Índice de Lecciones de historia patria de Guillermo PrietoCUARTA PARTE - Lección XXCUARTA PARTE - Lección XXIIBiblioteca Virtual Antorcha

LECCIONES DE HISTORIA PATRIA

Guillermo Prieto

CUARTA PARTE

Lección XXI

Terror del gabinete. Maximiliano quiere abdicar. La emperatriz se opone y marcha a Francia a negociar la permanencia de las tropas. Conducta de los conservadores. Aliento de los defensores de la independencia. Nuevos combates. Batallas de Santa Gertrudis y Santa Isabel. Derrota de Jeannigros. Corona ocupa Mazatlán y amenaza Jalisco. Estado de Michoacán. La Carbonera y Miahuauán. Maximiliano confía a franceses la dirección de los negocios. La emperatriz llega a París. Conducta de Napoleón III. Viaje a Roma. El Papa. Salida de las tropas francesas de México en diciembre de 1866. Maximiliano se pone en manos de los conservadores. Maximiliano tiene noticias de Europa. Intenta abandonar el país. En Orizaba decide defenderse hasta el último trance, y regresa a México. Márquez y Miramón de regreso de Europa. Estado del país. Juárez en el Paso del Norte. Prórroga del poder presidencial. Juárez y el gobierno en Zacatecas. Miramón le sorprende y derrota. Derrota de Miramón en 1° de febrero de 1867. Porfirio Díaz marcha a Puebla. El 2 de abril de 1867. Batalla de San Lorenzo. Costa de Sotavento, Veracruz, Yucatán y Tabasco. Sitio de Querétaro. El cerro de las Campanas. Ejecuciones de Maximiliano, Miramón y Mejía. Sitio de México. Entrada de Juárez a la capital de la República el 15 de julio de 1867.


Al saber tal noticia el gabinete, se sobrecogió de terror por sus consecuencias; el emperador quiso abdicar, pero la emperatriz se opuso y quiso ir a Francia a gestionar ante Napoleón el fiel cumplimiento del tratado de Miramar. El 8 de julio de 1866 salió la emperatriz Carlota del país a desempeñar su importante misión.

Los conservadores no dieron a estos sucesos la importancia que debian, resentidos de la decisión con que Maximiliano sostuvo lo de hecho en virtud de las leyes de Reforma, lo que si bien hace la más completa apología de la Reforma, explica las aspiraciones y el verdadero programa del clero (1).

Más que nunca alentados los defensores de la independencia, al ver los primeros frutos de su constancia en la lucha, emprenden nuevos combates que coronan el éxito.

En la frontera del norte invadían con éxito completo los franceses y traidores con los generales Jeannigros, Douay y Brincourt.

Entretanto, en Parras el activísimo general Escobedo concertaba un plan de ataque y defensa con el general Viesca y los coroneles Naranjo y Treviño; de esta feliz combinación, arrojo y buena disciplina de las tropas, nacieron las victorias de Santa Isabel y Santa Gertrudis, tan trascendentales en el desenlace del imperio.

Comencemos por la batalla de Santa Isabel.

Esta batalla se verificó a mediados de febrero en la hacienda de Santa Isabel, contra fuerzas del general Douay; el general Viesca la ordenó y encabezó; los coroneles Naranjo y Treviño hicieron prodigios de valor; después de dos terribles encuentros, la columna francesa fue completamente derrotada, quedando prisioneros un oficial y setenta y ocho soldados; de éstos, veintiocho heridos; los demás quedaron muertos, entre ellos el comandante Briand.

La acción de Santa Gertrudis fue contra el jefe imperialista 0lvera, que conducía un convoy compuesto de doscientos carros y escoltado por mil mexicanos, trescientos y tantos austriacos y dos cañones.

Verificóse la sangrienta batalla el 14 de julio y figuraron los jefes mexicanos Escobedo, como general en jefe; general Flores, coronel Miguel Palacios, Narciso Dávila, Adolfo Garza, Cerda Mariscal y el hoy general Sóstenes Rocha.

Los republicanos tuvieron 155 muertos y 118 heridos; consistiendo la pérdida de los imperialistas en 251 mexicanos y 145 austriacos muertos, 121 mexicanos y 45 austriacos heridos y 858 mexicanos y 143 austriacos prisioneros. Esta victoria puso en posesión de la frontera a Juárez y abrió las puertas de Matamoros a las fuerZas republicanas, que se proveyeron de equipo y armamento en abundancia.

Martínez en Cerralvo destroza a Jeannigros y se dirige rápido a Matamoros, de que se posesiona, obligando su movimiento a que se retirasen las tropas francesas de Monterrey al Saltillo, quedando Juarez dueño de toda la frontera.

