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Memorias de un socialista revolucionario ruso

Boris Savinkov

LIBRO CUARTO
CAPÍTULO SEGUNDO
SE DESCUBRE LA TRAICIÓN DE AZEV
SEGUNDA PARTE


El Comité Central, al enterarse de que Burtsev había dado cuenta de sus dudas a algunos compañeros del partido, decidió formarle un tribunal de honor. Burtsev fue acusado: primero, de difundir rumores infundados que ponían en entredicho la honorabilidad de uno de los miembros dd Comité Central, con lo cual ocasionaba un perjuicio al partido, y segundo, de difundirlos haciendo caso omiso del Comité Central, con lo cual privaba a este último de la posibilidad de refutar dichos rumores. Para formar el tribunal mencionado fueron elegidos J. A. Lopatik, príncipe Kropotkin y V. N. Fígner. El tribunal se reunió en Londres en el verano de 1908, con ocasi6n de la Conferencia del partido.

Yo no asistí a la referida Conferencia ni participé en la resolución de la cuestión mencionada. Al enterarme de dicha resolución hice todo lo que dependia de mí para que no fuera llevada a la práctica. Lo hice por los motivos siguientes:

En primer lugar, me parecía que al hacer comparecer a Burtsev ante un tribunal el Comité Central, no sólo no evitaba la difusión de los rumores relativos a Azev, sino que la estimulaba: el tribunal contra Burtsev debía provocar, y en realidad provocó, muchas habladurías poco deseables.

En segundo lugar, me parecía muy desventajosa la posición del Comité Central en el tribunal. Sin hablar ya de que era muy dilícil refutar unos rumores de origen policíaco -y éstos eran los únicos de que disponía Burtsev-, aún una sentencia condenatoria no eliminaría las sospechas con respecto a Azev: Burtsev podía difundir rumores infundados, pero éstos quedaban. El tribunal, incluso en el caso del resultado más favorable para el Comité Central, no realizaba la misión deseable para el partido.

Finalmente, y esto es lo principal, me parecía que el hecho mismo de hacer comparecer a Burtsev ante el tribunal era incompatible con la dignidad de la Organización de Combate. Las sopechas cubrían de oprobio, no únicamente a Azev, sino a todos los terroristas. A una ofensa tal no se podía contestar con palabras. A mi juicio, la única respuesta digna hubiera sido la actuación terrorista común, con Azev, de todos los miembros de la organización y la correspondiente declaración. Sólo esto podía demostrar de un modo completo la confianza de la organización en su director y el desprecio por la ofensa tan inmerecida como grave.

Fuí a ver a Chernov con el fin de atraerlo a mi punto de vista: lo ofensivo que resultaba para la Organización de Combate y lo desventajoso para el partido el tribunal contra Burtsev. Chernov dijo;

- No veo ofensa alguna para la Organización de Combate; no es a Azev a quien se juzga, sino a Burtsev.

Objeté que el mismo hecho del tribunal constituía una ofensa, pues la Organización de Combate no podía ni tan siquiera entablar conversación cuando se trataba de su honor. Añadí que el tribunal era desventajoso para el Comité Central.

- ¿Por qué? -dijo Chernov-. Burtsev será aplastado. Tendrá que arrepentirse ante el tribunal.

Entonces me fuí a ver con idéntico objeto a M. A. Natanson; pero no tuve mayor éxito. Lo único que quedaba por intentar era ejercer presión sobre el mismo Azev.

Este, que había llegado a París, fatigado de la Conferencia y conmovido por las sospechas, pero exteriormente indiferente, me dijo al verme:

- ¡Qué repugnante es todo esto! ... ¿Has oído lo que dice Burtsev? ¿Te has enterado de que habrá tribunal?

Como contestación, repetí lo dicho a Chernov y Natanson. Le pedí que adoptara el punto de vista de la Organización de Combate y renunciara al tribunal contra Burtsev. Dije asimismo que sabía lo duro que era para él vivir rodeado de semejantes sospechas; pero que éstas podían ser liquidadas, no con palabras, sino con hechos.

