Índice de Crónicas y debates de la Soberana Convención Revolucionaria Recopilación de Florencio Barrera FuentesPrimera parte de la Sesión celebrada el día 13 de octubre de 1914 en la ciudad de Aguascalientes Primera parte de la Sesión celebrada el día 14 de octubre de 1914 en la ciudad de AguascalientesBiblioteca Virtual Antorcha

CRÓNICAS Y DEBATES
DE LAS SESIONES DE LA
SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA

Compilador: Florencio Barrera Fuentes

SESIÓN CELEBRADA EL DÍA 13 DE OCTUBRE DE 1914 EN LA CIUDAD DE AGUASCALIENTES
Segunda parte

PRESIDENCIA DEL C. GENERAL ANTONIO I. VILLARREAL


El C. Obregón:

Pido la palabra para una moción de orden.

El C. secretario:

La Mesa sigue en este caso el mismo trámite que se ha seguido con los generales y gobernadores de los Estados, y suplico al señor Santaella y Santibáñez se ponga de pie para que se discuta su personalidad.

El C. Mariel:

Suplico al señor Santa ella se sirva decirme si viene como delegado, o viene en comisión del general Zapata, sin tener representación en esta Asamblea.

El señor Santaella y Santibáñez:

Yo no vengo como delegado del general Zapata.

El C. Mariel:

Entonces, ¿como delegado a la Convención?

El C. Santaella y Santibáñez:

Ni como delegado a la Convención; yo no he hecho nada más que acercarme a ustedes para que conozcan las necesidades para el Sur. Lo que ha hablado un señor que está por ahí, ésa es una verdad; desde hace muchos años, los revolucionarios del Sur hemos estado abajo, y abajo, y abajo. He hecho esto para ver si podemos unirnos. (Aplausos)

El C. secretario De los Santos:

El señor Santaella y Santibáñez, que para mí hasta ahorita no es general, propongo a la Convención que si quiere seguir en ese asiento, pido -permiso a la Asamblea para poner una proposición y que la Convención apruebe si sigue él ahí, o no. Ahorita no es representante del general Emiliano Zapata; los documentos comprueban solamente que es general, y que va a ver si puede cohechar a los nuestros para que se vayan al Sur a pelear o que peleen por el Plan de Ayala. En la nota que traen los documentos, dice que solamente es general para el reclutamiento de fuerzas; yo no quiero que se expulse; pero hay un cartabón para estar aquí, y a ese cartabón debemos sujetarnos. Si la honorable Asamblea aprueba, después de la proposición, que el señor esté aquí, entonces ya no hay caso, porque la Convención lo habrá aprobado y está justificado.

Ya hay una causa por lo que está aquí, por lo que la honorable Asamblea lo aprobó y está justificado; pero mientras no se discuta su personalidad, de ninguna manera debe estar el señor Santibáñez, por más honrado que sea. Allí hay muchas personas honradas que ocupan un lugar distinto.

El C. Obregón:

Se ha confundido o se ha tergiversado la discusión. El señor general Angeles presentó una proposición, que fue aprobada. Después de esa proposición, están dos que he presentado yo, que se someterán a discusión a la Asamblea, y después vendrá a resolverse si se discute o no la personalidad del señor general Santaella y Santibáñez.

El C. presidente:

El señor general Santaella y Santibáñez está sentado en una butaca de delegado, en donde solamente pueden sentarse los delegados; por eso esta Mesa ha dispuesto que se decida el asunto del señor Santibáñez y se le sujete a las mismas condiciones que a los demás generales.

El C. E. C. González:

Deseo se diga, si el señor viene como delegado; y que, de lo contrario, se haga efectivo el acuerdo anterior, de que solamente los delegados pueden sentarse en las lunetas. Y si no, que se le guarden todas las consideraciones debidas como general del general Zapata y se le pase a un lugar de honor, si es necesario, pero que no se le permita tener voz y voto en la Convención.

El C. secretario M. González:

EfectivamentE!, señores, después de que se iniciaron las labores en la Convención, hemos visto que reina un espíritu de serenidad; que no sea éste el incidente en que se rompa el amarre que tan estrechamente nos ha estado uniendo.

¿Qué más, señor general Santaella y Santibáñez, qué más que cumpla con sus deberes de libertador, qué más que se levante en el pedestal de sus propios méritos, para que se discuta su personalidad? ¿Por qué no se levanta usted y se sujeta a lo que todos nos hemos sujetado? Por dignidad propia, por prestigio, señor, para que no se dude de usted, levántese luego, párese usted firme, para que los hombres juzguen. Cumpla usted con su deber de militar, usted es la representación del Sur, usted es la representación de los videntes del Sur, de los únicos videntes de la Revolución de 1910, que nos prohijó a nosotros, y que seguirá prohijando a los que, dondequiera, en todos los tonos, piden justicia y la saben exigir: exíjala usted. (Aplausos)

El C. Angeles:

El señor general Santaella y Santibáñez no ha querido ponerse de pie, para que se discuta su personalidad, no porque tema el que lo juzguen ni que tema el ser rechazado de aquí; es simplemente porque no viene como delegado a esta Convención; más bien, por el error que yo he cometido, porque lo he invitado a tomar asiento. Soy el responsable de que haya tomado el señor general Santaella y Santibáñez un lugar que no debe ocupar. (Aplausos)

El C. Santaella y Santibáñez:

Señor presidente: Voy a retirarme de la butaca, según las instrucciones de usted, no porque tema que se discuta mi personalidad. Yo no he venido como delegado, y no puedo tampoco aceptar un asiento como delegado. Las instrucciones de mi general Zapata, que recibí al separarme de él y que me han traído aquí, son las de que regresemos al Sur, si ustedes nombran una comisión, y si no, yo daré cuenta entonces, y cuando vuelva con mi credencial, ustedes discutirán mi personalidad y yo traeré los documentos que me acrediten como delegado ante esta Convención.

El C. presidente:

La Mesa ha decidido que el señor general Santibáñez pase a ocupar un palco de honor, donde pueda permanecer todo el tiempo que desee. Que se desaloje el primer palco, y ése se destina para el señor general Santibáñez. (Aplausos)

El C. González M.:

He pedido la palabra únicamente para confirmar lo que con anterioridad dije; para pedir con toda mi alma, con todo el entusiasmo y con todo el fervor de un patriota, que esta cordialidad no se venga a romper, que no haya nube alguna que la empañe. Cumpla usted con su deber de ciudadano; ya empieza usted a serlo: convenza usted a todos, de que no ha entrado por la puerta falsa; y salga usted por donde salen los hombres honrados, precedidos como va la cauda tras el astro; envíe correspondencia a sus compañeros del Sur, y dígales que, en amoroso consorcio, en fraternal abrazo con los hombres del Centro, los hombres del Norte, todos los mexicanos envían por su conducto una corona de guirnaldas, que es un pensamiento donde irradian flores y luces, a los hombres del Sur; que sigan cumpliendo con su deber; y de quienes la Patria, como de todos los mexicanos, exige también el cumplimiento de la justicia y de la ley. Así se recibe a los surianos; mañana, señores, que en el Sur se reciba a los del Norte, que no son ellos, es la Patria que va adolorida por todas partes gimiendo, levantando a las multitudes y pidiendo a sus hijos protección en sus dolores ... (Aplausos)

El C. secretario:

Voy a leer esta proposición:

Propongo respetuosamente que inmediatamente se proceda a la elección de la Mesa Directiva.

Eduardo Hay.
(Firmado)
(Se refiere a la Directiva que ha de presidir la Convención)

Está a discusión.

El C. Roque González Garza:

Pido la palabra para una moción de orden.

El C. Obregón:

Antes que esta proposición, está una que tiene el número 1; ésta tiene el número 2.

El C. González Garza:

Para una moción de orden, señor presidente. Yo me permito suplicar muy respetuosamente al señor presidente, no ponga todavía a discusión la moción del señor Hay, porque en el salón se encuentran aún generales que no han sido rconocidos como delegados, por no haber concurrido ayer. Además, la Comisión de Poderes aún tiene credenciales por discutir; no puede esta Asamblea dedicarse a otras labores más que a la revisión de credenciales, para aceptar o no a los que se dicen representantes o vienen en su propia representación. Por lo tanto, ruego al señor presidente, para evitar una discusión que desgraciadamente puede llegar a acalorarse, proceda inmediatamente a ordenar que los ciudadanos generales que aún no han sido reconocidos como delegados, se sujeten a los procedimientos seguidos ayer.

Una vez hecho eso, pueden los señores delegados presentar todas las mociones que deseen; pero la Presidencia, en estos momentos, no puede hacer, en mi concepto, más que lo que yo indico.

El C. secretario:

La Mesa pregunta, por conducto de la Secretaría, si hay en este recinto generales que no hayan sido reconocidos todos como generales; si los hay, les suplica se sirvan ponerse de pie, pues se va a seguir con los señores generales presentes el mismo trámite que se siguió ayer tarde con otros que están ya sentados entre nosotros.

(Se levanta un ciudadano)

El C. secretario:

¿Su nombre de usted?

El C. Miguel V. Laveaga:

Miguel V. Laveaga.

El C. secretario:

¿De qué División?

El C. Laveaga:

Cuerpo de Ejército del Noroeste.

El C. secretario:

Está a discusión su personalidad. ¿No hay quién tome la palabra? Por votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa, pónganse en pie. Aprobada.

General Máximo García. División del Norte. Está a discusión su personalidad ¿No hay quién tome la palabra? Por votación económica se pregunta si se aprueba.

Los que estén por la afirmativa, sírvanse poner en pie. Aprobada.

La Mesa pregunta a la Comisión Revisora de Credenciales, por conducto de la Secretaría, se sirva informar en qué condiciones está el trabajo que se le ha encomendado, y cuántas credenciales faltan por revisar.

