Indice de Memorias de un socialista revolucionario ruso de Boris SavinkovLIBRO TERCERO - capítulo duodécimoLIBRO CUARTO - Capítulo primero - Segunda parteBiblioteca Virtual Antorcha

Memorias de un socialista revolucionario ruso

Boris Savinkov

LIBRO CUARTO
CAPÍTULO PRIMERO
DETENCIÓN Y FUGA
PRIMERA PARTE


En los primeros días de mayo me despedí de Azev y me marché a Helsingfors. Kaláschnicov, Dvoínikov y Nazárov, cada uno por separado, se marúharon a Járkov, donde debían esperarme. Se hallaba asimismo en dicha ciudad Schílierov, que había salido de Moscú después de la explosión del 23 de abril. Me detuve un día en esta última ciudad, donde D. O. Gavronski me comunicó que el Consejo del partido había terminado sus trabajos. Yo no sólo no fuí invitado a las sesiones de dicho Consejo, sino que, como actuaba siempre fuera de todo contacto directo con los organismos del partido, ignoraba incluso que se celebrara. No sabía tampoco que en dicho Consejo se había decidido interrumpir la lucha terrorista mientras duraran las sesiones de la Duma de Estado. Resultaba, pues, que me iba a Sebastopol con el encargo del partido de matar al almirante Chujnin al mismo tiempo que aquél tomaba la resolución de interrumpir el terror. Fue en la cárcel cuando me enteré de esto por los periódicos.

La resolución del Consejo del pnrtido divergía tanto de mi opinión y de la de la mayoría de mis compañeros, que no sé cómo habríamos reaccionado ante ella. si hubiéramos conocido su existencia oportunamente. La interrupción del terror pOr segunda vez era, a nuestros ojos, un error político evidente: mataba a la Organización de Combate, que durante los últimos tiempos se había reforzado. Es posible que en esa ocasión no nos hubiéramos sometido al Comité Central y tuviéramos un conflicto abierto con el partido. Fuera como fuese, sigue siendo incomprensible para mí por qué no se nos informó de la adopción del acuerdo mencionado y asimismo por qué, como consecuencia de dicha resolución, no se nos propuso abandonar el asunto Chujnin y regresar a Finlandia ...

En Járkov encontré a Chíllerov, Kaláschnikov, Dvoínikov y Nazárov. El primero se marchó a Vilna a fin de descansar algunos días. Con los otros tres compañeros examinamos durante un día el plan de atentado contra Chujnin.

En dicha reunión se decidió que los tres se dedicarían en Sebastopol a la observación en la calle, en calidad de vendedores ambulantes y de limpiabotas. Les fijé una entrevista en Sinferópol para aclarar algunos detalles, y decidí marcharme yo mismo a Sebastopol para elaborar sobre el terreno un plan definitivo. Al despedirme de ellos en el jardín de la Universidad observé un tipo sospechoso, que parecía vigilarme. Pregunté a los compañeros:

- ¿No habéis observado si os siguen?

- No -contestó Kaláschnikov.

- ¿Estáis convencidos de ello?

- Naturalmente.

Aquella misma tarde me marché de Járkov. Como se aclaró más tarde por los materiales de la instrucción, aún no se me vigilaba, pero Dvoínikov, Kaláschnikov y Nazárov estaban vigilados hacía ya algunos días. Los polizontes tomaron nota de nuestra entrevista de Járkov.

En Sinferópol se repitió lo mismo; vimos nuevamente a unos tipos extraños que, al parecer, nos vigilaban, y nuevamente Dvoínikov, Kaláschnikov y Nazárov me aseguraron que nadie nos seguía.

Considero que cometí un gran error al dar crédito en aquel entonces a su confianza. Dvoínikov y Nazárov, como obreros acostumbrados a la labor entre las masas, no concedían la atención suficiente a los polizontes. Kaláschnikov, por su carácter, se inclinaba más bien a disminuir el peligro que no a exagerarlo. Yo esto lo sabía, y, sin embargo, no hice la necesaria comprobación, que acaso nos hubiera salvado de la detención.

