Índice de El programa del Partido Liberal Mexicano de 1906 y sus antecedentes Recopilación y notas, Chantal López y Omar CortésArtículo anteriorEscrito siguienteBiblioteca Virtual Antorcha

¡ADELANTE LIBERALES!

Pronto se proclamará solemne y definitivamente el Programa del Partido Liberal, en el que quedarán fielmente traducidas las nobles aspiraciones del pueblo mexicano.

Toda la lucha de años anteriores ha venido preparando este acontecimiento que será, si lo queremos, la aurora de nuestra redención. El combate desigual por largos años entre los oprimidos débiles y la tiranía enseñoreada del poder, el sacrificio de los que luchaban -sacrificio del bienestar, de la libertad, y aún de la vida de algunos defensores del pueblo-; las adversidades, las derrotas, los peligros; la pugna tremenda de la vida redentora con los mil obstáculos que se oponen a su avance; todo esto ha sido el necesario doloroso prólogo de la organización y desarrollo del Partido Liberal.

Podemos sentimos orgullosos los liberales: en una lucha en que todas las desventajas materiales estaban de nuestra parte, hemos podido, no sólo defendernos, sino fortalecernos; no sólo resistir los ataques, sino ganar, palmo a palmo, terreno a nuestros enemigos. Como un ejército sorprendido y disperso que se rehace bajo el fuego de los contrarios, así los liberales, desunidos, débiles y en plena confusión, hemos logrado reorganizamos y fortalecemos, bajo la furiosa persecución de la dictadura, y ya nuestras filas, engrosadas continuamente por nuevos entusiastas, se cierran compactamente ante el despotismo, prestas a enarbolar como bandera que las hará invencibles, el Programa del Partido Liberal.

Podemos sentimos satisfechos los liberales de lo que hemos realizado, pero debemos también considerar que es muy poco junto a lo que nos falta por hacer. Apenas llevamos media jornada; apenas tenemos recorrida la mitad menos áspera del camino. Nos falta la otra, la más ardua, la más empinada, pero también la que conduce a la cumbre, y debemos disponemos a escalarla.

Hemos conseguido ya la unión, sin la cual no era posible ni siquiera pensar en la acción. Necesitábamos SER antes de que pudiéramos pensar en HACER. Ya organizados, conscientes de poder cumplir lo que nos propusiéramos, fue tiempo de plantear la gran cuestión: ¿por qué luchamos? ¿Qué ofrecemos al pueblo, al que estamos llamando bajo nuestras banderas, en cambio de la vieja tiranía que nos proponemos destruir? La respuesta la dará el Programa de nuestro Partido: allí estarán claramente expresados nuestros ideales, lo que anhelamos para el pueblo y lo que lo invitamos a realizar uniendo sus esfuerzos a los nuestros.

El proceso seguido para la formación del Programa -incluyendo en él las opiniones de todos los ciudadanos honrados que han querido colaborar a formularIo- garantiza su exacta relación con las aspiraciones populares y hace prever con toda seguridad la buena acogida que obtendrá generalmente. Tendrá, sin duda, rabiosos enemigos: todos los opresores que se vean amenazados de perder autoridad y riquezas; todos los potentados que han hecho del trabajador un siervo y que ya no podrán aumentar sus millones robando vilmente a los proletarios; todos los egoístas y los traficantes y los pícaros que medran a la sombra del infame régimen imperante; pero los hombres de corazón que anhelan ver al pueblo libre de las cadenas que lo agobian, los patriotas que buscan el engrandecimiento nacional en el bienestar de los mexicanos todos, y la inmensa masa de los desheredados, de los oprimidos, sobre quienes pesan todas las explotaciones y todas las tiranías, recibirán el Programa del Partido Liberal, como un anuncio consolador de la redención ansiada, y vislumbrarán, llenos de esperanza, el advenimiento de la era de libertad y de justicia con que todos soñamos y que tanto ha tardado en llegar.