- Así, pues -preguntó-, ¿hay que ir a Rusia?

- Naturalmente.

- ¿Y tú irás conmigo?

Le dije que seguía manteniendo la misma opinión que antes sobre las causas de la impotencia de la Organización de Combate; pero que en eSe caso se trataba del honor de ésta y aunque la tentativa se viera condenada a] fracaso, consideraba mi deber ir a Rusia, pues veía en ese viaje la única posibilidad de defender a la organización y el honor de Azev y el mío. Añadí que estaba persuadido de que los compañeros terroristas se mostrarínn conformes conmigo; que en lo que se refería a mí personalmpnte estaba dispuesto a declarar en la Prensa que seguía actuando con él.

Azev dijo:

- ¿Y si nos marchamos y somos detenidos todos?

Contesté que había previsto esta eventualidad; pero que precisamente un proceso y algunos condenados a muerte rehabilitarían el honor de la Organización de Combate.

- ¿Y si por casualidad no soy detenido? -preguntó Azev.

- Entonces declararemos en el tribunal que tenemos toda la confianza en ti.

Azev reflexionó.

- No, esto no basta. Se dirá que Fígner tenía asimismo confianza en Degáiev ... Hay que juzgarme a mi. Sólo así se evidenciará lo oscuro de todas esas sospechas.

Yo dije:

- No quiero hacer nada en este asunto sin ponerme de acuerdo contigo. Si no aceptas mi proposición, permiteme, por lo menos, intentar persuadir a Burtsev de que renuncie al tribunal. No te conoce a ti e ignora tu biografía. Cuando se lo cuente todo estoy convencido de que se desvaneceran sus sospechas.

Azev dijo:

- No puedo objetar nada a esto.

No confiaba mucho en que pudiera convencer a Burtsev; éste había acusado 8 Azev de un modo demasiado decidido y preciso; pero consideraba mi deber hacer esta tentativa.

Azev se marchó al Mediodía de Francia. Propuse a Burtsev que me pusiera al corriente del contenido de la acusación y que escuchara la biografía de Azev: Burtsev accedió de buena gana a ello y me contó lo sIguiente:

En 1906 se le presentó en Petersburgo, en la redacción de la revlsta El Pasado, el funcionario de la sección de Varsovia de la Okrana M. L. Bakai, aludido más arriba por mí en relación con la muerte de Tatarov. Bakai empezó por ofrecer a Burtsev algunos documentos secretos con el fin de publicarlos, y después le indicó los nombres y las señas particulares de una serie de agentes policíacos secretos en el partido socialista polaco. Con esto Bakai se granjeó la confianza de Burtsev. Con respecto al partido de los socialistas revolucionarios, comunicó lo siguiente:

Como tengo a mi disposición las informaciones completamente secretas del departamento de policía, he podido constatar que los registros y las detenciones más importantes efectuadas entre los revolucionarios en el transcurso de estos dos últimos años, han sido casi exclusivamente resultado de los datos de los agentes; es decir, de la confidencia. Las detenciones de Schtiftar, Gronski, de los complicados en la explosión que se preparaba en el puente de la Bolsa, las detenciones en la imprenta El Pensamiento (Mysl), de Benedíktova y Mamáieva, en Cronstadt, de los participantes en la preparación del atentado contra el zar el 1907, la detención en masa de la fracción de oposición de los socialistas revolucionarios en Moscú, la efectuada en Finlandia de los miembros del destacamento volante del Norte (Karl y otros), así como el descubrimiento del atentado en preparación contra Scheglovitov (detención de Lebedintsev, Rasputina y otros), todo esto sucedió gracias a la confidencia, y buscar las causas en otra dirección es trabajo perdido.

Para demostrarlo, citaré algunos ejemplos en que obró la confidencia.