El C. secretario:

La Comisión Dictaminadora pone en conocimiento de la honorable Asamblea, que únicamente estas dos credenciales tiene ya en su poder. (Las expedidas por los ciudadanos José María Maytorena y José M. Acosta y Urbalejo) Están a discusión. ¿Nadie pide la palabra?

El C. Alessio Robles:

La Comisión Revisora de Credenciales no ha dictaminado.

El C. secretario:

Estoy autorizado por la Comisión Revisora para decir que ella aprueba estos nombramientos.

El C. González R.:

Señores: Unicamente para ver si se acepta la cuestión de que vengan los jefes de Sonora, o se va a hacer saber a Maytorena que sólo una representación podrá tener un delegado.

Entiendo que es un delegado para representar a tres personas. Según las bases no puede representar a tres personas; pero sí como un caso excepcional, dado lo lejos que está o las circunstancias que obraron para que vinieran más delegados se le quiere aceptar, yo propondría que se le aceptara como un caso excepcional absolutamente.

El C. secretario:

Está a discusión. ¿Nadie pide la palabra?

El C. García Aragón:

Parece desprenderse del texto de ese oficio, que manda al señor capitán en representación de todo el Ejército, solamente lo autorizan todos los jefes para que tenga esa representación.

El C. secretario:

La Secretaría informa que está firmado por el gobernador Constitucional José María Maytorena.

El C. Lugo:

Teniendo lugar esta Convención únicamente para que se reúnan los gobernadores de Estados y jefes políticos de territorios y generales del Ejército Constitucionalista, estimo yo que, en el presente caso, el señor Piña solamente debe representar a una de las personas que tienen aptitud para venir aquí; y como esta credencial está firmada por el señor Maytorena, gobernador Constitucional del Estado de Sonora, parece prudente que se le acepte esa representación y se comunique a los generales que firman ese documento, que quedan en libertad de nombrar otro representante, para ser consecuentes con las bases de esta Convención.

El C. secretario:

Sigue a discusión. ¿No hay quién haga uso de la palabra?

En votación económica se pregunta si se aprueba la credencial; los que estén por la negativa, sírvanse ponerse de pie. Aprobada.

El C. secretario:

(Da lectura a un telegrama en que se le concede derecho de representación al ciudadano Alfredo Ricault) Está a discusión. ¿No hay quién haga uso de la palabra?

El C. Hernández y García:

Para preguntar con qué fecha fue ascendido a general el ciudadano general Alfredo Ricault.

El C. González:

Pido la palabra.

El C. secretario:

La Secretaría informa que ignora esos datos. Sigue a discusión. ¿No hay quién tome la palabra?

El C. Rodríguez:

El general Ricault fue recientemente ascendido.

El C. presidente:

Tiene la palabra el ciudadano González Garza.

El C. González Garza:

En mi concepto ha habido precipitación en querer aprobar así, a la ligera, la credencial que la Secretaría nos ha presentado. Cuánto mejor sería, señores, que los dictámenes que recayeran en las credenciales, fueran presentados por la Comisión respectiva, tomando en consideración los requisitos señalados para aceptar esas credenciales; en mi concepto han incurrido en error y de una manera definitiva, estudiando tal como han sido presentadas las demás credenciales y no se han sometido a la consideración de la Asamblea para su aprobación o reprobación, después de pasar por la Comisión. Tan esto es así, que no podría tomarse a mal que quedara pendiente para mañana, toda vez que tengo la absoluta seguridad de que, en la ciudad de Aguascalientes, se encuentran algunos representantes debidamente autorizados, que no están presentes, y también hay algunos generales: dos, que yo recuerdo, de la División del Norte, que no han sido aún reconocidos por la Asamblea. Pido, pues, respetuosamente, al señor presidente, se sirva dejar pendiente para mañana la aprobación de esas credenciales, una vez que la Comisión haya dado por escrito los dictámenes que por rigor deben recaer en esas credenciales.

El C. Mariel:

Ya una credencial fue aprobada por la Asamblea, por lo que no habrá lugar a estudiar de nuevo este asunto; pero como hay varios asuntos pendientes que tratar, la Asamblea puede decir si la aprueba o no.

El C. Murrieta:

El señor general Ricault es una persona conocida, tiene méritos desde hace tiempo, y no hay que aplazar la resolución de su credencial, sino con la aprobación de la Asamblea. Es bastante.

El C. Alfredo Rodríguez:

El señor general Ricault fue ascendido con la misma fecha que el señor Ildefonso Vásquez; los dos operan a las órdenes del señor general Villarreal, que es presidente de la Mesa.

El C. J. H. García:

Cuando he preguntado por el señor Ricault, no he dicho que carezca de méritos, porque le conozco personalmente; únicamente quería saber en qué fecha fue ascendido.

El C. presidente:

El señor. general Ricault estaba a mis órdenes; fue ascendido últimamente de coronel a general Brigadier; pero no recuerdo con exactitud la fecha.

El C. secretario:

La Secretaría, por su parte, informa al señor coronel González Garza, que a ella le fueron entregados estos documentos por la Comisión Revisora, y que la Secretaría tiene obligación de que tan luego como se presenten estos documentos, dará cuenta de ellos. La Comisión ha hecho esta indicación.

El C. González Garza:

Yo no le reprocho nada a la Secretaría.

El C. secretario:

Sigue a discusión la presente credencial.

El C. González Garza:

Pido la palabra para pedir que se sujete a discusión el fallo, y para que se diga que fue ascendido antes dei día primero del actual.

El C. presidente:

Fue ascendido al mismo tiempo que el señor Ildefonso Vásquez y operaron a mis órdenes. Fue ascendido únicamente de coronel a general Brigadier, pero no recuerdo exactamente la fecha.

El C. Murrieta:

Se ha aprobadO la credencial de mi general Cedillo, que hace poco fue ascendido y la del general Vásquez. No hay motivos para que no se acepte la credencial del general Ricault.

El C. Osuna:

El día 23 del mes próximo pasado, que llegué a México, supe, con gran satisfacción, que el compañero Ricault había sido ascendido. Fue ascendido a general el día 23.

El C. secretario:

Sigue a discusión. ¿Nadie pide la palabra? En votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la negativa, sírvanse ponerse en pie. Aprobada la credencial.

La Secretaría lee, en seguida, la misma proposición del ciudadano Hay:

Propongo respetuosamente que inmediatamente se proceda, a la elección de la Mesa Directiva y secretario, que deberán fungir durante la Convención.

Aguascalientes, octubre 13 de 1914.
Eduardo Hay.

El C. Obregón:

Hay una proposición anterior ahí.

El C. Alessio Robles:

Y otra proposicíón mía.

El C. presidente:

La proposición del señor general Obregón se refiere al mismo asunto que la proposición del señor delegado Hay. Han puesto ambas proposiciones para que las discuta la Mesa y determine a cuál se debe dar lectura primero. La Mesa, por unanimidad de votos, ha dispuesto que se dé lectura primero a la del general Hay.

El C. Obregón:

Entonces que se me devuelva la mía, si se desecha.

El C. presidente:

No es que se deseche, sino que hay otra y prefiere la Mesa que se lea primero la del señor general Hay.

El C. Buelna:

Yo también he presentado una proposición. No sé por qué causa no se ha discutido, cuando la he presentado hace bastante tiempo.

El C. Berlanga:

Desde el sábado hice otra proposición y no se ha leído.

El C. secretario:

La Mesa informa que algunos asuntos que hay en cartera no han sído tratados, porque siendo éstos de tal naturaleza, quiere tratar de ellos cuando se haya declarado la inauguración de la Asamblea.

El C. Paniagua:

Un grupo de delegados tenemos la idea, la convicción, de que la muy honorable Mesa que preside en estos momentos, continúe en sus funciones; y en tal virtud, hay una proposición en la Mesa en ese sentido. Yo creo que debería la Mesa darle lectura, para ver si es de la aprobación de esta Asamblea o no.

El C. Hay:

Me permito proponer a la consideración de la honorable Asamblea, lo siguiente: que primero se discuta si ya debemos proceder a la elección de la Mesa Directiva; segundo, proponer las candidaturas, en cuyo caso podríamos proponer que la actual Mesa siga fungiendo como Directiva; tercero: que se erija esta Asamblea en Convención, y cuarto: según la proposición que han hecho algunos generales de que esta Convención sea llamada Soberana, tenga calidad de soberana. Ese, creo yo, es el orden que debemos seguir y nos quitaríamos muchas discusiones y complicaciones.

El C. Roque González Garza:

Pido la palabra para una moción de orden. Si está a discusión la moción del señor Hay, pido la palabra en contra.

El C. presidente:

Tiene la palabra el ciudadano Roque González Garza.

El C. González Garza:

Señores delegados:

Muy pocas veces en mi corta vida política y militar, he sentido una emoción tan grande como en este momento.

Me asusta la idea de que a esta memorable Asamblea no concurra, por medio de sus representantes, una de las facciones más poderosas que han militado en la República, desde la gloriosa iniciación de la Revolución, que parece toca a su fin.

Me asusta, porque yo entiendo por Convención la reunión de todos los elementos que militan bajo una misma bandera, bajo una misma idea, y precisamente por eso es Convención, para que se reúnan esos elementos y convengan lo que tienen que hacer, para que discutan los problemas sociales y políticos que los han impulsado en una lucha, como ésta, lucha enorme, sangrienta, que todos sentimos en el alma, que todos palpamos y anhelamos termine cuanto antes para bien de la Patria.

Me asusta, repito, la idea de que sea aceptada la moción del señor Hay, porque entonces seríamos cegados por las pasiones, entonces seriamos movidos por intereses, y como humanos que somos, podemos cometer el gravísimo error de no traer a la Representación Nacional genuina y pura, como es la que ambicionamos los del Norte, al intrépido Zapata, a todos los luchadores que con Madero supieron derrocar a un tirano de luengos años, que oprimió, que vilipendió y que escarneció al pueblo mexicano: me refiero a la dictadura de Porfirio Díaz.

