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REVOLUCIÓN DEL CURA MIGUEL HIDALGO
HASTA LA MUERTE DE ÉSTE Y DE SUS COMPAÑEROS

Lucas Alamán

APÉNDICE
Quinto documento

Noticias relativas a la matanza de los españoles presos en Valladolid.


Habiendo dirigido varias preguntas acerca de los sucesos de la provincia de Michoacan al presbítero D. Mucio Valdovinos, sujeto de mucha instruccion, me ha dado la siguiente respuesta sobre la relativa a los europeos presos en Valladolid, y asesinados en las inmediaciones de aquella ciudad.

Quinta: ¿qué número de españoles fueron muertos en el cerro de la Batea, sus nombres, en cuantas partidas los sacaron, quién los sacaba, parte que en esto tuvo D. Manuel Muñoz, de Silao, conocido con el nombre del padre chocolate; cómo se supieron estas matanzas?

Este acontecimiento, horrible sin duda, y que tanto cooperó para los espantosos asesinatos que despues por una y otra parte se cometieron, ha sido exagerado respecto a su número. Se ha dicho que fueron doscientos españoles; otros han aumentado hasta trescientos. La verdad es esta. La primera partida que sacó Muñiz fue de cuarenta y uno; la segunda de treinta y tantos.

Se les dijo en la mañana, víspera de su salida, que iban a marchar a Guanajuato. Fueron custodiados por un número considerable de caballería, y salieron en dos dias consecutivos. Pasado uno o dos dias, el padre Jimenez, conocido bajo el nombre de chinguirito (Nombre común del aguardiente de caña), dijo en varias partes cual habia sido el triste destino de las dos partidas.

Cuando corrian estos rumores, el padre Caballero, prior de S. Agustin, pariente del intendente Anzorena, fue a verlo para suplicarle que no se continuaran las expediciones de españoles, pues se sabía ya que era para degollarlos. Anzorena le sostuvo al padre Caballero que era mentira. Instó con energía dicho padre Caballero,y entónces Anzorena, dando un golpe en la mesa, le dijo estas mismas palabras: Primo, tiene vd. la cabeza de hierro.

Al salir el padre Caballero de la casa de Anzorena, concibió la siguiente idea. Despachó a un mozo fiel de la hacienda de Izícuaro al cerro de las Bateas, para que si era cierto que habian sido degollados los españoles, recogiera alguno de los restos y se lo trajera.

El mozo cumplió con este encargo. El padre Caballero volvió a ver a su primo Anzorena, insistió en que no saliera una partida cuya salida se anunciaba para el dia siguiente. Anzorena se negó, repitiendo que eran patrañas las que corrian sobre degüello. Entónces el padre Caballero salió a la puerta, donde estaba el corista que lo acompañaba con un tompeate bajo del hábito; entró con él, quiso sacar la cabeza; pero me decia que no habia podido resistir al horror que esto le causaba, y colocó el tompeate en la mesa donde Anzorena escribia.

Anzorena se retiró inmediatamente y estuvo largo rato sin hablar, apoyado en el marco de una ventana. El padre Caballero le suplicó que diera órden para que no saliese la partida del dia siguiente.

Voy a ponerla; fue la respuesta de Anzorena.

Se acercaba ya a la mesa para escribirla, cuando el padre Caballero le manifestó que si los españoles continuaban en la cárcel de Palacio, estaban expuestos a los resultados de un movimiento popular. Que lo mas acertado era dividirlos en varios conventos; a todo esto accedió Anzorena, y el dia siguiente los superiores de la Compañia, San Agustin, San Francisco y San Juan de Dios, recibieron todos los presos que estaban en la cárcel de Palacio; edificio destinado a la corrección de clérigos, y que por estar contiguo a la casa episcopal lleva aquel nombre.

He referido minuciosamente todo lo anterior, porque me ha parecido bien conservar las expresiones originales con que el padre Caballero repetia aquel incidente. Tengo la profunda conviccion de que no hay en esto ni aun la más ligera inexactitud; he aquí las pruebas en que me apoyo.

