente. En este retrato reconocimos a Azev. Además, según Lopujin, Azev delató a la policía: la imprenta clandestina de Penze, el grupo terrorista de S. Klichogl, de Petersburgo; el viaje a Rusia de Sietov en 1904, la reunión de la Organización de Combate en 1905, en Nijni-Novgorod, y muchas otras cosas. Lopujin dijo asimismo que, según sus informes, AzeV era el confidente más importante que existía en el partido de los socialistas revolucionarios. y que durante aquellos últimos tiempos percibía hasta 14.000 rublos anuales.

No se podia dudar de la sinceridad de Lopujin; en su conducta y en sus palabras no se obsevaba la menor nota falsa; hablaba con la firmeza y la tranquilidad propias del hombre honrado que cumple con su deber.

Lopujin no había prestado nunca ningún servicio al partido. Según mis noticias, abandonó el servicio policíaco y no se ocupaba en general de política. No sé los motivos que le indujeron a comunicarnos las noticias sobre Azev, pero es indudable que obraba con un desinterés absoluto; sabía muy bien que el Gobierno le perseguiría, y. en efecto, cuando Azev fue desenmascarado, Lopujin fue detenido en Petersburgo.

El relato de Lopujin y la mentira de Azev respecto a su permanencia en Munich convencieron a Argunov, Chernov y a mí de su culpabilidad. El Comité Central decidió interrogarle a propósito del 11 de noviembre. Del interrogatorio se encargó Chernov, el cual esforzóse en no dejar traslucir sus sospechas.

Chernov dijo a Azev que Burtsev había establecido vigilancia cerca de Ratiáev. jefe de Azev, según Lopujin, y que vivía en aquel entonces en París, con el nombre de general Guirs y afirmaba que, gracias a esa vigilancia, se había podido comprobar que el 11 de noviembre, a las siete de la mañana, AzeV visitó a Ratiaev.

Chernov preguntó a Azev d6nde estaba aquel día, pues a pesar de lo absurdo de dicha indicación, el tribunal puede exigir su refutación documental.

Como respuesta, Azev sacó del bolsillo dos cuentas de hotel: una a nombre de Lagerman, del hotel Furstenhof, de Berlín, donde vivió desde el 7/20-XI hasta el 9/22-XI-08, y otra a nombre de Iohan Danelson, desde el 9/22 hasta el 13/26-XI-08, de la hostería Kerch, también de Berlín, de la cual era dueño el judío ruso Chornomórdik. Azev añadió que fue a Berlín para descansar, y que desde allí marchó a Munich a ver a N.

Era extraño que Azev, que iba a ver a N. se detuviera en una fonda rUSa en Berlín, es decir, que no observara las reglas elementales en la conspiración.

Se decidió comprobar la autenticidad de las cuentas presentadas.

Con este objeto fue a Berlín el compañero V., quien nos telegrafió desde allí:

Ihre schlismmoste Verdaecthe volkommen richhng seid bereit das Dicker wusste haute Woldemars mission.

Resultó, según los informes de V., que, en prnner lugar, la fonda Kerch se parecía. más bien a un tabernucho de baja categoría; segundo, que Chornomórdik era utilizado como traductor por la jefatura de policía de Berlín; tercero, que la persona que se había hospedado en el Kerch desde el 22 al 26 de noviembre y que se había inscrito con el nombre de Iohan Danelson, ni por asomo se parecía a Azev. La nota era falsa. Nuestras peores sospechas Se confirmaron, en efecto.

En el partido Azev gozaba de una confianza comparada sólo a la qua disfrutaba Guerchuni. Sentían un cariño y un respeto particulares por él los miembros ue la Organización de Combate. Kárpovich estaba en Rusia; pero de sus compañeros más próximos había algunos en París, N. P., Esfir, Lápina y otros, los cuales, al enterarse de las sospechas que existían contra Azev, se negaron a dar crédito a las mismas, aun después del interrogatorio de Lopujin. Como prueba de la emoción que se apoderó de los elementos de la Organización de Combate, es caractenstica la siguiente carta de Lápina al Comité Central:

Como abrigo ciertas dudas de que mi posición sea suficientemente clara para el Comité Central, me esforzaré en resumirla una vez más:

1) Declaro que deseo desempeñar un papel activo en el asunto que nOs interesa a todos. Mi actividad puede llegar hasta la ejecución de la sentencia, si así lo exigen los intereses de la causa.