Me asusta, señores, esa idea, porque yo, junto con mis compañeros, vengo inspirado en una alta, en una pura idea de patriotismo y de concordia; y yo que conozco la génesis de la Revolución en Morelos; yo que comprendo a esos luchadores, no quiero que aquí se cometa el crimen de no llamarlos, de no exigirles que vengan a deliberar con nosotros y a debatir los grandes problemas que para su beneficio necesita la República.

Yo me opongo con todas mis fuerzas a esta moción del señor Hay, que no dudo es inspirada en un buen deseo, pero temo a la responsabilidad en que incurriríamos aprobándola.

El procedimiento que se sigue en el Congreso Nacional, para declarar que los representantes del pueblo que han sido electos en algún periodo constitucional, pueden reunirse para deliberar ya con la sanción de las leyes como diputados, exige el Reglamento que sean aprobadas la mitad, más una, de las credenciales que corresponden a los representantes que tiene que enviar la Nación a la Cámara de Diputados. En el período en que me tocó la honra de pertenecer al Congreso General, debían -conforme a la ley- concurrir como representantes del pueblo 253 diputados. Y para que hubiera la Asamblea decidido que se declaraba Cámara, hubo necesidad de aprobarse la mitad más uno, del total de los representantes que debían concurrir; esto es, 127. ¿Puede alguno precisar el número exacto de generales que tienen derecho de estar aquí?

Como el caso no es el mismo, pero sí análogo, yo quisiera que, antes de aprobar la moción del señor Hay, la Asamblea tomara en consideración las razones expuestas, y la que en seguida expondré, para considerar debidamente y con toda justicia, cuándo debe esta Convención declararse Soberana; es decir, cuándo deben estas Juntas previas, declararse en Convención legal.

Según datos que he podido recoger -muy posible es que esté errado- resultan cien credenciales aprobadas. La Secretaría ¿podría informar exactamente cuántas son?

El C. secretario:

La Secretaría informa al señor delegado que son como ciento dos o ciento tres.

El C. González Garza:

Mi cálculo no estaba errado, 102 son como máximum, la mitad serían 51, están aprobadas las 51. Si siguiéramos el procedimiento de la Cámara de Diputados, estaríamos en perfecto derecho para entrar inmediatamente en el requisito indispensable de nombrar nueva Mesa Directiva, para que la saliente dictara el día y la hora en que solemnemente se iba a hacer la apertura de la Convención Revolucionaría en esta ciudad.

Por otra parte, ¿creen los señores delegados que la Representación Nacional puede llegar a un acuerdo expreso, puede acordar determinados proyectos que quiera someter a su consideración, estudiando los difíciles problemas del país, sin estar aquí los representantes del Ejército Libertador, vulgarmente conocidos con el nombre de zapatistas? ¿No incurriríamos en una grave responsabilidad ante la historia de abordar determinadas medidas políticas y sociales sin el concurso de esos luchadores?

¿Qué, somos tan vanos en creer, que nosotros somos la representación total de la República? ¿Acaso la razón y la justicia, la inteligencia, el saber, las buenas acciones, los corazones buenos, están nada más entre nosotros? ¿No presuponemos en aquellos abnegados, el mismo deseo de redención para el pueblo mexicano? Y si esto es verdad, señores delegados, ¿cómo es posible que nos erijamos en soberanos, sin tener aquí a los representantes de Zapata? No, señores, eso sería incurrir en una grave responsabilidad, de la cual yo, como representante del señor general Villa, no estoy dispuesto a aceptar. Antes que eso yo respetuosamente sometería a la consideración de la Asamblea, mi retirada de su seno, porque tengo la convicción firme de que, si esos elementos no vienen aquí, la paz no se hará en la República (el gran anhelo que tenemos todos los mexicanos), porque aquéllos son los rebeldes que quieren para el pueblo la verdadera redención, quieren justicia, quieren tierras, no quieren privilegios, no quieren que el poder esté en un solo hombre; quieren el poder de muchos, quieren el gobierno de libres, porque saben que la democracia sembrada en México por el Apóstol Madero, es lo único que nos puede llevar por un sendero fácil, al definitivo progreso; lo único que puede construir el molde en que se tiene que vaciar en un futuro no lejano el verdadero tipo del mexicano, que no ha podido cristalizar sus ideas, precisamente porque en México nada más se siente una facción poderosa, nada más se siente uno con cierto control, y quiere imponer su voluntad a los demás, sabiendo que en este caso los de la División del Norte no quieren el control, porque de otra manera no podrían deliberar sobre los problemas que han de traer la tranquilidad, los que han de cimentar el crédito de la Nación; precisamente porque no se consideran dueños de la verdad absoluta, porque no creen ellos solos tener la razón, porque consideran a sus hermanos, los luchadores del Sur, al igual que ellos, porque admiran al mismo tiempo las hazañas de Pablo González, las victorias de Obregón y callan sus temores, sus sufrimientos, sus miserias, porque tienen esperanza en que habrá hombres que sepan unificar la opinión de México, la opinión de los buenos mexicanos, para que todos unidos, juntos, hermanados, acuerden lo mejor para ella, ella que es la madre común, la que lo merece todo, y por la que debemos hacer los mayores sacrificios. (Aplausos)

Yo me opongo enérgicamente a la moción presentada por el señor Hay, porque tengo la íntima convicción de que en su fuero interno y al escucharme, piensa como yo; él no es egoísta, él es de los buenos, él es lo que es, porque se lo debe a todos y no a él mismo, mucho hay de su parte, claro está; pero todos los que estamos aquí no somos nadie; representamos a los abnegados, a los que no piden nada, a los que se quedan en los campamentos aguantando sin qué comer, sufriendo frío y hambres, y es necesario que nosotros sepamos aquí representarlos dignamente. (Aplausos)

Por otra parte, ¿qué pierde la representación hasta ahora congregada, con esperar unos cuatro o cinco días, que los considero suficientes, para que lleguen los representantes del Ejército Libertador, del Ejército de Zapata? Tiempo nos sobrará para discutir todos los problemas que se susciten, y mientras tanto podremos resolver muchas mociones que los señores representantes han presentado, porque yo me imagino, yo creo, que en ese intervalo, los señores delegados acabarán de cambiar sus impresiones, poniéndose de acuerdo en las finalidades que persiguen, y venir un poco más orientados al seno de la Convención; venir con sus argumentos reforzados, no venir a encontrarse perplejos ante mociones como las que hemos escuchado y la Asamblea no ha sabido qué hacer; cuando hayamos educado un poco más nuestra conducta dentro de la Convención, cuando hayamos conseguido, en suma, ser un poco más consecuentes con nuestros acuerdos. El incidente provocado hace unos minutos no es más que el producto de esa desorientación tan grande que existe en el seno de estas Juntas preliminares. Todos venimos movidos aquí por un esfuerzo, creo yo, de verdadero patriotismo; anhelamos la confraternidad de todos los revolucionarios, y, sin embargo, han sido inexorables y han permitido que un ciudadano que trae las águilas en los hombros, dadas por no me importa quién, pero que las trae lo mismo que muchos de los que están aquí, han permitido, repito, que se vaya, y. no le han sabido decir: continúe usted aquí, pues una de las bases acordadas en esta Asamblea, es que todos los generales pueden estar por sí o por medio de sus representantes. No hay espíritu de justicia, obramos a la ligera. (Siseos)

Sí, señor; no me sisee usted: estoy hablando lo cierto: Someto esto que estoy diciendo a la mayoría y tengo la absoluta seguridad de que triunfo, señor.

Lo correcto en el caso del señor general, o del ciudadano que se dice representante de Zapata, lo correcto debía de haber sido, en primer lugar, por parte de la Mesa Directiva, no admitir a discusión su personalid-ad, porque no estaba a discusión; estaba a discusión la proposición del ciudadano Angeles, que se referia, precisamente, a los anhelos que él trae, al deseo grande que él tiene de que esta Convención oficialmente invite al general Zapata y sus oficiales a que concurran a esta Convención, a lo mismo que nosotros venimos, a deliberar sobre los grandes problemas del pais y especialmente tratar de obtener la pacificación del país.

Pero no hagamos digresiones; es inútil entrar en detalles. Yo lo que sí digo y sostengo y sostendré, es que mientras la representación del Ejército Libertador no esté entre nosotros, y el general Villa, por medio de su representante no pueda dar su sanción a los acueroos tomados por la Asamblea, hasta ahora admitidos como superiores, no puedo admitirlos como la expresión máxima de la voluntad nacional, porque tengo la absoluta convicción de que Zapata, con su ejército, forma una parte integrante de los hombres en armas en la Nación, tan importante o más importante que la que el general Villa tiene el honor de mandar.

Pido, pues, en vista de las razones expuestas, que ampliaré si el debate continúa, que el ciudadano Hay, si las considera de peso, se sirva retirar su moción para que la Junta previa, la representación hasta aquí congregada, continúe tratando los asuntos de poca o mucha importancia; pero que se refieran a todas las mociones presentadas y que la Mesa Directiva tiene en su poder. (Aplausos)

El C. Eduardo Hay:

Agradezco al compañero González Garza la confianza que me tiene como hombre de honor; él asegura que tiene la convicción íntima de que no ha habido ninguna malévola intención de mi parte al hacer la proposición que tuve el honor de presentar ante su consideración. Tiene razón el señor González Garza, no ha habido ninguna mala intención, todo lo contrario, y debo retroceder a las Juntas que se celebraron en México para demostrarle cuán sentada está esa confianza; ante la Junta, ante los miembros que estuvieron presentes en esas Juntas, el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista depuso el mando y lo entregó a los miembros de dicha Junta. La Asamblea ahí reunida, dado lo trémulo de la voz del Primer Jefe, no pudo oír sus últimas palabras y por lo tanto no se pudo percatar dicha Asamblea de que en esos momentos no había Jefe de la Nación y que esos mismos delegados, esos que estaban ahí presentes, en conjunto, eran los jefes de la Nación.

