Indice de Memorias de un socialista revolucionario ruso de Boris SavinkovLIBRO TERCERO - capítulo sextoLIBRO TERCERO - Capítulo octavoBiblioteca Virtual Antorcha

Memorias de un socialista revolucionario ruso

Boris Savinkov

LIBRO TERCERO
LOS ATENTADOS CONTRA DUBASOV Y DURNOVO
CAPÍTULO SÉPTIMO


A pesar de la explosión del 15 de abril, decidimos proseguir la preparación del atentado contra el almirante DUbásov. El 20 y el 21 los hermanos Vnorovski y Chíllerov esperaron de nuevo sin resultado la llegada del general-gobernador en Moscú, en la estación de Nikolai.

Era ya el 23 de abril cuando llegó a Moscú Azev. El día mencionado era el santo del zar. Dubúsov tenía que asistir inevitablemente a los oficios religiosos del Kremlin. El plan del atentado, adoptado primeramente por Azev y por mí en Helsingfors y después por sus participantes directos en Moscú, consistía en lo siguiente:

Se proyectaba cerrar los tres caminos principales del Kremlin a la casa del general-gobernador. Boría Vnorovski, en uniforme de teniente de la escuadra, ocuparía el trayecto que, a nuestro juicio, era más probable: el trozo de la calle Verskaya comprendido entre el portal de Nikolski: y la plaza de la Tverskaya. Vladimir Vnorovski, vestido como un hombre del pueblo, debía apostarse en la esquina de lo Vosdvijenka y Neglinnaya, con lo cual se interceptaba el portal de Troitski. Chíllerov, vestido también como Vnorovski, interceptaría la puerta de Borovitski, por la parte de la Známernka. Por lo tunto, el único camino libre era el portal de Spáskaya y la vuelta a través de la Nikólskaya, la Bolschaya Dmítrovka y el callejón Kosmodemienski, hacia la casa del general-gobernador. Todo permitia esperar que esta vez el éxito estaba completamente asegurado.

Fue en Helsingfors donde me enteré por vez primera del modo como tuvo lugar el atentado del 3 de abril. Azev me contó lo siguiente:

En consonancia con el plan, los hermanos Vnorovski y Chíllerov, cada uno de ellos con una bomba en la mano, cerca de las diez de la mañana, Se apostaron en los sitios designados. Dubásov, en una carroza descubierta, acompañado de su ayudante el marqués de Konovnitsin, salió del Kremlin por el portal de Borovitski y pasó por la Známemka, por delante de Chillerov, el cual estaba casualmente vuelto de espaldas y no lo vió. Dubásov, por callejones y por la Bolschaya Nikítskaya, llegó al callejón de Shernichev, no se detuvo cerca de las puertas de la casa del general-gobernador que dan al callejón, sino que se dirigió hacia la plaza de la Tverskaya. Boris Vnorovski en aquel instante Se hallaba precisamente por casualidad en dicha plaza, aunque hubiera podido hallarse asimismo casualmente en la mitad de la calle Tverkaya o más abajo, en el portal de Nikolski. Como no esperaba la aparición de Dubásov por el callejón de Chernichevski y tenía la convicción de que los portales de Troitski y Borovitski estaban interceptados, había concentrado toda su atención en la Tverskaya. Sin embargo, se dió cuenta de la llegada de Dubásov y Se precipitó hacia la carroza pasando por delante de los centinelas. La bomba estalló. A consecuencia de la explosión resultaron muertos el mismo Vnorovski y el marqués Konovsnitsin. Dubásov quedó solamente herido. En el momento del atentado Azev estaba en el café Filipov, situado a poca distancia de la casa del general-gobernador.

Tres semanas después, cuando me dirigía ya a Sebastopol, en Járkov me vi con Chíllerov. Le pregunté:

- Diga: ¿cómo fue que no vió usted la carroza de Dubásov?

- Pues no la vi.

- ¿No la vió? Pues es raro, porque pasó por delante de usted.

Chíllerov quedó asombrado.

- ¿Cómo, pasó por delante de mí? Dubásov pasó por el portal de Troitski, por delante de León (Vladimir Vnorovski).