El general Corona, que había sostenido en repetidas luchas el honor de nuestras armas con indomable brío, se apoderó de Mazatlán y amenazó seriamente a Jalisco (2).

Régules, Riva Palacio y otros rehacían en Michoacán el espíritu patrio, y obtenían ventajas notables sobre los invasores, y el general Díaz en el Estado de Oaxaca, unido al coronel Manuel González, Juan Gorostiza, Figueroa, Benítez y otros jefes, decidía con atrevidos planes y avanzando personalmente frente a sus tropas, las sangrientas batallas de la Carbonera y Miahuatlán, de las que en sólo la última hacía setecientos prisioneros, quitaba al enemigo seis cañones, mil fusiles y una cantidad muy considerable de municiones de guerra (3).

Combatido al emperador por acontecimientos tan adversos para su causa y para su persona, trató de conciliarse la simpatía de los franceses, y entregó la dirección de los negocios de guerra y hacienda a M. Osmond y a M. Friand.

Entretanto, la emperatriz llegó el 10 de agosto a París; el 11 tuvo una entrevista con Napoleón, quien frío, inconsecuente y cruel, le negó toda esperanza de auxilio y la precipitó en la desesperación y el abandono.

La emperatriz en su desolación acudió a Roma, y en el Vaticano se declararon los primeros síntomas de su locura.

La primera sección francesa salió de la ciudad de México a principios de diciembre y se embarcó el 13 de enero de 1867. El total eran veintiocho mil hombres.

En vista de su desamparo, quiso Maximiliano echarse en brazos del partido conservador; cambió en ese sentido su ministerio, se formó un Congreso ridículo; pero los conservadores del dinero no se cuidan de la política, y ya no era negocio la monarquía.

El emperador recibió los telegramas sobre la enfermedad de su esposa el 18 de octubre, y después recibía cartas en que se le anunciaba que su hermano le cerraba sus puertas y la madre le exhortaba a que se sepultara en las ruinas de su imperio antes que someterse a las exigencias de Napoleón.

El emperador, que decidido a salir del país por las primeras noticias, se encontraba en Orizaba, resolvió quedarse y defenderse a todo trance, y confió el mando de las armas a Miramón y Márquez, que acababan de regresar de Europa.

El estado que guardaba el país y la toma de Guadalajara por Corona, obligaron al gobierno a dejar el Paso, y regresar por Chihuahua y Durango, como lo hizo en medio del amor y las aclamaciones de los pueblos, dirigiéndose a Zacatecas.

En el Paso del Norte fungía el ministerio de Juárez con igual gravedad y circunspección que si estuviera en la capital, en medio de inauditas penas y privaciones; Iglesias despachaba los negocios y escribía sus revistas hermosas, únicos datps fehacientes de la época.

Lerdo, sin consejeros y sin libros, inspirado por su privilegiado talento, redactaba notas que después acogió como sabias doctrinas el derecho internacional, y don Guillermo Prieto redactaba la Hoja Oficial, manteniendo la fe en el triunfo de los santos derechos de México (4).

La prorroga del poder del señor Juárez y el rompimiento de la constitución fue la sola nube que atravesó por el gobierno legítimo.

Muchos opinan que el golpe de Estado fue necesario y salvador; otros creen lo contrario, y lo señalan como la interrupción del régimen legal y origen de la mala política que produjo la convocatoria y otras medidas arbitrarias cubiertas jesuíticamente con las conveniencias patrióticas, pero que encerraban gérmenes funestísimos de corrupción.

Llegó Juárez a Zacatecas y a ese punto se dirigió Miramón, sorprendiendo a la ciudad y estando a punto de aprehender a los individuos del gobierno, que pudieron escapar no sin graves peligros; pero el activo y valiente general Escobedo, alcanzó en San Jacinto a Miramón y lo derrotó completamente el 10 de febrero de 1867.

Porfirio Díaz, después de ocupar Oaxaca, se presentó a la vista de Puebla el 8 de marzo de 1867.

Después de veinticuatro días de asedio a aquella ciudad, y amenazado muy de cerca por Márquez, decidió el célebre movimiento del 2 de abril, que consistió en una serie de asaltos sangrientísimos sobre posiciones fortificadas, y en que se distinguieron el general Díaz y el general Alatorre, quienes concertaron el plan de ataque, y los generales Pacheco, Bonilla (don Juan C.). León, Carrillo (don Marcos) y otros que sentimos no recordar (5).