2) Mi participación activa en este asunto, cuyas proporciones sólo puede determinarlas el Comité Central, únicamente serán aceptadas por mí con una condición: mi participación en un tribunal que tenga derecho a adoptar resoluciones unánimes.

3) El Comité Central tiene derecho, en un momento determinado, a obrar obedecIendo excluslVamente a los dictados de su conciencia. En el asunto que nos interesa este momento ha llegado. El Comité Central tiene derecho a conceder sus atribuciones a otros miembros del partido, pero si el Comité Central tiene el derecho de confíar en la conciencia de los demás miembros del partido, la condición mínima de realización de este derecho del Comité Central es la exigencia de la unidad completa de la resolución de los mismos. Al poner este asunto en manos de un tribunal, el Comité Central obliga con ello a todos los miembros de dicho tribunal a asumir la responsabilidad completa por el resultado posible de sus deliberaciones. Pueden tener el derecho moral de ser miembros del tnbunal únicamente aquellos miembros del partido que se sientan con fuerzas para ejecutar la sentencia, si es que son unos jueces íntegros.

En estas condiciones, todo miembro del tribunal tiene derecho a declarar: no deseo ser un participante moral de una muerte que puede hallarse en contradicción fundamental con mi conciencia, no tengo derecho a poner en la misma situación a otro miembro del tribunal. Un tribunal sólo puede matar unánimemente. No se puede establecer analogía alguna ni con otra situación en el partido ni con otro tribunal. El jurado únicamente juzga, pero no mata él mismo. Y el derecho de matar, el miembro del tribunal lo tiene exclusivamente en el caso de resolución unánime. Por consiguiente, mi opinión se reduce a lo siguiente: el tribunal sólo puede juzgar en el caso de que su constitución esté regida por el principio que defiendo, y por esto no se trata únicamente de las obligaciones del Comité Central con respecto a mí.

4) Si forman parte del tribunal, no solamente miembros del Comité Central, sino también del partido, debe presidir igualmente la constitución de dicho Comité el siguiente principio: representación de todos ios matices de opinión, manifestados en una conferencia general. De otro modo, el tribunal será parcial.

5) Al manifestar mis deseos y mi opinión, quiero llamar la atención del Comité Central sobre lo siguiente: si no por consideraciones prácticas, acaso por razones de orden puramente moral, el Comité Central debe tener en cuenta que tengo el derecho formal de solicitar mi participación en el tribunal, puesto que éste bo estará compuesto exclusivamente por el Comité central.

6) Desde el momento en que mi posición aparece completamente clara, en que el Comité Central ha declarado que mi proposición no puede ser aceptada con las condiciones que he impuesto, lo único que me queda por decir es lo siguiente: la palabra de honor que he dado me obliga únicamente a guardar un silencio pasivo con respecto a lo que sé ante la persona interesada.

Bela.

El Comité Central se hallaba en una situación dificil; de una parte, las acusaciones contra Azev eran irrefutables: su culpabiliad había sido demostrada, y, por tanto, había que matarle; de otra, la opinión del partido o hubiera aceptado la muerte de Azev sin que éste fuera previamente juzgado, con la garantía completa de un interrogatorio minucioso. Este interrogatorio prsuponía necesariamente la presencia, al menos, de un miembro del Comité Central. Sin embargo, matar a Azev era solo posible en el momento mismo del interrogatorio, pues después de él, hallaría inmediatamente ocasión de escapar, que fue lo que acaecio en realidad. Por lo tanto, el Comité central debía decidirse a perder, por lo menos, a uno de sus miembros y a la detención y expulsión de París de todo el centro del partido en el extranjero. En otros terminos, había que tomar sobre sí la responsabilidad de la destrucción de los organismos del partido precisamente en el momento en que la revelación del papel del provocador desempeñado por Azevproduciría inevitablemente una gran confusión en las filas socialistas revolucionarias. El Comité central decidió consultar a algunos compañeros responsables que vivían en París.

A fines de diciembre de 1908 se reunieron en la rue Lhomond, 50, los compañeros invitados por el Comité Central. Participaron en la reunión M. A Natanson. V. N. Chernov, A. A. Argunov, N. 1. Bakítnikov, V. N. Fígner. I. A. Rubanívich. G.-Ski. V. M. Zenzinov Y. Y. Fundaminski, M. A. Prokófiev, Esfir, Láp1na, S. N. Sletov, N. y yo.

Se puso a discusión la cuestión siguiente: ¿es posible matar inmediatamente a Azev, sin emprender el interrogatorio, o es necesario efectuar una instrucción suplementaria y, en consonancia con los resultados de la misma, decidir la suerte de Azev?