Llegué a Sebastopol el 12 de mayo y me instalé en la fonda con el nombre de Dmitri Evguénievlch Subbotin, teniente retirado. No entablé contacto alguno con el Comité local; ignoraba incluso los domicilios conspirativos. No podía saber, por consiguient€, que en Sebastopol se preparaba un atentado para el 14 de mayo. Al contrario, consideraba que el 14 de mayo, día de la coronación, era el más apropiado para empezar la observación cerca de Chujnin, y pedí a mis tres compañeros que vinieran a Sebastopol en dicha fecha. Los tres debían encargarse de observar en la catedral de Vladimir, adonde, según mis cálculos, iría Chujnin para asistir al oficio solemne. Precisamente ese día, hacia las doce del medio día, tenía una entrevista en el Paseo Marítimo: Rachel Lurié debía llegar con dinamita, y yo la esperaba. Afortunadamente, el 14 de mayo no estaba aún en Sebastopol. Este retraso nos salvó de ser detenidos con dinamita, nadie hubiera tenido la menor duda de que éramos precisamente nosotros los que habíamos participado en el atentado contra el general Nepliúiev. El 14 de mayo, a las diez de la manana, encontré a Kaláschni'kov en la calle Yekaterinskaya, en la iglesia, y le propuse ir a la catedral de Vladimir.

Como se supo más tarde, el polizonte que vigilaba a Kaláschnikov tomó nota también de esta entrevista.

A las doce del medio día ocurrió lo siguiente:

Al terminarse el oficio, cuando el comandante de la fortaleza de Sebastopol, general Nepliúiev, pasaba revista a la guarnición, salió de entre la multitud un joven de dieciséis años, Nikólai Makárov, y arrojó una bomba a los pies del general. La bomba de Makárov no estalló. En aquel momento se oyó una fuerte detonación: estallaba la bomba del segundo participante del atentado, el marino Iván Frólov. A consecuencia de la explosión, Frólov murió en el sitio. Además de él, resultaron muertas por la explosión seis personas y 37 heridas.

Frólov y Makárov eran miembros del partido de los socialistas revolucionarios y obraban, si no con la aprobación, al menos con el apoyo del Comité de Sebastopol. El representante de dicho Comité votó por la cesación temporal del terror en la reunión del Consejo del partido a que hemos aludido más arriba. Makárov, Dvoínikov (con el apellido de Soloviev) y Nazárov (con el de Selivestrov) fueron detenidos en el sitio de la explosión. Dvofnikov, al notar que era vigilado, se puso a correr hacia el callejón de Uschakov, pero fue detenido por el agente de policía Petrov y un oficial que le salió al encuentro. Nazárov fue detenIdo inmediatamente después de la explosión por el agente Cherbakov. Al llegar a la puerta de la iglesia, echó a correr hacia la calle Bolschaya Moskaya, seguido por dicho agente, el cual, con ayuda de una patrulla, lo detuvo de nuevo. Kaláschnikov consiguió desaparecer y fue detenido más tarde, el 20 de mayo, en la estación de Finlandia, en Petersburgo. Yo fuí detenido en la fonda.

Mientras estaba en el Paseo Marítimo, oí una detonación lejana. Salí inmediatamente del Paseo hacia la ciudad. Por las esquinas se formaban grupos de gente. Un marino, con una gran expresión de gozo en el rostro, dijo en voz alta dirigiéndose a mí:

- ¡Eh, señorito, han matado a Nepliúiev!

Vacilé unos instantes. Sabía que comenzarían inmediatamente de la explosión las pesquisas en la ciudad y pensaba si no sería preferibJe marchar inmediatamente de Sebastopol y volver más tarde. Pero me pareció que estas pesquisas no podían tener nada que ver conmigo, pues, no sólo no participé en el atentado, sino que ni tan siquiera sabía que debía efectuarse. Estaba convencido de que no me seguían. Por esto decidí volver a la fonda.

Cuando subía por la escalera oí a mis espaldas una voz que gritaba:

- Queda usted detenido ...