La plaza estuvo defendida por los generales Noriega, Trujeque y don Hermenegildo Carrillo, que fue quien disparó los últimos tiros en la posición del Carmen.

Sin descanso alguno se dirigió el señor general Díaz contra las fuerzas de Márquez, a las que esperaba el general Guadarrama para interceptarles el paso, enviado de Querétaro por el general Escobedo, y entonces se verificó la batalla de San Lorenzo, en que fueron aniquiladas las fuerzas de Márquez (6).

Entretanto, los generales García, Baranda y Benavides estrechaban el sitio de Veracruz, ocupando aquella importante plaza en los últimos días del mes de junio.

El gobierno nacional, siete días después de la victoria de San Jacinto, puso a las órdenes del general Escobedo todas las fuerzas constitucionalistas que se le habían reunido. y con ellas, en principio de marzo, comenzó a sitiar la ciudad de Querétaro, que defendían Maximiliano en persona, con los generales Miramón, Mejía Méndez (don Ramón), y otros jefes reaccionarios.

Por parte de los sitiadores, militaban a las órdenes de Escobedo, los generales Corona, Antillón, Régules, Riva Palacio, Rocha Treviño, Vélez, Naranjo, Guadarrama, Jiménez, Arce, Vega, Aranda, Chavarría y otros distinguidos patriotas (7).

A la llegada de Miramón y Márquez, este último, según persona bien informada, había hecho entender al emperador que Miramón estaba en inteligencia con Ortega, y éste fue el motivo de que al principio se diese el mando a Márquez, tomándolo después el emperador mismo para evitar desavenencias.

Los jefes que más se distinguieron en el ejército imperialista, a más de los mencionados, fueron Mejía, Reyes (Mariano), Ramírez Arellano, Casanova, Castillo, Escobar, Peza (don Ignacio), Betancourt, y otros que no mencionamos.

Dos meses se sostuvieron los sitiados haciendo esfuerzos heroicos de valor, y siendo varias veces rechazados los patriotas en sangrientos combates.

En la plaza reinaba el hambre, y la población pasaba por crueles sufrimientos.

El general Escobedo dispuso sorprender el punto fortificado de la Cruz, operación atrevida, encomendada al general Vélez, acompañado de los coroneles Feliciano Chavarría, Lozano, Yépez y algún otro, que la llevaron a cabo con el batallón de Supremos Poderes (8).

La cuestión conocida con el nombre de traición de López, ha sido motivo de polémicas apasionadas. Unos porque con esto pretenden amenguar el mérito del ejército y el triunfo de la causa nacional; los otros, porque creen que el papel de Maximiliano lo hace doblemente indigno de la estimación de su partido y de las consideraciones de los republicanos.

El parte publicado por el señor general Escobedo y que consta en el tomo quinto de México al través de los siglos, desde la página 839 a la 894, pone de manifiesto que el archiduque se rindió y entabló sus gestiones por la mediación de López, sin que esto constituyera en traidor a López, ni en desleal con sus amigos a Maximiliano.

De todos modos, por las fundadas razones del señor Vigil y por la autenticidad del parte oficial, nos atenemos a su dicho mientras no sea desmentido satisfactoriamente.

El 15 de mayo de 1867 las fuerzas republicanas tomaron la ciudad. Casi todos los jefes y oficiales fueron hechos prisioneros, inclusive el archiduque, que fue aprehendido en el cerro de las Campanas, presentado primero al general Corona, y que entregó Escobedo su espada, y el general don Ramón Méndez, el mismo a que mandó fusilar a Arteaga y otros valientes en Michoacán (9).

Al emperador Maximiliano, a Miramón y a Mejía se les sujetó a un consejo de guerra, que los condenó a muerte, siendo fusilados en el cerro de las Campanas, a orillas de Querétaro, el 19 de junio de 1867.

Algunos generales y funcionarios fueron también condenados a muerte; pero el gobierno les conmutó la pena por la de confinamiento, que cesó poco después.

El general Díaz, después de derrotar a Márquez el 11 de abril, puso sitio a México, que circunvaló con fuerzas que se desprendieron de Querétaro.

El general en jefe situó su cuartel general en Tacubaya. El general Corona, con su división, ocupó la línea de Guadalupe, y el general Riva Palacio la del sur, estableciendo su cuartel en Mexicalcingo. Los combates se repetían diariamente; pero las operaciones del sitio avanzaban, sufriendo la populosa ciudad los horrores del hambre.

El general Díaz dispuso el 20 de junio un fuerte y bien combinado ataque, que desmoralizó totalmente a las fuerzas sitiadas.