El licenciado Luis Cabrera aclaró el punto e inmediatamente que yo supe cuál había sido, honradamente subí a la tribuna para hablar en un sentido semejante a aquel en que ha hablado el compañero Garza; mis palabras, más o menos fueron las siguientes, haciendo abstracción u omitiendo, mejor dicho, mis apreciaciones acerca de la personalidad del Primer Jefe, dije lo siguiente: desde el momento en que no estamos aquí representados todos los elementos revolucionarios de la Nación, o por lo menos, la gran mayoría de ellos, no tenemos derecho de aceptar el mando del Primer Jefe, y, por lo tanto, debemos devolvérselo hasta que, reunidos en gran mayoría, podamos saber lo que debamos hacer de él, y la mayoria, reconociendo la justicia de mis palabras, optó por devolver el mando al Primer Jefe; ni siquiera se puso a discusión el punto de si debíamos devolverlo o no, y se rechazó, repito, única y exclusivamente, porque no estábamos representados allí la mayoría de los elementos revolucionarios de la Nación.

Como vé el señor González Garza, tuvo razón en tener confianza en mí, tuvo razón en decir que no dudaba de mi honorabilidad.

El C. González Garza:

Siempre la he tenido, señor Hay. (Aplausos)

El C. Hay:

Ha dado el señor González Garza un argumento al principio de su peroración, que después cayó por su propia base. Decía el señor González Garza que los elementos del Congreso Constituyente constaban de 253 representantes; que la mitad, más uno, deberían estar presentes allí para que se pudiera erigir en Congreso Nacional; aquí estamos 103 delegados debidamente caracterizados y autorizados, y yo pregunto al señor González Garza: ¿los 103 delegados son la mitad más uno, o menos de la mitad más uno? Nosotros ignoramos a punto fijo el número de hombres, que, a su juicio, mande el general Zalpata; pero sí podemos asegurar que no es mayor que todo el Ejército Constitucionalista reunido, de manera que podemos asegurar a conciencia que aquí estamos la mitad más uno de los representantes de la Revolución en México. Por lo tanto, mi proposición también era honrada, puesto que aquí no queremos venir a sorprender a una minoría ausente, porque aquí está la mayoría.

Pero hay otras razones que adujo el señor González Garza, que son de carácter moral más bien que de carácter legal. Bajo el punto de vista legal ha demostrado que tenemos amplísimo derecho para decidir sobre las cuestiones de la Nación. Bajo el punto de vista moral, tiene razón el señor coronel González Garza. Pero yo debo hacer algunas aclaraciones sobre ese punto.

Voy a empezar, primero, por referirme al punto del señor general Santibáñez, que se encuentra en el palco de honor en este momento.

Recordarán ustedes bien, señores, que cuando se trató de discutir su personalidad, que se trató de preguntar si era un delegado o con qué carácter venía, habiendo yo oído o pensado o creyendo haberlo oído, que él había declarado que no traía representación de ninguna persona, sino que únicamente por su propia presentación, dije y declaré en una forma concisa y clara, que el señor general Santibáñez tenía derecho de permanecer aquí por su propia representación, como todos nosotros o la mayoría de nosotros hemos venido aquí. Un espíritu de justicia guió esas palabras. Cuando se dispuso que se discutiera su personalidad, había ahí una oportunidad para él en demostrar quíén era y para demostrar su absoluta buena fe, que no dudo. Pero yo creo que él debió, para su mayor garantía, para su mayor satisfacción, haber dicho: Yo estoy luchando en el Ejército Libertador desde tal fecha, tomé parte en tales y tales acciones; pongo por testigos a Zutano, Fulano y Mengano; he sido ascendido en tal fecha a general y por estos méritos me presento aquí como general, pero no tengo autorización del señor general Zapata, para venir a formar parte de estas conferencias. Después de haber dicho esto, hoy regreso a ver al general Zapata para decirle que ha sido recibido con los brazos abiertos.

De manera, señor González Garza, que no ha habido el menor desaire corrido a él; todavía más diría yo: el desaire ha sido corrido a nosotros. El señor Santibáñez, después de esa invitación, debió haberla contestado en la debida forma, que era: Señores, yo soy Fulano y ustedes sabrán lo que disponen después; pero yo no tengo derecho de estar aquí, por no tener la debida autorización de mi general, y, por lo tanto, me ausento. Pero él debió haber contestado. Sin embargo, es posible que él tenga sus razones y esté en su perfecto derecho de no poner su personalidad a discusión; que no hubiera sido puesta a discusión, sino solamente para conocimiento de la Asamblea, del público y de la Nación. Todavía más, no ha habido ningún desaire, porque de la manera más respetubsa la Mesa Directiva ha indicado al señor general que desde el momento que no había querido discutir su personalidad, como todos lo habíamos hecho que se le suplicaba -según declaración del mismo general Angeles, que solicitaba no permanecer aquí-; se le invitaba mejor dicho, a que pasara a un palco de honor. No ha habido, por lo tanto, ningún desaire en ningún sentido. El general Santibáñez, elemento zapatista, es bienvenido a nuestro seno, y nosotros, espontáneamente y con todo gusto les hemos hecho amplísimas invitaciones; pero eso indica que no hay un deseo de aclarar una mayoría y de una vez, teniendo esa mayoría, dirigir la Nación por determinado camino, sin consultar a una minoría ausente. No, señor González Garza, ha habido otras razones que me han movido a hacer la proposición. Las condiciones del país son altamente críticas, todo el mundo está pendiente de nuestros actos; nosotros hemos venido aquí a reunirnos para que tuviera lugar una Convención general. Esta Convención ha sido anunciada a todo el mundo y toda la Nación está pendiente de nuestros actos, desde el momento que hemos terminado los puntos principales, es decir, el Colegio Electoral, tenemos la obligación suprema de ir inmediatamente, de ir a formar la Convención Nacional; ahora bien, entonces a nosotros tocará el tomar las decisiones que pudieren contravenir los deseos del general Zapata y de sus fuerzas, sin que ellos tengan ni voz ni voto aquí, y entonces a nuestra responsabilidad queda el evitar la discusión de esos puntos de alta trascendencia nacional, y debemos entonces diferir esa discusión para cuando ellos puedan venir. Si nosotros nos erigimos en el momento en Convención, como tenemos absoluto derecho legal para hacerlo, nosotros habremos calmado la expectación general de la nación, habremos traído la confianza de los países extranjeros, que indudablemente tienen cierta influencia en nuestras condiciones financieras, y nosotros habremos hecho la verdadera labor de patriotismo, porque después de erigirnos en Convención diremos a los elementos que faltan: a pesar de que tenemos todos los derechos legales para votar en cualquier forma los asuntos, por decoro, por honradez, vamos a abstenernos de tomar ninguna resolución trascendental hasta que ustedes manden sus representantes legales o declaren que no los quieren mandar. Yo no pido ninguna injusticia, yo pido que al mismo tiempo que somos honrados para con el elemento zapatista, debemos ser honrados para todo el resto de la Nación. Es cierto que el elemento zapatista sufre aparentemente, pero también es cierto que la Nación sufre con esa suspensión indebida. Yo, si no fuera por esas razones, con todo gusto retiraría mi proposición y estaría dispuesto a retirarla si alguna otra persona aduce nuevos argumentos contra mi proposición, pero los argumentos hasta ahora expuestos no son suficientes para dejar a la Nación en las circunstancias angustiosas en que se encuentra. Procedamos nosotros a la elección de Mesa, declaremos a esta Convención Soberana, y después nosotros podemos decir: por honradez y por decoro, esperamos al resto de los revolucionarios; por honradez y por decoro seamos consecuentes con ellos. (Aplausos)

El mismo ciudadano Hay:

Pido la palabra.

El C. presidente:

He concedido la palabra al señor Castillo Tapia.

El C. Hay:

Me he permitido suplicar al compañero me permita agregar algunas palabras, pues olvidé un punto importantísimo, en lo que acabo de decir.

El señor coronel González Garza ha dicho que si el elemento a las órdenes del general Zapata no asiste a esta Convención, él se verá obligado a retirarse como representante del general Villa.

Yo llamo la atención sobre esas palabras a mis compañeros de la División del Norte, porque tienen una gran importancia.

Nosotros hemos citado a esta Convención a todos los elementos revolucionarios del país; esas invitaciones cordiales han salido para Sonora y han salido para Morelos. Si los elementos de Sonora o los elementos de Morelos, por cualquier motivo no quieren asistir a esta Convención, no creo yo que ninguna de las personas aquí presentes tengamos derecho de ausentarnos de ella. Sería indecoroso el que después de haber invitado a la Convención, a los elementos revolucionarios, y que parte de ellos la más pequeña, no quiera estar representada, que entonces esta Convención de tan grande importancia nacional, se desgrane, porque uno o varios de los elementos de ella no quieren cumplir con lo convenido. No cabe duda de que sería dejar de cumplir con lo convenido el que después de reunidos aquí, después de hacer invitaciones cordiales a toda la revolución, se rehúsen a venir aquí; entonces nosotros tenemos que decidir los destinos de la Nación sin la colaboración de ellos. La invitación está hecha, los brazos están abiertos para ellos, nuestro corazón sincero y cariñoso los recibe, y si ellos se rehúsan a venir, querría decir que querían seguir siendo rebeldes, cueste lo que cueste, según las palabras de Huerta. (Aplausos)

Nadie tiene derecho ahora de seguir siendo rebelde a pesar de todo. Sería poco patriótico. y yo no quiero pensar que los elementos dependientes del general Zapata se rehusarán a venir y sólo porque eso sería poco patriótico, y no quiero pensar tampoco en que, si los elementos de Zapata se rehúsan a venir aquí, el señor coronel González Garza tenga derecho o pretenda retirarse de aquí. Personalmente, es indudable que lo puede hacer, porque no se coartaría la libertad de ninguno; pero moralmente, estoy seguro de que él, haciendo uso de la honradez que le caracteriza, vendría a confesar que estaba en un error y que no tiene derecho de empezar a desgranar una Convención a la cual todos, sin excepción, hemos venido de toda buena fe.