- ¿Por qué, pues, no lanzó la bomba?

Chíllerov se asombró todavía más.

- Porque no tenia. Bombas teníamos sólo yo y Puschkin (Boris Vnorovski).

Entonces Chíllerov me contó lo siguiente:

La víspera del atentado, el químico Semen Sémenovich declaró que se le había estropeado una parte de la dinamita y que no podía preparar más que dos bombas. A pesar de que el atentado con dos bombistas era muy arriesgado, se decidió no aplazar la empresa e interceptar aunque no fueran más que los portales Boronitski y Nlkólskaya. Boris Vnorovski, en efecto, vigilaba la Tverskaya, y la aparición de Dubásov por la parte del callejón de Chernichev podía ser inesperada para él, aunque supiera que el portal de Troitski estaba libre.

Por lo tanto, oí dos relatos que se contradecían entre sí. Chíllerov no me cOnfirmó lo que me había contado Azev.

El acta de acusación relativa al asunto Benévskaya relata del siguiente modo el atentado del 21 de abril:

El 23 de abril de 1906, en la ciudad de Moscú se cometió un atentado contra el general-gobernador de dicha ciudad, general ayudante y vicealmirante Dubásov. Poco después de las doce del mediodía, cuando, acompañado del marqués Konovnitsin, llegaba en carroza a la casa del general-gobernador, situada en la plaza Tverskaya, un hombre vestido con el uniforme de oficial de la escuadra atravesó la plaza y a una distancia de algunos pasos arrojó a la carroza una caja de caramelos envuelta en papel y atada con una cinta. Al caer bajo la carroza, la caja produjo una explosión ensordecedora, que levantó una espesa nube de humo y provocó una conmoción tan fuerte del aire que en las casas vecinas se rompieron los cristales y los pedazos de los mismos cubrieron el suelo. El vicealmirante Dubásov, que desde su carroza destrozada fue lauzado a la acera por la explosión, recibió algunas heridas de poca gravedad; el marqués Konovsnitsin resultó muerto. El cochero Ptitsin, arrojado del pescante, sufrió heridas relativamente leves, así como resultaron levemente heridas por los cascos de la bomba algunas personas que se hailaban en las inmediaciones de la casa del general-gobernador. El criminal que arrojó la bomba fue hallado en la acera con el cráneo destrozado, sin señales de vida. Más tarde Se supo que era el aristócrata Horís Vnorovski-Míschenko, de veinticuatro años, que en 1905 había salido de la Universidad Imperial de Moscú.

El periódico Put (El Camino) del 25 de abril de 1906 comunicaba los detalles siguientes:

El almirante F. V. Dubásov, después de asistir al oficio en la catedral de Uspenski, antes de dirigirse a la casa del general-gobernador, se fue a visitar en el palacio del Kremlin al marqués de Olsufiev con objeto de esperar que se retiraran los devotos que se habían reunido en el Kremlin. Al salir de su visita, el almirante subió a su carroza junto con el marqués de Kouovnitsin y S6 dirigió a la casa del general-gobernador, de acuerdo con la ruta previamente fijada, por el callejón de Chernichev, a fin de entrar en el patio.

El marqués de Konovnitsin, que señalaba habitualmente la ruta de las salidas del general-gobernador, cuando la carroza, se hallaba en la puerta del callejón de Chernichev, no dió la orden de entrar en el patio, y la carroZa siguió su camino por la Tverskaya, dejando atrás el servicio de vigilancia establecido en la puerta.