Cuando Guerchuni se puso al frente de la Organización de Combate, el departamento de policía lo supo inmediatamente; todas las fuerzas fueron puestas en movimiento para su detención e incluso fue asignado un premio de 10.000 rublos. Cuando Guerchuni estaba en el extranjero, lo sabía asimismo el departamento de policía: sus apariciones en Rusia eran inesperadas, pero sus movimientos eran conocidos. Esto se explica por el hecho de que estaba en contacto únicamente con los agentes secretos del extranjero; con los confidentes en Rusia tropezaba solo de un modo casual; y a pesar de que muchos polizontes le conocían personalmente y de que sus fotografías las poseían todos los gendarmes, se deslizaba siempre afortunadamente. En fin de cuentas fue detenido como resultado de los datos suministrados por los agentes de Kiev, los cuales, si bien no tenían un contacto personal con él, sabían que había salido de Ufa para dirigirse a dicha ciudad. El departamento de policía estaba informado de que Guerchuni debía participar en el atentado contra Bojdánovich, y para detenerle fue mandado Mednikof, encargado de la vigilancia en toda Rusia, pero cuando llegó, el atentado había sido ya cometido.

La policía no ignoraba tampoco que se preparaba un atentado contra el Gran Duque Sergio. Se sabía que debía participar en él Savinkov. En el trayecto recorrido por el Gran Duque había siempre polizontes encargados de vigilar a los sospechosos. Sin embargo, a pesar de esa circunstancia se realizó el atentado, lo cual demuestra una vez más que la vigilancia es incapaz de hacer nada si no cuenta con datos precisos. Que la sección de la Okrana de Moscú estaba informada del atentado posible, me lo dijo el jefe del servicio de vigilancia D. Popov, y esto se confirma por el hecho de que el día del atentado y el siguiente el departamento de policía mandó telegramas ordenando la detención de Savinkov y el establecimiento de una estrecha vigilancia cerca de sus parientes, que vivían entonces en Varsovia. La circunstancia de que dicho telegrama fuera expedido por el departamento, y no por la sección de la Okrana de Moscú, muestra que las indicaciones partían de un confidente que estaba en relación únicamente con el departamento de policía o con la sección da la Okrana de Petersburgo.

Posteriormente, en uno de los números de El Pasado leí las memorias de Argunov, en las cuales éste describe la aparición de La Rusia Revolucionaria, y termina refiriéndose al descubrimiento de la imprenta de Tomsk, en que se publicaba dicha revista. Los motivos de dicho descubrimiento no los indicaba, y parece que ni tan siquiera se hallaba en estado de adivinar de un modo aproximado cómo la policía había podido dar con el paradero de la imprenta.

Basándome en datos oficiales, a su tiempo pude leer el informe Zubátov sobre la liquidación de la imprenta de Tomsk, y en las manifestaciones de Médnikov, Zubátov y el polizonte D. Yákoliev, puedo decir que entre los miembros del partido de los socialistas revolucionarios que se estaba constituyendo en aquel entonces, había un sujeto, ingeniero de profesión, que era confidente; era conocido entre los agentes de la Okrana por Raskin, y estaba al servicio directo del departamento de policía.

El mencionado Raskim había transmitido informaciones según las cuales en la fecha tal, Fulano (no recuerdo exactamente el nombre) se iría a la Rusia Sudoriental para dedicarse a asuntos del partido, y que desde allí, si no se detenía en Moscú, se dirigiría a Tomsk, donde se organizaba una imprenta clandestina para la impresión de La Rusia Revolucionaria. El Fulano ese fue seguido por dos polizontes -D. Yákoliev y, si no ando equivocado, D. Popov-, y esta vigilancia dió la posibilidad de establecer el sitio donde estaba instalada la imprenta, lo cual no era ya tan dificil. Por lo tanto, la causa del descubrimiento hay que buscarla en las indicaciones del confidente Raskin.

La personalidad de este confidente desconocido, que se oculta bajo el seudónimo de Raskin, es interesante en extremo, y su descubrimiento puede ayudar a comprender los motiVos de muchas detenciones. Oí hablar por primera vez de él en enero ae 1903; supe que era ingeniero, que se le consideraba como el colaborador principal en el partido de los socialistas revolucionarios; que era agente del departamento de policía; que comunicaba sus informaciones únicamente a Zubátov o Médnikov, y que percibía 350 rublos mensuales, lo cual se consideraba como un salario muy sólido.