El C. González Garza:

Todavía no es Convención.

El C. Hay:

Todos hemos venido a la Convención, aún no es Convención; pero tácitamente, mejor dicho, solemnemente hemos declarado que esas son nuestras intenciones y si a pesar de que hemos declarado solemnemente que tenemos la intención de formar aquí una Convención honrada, patriota y recta, y si después por un pretexto de que algunos elementos quieren seguir siendo rebeldes, a pesar de todo, sin saber las decisiones que aquí van a tomarse, sin saber si nuest!as decisiones van a favorecer sinceramente a ellos, entonces quiere decir que esos elementos que no quieren venir, quieren luchar por el amor a la lucha, no por el amor a la Patria, y si por el hecho de que algunos elementos no quieren venir, nosotros nos ausentamos, no habremos cumplido con lo que solemnemente hemos prometido, es decir, venir a integrar una Convención Militar en la que estén representados todos los elementos revolucionarios de buena fe.

El C. Miguel A. Peralta:

Para una moción de orden. Por espíritu de justicia y según las reglas parlamentarias, creo que le toca al señor coronel Roque González Garza o a alguien del contra, tomar la palabra.

El C. González Garza:

Precisamente iba a preguntar a la Mesa si el orador que pretende hacer uso de la palabra, va a hablar en pro o en contra.

El C. presidente:

Precisamente la Mesa iba a determinar que ya que llegamos al período de los discursos, debía hablar un orador en pro y otro en contra, sin que en ningún caSo puedan hablar dos oradores en pro o en contra; pero ya al señor ingeniero Castillo Tapia se le había concedido la palabra, y después de que él haga uso de ella, nos atendremos a las reglas que ya he sentado, uno en pro y otro en contra, de cada asunto que se discuta.

El C. González Garza:

Por mi parte, señor presidente, suplico a usted atentamente, que se sirva anotarme como el último orador del contra.

El C. Castillo Tapia:

Sin duda, señores, no hubiera tomado la palabra, si no hubieran ocurrido en estas dos sesiones, en la de ayer y la de hoy, dos acontecimientos, dos hechos: cuando salimos de la capital de México, todos nos preguntaban, todo el mundo se acercaba a nosotros, y todos con temores, todo el mundo inquiría cuál sería la finalidad de esta Convención, cuáles serían sus resultados y sus consecuencias, e íbamos a la casa del general Blanco y alli encontrábamos optimismo; por todos lados hay patriotas, lo mismo hay patriotas con el general Villa, lo mismo hay patriotas con Maytorena, lo mismo hay patriotas con Zapata, lo mismo hay patriotas con el general Obregón, e íbamos a ver al general Pablo González y se nos decía lo mismo, y en todas partes recogíamos ese optimismo que nos indicaba que la Patria querida iba a ser lanzada a una nueva guerra.

Ahora bien, el señor general Angeles, que sin duda, sin ninguna mala fe, sin objeto de ningún ataque, ayer cuando leyó la carta, manifestó que ya estaban unidos los señores Villa, Zapata y Maytorena, los cuales sí pueden hacer la paz ...

El C. general Angeles:

Yo dije que podría hacer la paz la Convención Nacional, no dije que los generales de la División del Norte.

El C. Castillo Tapia:

No dije que usted, ni que los generales de la División del Norte, señor general Angeles; no dije que ustedes podían hacer la paz personalmente, sino los cuerpos que mandan.

El C. Angeles:

Dije que la Convención Nacional. Probablemente fui mal interpretado.

El C. Castillo Tapia:

Sin duda, señor general Angeles; no porque tuviéramos duda de quién es usted, tanto moral como intelectualmente; los que no lo conocíamos y los que lo conocen, también saben quién es usted; por eso hablo sin ningún prejuicio de mi parte, porque en el caso venimos a hablar francamente y a decir todo lo que pueda darle a la Patria; por eso decía que iba a hablar exento de toda timidez y de todo temor, para decir todo lo que pueda contener el porvenir malo y el porvenir bueno de la Patria. (Aplausos)

Nacido de eso, sinceramente, señor, precisamente porque hoy no hubiera venido a hablar, porque no es tiempo todavía de que nosotros entremos en grandes polémicas, no es tiempo; porque necesitamos encarrilamos primero y discutir después de haber escuchado al señor González Garza, que aquí acaba de manifestar otra cosa y también digo que creo yo sinceramente; lo digo sin dolo; manifestó estas frases: Nosotros los del Norte, venimos con gran voluntad, con gran patriotismo, y después indicó así con respeto, al señor general Zapata. Cuando el señor Roque González Garza, en la primera sesión habida en este teatro indicó el espíritu que guiaba a todos los concurrentes e indicó que en un impulso de cordialidad y fraternidad que olvidáramos añejos rencores, bien o mal producidos, de bueno o mal origen, que no nos fijáramos más que en el porvenir de la Patria, que no nos fijáramos más que en un objetivo, en el porvenir de ia Patria que se encuentra en peligro constante y que sobre npsotros está más que la espada de Damocles, la espada de la ignominia y la maldición de la Historia. (Una voz: ¡Es cierto!)

Por esto es que queriendo yo que no hubiera personas que den a nuestra actitud cierta interpretación y se guarden su juicio y después por el arroyo van y la interpretan a su manera, quise hacer esta aclaración aquí, y quiero manifestar al señor González Garza y al respetable señor Angeles esto: lo que yo he visto, de una manera sucinta voy a narrarlo: cuando el Ejército del Noreste venía de su campaña desde Matamoros hasta México, todos estuvimos infiltrados, porque todos creíamos, todas las corporaciones y todas las individualidades que son sus componentes, tenían una idea liada más: darle un abrazo en México al general Zapata, vivir con él y que estuviésemos envueltos en su atmósfera reivindicadora y pura y por todas partes veníamos a preguntamos esto. Y entonces yo, la única vez que le llamé personalista, y fue entonces cuando pensé, y recuerdo estas palabras del señor Villarreal, en el teatro de Monterrey, que me vienen a la mente con toda felicidad y si mal no recuerdo fueron éstas: hablando de Zapata indicó: Señores, y si no se reparten las tierras y si los problemas agrarios no se solucionan y todos los ideales que traía la Revolución de 1910 encabezada por el señor Madero no se llevan a efecto, si no vienen sino personalismos en esta Revolución. Permitidme, señores -dijo-, que desde el fondo de mi alma grite: ¡maldita sea la Revolución! (Aplausos)

Todos, señor González Garza, todos hemos vivido con el general Zapata, todos y cada uno de nosotros que con esa irradiación que emana de los espíritus, cuyo objetivo es el bien nacional, todos viviamos con él en sus ideas y todos hemos luchado por ellas. Nadie, ninguno de la División del Noroeste, del Noreste, de Villa, de Zapata, de Maytorena o de cualquiera que sea en la República, que sea revolucionario, ninguno estará seguro que los asuntos discordante s se han producido y tienen su origen en las causas enteramente insignificantes; pero por distintos caminos, por circunstancias cualesquiera que sean, todos, su único objetivo va a converger a aquellas espiritualidades, al problema agrario, a la idealidad de Zapata, a la reivindicación nacional, al porvenir y progreso de todo el proletariado. (Aplausos)

Los que venían a aconsejarnos, sin duda con mayor ánimo de bondad y de bien -estoy seguro que aún están así- sin que se quisiera y nosotros mal entendidos, no comprendimos una de las grandes figuras; al señor González Garza no lo comprendimos aquí también, por lo cual yo invoco, señores, a que todos nosotros, de una vez para siempre, protestemos que si alguna cosa un poco intemperante sale del labio, no sale del espíritu y que procuraremos guardar lo más que sea posible en lo más recóndito, en lo más profundo de nuestro ser, cualquiera intemperancia que pudiera ser mal traducida y entonces podremos decir con el general Villarreal en Monterrey, que era el eco de toda la División del Ejército del Noroeste: ¡Maldita sea la Revolución si no cumple con sus ideales! (Aplausos)

El C. Berlanga:

Deseo hablar en pro.

El C. Obregón:

Pido la palabra.

El C. presidente:

¿Desea usted hablar en pro o en contra?

El C. Obregón:

Unos puntos en pro y otros en contra. (Aplausos)

El C. presidente:

Tiene usted la palabra.

El C. Obregón:

La absoluta falta de práctica es el origen de las diferencias que tenemos en algunos asuntos.

Como dije, había presentado una proposición más o menos como la del ingeniero Hay y estaba empeñado en que se deliberara sobre ella; ahora, en una junta que hemos tenido, he dicho que no deberíamos tratar ningún problema de trascendencia mientras no estén los representantes del señor general Zapata. Esto lo conocen los señores que estuvieron en esa junta, de suerte que la iniciativa no se encamina a eliminar al general Zapata, la inciativa se encaminaba a esto, a adquirir la soberanía de esta Convención, porque si mañana cualesquiera de las revoluciones, por mala o por buena fe, por poca experiencia o por poco conocimiento militar, avanza sobre una plaza, o por insubordinación de un soldado nos fuera a traer un conflicto, creando la soberanía de esta Asamblea, desde aquí se le ordenaría a Carranza, no mueva usted sus soldados; se le ordenaría a Zapata: no haga usted más marchas, y, en fin, se declararía la suspensión de garantías en la República; y más habría yo pedido en mi iniciativa, que se expresara clara y terminantemente que se fijaba un plazo para que vinieran los delegados que faltan, un plazo amplio, a fin de que caducado ese plazo, solamente los que no quisieran venir aquí no vinieran.