Cuando los caballos doblaron el callejón para entrar en la Tverskaya, de la casa de Varguin salió al arroyo un joven de uniforme de oficial de Marina. En una mano llevaba una caja atada con una cinta, como se atan habitualmente los caramelos; en la cinta había una flor. Acercándose al vehículo tomó la caja con las dos manos y la lanzó bajo las ruedas. En aquel momento la carroza se hallaba frente a la tercera ventana de la casa del general-gobernador. Los caballos emprendieron veloz carrera, el almirante, levantándose del suelo, se dirigió hacia la casa del general-gobernador, donde fue sostenido por algunos guardias y personas cuya identidad no ha podido ser esclarecida, que le ayudaron a llegar hasta el portal. El marqués de Konovnitsin tenía heridas en la cara y en las manos, destrozadas la quijada y las dos piernas. Murió inmediatamente. El almirante, al entrar en el vestíbulo, sintió un dolor tan viyo, que rogó que se le llevara arríba, pues no podía seguir andando. Los dolores no le dejaban dormir. En la pierna tenía una serie de pequeñas heridas producidas por los cascos de la bomba; en una de las botas había un agujero que parecía haber sido efectuado con un cuchillo; sobre el ojo tenia una equimosis, y en los brazos desolladuras producidas, seguramente, porque al caer fue arrastrado por la carroza. El individuo que atentó contra la vida del almirante cayó víctima de su bomba ... La explosiÓn le arrancó la parte superior del cráneo. Se le hallaron dos pasaportes, ambos falsos. Tenía el aspecto de uu joven de unos veintisiete años. El uniforme estaba completamente destrozado. El asesino llevaba calcetines negros y borceguíes; en las charreteras tenía el sello del almacén de la Sociedad Económica de la Guardia; las uñas estaban cuidadosamente pulidas. Todo esto demuestra que se trata de un hombre de clase distinguida. Los caballos, que emprendieron una carrera vertiginosa, fueron detenidos, con los restos de la carroza, en el callejón Kíselny.

Resultaron ligeramente heridos el cochero Ptinsin y el portero de la casa del general-gobernador. El centinela, apostado en la esquina de esta última, ensordeció a consecuencia de una lesión del tímpano, y uno de los transeúntes sufrió quemaduras cerca del ojo y en la oreja.

Los cristales de las ventanas del cuarto piso de la casa del general-gobernador se rompieron. En la carroza fue encontrada la espada de oro de Dubásov.

Así murió Boris Vnorovski. Quedó de él un borrador de su autobiografía y la última carta a sus padres.

He aquí dicha carta:

Preveo, queridos míos, vuestro profundo dolor cuando os enteréis de lo sucedido conmigo. Será muy doloroso para vosotros ver a vuestro hijo convertido en asesino. Creedme, si fuera posible conservar mi vida para vosotros, lo hubiera hecho. No pocas veces en mi juventud me vino a la cabeza la idea de quitarme la vida y cada vez renunciaba a mis propósitos sabiendo el disgusto que mi acto os hubiera ocasionado. Seguía viviendo y vivía para vosotros. Ahora vivo para vosotros, para el pueblo, para toda la humanidad y sacrifico mi vida, no a consecuencia de una perturbación de mis nervios, sino para mejorar, en la medida de mis fuerzas, la situación de la patria, para daros satisfacción, no como a parientes, sino como a ciudadanos. Conviene que sepáis que en mi acto, lo que es terrible para mí, además de vuestro dolor, es que me convierta en asesino. Y si la bomba que arrojaré no me mata, en la cárcel se me aparecerán vuestros rostros afligidos y el cuerpo destrozado del mi víctima. Pero no puede ser de otro modo. Si no fueran estas dos circunstancias, os aseguro que sería difícil encontrar un hombre más feliz que yo. Una tranquilidad indescriptible, una confianza completa en mí mismo y en el éxito de mi empresa. si no lo impiden causas inesperadas, llena mi espíritu. Iré al suplicio serenamente, con la sonrisa en los labios. Y deberá ser un consuelo para vosotros el saber que me sentiré tan bien. En el amor que me profesáis debéis aspirar, no a que yo viva, sino a que sea feliz. No os hablaré del cariño que sIento por vosotros; ya lo sabéis. Adiós, qUeridos. Sed felices cuanto podáis sin el hijo y el hermano, que os quiere ardientemente. Gracias por vuestro cariño, por vuestra solicitud, por la vida misma qUe me habéis dado y que ofrezco a los trabajadores de Rusia como un presente de mi amor por la verdad y la justicia.

Muchos, muchos besos de vuestro

Boris.