En aquel instante sentí que alguien me cogía fuertemente los brazos por detrás. Me volví; la escalera se había llenado rápidamente de soldados con los fusiles apuntados hacia mí. Me rodearon de tal modo, que yo me hallaba en el centro. Dos me tenian cogido por los brazos. Un oficial de policía, muy pálido, me puso el cañón de su revólver en el pecho. Un polizonte me amenazaba con el puño y blasfemaba. También había un oficial de Marina, muy agitado, que decía que no había que gastar cumplidos conmigo, y que lo mejor era fusilarme inmediatamente en el patio. Después de cachearme se me condujo, fuertemente custodiado, a la fortaleza de Sebastopol. Estaban ya ahí Dvolnikov, Nazárov y Makárov. Se nos inculpaba a todos de pertenecer a una sociedad secreta que disponia de materias explosivas y de haber atentado contra la vida del genaral Nephunev. Por disposición del general Kaulbars, jefe de las tropas de la región militar de Odesa, fuimos diferidos a un tribunal militar para ser juzgados de acuerdo con las leyes propias del tiempo de guerra. Bl Consejo fue señalado para el jueves 18 de mayo.

El lunes, 15 de mayo, se me presentaron los defensores de oficio: el capitán de Artillería Ivanov y el de Infantería Bayadgíev. Tuvimos que renunciar pronto a los servicios de este último. Bayadgíev halló un billete mío en la mesa de Makárov, se lo echó tranquilamente al bolsillo y lo entregó a la dIrección de gendarmeria. Afortunadamente, el billete no contenía nada delictivo.

Por el contrario, con el capitán Ivanov establecimos pronto buenas relaciones. Me trajo el proyecto de discurso de defensa y no puedo dejar de reconGcer que me conmovió por su contenido: Ivanov no pedía la atenuación de la sentencia -sabía que yo no podia mostrarme de acuerdo con ello-, sino que subrayaba únicamente la inevitabilidad del terror desde el punto de vIsta del programa del partido, y hablaba del honor del revolucionario, de las tradiciones del partido y de la historia de la Organización de Combate. Después de leer el discurso, lo aprohé, con tanto mayor motivo que no juzgaba necesario hablar en el Consejo. La policía, los gendarmes y la oficialidad del castillo me consideraban como el iniciador y el director del atentado de Sebastopol; se me cargaban en cuenta las víctimas de la catedral de Vladimir y la utilización del menor de edad Makárov para un acto terrorista. Ahora bien; durante toda mi actuación había procurado, en la medida de mis fuerzas, evitar que sufrieran las consecuencias de nuestra acción las personas ajenas al Gobierno. Es más, la participación de un muchacho de dieciséis años en un acto terrorista, por elevadas que fueran las cualidades de ese muchacho, estaba en contradicción con mi conciencia de terrorista, de la mlsma manera que se hallaba en contradicción con mi experiencia la organización de un atentado en una plaza atestada de gente durante una parada militar. Pero hablar de esto ante el tribunal significaba acusar indirectamente a los organizadores del atentado y al mismo Makárov. Naturalmente, no podía ocupar esta posición. Por esto no me quedó otro remedio que callar durante el proceso.

Por los soldados detenidos en la fortaleza supe que el capitán Ivanov habia contribuído a sofocar la subievación del Ochakov: su batería había dIsparado contra el crucero. No quiero justificar!o ni uefenderlo. Pero debo constatar que ese capitán Ivanov que contribuyó a sofocar la insurrección con respecto a nosotros cuatro, Makarov, Dvoínikov, Nazárov y yo, dió pruebas de una desinteresada delicadeza y de un ardiente deseo de ayudarnos en la medida de sus fuerzas. Ivanov no ocultaba. sus opiniones, y me decía francamente que no estaba al lado de la revolución, sino del Gobierno, pero que considerándonos como enemigos, como oficial, nos trataba con respeto, y como defensor hacía todo lo posible para hacernos más llevadero nuestro encierro.