Creo que eso es justificado, porque si hay cinco delegados que dicen: yo no voy en dos meses, no es justo que los peligros nacionales continúen en las condiciones en que están; yo creo que necesitamos resolver esto, yo creo que debemos obrar en esa forma y declarar la soberanía de la Asamblea, declarando que no se tratará ningún asunto de trascendencia, ningún asunto de interés para los elementos revolucionarios de la República. (Aplausos) (Voces: Suspensión de hostilidades; no de garantías)

¿ Dije suspensión de garantías?, pues tengan la bondad de dispensarme, quise decir suspensión de hostilidades.

El C. Angeles:

En contra de la iniciativa presentada.

Lo que acaba de decir el señor general Obregón creo que es necesario para que se consolide, para que se establezca la perfecta soberanía de esta Convención, que estén representados aquí todos los elementos y principalmente los rebeldes.

Si se ha detenido la guerra con la División del Norte, ha sido porque se han acercado a la División del Norte y se la ha invitado cordial y cortésmente para que venga a discutir las diferencias que existen. De esta manera se ha conseguido que el señor general Villa y todos los hombres a su mando respeten las decisiones de esta Convención. ¿Cómo podemos declarar a esta Convención soberana, si no están aquí sus delegados? La soberanía nacional en esta Convención seria una mentira. Por esa razón es necesario que antes de declarar la soberanía de esta Convención, estén aquí los delegados de las tropas del general Maytorena y los delegados de las tropas del general Zapata. (Aplausos)

El C. Paniagua:

Pido la palabra.

El C. presidente:

¿Quién va a hablar en pro?

El C. Paniagua:

Yo.

El C. presidente:

El ciudadano Berlanga había pedido primero la palabra en pro.

El C. Berlanga:

En los momentos actuales es un crimen ser hipócrita. y en estos momentos que nosotros hemos convocado, ha sido precisamente con el objeto de que nos despojemos de toda clase de hipocresías para venir con toda sinceridad; para venir con todo valor, para venir con todo entusiasmo a discutir los problemas nacionales y no a discutir personalidades. Aquí hemos venido convocados por el Primer Jefe, para que le señalemos un Programa de Gobierno; después surgió el incidente de la División del Norte, y entonces se acordó que viniésemos aquí a discutir con los delegados de la División del Norte, sobre el Programa de Gobierno que deberemos trazarle al Primer Jefe. El Primer Jefe no sólo invitó a la División del Noreste, a la División del Noroeste, a la del Sur, sino a todos los gobernadores de la República, a todos los generales con mando, invitó a todos absolutamente, sin hacer distinción de personalidades. Me llama la atención que no vayan todos los representantes de los grupos o de los bandos revolucionarios que hay en el país; me llama la atención, porque desde luego creímos, supusimos que no habría en ellos la suficiente voluntad para discutir con nosotros acerca de esos problemas nacionales.

No venimos a discutir la conveniencia o inconveniencia de que Carranza sea presidente o no; venimos a discutir asuntos relativos, no a la paz nacional, sino al progreso nacional, no nos importa ir a la guerra, no tememos absolutamente a ninguna de las Divisiones, no tenemos ninguna clase de ambiciones, más que la paz; queremos también la guerra, porque sobre la paz, sobre la guerra y sobre todos los intereses patrios, queremos una cosa: la redención del pueblo: queremos justicia. (Aplausos)

Por eso queremos que se discutan amplia y detenidamente todos los asuntos que se relacionan con la regeneración del pueblo; así, con ese entusiasmo, con esa voluntad, hemos venido; así, nos hemos acercado a nuestros hermanos de la División del Norte, hermanos desde el punto de vista que son revolucionarios, no desde el punto de vista que somos personalistas; si allá hay villistas, aquí no hay carrancistas, así lo digo terminantemente. Unos y otros, lo he dicho otras veces, somos revolucionarios; la bandera de la Revolución es la que nos une; y, conforme a esa Revolución, aquí acordamos precisamente el programa de ella, la plataforma de ella, de aquí saldrán los nuevos guerreros que irán a combatir a Carranza si no se somete, a Zapata si no se somete, o a Villa si tampoco nos obedece. De aquí saldremos, de aquí saldrán los nuevos ejércitos, de aquí saldrán los nuevos generales, de aquí saldrán las nuevas Divisiones, de aquí saldremos, conforme a ese juramento que hemos hecho ante ese pabellón nacional, escuchando los acordes del himno de la Patria. (Aplausos)

Aquí hemos jurado terminantemente hacer que se respeten los acuerdos de la Convención y lo hemos jurado ante el objeto más caro que hay para nosotros, ante nuestro pabellón. El mismo señor González Garza lo ha jurado y él también debe sujetarse a la Convención, a los acuerdos de la Convención ...

El C. González Garza:

A la Convención sí, pero aún no es Convención.

El C. Berlanga (continuando):

Para no retirarse y hacer que se cumpla lo que se acuerde; y si acaso Villa no acepta el Programa de la Revolución, él tendrá que ir a combatir a pesar de ser él su representante, como también lo ha dicho el general Obregón, que él tendría también que ir a combatir al primer rebelde a la Convención, iría de soldado si él fuera, sin hacer absolutamente caso de las águilas, sin pensar en que trae ahora águilas en los hombros; él iría con toda buena voluntad a combatir al rebelde a la Convención. Por lo tanto, cada uno de nosotros está obligado a obedecer los acuerdos de la Convención, y es necesario que hablemos con toda sinceridad la verdad; nosotros no hemos venido a discutir personalidades y sí hemos venido a discutir un programa de Gobierno; y si a ese programa no se sujeta Zapata, y si Zapata no ha querido venir aquí, es porque no ha tenido tiempo, es porque no no ha tehido invitación. Todavía podemos fijarle un plazo para que venga, nada más por complacencia, nada más por atención; no porque le tengamos miedo. (Risas, siseos, murmullos) Sino únicamente por favorecer el establecimiento de la paz; pero no esa paz que aceptaron los huertistas, porque no la queremos; preferimos la guerra antes que aceptar la tiranía. (Aplausos)

No queremos la paz; queremos que se cumplan los ideales de la Revolución; y se tendrán que cumplir; pero si a pesar de todos nuestros esfuerzos no se cumplen, debemos, sin embargo, retirarnos satisfechos, con la convicción de que hemos cumplido con nuestro deber, siendo los últimos republicanos, porque nosotros, es lo que somos: republicanos.

En esta guerra no es ni Villa ni Carranza el que va a triunfar; los que van a triunfar después de la lucha son los enemigos que están de uno y otro lado; el que va a triunfar es Porfirio Díaz; los que van a triunfar son los que han mantenido la tea; son los que han sostenido la tea de la restauración de los científicos, la tea de la restauración del poder clerical, la tea del militarismo; es Porfirio Díaz con sus tres cabezas el que va a vencer, y por eso es que queremos nosotros que, sobre Porfirio Díaz, sobre el que venga a provocar la guerra entre Carranza y Villa, estén los acuerdos de la Revolución que está representando a la República; y así, como republicanos, combatiremos.

Hay, en efecto, momentos de decepción en nuestra Historia. Nuestras revoluciones han acabado siempre con una bandera personalista. No es Zapata un demócrata: yo, en lo más íntimo de mi conciencia, he estado de acuerdo con él, en cuanto se refiere a beneficiar al pueblo; pero no en cuanto se refiere a declararse Presidente de la República.

El C. Angeles:

No lo quiere.

El C. Berlanga:

Es lo que quiere en su Plan de Ayala.

El C. Angeles:

El Plan de Ayala no lo dice.

El C. Berlanga:

Bien; acepto la aclaración.

Estaremos, estaré con él, mientras él no se declare ante sí el Primer Jefe de la República, como no estaré tampoco con ninguno que lo haga, porque nadie tiene derecho a hacerlo; porque nadie, absolutamente, tiene derecho a imponerse sobre nosotros y sobre nuestra voluntad. Hemos estado luchando durante mucho tiempo; no yo, mis antecesores, todos los que han sido inspirados por la misma idea de democracia, hemos estado luchando en contra de las tiranías y siempre la tiranía, a pesar de todo, es la que sale venciendo, es la que ha triunfado, porque estamos acostumbrados a una sola cosa: a derrocar un ídolo para construir otro, y es lo que hemos querido hacer en esta vez: derrocar un ídolo para, de sus ruinas, sacar otro ídolo; eso se ha llamado siempre idolatría.

Hemos querido sacar una persona y no un principio. Eso nos ha llevado a la ruina, a la desgracia y a la esclavitud y a la abyección. Hemos querido ser hombres de criterio libre cuando sólo cambiamos de ídolo. Ese es nuestro error, creemos que somos hombres libres porque dejamos de adorar a uno para adorar a otro. Aquí está nuestro error, aquí está nuestro pecado nacional. Dejamos de rendirle culto a un individuo y vamos a rendirle culto a otro. Nosotros nos olvidamos de que luchamos por un principio, para representar esos principios por una persona y si aquella persona se equivoca estamos con ella, porque no somos capaces de sobreponer sobre el interés particular de esa persona, los intereses sagrados de la Patria.

Así, en esta vez, se ha convocado a una Convención Nacional; estamos aquí los que queremos resolver los problemas nacionales, los que no están aquí es porque no han querido venir, nada más por eso, porque no han querido venir.

El C. González Garza:

Porque no se les ha invitado.

El C. Aguirre Benavides:

Han manifestado de sobra que no se les ha invitado.

El C. Berlanga:

Aquí tenemos un ejemplo de los que tienen voluntad; no uno, varios ejemplos hay, está un general zapatista, ahí está el general Galván y otros.

El C. Angeles

(desde uno de los palcos, donde hace compañía a Santaella y Santibáñez): El general no venía a eso, está usted en un error.

El C. Berlanga:

El ha venido aquí porque se interesa ...