Nací -dice Vnorovski en su autobiografía- el 13 de diciembre de 1881. Mis padres, que tomaron parte en el movimiento revolucionario de los años 80, residían en Kostroma, donde viví yo también, sin hacer otras salidas que algunos viajes en verano a la aldea próxima, hasta los dieciocho años, cuando entré en la Universidad. Mi padre se dedicaba a dar lecciones, mi madre estaba prIncipalmente ocupada por las faenas domésticas. Mi hermano mayor tenía dos años más que yo y nos profesamos siempre un afecto muy sincero. A los dos años sufrí una terrible difteria, a consecuencia de la cual fuí un hombre enfermizo toda mi vida. Empecé a leer hacia los cinco años; al entrar en el séptimo año empecé a estudiar como era debido. Oíá hablar de socialismo, en las conversaciones a mi madre, cuando tenía no más de seis años. Gracias a la cultura general de nuestra familia, no tuve nunca dudas religiosas y recuerdo que ya antes de entrar en la escuela predicaba el ateísmo a un compañero de la infancia. Los amigos de mis padres, en su mayor parte ex deportados, con sus conversaciones sobre temas de carácter social, los relatos de mis padres sobre su antigua actuación, una buena selección de libros, todo esto se unió para echar los cimientos, por decirlo así, del revolucionario futuro, y en todo caso hacerme tan próximas las ideas de tolerancia, nacionalismo (mi padre era polaco) y antimilitarismo, que nunca dudé de las mismas. Esas premisas me fueron muy útiles al ingresar en el Instituto, donde no recibí ni una buena idea y donde era desterrado todo aquello que no recordaba con la medida común. Cuando tenía dieciocho años nació una hermana. Mi madre estaba enteramente ocupada por ella, mi padre, que había sido empleado en el Zemstvo, se veía obligado a dedicarse enteramente a su contabilidad, y yo y mi hermano nos vimos librados a nosotros mismos en nuestra vida espiritual. En aquella época tuvo lugar un suceso qUe dejó una gran huella en mi orientación mental. Se suicidó de un tiro un amigo mío de la infancia, alumno de la tercera clase del Instituto. Se me plante6 el problema de los fines de la vida. Me acuerdo de que una de las ideas que se me ocurrió era la de servir al pueblo. Me imaginaba que o bien sería muy rico O bien sería el zar y todas mis riquezas y mi poder los cedería al pueblo. Me acuerdo también de que me entusiasmaba la idea de vivir del trabajo y decidí que cuando fuera mayor dejaría el medio en que vivía para convertirme en un simple trabajador y mostrar con el ejemplo que la verdad de la vida residía en el trabajo. Una labor tenaz y concentrada determinó en mí una fuerte perturbación del sistema nervioso. En el Instituto era un estudiante mediano. Hay que decir, sin embargo, que lo poco valioso que pudiera tener la ciencia oficial, lo sabia. En fin de cuentas me llevé del Instituto la repugnancia por el trabajo sedentario, la pérdida parcial de mis aptitudes y la repugnancIa por todo lo moderado, por el servilismo y la adulaciÓn. En 1900, al terminar mis estudios en el Instituto, ingresé en la Facultad de Matemáticas de la Universidad de MoscÚ, La primera mitad del año escolar lo dediqué principalmente a ver ópera; la belleza en todas sus formas me ha producido siempre y me produce una gran impresión. En la ópera no escuchaba tanto la música cuanto pensaba oyéndola, y he de decir que éstos fueron momentos muy felices para mí. En la segunda mItad del año escolar (a principios de 1901) se produjeron agitaciones estudiantiles. No tomé casi ninguna participación en las mismas hasta las detenciones que tuvieron lugar en las reuniones de la Universidad. Después de esto me lancé de cabeza, por decirlo así, al movimiento: me pasaba días enteros en el picadero (1), iba con los manifestantes; una noche tuve que quedarme en el picadero, fuí detenido y libertado la mañana siguiente. En dicho año cayó en mis manos literatura socialdemócrata; pero no me despertó ninguna simpatía. El disparo de Kárpovich me produjo una enorme impresión. En el verano de ese año me enamoré de una mujer casada; éste fue mi primer amor y confío que el último. Pasaré este período en silencio. Diré únicamente que mi amor fue puro y que sufrí mucho durante ese período. En 1902 tuvieron lugar en Moscú nuevas agitaciones estudiantiles. Desde el principio participé en todas las reuniones, sin excluir, naturalmente, el 9 de enero. Me acuerdo de una frase un poco cómica, pero que demuestra mi estado de espíritu de entonces, que dije a la mujer querida, la cual no quería dejarme marchar: Te maldeciré si llego con retraso donde me llaman los compañeros. El 9 de enero dió a Rusia muchos revolucionaríos; considero que de ahí parte también mi carrera oe militante. En dicho día franqueé el lImite que hacía imposible volver atrás. La finalidad de vida estaba oecidida. No quedaba más que encontrar un programa, Desde Butirki. con mi hermano y algunos compañeros, fuimos mandados a Vologda. Allí, en las discusiones, sin conocer aún las opiniones de los socialistas revolucionarios, defendí a los pequeños campesinos contra los ataques del marxismo. El materialismo histórico no me satisfacía. Con el terror había simpatizado siempre. Se comprende por esto que cuando al salir de la cárcel me fui al