Se que Raskim participaba en los congresos, viajaba por Rusia y que cuando iba a algún sitio era siempre seguido de polizontes y de Médnikov, lo cual demuestra hasta qué punto eran importantes sus viajes.

Raskin daba informes muy valiosos sobre el partido de los socialistas revolucionarios, y estaba al corriente de todas las empresas revolucionarias del mismo. Entre otras cosas denunció el papel de Guerchuni, indicó a Serafín Klichogl, que vivía en Járkov en el otoño de 1903, y despues en Petersburgo, y que se hallaba estrechamente vigilado como míembro de la Organización de Combate; delató al grupo terrorista de La Libertad del Pueblo, dirigido por Negreskul; gracias a sus informaciones fue vigilado el ingeniero Vitenberg; denunció las relaciones existentes entre los miembros del zemstvo de Tver Bakunin Petrunkievich y otros con los revolucionarios, e indicó la posibilidad de que apareciera entre ellos Breschko-Breschkóvskaya, como consecuencia de lo cual dichas personas fueron objeto de una estrechísima vigilancia.

Raskin se veía con Zubátov y Médnikov en el piso de la amiga de este último, E. G. Rumiáseva, calle Preobrajénskaya, número 4, primero.

Por indicación de Raskin se estableció un servicio de vigilancia, en febrero de 1903, cerca del dentista de Lodz Schneur, el cual se instaló en dicha ciudad con objeto de expedir la literatura que llegaba del extranjero.

Al ser trasladado a Varsovia, perdí de vista a Raskin, pero he aquí que en cierta ocasión, en 1904, llega inesperadamente a dicha ciudad Méctnikov, procedente de Petersburgo, acompañado de varios polizontes, y declara que al día siguiente llega el colaborador Raskim, para. tener una. importante entrevista con N. (uno de los individuos vigilados), y que, después de la entrevista, la vIgilancIa seria efectuada por los polizontes que habían llegado con Médnikov. El día en que Raskim visitó a N. se estableció un servicio de vigilancia cerca de los dos por la sección de la Okrana de Varsovia, y uno de los últimos días se comunicó que en tal hora había llegado elchivato al domicilio de N. y lo describían; pero, según ellos, Ruskin no tardó en salir y fue seguido únicamente por los polizonyes llegados. Aquel mismo día, Raskin y Mednikov se marcharon, y en Varsovia se quedaron dos polizontes; unos días después llego la orden del departamento de policía de que regresaran y el servicio de vigilancia cerca de N. fuera efectuado por los agentes locales.

Después de esto, no sé nada más de Roskim; pero fundándome en consideraciones personales, sin datos concretos, pienso que ese confidente misteriooso no ha desaparecido de la escena, y no ha hecho más que cambiar el seudónimo, adoptando ahora el de Vinográdov. Según muchos elementos del departamento de policía, entre ellos Guróvich, además de Tatarov colaboraba al mismo tiempo que él con la policía en el partido de los socialistas revolucionarios un tal Vinagrádov, el cual contribuyó al fracaso del atentado que estaba preparado contra Trepov y Buliguin en marzo de 1905.

Es posible que me equivoque al identificar la personalidad de Raskin con la de Vinagrádov, pero los socialistas revolucionarios deben preocuparse de descubrir quién podía ocultarse bajo el seudónimo de Ruskin. Si este hubiera sido descubierto, yo lo sabría, pues el descubrimiento de un provocador de tanta categoria no hubiera podido pasar inadvertido por mi. Quedan dos suposiciones; o bien Raskin se ha apartado de la revolución, o bien se halla como antes en las filas del partido de los socialistas revolucionarios.

De estns indicaciones de Bakai, Burtsev sacaba la conclusión de que Raskin, llamado también Vinográdov, no era otro que Azev.