El C. Hay:

Pido la palabra para una moción de orden. Suplicaría muy respetuosamente al señor Angeles, que, si toma participación en las discusiones, tome el asiento que le corresponde. (Aplausos)

El C. González Garza:

Pido la palabra para un hecho.

El C. Obregón:

ara una moción de orden.

El C. González Garza:

Pido la palabra para una moción de orden. A nadie escapa la intención santa y noble del señor general Angeles, para estar sentado cerca del general zapatista; en lugar de tenerlo a mal, en lugar de ver una mala acción en ese hecho, debía alabarse su hidalguía y su valor civil; porque fue el único que tuvo a bien ir a acompañar al que salía del salón. Bien haya usted, señor general Angeles, que sabe llegar al fondo de los hombres, mudamente, callado, sin que vuestros labios se abran para proferir palabra alguna. La acción que habéis hecho hoy, acompañando a ese señor general, me ha llenado de satisfacción y me afirma en la convicción íntima, de que sois todo un hombre, de que sois todo un caballero y que sois todo un hidalgo. No os sintáis con el señor general Hay, que ha hecho una moción para que vengáis a estar dentro del salón; tan bien estáis allá como aqui. Todos nosotros os queremos y os estimamos, porque sabemos cuánto valéis. (Aplausos)

El C. Santos:

Pido la palabra para un hecho.

Nada más para suplicar a los oradores, y a todos los que sigan tomando la palabra, que hagan favor en sus palabras de encauzar la cuestión; se trata de una proposición muy simple; está muy buena la luz que nos ha dado la discusión; pero ya son las ocho y media y tendríamos que retirar la proposición, porque no se podría aprobar, puesto que no se pueden hacer elecciones ya.

El C. Berlanga:

La proposición se ha discutido así en esta forma, en una manera amplia, con detalles y llegando a recurrir a puntos que con ella se relacionan.

Por el discurso preliminar que se pronunció aquí, ese discurso que provocó ideas entre nosotros; él encendió los sentimientos, y fue el que nos hizo que viniéramos a hablar claro, para decir, como dijo, cuál era el objeto de la proposición.

Nuestro objeto ha sido siempre buscar adeptos a nuestra causa, y aquí ha estado también nuestro error, como revolucionarios, y aquí ha estado el error de todos los revolucionarios. No ha habido en México una sola Revolución que triunfe, porque siempre hemos procurado conciliarnos con nuestros enemigos; desde la Revolución iniciada por Hidalgo, todas las revoluciones que la han sucedido han fracasado por eso, porque los verdaderos rebeldes, los que han peleado con sinceridad y patriotismo, con toda abnegación, se han cansado de pelear y por no seguir un mes, dos meses más, vemos al fin y al cabo que no ha habido constancia en nuestras luchas y hemos dado la mano a nuestros enemigos, y así, los contrarios antes eran nuestros enemigos y ahora son amigos, y así los vemos ir a los bailes del brazo con nuestros correligionarios.

El C. Chao:

Para una moción de orden. Ya tiene el señor 30 minutos hablando y se ha acordado que no se debe hablar más de ese tiempo.

El C. González Garza:

Señor presidente: Yo pido respetuosamente a usted y a la Asamblea, se deje en absoluta libertad al orador, al hablar.

El C. secretario:

La Secretaría informa que el orador tiene sólo un cuarto de hora hablando. (Aplausos)

El C. González Garza:

Pido respetuosamente a la Mesa deje terminar libremente al orador; sus argumentos son tan sencillos, son tan endebles, que bastarán unas cuantas palabras para desbaratarlos; que hable todo lo que guste. (Aplausos)

El C. Obregón:

Pido la palabra para una moción de orden. Está a discusión una proposición y nos hemos apartado por completo de ella. Pido la palabra para seguir tratando de ese asunto.

El C. González Garza (dirigiéndose al orador):

Refiérase a la moción, concrétese a ella.

El C. Berlanga:

Está a discusión el que se declare soberana la Asamblea. (Voces: ¡No, no!) Está a discusión el que se declare soberana la Asamblea; la idea es ésta, si no las palabras: que se nombre una nueva Mesa, precisamente con ese fin se nombra una nueva Mesa, para que tenga desde luego lugar la Convención, porque ésta no ha sido Convención, sino juntas previas para la Convención. Se ha pretextado, se ha dicho que no hay lugar a esa proposición, porque no se puede todavía verificar la Convención. Unos han hablado en pro y otros en contra. Yo he venido a sostener que podemos perfectamente declarar de una vez o elegir la nueva Mesa, para que así se instale esta Junta en Convención y lo diga, porque ya es un plazo suficiente para que comencemos a tratar los asuntos que verdaderamente nos han traído aquí. Es el plazo ya suficiente; toda la atención está pendiente de nuestras palabras y precisamente por precipitar las cosas, precisamente por no concederles toda la atención que requieren, hemos fracasado y hemos fracasado siempre; como había comenzado a decir, por querer transigir con el enemigo. Todos los que no están aquí en esta Convención son enemigos de la Patria. (Siseos)

Todos los que para un plazo determinado no estén en esta Convención, son enemigos de la Patria, son traidores. (Una voz: ¡Eso es otra cosa!)

El C. Aguirre Benavides:

Yo creo que las galerías están siseando mucho. Yo suplico que la Presidencia, en uso de las facultades que tiene, les impida continuar con demostraciones.

El C. presidente:

Las galerías están siseando y ya se les manifestó que no tienen derecho para hacer manifestaciones hostiles. Yo desearía que las galerías, los ciudadanos que estan presenciando estas discusiones, procedieran hidalgamente para que no obligaran a la Mesa a tener que tomar una medida antidemocrática.

El C. Berlanga:

Decía que todos los que no estuvieren para un plazo determinado en esta Convención, deben declararse traidores. Esos no tienen interés en venir a discutir los asuntos que se relacionan con la Patria. El plazo será breve o será amplio; pero para que ese plazo se acuerde, es necesario previamente elegir la Mesa y proceder desde luego a instalar esta Convención y cerrar después de una fecha determinada su puerta; porque después no entrará nadie; el que intente entrar será rechazado aquí, porque aquí hemos tenido lugar los que hemos querido discutir los intereses que se relacionan con el pueblo, aquí hemos venido animados de los más amplios deseos de cordialidad y no tratarnos como enemigos.

Yo soy el primero en decir que, si la División del Norte nos trata como enemigos, tratemos también a la División del Norte como enemiga; y si Zapata nos trata como enemigos, tratemos a Zapata como enemigo; pero si entre ellos hay elementos que nos llaman, entre ellos hay patriotas, entre ellos hay revolucionarios que quieren venir a discutir con nosotros, debemos aceptarlos como compañeros, debemos aceptarlos como hermanos, anie los grandes ideales de la Revolución. Y así irán luchando después de esta Convención, no por una personalidad, sino por un ideal, por el ideal precisamente de los revolucionarios del pueblo, ese pueblo tantas veces vejado, ese pueblo tantas veces humillado, ese pueblo que tanto deseaba el triunfo de nuestras armas, el pueblo que nos seguía, el pueblo que espraba que con el triunfo, con la entrada de don Venustiano Carranza a la capital de México, se abrirían para él las puertas de la libertad;' el pueblo que esperaba que las fuentes de trabajo se iniciarían desde luego, que el pobre se remediara, que el obrero trabajara menos y tuviera más derechos; el pueblo así que confiaba en nosotros, hoy se encuentra decepcionado, hoy se encuentra sin saber por fin a dónde orientarse, porque hemos ido predicando la libertad y hemos adoptado una figura de Murillo con respecto a la libertad, hemos pintado una mujer hermosa, una mujer de ojos llenos de vida, una mujer con frente dedicada especialmente a los altos pensamientos, le hemos pintado una mujer así, con brazos torneados, pero que sus dedos están convertidos en serpientes. Así hemos visto la figura de la Libertad, la hemos llevado por todos los campos, una mujer de busto hermoso y de pies ...

El C. Obregón:

Para una moción de orden. ¿Es discurso, es discusión o es qué?

El C. Berlanga:

Es discusión. Decía que esa figura, así, de la Libertad, es la que hemos enseñado al pueblo, el pueblo se engañó con ver la figura hermosa de la mujer, sin ver que detrás de ella venía la serpiente, sin ver que todo aquello no era sino un aliciente. Ahora se ha convencido precisamente el pueblo, de que lo hemos engañado, porque el pueblo ha seguido después sin garantías, las escuelas siguen cerradas, el pueblo sigue todavía sin trabajo, la clase obrera no se ha mejorado todavía, las armas están empuñadas todavía; para el pueblo no hay más ley que las armas, todavía nuestro ideal está sin libertad, y no trabajamos con palabras ni con discursos. De ahí él tendrá que ser bajado, si no quiere bajar con la razón, por la fuerza, para que hagamos triunfar la justicia, y a esa justicia es a la que hemos venido a invocar, venimos aquí hermanados para discutir los asuntos nacionales, y el que no quiera venir para ese plazo señalado, ése será un traidor. (Aplausos y siseos)

El C. Santaella y Santibáñez:

Señor presidente: Respetuosamente pido la palabra para recoger los documentos que entregué a usted y retirarme.

El C. presidente:

¿Para qué?

El C. Santaella y Santibáñez:

Para recoger los documentos que entregué a usted. Yo no quiero que mis oídos escuchen ataques al Ejército a que yo tengo la gloria de pertenecer. Cuando yo reciba los papeles que me acrediten con mis compañeros de armas, cuando pueda contestar a los ataques que se me hacen, entonces tendré el honor de estar aquí.

El C. Castillo Tapia:

No se ha atacado al general Zapata.

El C. Santaella y Santibáñez:

Pues háganme favor de dispensarme. Quiero retirarme, y vendre aquí con varios generales del Sur, con nuestro nombramiento, para que así me reciban en esta Asamblea. Vine aquí para coordinar las ideas de ustedes con el general Zapata, las de todos los generales y de esta manera todos diéramos un sesgo al asunto.