Seguro es, pues, que el Programa sea bien acogido por la mayoria de los mexicanos; pero no bastará esto solámente: es preciso que los que veamos en ese Programa el remedio a nuestros grandes infortunios, nos propongamos llevarlo a la práctica con firme resolución. Si a esto no nos decidimos, si nos conformamos con dedicar al Programa una admiración platónica, si nada más deseamos que se realice, pero no ponemos para lograrlo nada de nuestra parte, podemos estar convencidos de que condenamos a nuestra patria a una esclavitud irremediable, pues no será con simples deseos como podamos darle libertad y grandeza. No; no nos dediquemos a soñar, cerrando los ojos a la realidad brutal que nos rodea; al conocer como podría ser dichoso y próspero nuestro pueblo, no dirijamos la mirada al cielo, ni sonriemos con seráfica expresión, ni nos concretemos a exclamar románticamente: ¿Oh, si esto se realizara? mejor miremos en tomo nuestro, observemos el contraste entre la dolorosa realidad y la hermosura de nuestros anhelos, y que el espectáculo de nuestras actuales desventuras y la visión luminosa de nuestras futuras conquistas, nos presten aliento para exclamar con decisión inflexible: ¡A la lucha! ¡Realicemos nuestros ideales! Basta ya de apatía. Comprendamos que nuestra indolencia es la que causa los males de la patria, porque en la aceptación tácita, está la sanción de todos los crímenes del despotismo. El punible abandono en que dejamos los intereses de la patria, es la causa del entronizamiento de la tiranía; el indiferentismo en que permanecemos sumergidos, tolerando que un dictador nos maneje y nos diezme como a rebaño de corderos, es la causa, de que la patria se encuentre cargada de ignominiosos grilletes. Somos culpables de nuestra propia esclavitud, porque la toleramos; somos cómplices de nuestro opresor, porque en vez de mostrarle los puños cuando nos azota, le presentamos dócilmente las espaldas. Somos siervos por nuestra voluntad: si quisiéramos ser libres, lo seríamos.

¿Cuándo seremos capaces de querer ser libres? Ya era tiempo, después de tanto como hemos vivido encadenados, de que sintiéramos ansia indómita de libertad; ya era tiempo de que nos hubieran exasperado las infinitas torturas de nuestra esclavitud. Hemos sufrido cuanto puede existir o imaginarse en crímenes, ultrajes, explotaciones, desprecios, y deshonras; no puede haber nada peor de lo que nosotros conocemos; no hay infortunio, ni tormento, ni vergüenza que no hayamos soportado. En treinta años de tiranía, nuestros opresores nos han hecho impúnemente víctimas de todos los atentados y de todos los crímenes. Han violado las leyes, como han violado a las mujeres; han saqueado el tesoro público y han robado a los ciudadanos; han asesinado al pueblo; han vendido la patria a los extranjeros; han contraído deudas por cientos de millones, que se han quedado en sus bolsillos, pero que la nación tendrá que pagar en el futuro; han agobiado al país con impuestos cuyo producto se distribuye como botín; han puesto la fuerza del gobierno al servicio de los capitalistas, para que éstos puedan robar a los trabajadores; han convertido los tribunales, los ministerios, todas las oficinas públicas en mercados donde se vende el fallo de los jueces, o las concesiones ministeriales o la protección de los funcionarios influyentes; han devuelto al corrompido clero sus privilegios y le han garantizado la impunidad para todos los abusos; todo esto han hecho Podirio Díaz y sus cómplices, aprovechándose de nuestra resignación para soportar cuanto yugo se nos impone.

Ya era tiempo de que tantas y tan repetidas infamias, nos hubieran arrancado de nuestra criminal apatía. Sin embargo, continuamos impasibles. ¿Qué nos detiene? ¿Qué es lo que impide el desbordamiento de nuestras indignaciones?

¿Qué es lo que nos mantiene a nosotros, el pueblo, inmenso y omnipotente, sumisos a las plantas de un tirano? ¿Es que no sabíamos qué íbamos a hacer cuando hubiéramos derrumbado la decrépita dictadura?

Pues bien, pronto lo sabremos. El Programa del Partido Liberal nos dará la fórmula para levantar una patria libre y grande sobre los escombros de este despotismo mezquino y sombrío. Nuestras aspiraciones quedarán traducidas en ese Programa; en él encontrarán forma, en él quedarán definidas. Sólo faltará un esfuerzo para convertidas en realidades.

Sí, pues, el Programa del Partido Liberal encarnará los nobles anhelos del pueblo; sí, contendrá la buena nueva de nuestra redención; sí, nos hará vislumbrar el advenimiento de la ansiada era de libertad y de justicia que tanto ha tardado en llegar; no nos conformemos con aplaudirlo platónicamente: ¡Procuremos realizarlo!

Nos hemos unido; nuestra organización se perfecciona y nuestra fuerza aumenta día con día; ya definido claramente lo que anhelamos; ya fijado con precisión el punto a donde nos dirigimos en nuestra marcha heroica y azarosa, no nos detengamos. Firmes, decididos, inflexibles, como falange lanzada por el destino a cumplir una misión irrevocable, sigamos adelante, sin que haya obstáculo capaz de desviamos ni peligro que nos haga retroceder.

La dictadura se levanta entre nosotros y nuestra tierra de promisión que, ya cercana, nos convida a gozar de sus esplendores, a descansar de nuestras fatigas de combatientes bajo su cielo de serena libertad. La dictadura obstruye nuestro camino, pero, ¿qué importa, si estamos resueltos a triunfar?

¡Sigamos adelante a pesar de ella!

(De Regeneración, No. 7 del 1° de mayo de 1906).

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