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NUESTRA REORGANIZACIÓN

Los días de la dictadura están contados

La lucha de los liberales independientes de México, contra la dictadura de Podirio Díaz, ha entrado en un nuevo período, que promete ser fecundo en bienes y resultados efectivos para la causa de la libertad. Es el período de reorganización.

En años anteriores, la lucha se concretó casi exclusivamente a la propaganda oposicionista, que, en realidad, era todo lo que podía hacerse, pues el campo no estaba aún propicio para producir frutos de unión. Hubo intentos de organización, pero fracasaron muy pronto, y fue preciso convencerse de que antes de organizar nada, se necesitaba predicar mucho, combatir errores, exhibir falsearios, rasgar oropeles y propagar, tenaz y enérgicamente, el evangelio de la verdad.

Puede decirse que el pueblo no conocía a sus enemigos ni se daba cuenta de su miserable situación de oprimido: fue preciso despertarlo, señalarle las mentiras con que lo narcotizaban los asalariados del despotismo y demostrarle que ese progreso material con que se le deslumbraba no era más que un polvillo de oro con que el gobierno de Díaz ocultaba sus repugnantes y profundas corrupciones. El estudio continuo de las condiciones del país por los liberales honrados; el comentario justo y viril sobre los actos diarios de la dictadura; el ataque vigoroso y fundado contra los funcionarios déspotas o rapaces o criminales; la labor, en una palabra, del periodismo independiente, logró despertar en algunos años el espíritu público y crear en el pueblo gran disgusto contra la dictadura. La dictadura, por su parte -debemos reconocerle este mérito-, contribuyó con bastante eficacia a corroborar los justos ataques de la oposición y a captarse la hostilidad de la opinión pública. Persiguió furiosamente a la prensa, y demostró su falta de respeto al artículo 7° constitucional; en los procesos periodísticos vio el pueblo tantas ilegalidades, que se convenció de la corrupción judicial, y dejó de tener fe en la justicia cuando vio que las consignas del dictador eran ley hasta para la Suprema Corte. En Nuevo León, el pueblo manifestó claramente su voluntad de que Bernardo Reyes dejará el gobierno, y este funcionario, en vez de retirarse del poder, hizo una hecatombe de oposicionistas, con beneplácito del dictador y de la Cámara de Diputados de la nación, que de común acuerdo lo absolvieron cuando fue acusado por ese crimen. En San Luis Potosí, en Michoacán, en Tlaxcala, en Coahuila y en Yucatán, el pueblo ha querido deshacerse de sus respectivos gobernadores, pero no lo ha logrado porque la dictadura siempre ha sostenido a los tiranuelos que el pueblo aborrece. En esas campañas electorales ha habido oposicionistas encarcelados, muertos, consignados al servicio de las armas, etc.; y el pueblo ha podido comprobar dos cosas: que el dictador es el árbitro forzoso en los asuntos de los Estados, que el ejercicio pacífico del civismo provoca brutales represiones de la tiranía.

Cuando todo esto ha pasado, cuando la propaganda de la prensa independiente y los hechos mismos, han llegado a convencer al pueblo de que la dictadura es el principal enemigo que tiene que destruir antes de que pueda obtener la menor libertad; cuando el pueblo ha despertado, cuando ha sentido el peso de sus cadenas y ha experimentado el anhelo de redimirse, entonces ha pasado el tiempo de dirigirle prédicas y ha llegado la hora de convocarlo a la acción.

Cuando la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano expidió su manifiesto, convocando a los liberales a la unión, fue porque observó que la labor previa de propaganda, había hecho sus efectos en el pueblo y lo había preparado suficientemente para aceptar como oportuna y necesaria, toda iniciativa de organización que tuviera por fin el aniquilamiento de la odiada tiranía.

Los liberales -y antes lo hemos dicho respondieron a la excitativa de la Junta, con más eficacia de lo que esperábamos. Diariamente se registra buen número de adhesiones, ya personales, ya de agrupaciones que se constituyen en diversos puntos de México y de este país. El Demócrata Fronterizo, periódico reyista, dice, atacándonos, que en Texas hay una plaga de clubes liberales. Realmente, hay muchos clubes liberales formados por mexicanos que residen en este país, y ya comprenderán ese periódico y todos nuestros enemigos, que los liberales que residen en la patria no serán menos activos que los de Texas, y que, por tanto, en México también ha de haber esa plaga de clubes liberales que tanto disgusta a los serviles. Además, advertimos a quien interese, que los clubes que aparecen públicamente no son todos los de Texas, pues hay también secretos.

La prensa independiente ha publicado de buena voluntad los documentos que le ha enviado la Junta, y, en general, puede decirse que la idea de reorganizar el Partido Liberal cuenta con las simpatías de todos los hombres honrados.

Podemos declarar que se ha avanzado bastante en el sentido de la reorganización, pero no llegaremos a decir que ésta es completa, ni mucho menos. Para que el Partido Liberal llegue a quedar perfectamente constituido, con numerosos miembros y con poderosos elementos, todavía tendremos que luchar, que despertar muchas almas, que vencer muchas resistencias, que deshelar muchos escepticismos. Esta lucha y esta labor debemos hacerla todos los que estamos convencidos de que la unión de los liberales será la muerte de la tiranía, los que tenemos fe en el porvenir, los que formamos el núcleo que, ensanchándose de día en día, será el fuerte y victorioso Partido Liberal del mañana.