Márquez y Vidaurri, encargados del mando militar, así como Lacunza del civil, se ocultaron, y el 21 hicieron su entrada las fuerzas republicanas, en medio del júbilo inmenso del pueblo, y conservándose por las tropas el mayor orden.

El 8 de julio fue aprehendido Vidaurri en una casa de baños de la calle del Corazón de Jesús, y fusilado en la plazuela de Santo Domingo.

El 15 de julio de 1867 entró en la capital de la República su presidente constitucional don Benito Juárez, y sus ministros don Sebastián Lerdo de Tejada, don José María Iglesias, y el general don Ignacio Mejía, con los indisputables títulos de salvador de la honra y de la independencia de la patria, así como los otros dignos mexicanos que cooperaron al triunfo de nuestra causa y de los derechos de la nación.

A Juárez hará justicia la posteridad, asignándole uno de los más eminentes lugares en la historia del presente siglo.



Notas

(1) Véase Rivera Cambas, páginas citadas.

(2) Ya se ha dado la idea del derrotero del general Corona; es necesario marcar que ocupó Guadalajara, y no la tomó como dice después el texto, por haberla abandonado los defensores del imperio según asienta Pérez Verdía.

(3) Vamos a decir dos palabras de las batallas de la Carbonera y Miahuatlán, porque la mención del texto es breve y diminuta, temiendo el autor que se dijese se explayaba por circunstancias de momento; pero antes que todo es la verdad.

El general Díaz se fugó de su prisión de Oaxaca en octubre de 1865; tomó rumbo de Puebla y la Huasteca, reuniendo alguna gente con penalidades y arbitrios increíbles; en Tlacotepec interceptó correspondencia de Oaxaca, y se penetró del grado de desmoralización de aquellos pueblos. Entonces concibió el plan y lo puso en planta, de dirigirse a la Mixteca oaxaqueña. Tenía cuatrocientos hombres, y se le habían incorporado el coronel don Manuel González, teniente coronel Juan Gorostiza, don Juan Enríquez y don Carlos Pacheco.

En Tlapa se le incorporó Basurto, y Díaz se hizo de municiones y pertrechos, aprovechando hasta el salitre líquido, que consolidaba después. El coronel austriaco Bernard le perseguía con setecientos hombres, unido al coronel Visoso, con quien entabló relaciones Díaz para imponerse de lo que le convenía.

Emprendió Díaz riesgosísima marcha, perseguido siempre por los austriacos. Detúvose en Chila de la Sal, donde al ver don Apolonio García la entereza de Díaz, prestó 41 000 pesos sobre el crédito personal del general. Con tan escaso auxilio se emprendió la marcha a Tlaxiaco, donde se desbandó parte de la fuerza, con grave riesgo de que se le diese parte a Oronoz, jefe imperialista. En ese momento crítico, Díaz dejó su caballo y aventuró solo una exploración hacia el rumbo que ocupaba el enemigo; en ella encontró a un hombre que le pareció sospechoso, quiso huir, y le detuvo, llevándole a su campamento; el desconocido le dio noticia de su hermano Félix Díaz que estaba con alguna fuerza, de Don Dominguillo a Etla. Sin pérdida de tiempo le ordenó que hostilizase a Oaxaca, y él tomó camino, el 14 de octubre de 1866, con seiscientos hombres al mando de González y Ramos, incorporándose después Carlos Martínez. Interceptó su paso una formidable caballería húngara al mando del muy esforzado conde Gramont, quien fue rechazado y murió en el combate.

El general Díaz ocupó Miahuatlán el 15 de septiembre. El general Oronoz, servidor del francés, se presentó frente a la plaza con mil setecientos hombres.

El primer pensamiento de Díaz fue retirarse, por tratarse de combatir fuerzas muy superiores a las suyas; pero las circunstancias le obligaron a obrar de otra manera. Situó en una pequeña altura al coronel González, emboscó en unas milpas a Martínez y él con sus ayudantes corrió al encuentro del enemigo. Encargó a Espinosa Gorostiza simulasen una fuga que llevase al enemigo a las milpas.

El plan se ejecutó puntualmente. El enemigo se lanzó con su caballería sobre Díaz al toque de degüello, se fingió la fuga; y cayeron los enemigos en la emboscada; entonces Martínez por un flanco y unos voluntarios de Miahuatlán por otro, envolvieron al enemigo. Entonces multiplicando Díaz movimientos estratégicos peligrosísimos, ya con González, ya con Martínez, ya con Enríquez, mandó atacar por retaguardia al enemigo, mientras él atacaba de frente.