Para demostrar la exactitud de esta conclusión hacia dos consideraciones:

En primer lugar, según las informaciones de Bakai, la carta anónima de 1905 fue escrita por el jefe de la sección de Petersburgo de la Okrana, coronel Kremenetski. Hizo esto inducido por su rencor personal contra Rachkovski. Este, valiéndose de los servicios de los confidentes Tatarov y Vinográdov, había procedido el 17 de marzo de 1905 a la detención de los miembros de la Organización de Combate, sin tener en cuenta para nada a la sección de Petersburgo, y en particular al coronel Kremenetski. A consecuencia de dichas detenciones, Rachkovski y sus colaboradores recibieron una suma importante, y el primero, además, jefe de toda la policía política del imperio con facultades iguales a las del director del departamento de policía. Kremenetski, naturalmente, no recibió recompensa alguna, lo cual motivó su rencor contra Rachkovski.

Por lo tanto, esta carta anónima establecía la identioao de Azev con Vinográdov.

En segundo lugar, se establecía su identidad con Raskin. La comunicación hecha por Bakai de la visita a un cierto N. por Raskin en Varsovia en 1904, coincidía con la visita a dicho N. por Azev.

A Burtsev le parecía que estas coincidencias eran suficientes para acusar de un modo firme a Azev de confidente. Las demás consideraciones y hechos aducidos por él no eran sustanciales y no podían servir para acusar a aquél.

No logré convencer a Burtsev de lo erróneo de sus conclusiones.

Al enterarse de mis conversaciones con Burtsev, Azev me escribió:

Acepto el tribunal, no veo otra salída a la situación creada. No acabo de comprender tu idea, según la cual nada podemos salir ganando con e11o. ¿Es posible que después del examen de la crítica y de la refutación de los hechos, Burtsev pueda seguir insistiendo en lo mismo? Yo esto lo comprendería si no se le escuchara y no se examinaran sus materiales.

En otra carta decía:

Sigo tu consejo de no pensar en este sucio asunto, aunque he de reconocer que me es muy difícil. Quiéralo o no, toda esa suciedad me viene a la cabeza ...

A principios de octubre Burtsev me comunicó que tenia nuevos datos demostrativos oe la culpabilidad de Azev y me pidió, bajo palabra de honor, que no los comunicara a nadie antes de que se reuniera el tribunal. Por esto el Comité Central no los conoció con anterioridad.

En octubre llegó al extranjero el ex director del departamento de policía Alexei Alexandrovich Lopujin, senador, a quien Burtsev había conocido en Petersburgo. Burtsev Se encontró con él en el tren entre Colonia y Berlín y le pidió que le dijera si, efectivamente, Azev estaba al servicio de la policía y si había tenido relaciones con él cuando estaba al frente del departamento.

Después de mucnas vacilaciones y de ruegos insistentes de Burtsev, Lopujin contestó afirmativamente a las dos preguntas.

Dijo que se había visto dos veces con Azev para tratar asuntos del servicio.

El relato de Lopujin no me hizo sospechar de Azev. Mi confianza en este último era tan grande, que ni tan siquiera hubiera dado crédito a una denuncia firmada de su propio puño y letra; una denuncia tal la hubiera considerado como apócrifa. Sin embargo, no comprendía por qué Lopujin había hecho semejantes manifestaciones. No veía qué fines podía perseguir engañando a Bursev. No podía tampoco admitir la idea de que participara en la intriga policíaca, si realmente ésta existía; era poco probable que un ex director del departamento de policía se rebajara hasta desempeñar el papel de provocador de baja calaña. Me inclinaba a la idea de que había ocurrido un equívoco lamentable; seguramente Lopujin había tomado por Azev a uno de los numerosos colaboradores secretos de la policía. Fuera como fuera, era claro para mí que las manifestaciones de Lopujin habían de producir gran impresión al tribunal. Temía que éste terminara no acusando a Burtsev y aun absolviéndolo. Semejante desenlace habría sido un duro golpe para el partido y para la Organización de Combate.

Convencido de la honorabilidad de Azev y de que todo se reducía a un equívoco, pedí de nuevo a Chernov y a Natanson que renunciaran al tribunal. Mis insistencias no se vieron coronadas por el éxito.

El tribunal fue señalado para fines de octubre en París.
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