Primera: el padre Caballero era de toda veracidad.

Segunda: en aquel mismo tiempo existia otro religioso con quien el padre Caballero tenia estrecha relacion, el que lo acompañó hasta la portería cuando se dirigia a la casa de Anzorena con la cabeza del español, y él mismo oyó, sin poner el mas ligero reparo, la relacion que el mismo padre Caballero me hacia (El padre Valdovinos era de la orden de San Agustín antes de secularizarse; fue secretario de provincia, y tuvo otros empleos distinguidos en la religión que le hacían tratar con inmediación a los graves de su provincia).

Tercera: otro religioso antiguo, el padre Fr. Pedro Estrada, me enseñó en la iglesia el lugar en que la cabeza se sepultó.

Cuarta: varios españoles de los que se libraron por los buenos oficios del repetido padre Caballero, ocurrieron al general Cruz cuando entró a esta plaza, y solicitaron se le diese un premio distinguido.

Se produjo una informacion, se dirigió al Virrey, y a los dos años se le concedieron por el general de su órden, a consecuencia de esos mismos informes, varios honores y títulos de su provincia, y recibió al mismo tiempo carta de Cádiz en que le aseguraban deberia aguardar pronto una mitra.

He aquí datos muy suficientes para apoyar la verdad de la anterior narracion.

He dicho arriba que la primera partida de españoles fue de cuarenta y uno, lo que es muy exacto, pues así me lo ha asegurado D. Juan de Dios Ruiz de Chavez, que estaba de oficial de guardia en la prision, y que se los entregó a Muñiz.

Jamas he podido olvidar ese número fatal; siempre se presenta a mi memoria, me ha repetido muchas veces.

La segunda partida tiene un número incierto. Varian todas las personas de quienes me he informado, aunque todas están conformes en que era menor que la primera.

Muy difícil me ha sido saber algunos nombres, y la razon es sencilla. La mayor parte de los españoles presos residian en los pueblos; así es que eran poco conocidos en esta. Se conserva memoria de los siguientes.

El asesor Teran, D. N. Sierra, D. M. Sierra, D. Hilario Norma, D. Juan Arana, D. Manuel Ortiz, D. Alberto Gurruchaga, D. José Rumazo, D. N. Muñoz, D. N. Cosio, D. Francisco Arrochena, D. Pedro Larragoiti, D. Pedro Gamba.

El padre D. Luciano Navarrete llevó la segunda partida.

Quien los degolló fue un indio llamado tata Ignacio, (Tata es la manera como en michoacan se hace referencia al anciano) que segun parece murió despues asesinado.

Estos dos individuos cometieron despues crímenes espantosos; casi no hubo asesinato en Michoacan en que no aparezcan.

Como una prueba de la ferocidad del indio Ignacio, referiré lo siguiente.

En Jaujilla, en Zacapu, y en varios puntos, el padre Navarrete entregaba las víctimas a tata Ignacio, y este contrataba los vestidos a vista de ellos mismos. En el momento de la ejecucion, los hacia desnudar para que no se echara a perder su ropa.

La última parte de la pregunta es relativa al padre Muñoz, a quien Anzorena encargó el cuidado de los presos. No tuvo parte en esos asesinatos, pues purificó su conducta con los mismos presos, cuando lo estuvo por el gobierno español. Era un hombre sencillo, aunque con decidida inclinacion a mezclarse en todo.

NOTA. El obispo electo de Michoacan Abad y Queipo, en su Carta pastoral de 26 de Septiembre de 1812, pág. 61, da con alguna diversidad de lo que dice el padre Valdovinos, el número de europeos que fueron sacados a degollar, en las dos partidas que salieron de Valladolid, y de allí he tomado el que expreso en el lugar respectivo del texto; pero la diferencia es tan corta, que puede tomarse indiferentemente el uno o el otro número, sin alterar la substancia del hecho.

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