extranjero con el fin de estudiar en alguna Universidad y tuve la posibilidad de enterarme del programa de los socialistas revolucionarios, lo aceptara sin vacilación y entrara en el partido. Esto era aproximadamente en octubre de 1902. Hasta junio me dí más o menos por satisfecho con el trabajo que realizaba en el extranjero: venta y expedición de literatura, de postales, choques con los socialdemócratas (daba conferencias), etcétera, Pero no pude permanecer así mucho tiempo, y regresé a Rusia con la idea de militar aquí. Por desgracia, la ausencia de recomendaciones (me marché al extranjero súbitamente) aplazó las posibilidades de emprender inmediatamente el trabajo. Además las condiciones antihigiénicas generales en que vivía en Bélgica en aquel entonces, así como el estado enfermizo a que he aludido ya, me hicieron inapto para el trabajo y me obligaron incluso a abandonar Moscú, Empezó a manifestárseme algo parecido a la tisis; a ruegos de mis parientes me fui a Yalta, junto con mi madre y mi hermana. Una terrible debilidad física, que me hacía imposible aun el paso más moderado, la falta de relaciones con los compañeros, la idea de que me veía condenado a ser un inválido inútil, hacían mi vida insoportable. Me salvó únicamente mi capacidad de llenar mi vida con la actividad interior. Me dediqué a elaborar una teoría ética para mí. Me ayudó en este sentido la amistad que trabé con una mujer que no era revolucionaria. En mis tententativas para demostrarle que sólo la actividAd revolucionaria lleva en sí la justificación de uno mismo y el deber, me encontré a mí mismo, Es difícil expresar la felicidad que me dieron estas investigaciones a pesar de mi terrible situación desde el punto de vista exterior. En la primavera de 1904, un poco restablecido, regresé a Moscú, y a principios de otoño me encontré casualmente con los compañeros. Desde entonces mi vida es más rica de hechos exteriores que de emociones internas, excepción hecha del momento en que se me propuso entrar en la Organización de Combate. En un principio actué en calidad de propagandista cerca del Comité de MoscÚ, después, prosiguiendo esta lnbor (principios de 1905), pasé a las filas de la oposición en las cuestiones de táctica. Me parecía que era necesario prepararse inmediatamente para la insurrección armada, que si en aquel momento hubiéramos contado solamente con un centenar de hombres decididos en Moscú, hubiéramos tenido que realizar una tentativa para promover la insurrección. No importaba que estos hombres perecieran, otros verían a costa de qué abnegación personal había que luchar. Junto con una compañera empecé a trabajar en este sentido; pero después del asesinato de Sergio, el 4 de febrero, fuimos detenidos ambos. Los acontecimientos de diciembre en Moscú demuestran que en parte tenía razón. En la cárcel conocí más de cerca las obras de Lavrov. Me acuerdo del placer con que leí su Ensayo de Historia del Pensamiento. Antes me había dedicado ya mucho a la filosofía. Al salir de la cárcel fuí a parar a Penze, donde, cuando no estaba de viaje, participaba en la labor local. Daba conferencias, estudiaba junto con los grupos de jóvenes y de obreros. Hice muchos viajes con el fin de organizar un laboratorio do dinamita para la preparación de bombas destinadas a una acción de masas. No abandonaba la idea de la tentativa de la insurrección, y con mis viajes intentaba preparar uno de los detalles. En el transcurso de mis relaciones con el centro con este motivo, se me propuso, por mediación de un compañero, entrar en la Organización de Combáte. Contesté a dicha proposición con la negativa, pero el día siguiente volví de mi acuerdo. Los motivos de mi conformidad eran los siguientes: teóricamente acepto el terror; sé que tengo sangre fría y valor suficientes para cualquier acto, por terrible que sea; por consiguiente, no tengo derecho a rechazar la proposición. ¿Qué tiene que ver que no me sienta con vocación para matar (incluso no me había dedicado nunca a la caza por juzgar que esta ocupación era salvaje), que acaso sienta apego a la vida? Sabré morir como un buen soldado. Entre el momento de mi conformidad y aquel en que se me colocó en el trabajo preparatorio, pasé cerca de un mes, durante el cual examiné interiormente mi nueva situación. Y ante mi conciencia, ante la muerte hacia la cual voy, puedo decir que he vencido completamente el miedo a la misma, que me pegaré fríamente un tiro si mi bomba no estalla y que en caso de éxito subiré al cadalso sin la menor contracción en los músculos del rostro y sin palidecer. y esto no será una dolencia sobre mí, ni tensión suprema de las fuerzas y de la voluntad, sino un resultado completamente natural de mi transformación interior. Hasta el 17 de octubre milité en la Organización de Combate; después interrumpí temporalmente esta actuación, y cuando empezó a verse con claridad la orientación gubernamental, me dediqué a la organización de actos terroristas en nombre del destacamento combativo volante. Recibid mi saludo, compañeros, que, con mi participación os lanzasteis a la acción. Cuando reanudó su actividad la Organización de Combate pedí que se me mandara a Moscú. Ahora quedan menos de dos días hasta mi acto. Estoy tranquilo. Soy feliz.