El C. Castillo Tapia:

Puedo asegurar al señor general Santaella y Santibáñez, que no se ha insultado al general Zapata y le suplico no se vaya con esa impresión. Nuestra convicción es que no se debe atacar a nadie, ni siquiera de palabra.

El C. Santaella y Santibáñez:

Señor ingeniero Castillo Tapia: Me va usted a dispensar una palabra. El general Zapata no ha recibido ninguna invitación oficial, a eso he venido yo.

El C. Castillo Tapia:

Pero para el futuro, se hará, señor.

El C. Santaella y Santibáñez:

Pues, entonces, espero en mi carro la invitación oficial para mi general Zapata, ofreciendo a ustedes, bajo mi palabra de honor, regresar aquí con la delegación de mi general Zapata.

El C. Hay:

Señor general Santibáñez: Suplico a usted permanezca un instante, pues desde el momento en que usted es el representante o, por lo menos, el único elemento del Ejército del general Zapata (voces: ¡No, no!, hay varios), por lo menos es usted uno de los que van a llevar allá las impresiones recibidas; queremos ser galantes hasta lo último, porque es nuestro sentimiento que usted no lleve una injustificada impresión de lo sucedido aquí; no queremos que usted juzgue aquí de la impresión de un solo hombre, le suplico lleve la impresión de la mayoría.

El C. Santaella y Santibáñez:

Sí señor.

El C. Hay:

Quiero que todos me digan si ha habido espíritu de lastimar o que ha habido falta de afecto para los revolucionarios del Sur. Quiero que esos que crean que ha habido alguna falta, que se levanten de sus asientos, y los que no que permanezcan sentados. Vé usted, señor, hay sentimiento de unión y hay sentimiento de honradez.

El C. Castillo Tapia:

¡Viva mi general Zapata! (Voces: ¡Viva! ¡Viva! Aplausos)

El C. Hay:

Usted lo ha visto, señor general Santibáñez: nadie se ha levantado; todo el mundo tiene sentimiento de hermandad para con los elementos zapatistas, o aquellos que lealmente están luchando por los sentimientos del pueblo.

El C. Santaella y Santibáñez:

Esos mismos sentimientos me han traído aquí.

El C. José Isabel Robles:

Pido la palabra para una aclaración.

El C. presidente:

Tiene la palabra el ciudadano Robles.

El C. José Isabel Robles:

Para una aclaración, señores, me hago el honor de dirigirme a esta honorable Asamblea.

Hace un momento el señor delegado Berlanga decía: que si nosotros éramos villistas, aquí no había carrancistas.

En lo que respecta a mí, como miembro de esa División, debo decirle que la División del Norte no quiere imponerse; la División del Norte que ha venido a esta Soberana Convención para decir: esto es lo que quiero y. esto es lo que hago, y creo que si se ha dado una mala inteligencia a la exposición del compañero coronel Roque González Garza, en lo que respecta a su proposición de que se aplazaran un poco más los trabajos de esta Convención, para dar tiempo a que el señor general Zapata enviase sus representantes; creo yo que ése no es un motivo para que se juzgue a la División del Norte, comparándola con las fuerzas dél Sur, para venir aquí a la Convención a imponerse. La División del Norte tiene muy claramente manifiesta su actitud y si ha consentido en enviar su representación a una Convención, es porque ha querido, de mutuo acuerdo con todos los elementos revolucionarios de la República, instituir un Gobierno que no deje motivos a nadie para seguir luchando. (Aplausos)

Por lo tanto creo que mis palabras, si no bastante expresivas como yo lo deseara, sí bastarán para que todos los concurrentes a esta honorable Asamblea, opinen con justicia sobre cuáles son las intenciones que la División del Norte ha traido a esta honorable Convención. (Aplausos)

El C. Hay:

Pido la palabra.

El C. presidente:

Tiene la palabra el ciudadano Hay.

El C. Hay:

He pedido la palabra para una aclaración. Voy a procurar ser corto.

Hace un momento el señor coronel Roque González Garza, interpretó muy mal una expresión mía: mi moción respecto al señor general Angeles.

El hecho de que yo pidiera que él bajara aquí, al patio, en el caso de que deseara tomar parte en la discusión, es un caso perpetuo de todas las discusiones, en todas las Asambleas de todo el mundo, y no se debe considerar lastimado el general Angeles, como estoy seguro no se considerará ...

El C. Angeles:

No me considero.

El C. Hay:

Al haber hecho esa moción, porque la considero perfectamente justa; de tal manera, que yo rechazo las imputaciones que el señor González Garza ha hecho con respecto de que mi moción ha sido insultante o lastimante -me corrijo- para el señor general Angeles o para el señor general Santaella y Santibáñez; no ha habido ni lo uno ni lo otro, ha sido una moción de orden y ruego al señor Roque González Garza lo tome en cuenta.

El C. González Garza:

Lo creo.

El C. Hay:

En vista de que ha habido una gran divergencia en la discusión sobre la proposición que yo presenté, no tengo ningún empacho en retirarla, por lo cual lo hago. (Aplausos)

Y la retiro porque yo soy de los que creen justo que todos los elementos estén aquí presentes. Lo he demostrado con cada una de mis palabras, desde que comenzó la Convención allá en México, desde que vine aquí al Norte en comisión con otros compañeros a tratar este asunto; hemos sido honrados en todos estos puntos. También va a presentarse una proposición modificando la mía anterior, y yo ruego a ustedes, señores, que no tomen como un acto de poca honradez o de un pretendido abuso de nuestra parte, la proposición que yo hice; puesto que yo, como expliqué perfectamente bien, solamente quería que se formara la Convención para calmar los ánimos de la Nación y suspender todos los actos decisivos hasta que los delegados pudieran venir. (Aplausos)

El C. secretario:

La Secretaría informa que, por haberse retirado la proposición presentada por el señor representante Hay, pone a discusión la siguiente:

Los suscritos se permiten proponer a esta H. Asamblea, se declare desde luego en Convención.

Constitución y Reformas.
Aguascalientes, 13 de octubre de 1914.
A. Rodriguez.
General Eduardo Hay.
D. G. Berlanga.

El C. secretario Alessio Robles:

Sobre el mismo asunto hay otra proposición presentada anteriormente por el señor general Buelna y por mí. Pido se le dé preferencia. Lectura, cuando menos.

El C. secretario:

La Secretaría informa que ésta ha sido presentada después de la del señor general Hay, y está firmada por él.

El C. Gaona:

Con anterioridad había otra nuestra.

El C. Iturbe:

Yo propondría como adición que la invitación que se va a hacer al general Zapata se haga extensiva a todos los generales de sus fuerzas.

El C. González Garza:

La proposición está compuesta de dos partes. La primera ha sido aprobada esta tarde, la moción presentada por 'el señor general Angeles, la invitación que se ha de hacer, no sólo al general Zapata, sino a todos los generales que mandan su Ejército; en consecuencia, esto podríamos discutirlo desde luego. Sírvase usted volver a leer la proposición. (El C. secretario lee la proposición)

El C. González Garza:

Fijando como plazo hasta el día 20 del presente en esta Asamblea.

Estoy en lo justo. Esa primera parte está compuesta también de dos asuntos: primero, invitar; y, después, dando un plazo; y el ambiente en la Asamblea, después de lás discusiones habidas, es, en concreto, que la Asamblea no se declare en Convención hasta que no vengan los representantes del general Zapata y proponer un plazo para la llegada de los señores delegados.

En consecuencia, si la Asamblea me lo permite, en 10 minutos concreto esa moción en la forma en que con toda seguridad la Asamblea está de acuerdo, porque no cabe duda que la intención es la que yo creo que debe estar en este papel. Pido permiso, pues, y en diez minutos concretaré en un solo capítulo los deseos de la Asamblea; es decir, que el general Zapata tiene un plazo de siete días para venir él o sus representantes a esta Asamblea y la Asamblea no podrá declararse soberana hasta tener la absoluta seguridad de que el general Zapata expresamente manifieste que no viene.

Suplico a los que estén de acuerdo conmigo se sirvan ponerse de pie.

El C. secretario:

No tiene usted derecho de preguntar.

El C. González Garza:

Tengo perfecto derecho de dirigirme a la Asamblea, y si ella quiere se pondrá de pie.

El C. secretario:

La Secretaría informa al delegado González Garza que no tiene derecho. Está una proposición a discusión y como compañero podría indicarle al señor González Garza que pidiera a los señores que firman esta proposición, el retirarla de la discusión, mientras la Secretaria sigue poniendo a discusión esta otra proposición.

El C. González Garza:

Acepto lo que dice el señor secretario.

El C. secretario:

La Mesa informa a la Asamblea que habiendo asuntos importantes que tratar se pregunta si se aprueba que se levante la sesión pública para entrar en secreta y para esto es necesario que se resuelva si se deja pendiente este asunto, si se continúa en la secreta o se sigue tratando. (Voces: ¡Que quede pendiente!)

El C. Berlanga:

La invitación a Zapata ya estaba aprobada que se hiciera. Ahora queda esa proposición de que debe concretarse a fijarle la fecha, y en ese sentido pido que se apruebe la proposición que le fija el máximum.

El C. presidente:

No está a discusión.

El C. secretario:

La Mesa pregunta si se deja pendiente la proposición de invitar al general Zapata, si se entra en sesión secreta o se continúa la discusión.

Los que estén por la afirmativa, esto es, que se levante la sesión pública para entrar en secreta, sírvanse ponerse de pie. Se levanta la sesión pública, para entrar en secreta.

Índice de Crónicas y debates de la Soberana Convención Revolucionaria Recopilación de Florencio Barrera FuentesPrimera parte de la Sesión celebrada el día 13 de octubre de 1914 en la ciudad de Aguascalientes Primera parte de la Sesión celebrada el día 14 de octubre de 1914 en la ciudad de AguascalientesBiblioteca Virtual Antorcha