Los ciudadanos no deben tener ningún temor de adherirse a la Junta, firmando un cupón de los que se ha expedido al efecto. Sus nombres quedan en secreto. No contraen más deber que el de ser honrados ciudadanos y contribuir con una cuota que ellos mismos fijan, para los gastos que requieren los trabajos del Partido y los auxilios que se proporcionan a los correligionarios perseguidos. En cambio, contribuyen a dar al Partido algo de la fuerza y los elementos que necesita para imponerse a la dictadura y devolver la libertad a la patria. Los liberales, expuestos por el simple hecho de serlo, a sufrir las arbitrariedades de los caciques porfiristas, deben adherirse al Partido Liberal, y así no estarán aislados, no serán fáciles víctimas de los opresores, sino que, en caso de persecución, el Partido los sostendrá y defenderá cuanto pueda. Es comprensible que si la unión liberal está constituida por un número relativamente corto de miembros, apenas podrá realizar los trabajos más precisos y no dispondrá de grandes elementos para el sostén y defensa de los perseguidos, mientras que si sus miembros son multitud, si llegan a contarse, como lo esperamos, por millares y millares, el Partido será tan poderoso, que podrá multiplicar sus periódicos, distribuir por millones sus documentos, combatir de modo formidable a la tiranía y prestar poderosa ayuda y magnífica defensa a sus adeptos que las necesiten. Los liberales deben comprender esta verdad tan sencilla y deben adherirse al Partido Liberal, para fortalecerlo, por interés de la patria y, por su propio interés.

No es utópico esperar que nuestro Partido llegue a ser fuerte, hasta poder triunfar fácilmente de la tiranía. ¿Qué tiene de extraordinario que los que aman a la patria y quieren verla libre de tiranos y de explotadores, se unan para defenderla? ¿No es esto lo que han hecho en todas las épocas y en todos los países los oprimidos que han conquistado libertades? La actual poderosa revolución rusa, que tendrá que triunfar no muy tarde, ¿no es acaso el resultado de la unión del pueblo para luchar contra la autocracia? La huelga general, que ha asombrado al mundo, ¿es otra cosa que la organización de los oprimidos rusos, que comprendieron todo lo que valen la voluntad y el esfuerzo colectivo? Si es un rudimentario axioma que la unión hace la fuerza, ¿por qué no habían de comprenderlo los mexicanos, por qué no habían de unirse y organizarse para aplastar a sus opresores con la fuerza sumada de sus energías y elementos?

La organización del Partido Liberal se lleva a cabo, no hay que dudarlo. Lo más difícil, que era despertar al pueblo y mostrarle la dictadura como su mayor enemigo, está ya hecho. Los mexicanos, en inmensa mayoría, están convencidos de que la dictadura está perjudicando los más sagrados intereses de la patria, y anhelan que la situación del país cambie lo más pronto posible. Es la opinión general, y al amparo de ella es como los actuales trabajos de organización, lejos de fracasar están floreciendo y desarrollándose en creciente progreso.

Pero no debemos conformarnos con esto; no debemos cruzarnos de brazos, esperando tranquilamente que la organización siga realizándose por la sola virtud del primer impulso.

No; no nos ofusquemos con nuestro éxito relativo; tengamos siempre presente que el enemigo que combatimos es poderoso, y redoblemos nuestros esfuerzos por aniquilarlo. Si hemos tenido algún éxito, trabajemos por alcanzarlo completo; si somos bastantes en la unión, sigamos llamando compañeros para hacemos más fuertes; si nuestra organización no es lenta, luchemos para hacerla rápida; si nuestro triunfo no está lejano, multipliquemos nuestras energías para acercarlo hasta hacerlo inmediato. Ese es nuestro deber, y debemos cumplirlo sin tregua y, sin vacilación, no dándonos por satisfechos hasta que hayamos realizado nuestra obra, hasta que hayamos vencido para siempre al despotismo, y levantando en toda la extensión de la patria, nuestra bandera de igualdad, de libertad y de justicia.

¡Liberales: no vaciléis! Si sóis patriotas, si sóis honrados, si anheláis para bien de vuestra patria, el restablecimiento práctico de los redentores principios que profesáis, tomad vuestro puesto en el Partido Liberal, que reclama vuestra cooperación y esfuerzo para combatir a la tiranía, y os brinda apoyo y solidarídad para defenderos de vuestros opresores. Venid a nuestro lado; engrosad las filas de los que luchamos por la causa del pueblo, y así contribuiréis a fortalecemos y apresuraréis la agonía del despotismo.

Los días de la dictadura están contados. No durarán más de lo que tarde el Partido Liberal en reorganizarse. Comprendedlo, y si queréis que muy pronto reine soberana la libertad en nuestra patria, trabajad con entusiasmo y energía por todo lo que pueda contribuir a la pronta reorganización de nuestro Partido.

(De Regeneración, No. 2 del 15 de febrero de 1906).

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