V. Vnorovski.

Con motivo del atentado del 23 de abril, la Organización de Combate publicó la siguiente proclama, que ignoro quién escribió:

PARTIDO DE LOS SOCIALISTAS REVOLUCIONARIOS

En la lucha conquistarás tu derecho.

El 28 de abril, a las doce y veinte minutos del medio día, por sentencia de la Organización de Combate del partido de los socialistas revolucionarios, fue arrojada una bomba a la carroza del general-gobernador de Moscú, vicealmirante Dubásov, en el momento en que pasaba por la esquina de la calle Tverskaya y del callejón de Chernichev, a la puerta misma de la casa del general-gobernador. La sentencia de la Organización de Combate ha expresado la condenación por la opinión pública del organizador de las jornadas sangrientas de Moscú. El atentado, firmemente dirigido y realizado por una mano valerosa, no ha dado los resultados deseados, a consecuencia de una de esas fatales casualidades que han salvado más de unn vez a los enemigos del pueblo. Dubásov vive todavía; pero no se puede decir que el atentado haya fracasado, aunque no sea más que por el hecho de que se ha cometido en el centro de Moscú y en un sitio en que, al parecer, la presencia de un servicio de vigilancia extraordinario no admitía ni tan siquiera la idea de su posibilidad. No ha fracasado, porque, a la sola noticia del atentado, han exhalado un suspiro de satisfacción millares de pechos, y el rumor público considera al general-gobernador como muerto.

Que este júbilo sea un consuelo para el compañero que ha perecido y que hizo todo lo que dependía de sus fuerzas.

Organización de Combate del partido de los socialistas revolucionarios.
Imprenta del Comité de Moscú del Partido Socialista Revolucionario.



Nota

(1) Los estudiantes se reunían principalmente en el picadera de Moscú.-(N. del T.)
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