Las fuerzas francesas, sorprendidas en todas direcciones, vacilaron y comenzaron a retirarse en desorden. Díaz las persiguió ardientemente, hasta extenderse la fuga y lograrse completa victoria.

Cayeron prisioneros seiscientos infantes y dos obuses, veinte oficiales franceses y dieciocho traidores que como tales fueron fusilados.

Díaz continuó su camino para Oaxaca, que sitiaba el coronel Díaz, y al descender al valle, cerca de Santa María del Río, estableció su cuartel general en el rancho de Aguilera. La plaza se rindió, y al siguiente día emprendió su marcha para la Carbonera. En ella se le incorporó el general Figueroa.

El coronel Chikar, con mil quinientos hombres y seis cañones, se le presentó a la vista en la Carbonera el 6 de octubre de 66. Según el plan de batalla de Díaz, González atacó de frente, Espinosa Gorostiza la derecha, Figueroa la izquierda. La artillería austriaca rompió sus fuegos; el ataque y la resistencia fueron sangrientos; don Carlos Pacheco Enríquez y todos, hicieron prodigios de valor; pero la victoria estaba indecisa: prolongar la acción era la derrota para nuestras fuerzas. Díaz, poniéndose al frente de la caballería, dio un último ataque: las columnas todas siguen su ejemplo; el enemigo emprendió la fuga, arrojando las armas y buscando su refugio en los bosques.

(4) En el periódico citado, que imprimió don José María Sandoval, quien salió desde México con el gobierno, se publicaron muy interesantes documentos relativos a los trabajos de los mexicanos residentes en Nueva York, a la conducta decorosísima de los señores Romero, Mariscal, Benítez, Baz, y el general don Pedro Baranda, que se proveyó de armas y útiles para la guerra en la costa de Veracruz, en donde con el general don Alejandro García, acompañado con él, mantuvo el fuego de la independencia, haciéndose notables sus disposiciones acertadas y la bravura y moralidad de aquellas fuerzas.

(5) Esta gloriosa jornada ha sido descrita por el autor en 1880, y por un escritor distinguido, últimamente, con todos sus pormenores.

(6) A esta acción de San Lorenzo concurrió el señor general Guadarrama con su caballería, que tuvo brillante comportamiento.

(7) Véase Arrangoiz, tomo IV, páginas 251 y siguientes. Rivera Cambas, tomo II, página 671.

Últimas horas del Imperio, libro escrito por el general Ramírez Arellano, impreso en la calle de Donceles número 26, 1869.

Charles D'Hericault, página 214, capítulo XIV.

G. Niox, Expédition du Mexique, París, 1874, páginas 704 y siguientes.

Keratry, Elevación y caída de Maximiliano, traducción por Frías y Soto, páginas 567 y siguientes.

(8) Aunque se ha repetido que fue de acuerdo con López este movimiento, la fuerza asaltante lo ignoraba, y asaltó en silencio y con el arrojo necesario, distinguiéndose Feliciano Chavarría y Yépez; teniendo datos para creer no habían entrado en combinación alguna, y obedecían la voz del general Vélez. Keratry, páginas 575 a 583.

Alberto Hans, Querétaro, tercera parte, intitulada El sitio, páginas 115 y siguientes.

(9) El licenciado Manuel Aspíroz, teniente coronel y ayudante del general Escobedo, fue nombrado fiscal para la instrucción de la causa, sirviéndole de secretario el soldado Jacinto Meléndez. El asesor fue el licenciado Joaquín M. Escoto, quien a la conclusión del sitio, fue nombrado asesor general del ejército del Norte, después de haber desempeñado durante el asedio de la plaza el encargo de secretario del general Corona.

La causa fue instruida y terminada con total arreglo a las prescripciones de la ley de 25 de enero de 1862, y los artículos relativos de la ordenanza general del ejército.

Los defensores del archiduque, de Miramón y de Mejía se empeñaron esforzadamente en declinar la jurisdicción del consejo de guerra, pretendiendo que sólo el Congreso general los juzgase; pero no obstante la energía y la habilidad de sus esfuerzos, el licenciado Escoto, como asesor, hizo que el general Escobedo se mantuviera inflexible, y la jurisdicción del consejo de guerra quedó del todo definida. El 13 de junio se instaló ese tribunal en el Teatro de Iturbide de la ciudad de Querétaro, presidiéndolo el teniente coronel Platón Sánchez, y sirviendo de vocales los capitanes José Vicente Ramírez, Emilio Lojero, Ignacio Jurado, Juan Rueda, José Verástegui y Lucas Villagrán.

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