Las opiniones se dividieron. Cuatro compañeros (Zenzinov, Prokófiev. Sletov y yo) se pronunciaron en el sentido de matar inmediatamente, sin interrogatorio, a Azev. Afirmábamos que éste, naturalmente, estaba al corriente de las sospechas del Comité Central. Si no fue informado por la policía, pudo adivinar la existencia de dichas sospechas por el cambio operado en la actitud de sus compañeros. Por lo tanto, proseguir la instrucción traía aparejado consigo el peligro de que Azev se diese a la fuga. Además, indicábamos que la ejecución de éste después del interrogatorio podía comprometer jurídicamente a todo el Comité Central y repercutir en todos los organismos centrales del partido, lo cual era inadmisible desde el punto de vista de los intereses de este último. Era ñecesario matar a Azev sin pérdidas considerables para el partido. Finalmente, la culpabilidad de Azev era, a nuestro juicio. tan evidente, que la acusación no tenía necesidad de ningún interrogatorio ni instrucción ulteriores.

La opinión contraria, comparbida por la mayoría (con la abstención de Nikólai y Lápina y el voto particular de Rubanóvich), consistia en lo siguiente: la ejecución de Azev provocaría la escisión en ej partido, escisión que será tanto más considerable cuanto menos se observen las formas jurídicas en el tribunal contra Azev. Si no se dan a este último todos los medios de defensa posibles en el partido, muchos militantes, sobre todo los de la Organización de Combate, considerarán que el Comité Central ha cometido un crimen. Finalmente, la justicia exige que la cuestión se plantee así, pues en el Comité Central mismo hay elementos, por ejemplo, Natanson, que no están completamente convencidos de la culpaóilidad de Azev.

Después de los debates se decidió continuar la instrucción, preparando al mismo tiempo la ejecución de Azev con el mínimo de pérdidas para el partido.

Se resolvió matar a Azev fuera de las fronteras de Franciá; por ejemplo, en el territorio de ***. Argunov y el ex miembro de la OrganizacIón de Combate de Petersburgo A. se marcharon a ***, con el fin de alquilar una villa apartada. Chernov y yo debíamos conducir a Azev a dicha villa con un pretexto cualquiera.

Yo no estaba conforme con la decisión adoptada. Consideraba que Azev debía ser ejecutado a toda costa, y veía que la instrucción ulterior le garantizaba la posibilidad de la huída. Finalmente, estaba convencido de que Azev no iría a Italia. Cumplimentando el acuerdo del Comité Central, participé en el examen del plan de la ejecución en Italia; pero para mí la cuestión se planteaba de otro modo. Me preguntaba si no tenía el deber, contra la opinión del Comité Central, de matar a Azev bajo mi responsabilidad personal. Resolví esta cuestión negativamente; no consideraba racional en aquel momento ser un motivo de escisión en el partido. Además, quería conocer la opinión de Kárpovich, amigo y colaborador inmediato de Azev. Kárpovich, contra lo que se esperaba, llegó a París después que Azev se había ya fugado.

Mientras se estaban entablando negociaciones en Italia, el compañero V. hizo sus investigaciones en Berlín. Al recibirse el telegrama ya citado, el Comité Central decidió emprender inmediatamente el interrogatorio de Azev. Lo hizo así temiendo que éste, al enterarse del viaje de dicho compañero, se fugara. El interrogatorio debíamos efectuarlo Chernov, Nikólai y yo. Se convino que no teníamos el derecho de matar a Azev.

Esta resolución equivalía a dejar a éste en libertad; pero no estimo que en este caso el Comité Central no obrara bien. El error se cometió mucho antes: se debió matar a Azev inmediatamente después de nuestra entrevista con Lopujin, cuando la culpabilidad no ofrecía ya ninguna duda. Pero las vacilaciones en el Comité Central mismo de una parte (Natanson) y las de los miembros de la Organización de Combate (Nikólai, Lápina y otros) de otra, no permitieron al Comité Central decidirse a tomar esta medida. Desde aquel momento éste abandonó la senda de las decisiones revolucionarias y tomó la del tribunal formal. Esta senda conducía inevitablemente al interrogatorio de Azev y, pOr consiguiente, a su fuga; el Comité Central no tenia el derecho de pagar la muerte de Azev con la detención del único teórico del partido, Chernov, sin el cual no era concebible el interrogatorio.

En todo caso, Azev se podía sentir fuera de peligro.
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