El martes 16, confiando en la palabra de honor del capitán Ivanov, le de8cubrí mi verdadero nombre, le pedí que telegrafiara a mi madre y a mi esposa, con el fin de que pudieran estar allí el día de la ejecución de la sentencia. Me proponía hacer público oficialmente mi nombre después del juicio, y de este modo tener la posibilidad de despedirme de ellos. El cap1tán Ivanov cumplió la promesa dada, y mis parientes llegaron a Sebastopol cuando el tribunal no conocía aún mi nombre. En el mismo tren llegó asimismo el ex director del departamento de policía Trusiévich, el cual era en aquel entonces fiscal sustituto de la Audiencia de Petersburgo. Me conocía personalmente por mis asuntos anteriores. Informado de su llegada por el capitán Ivanov, y no deseando verle, aquel mismo día comuniqué mi nombre. Llegaron también a Sebastopol en aquella ocasión los abogados L. N. Andrónikov, N. I. Faléiev, V. A. Jdánov y P. N. Maliantóvich; los dos primeros se encargaron de la defensa de Makárov.

Este era un muchacho de baja estatura, sonrosado y fuerte. Tenía una fe apasionada en el terror y consideraba como una dicha ser ahorcado en aras de la revolución. Me explicó cómo hacía sido organizado el atentado en contra del general Niepliúiev. Los participantes eran cuatro. El Comité local estaba informado de sus preparativos y les proporcionó incluso un laboratorio; pero no les dió autorización oficial. Es posible que esta seminegativa del Comité explique la elección desacertada del lugar del atentado y el hecho lamentable de que la bomba de Makárov no estallara.

Durante los primeros tiempos de nuestra reclusión, el servicio de vigilancia lo efectuaba el regimiento 50 de Bielostok, En todos los batallones habia soldados socialistas revolucionarios, socialdemócratas o sencillamente simpatizantes con la revolución; había asimismo suboficiales que formaban parte de las organizaciones revolucionarias. Por esto las puertas de nuestros calabozos estaban siempre abiertas, a pesar de la prohibición severísima de las autoridades y de la presencia de gendarmes designados especialmente para nosotros. En cuanto se acercaba el oficial, todas las puertas de los calabozos se cerraban a un signo del centinela y se abrían de nuevo cuando el oficial abandonaba el corredor. He de decir que en la mayor parte de los casos, los soldados me manifestaron una simpatía cordial. No sólo no ejecutaban las instrucciones que se les daban, sino que procuraban por todos los medios hacernos llevadera nuestra situación. Sostuvimos con ellos prolongadas conversaciones sobre la tierra, la Asamblea constituvente, el servicio militar y el terror. Esta relativa libertad me dió la posibilidad de conocer más de cerca a Makárov y de sostener un contacto constante y estrecho con Dvoínikov y Nazárov.

El martes 16 vino a mi calabozo el capitán Ivanov y me comunicó que el juicio había sido fijado definitivámente para el 18. A mi pregunta sobre la ejecución de la sentencia, contestó:

- No le oculto que la ejecución tendrá lugar el 19.

Aquel mIsmo día se lo comuniqué a Dvoínikov, Este palideció ligeramente.

- ¡Cómo! ¿Y Fedia también?- preguntó con voz temblorosa.

- Si.

- ¿Y usted?

- Y yo ... Pero usted también, Vania.

- Esto no me importa -dijo-; pero Fedia ...

Era amigo de la infancia de Nazárov, habia trabajado junto COn él en Sormovo, juntos se batieron en las barricadas y juntos habían entrado en la Organización de Combate. No podía conciliarse con la idea de que Nazárov fuese ahorcado.

Nazárov acogió mis palabras de un modo completamente distinto. No observé en su rostro ni la menor sombra de miedo. Sonriendo alegremente, dijo con tranquilidad y sencillez:

- Está bien ... Resulta, pues, que aquí no se martiriza a la gente. Al menos las cosas se hacen de prisa. Esto es mucho mejor ... Así, pues, ¿dices que el viernes?

Makárov estaba muy entusiasmado, radiante, la muerte le parecía un fin gozoso y digno de un revolucionario. Después de escucharme exclamó:

- ¡Por la tierra y la libertad!

Sin embargo, el tribunal no se reunió el 18 de mayo. El miércoles, 17, la policía averiguó el apellido de Makárov, que, como nosotros, ocultaba su nombre. Se supo también que tenía dieciséis años. El Consejo fue aplazado hasta que el tribunal de Sinferópol se pronunciara sobre la responsabilidad de Makárov como menor de edad.
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