Índice de Lecciones de historia patria de Guillermo PrietoCUARTA PARTE - Lección XVIIICUARTA PARTE - Lección XXBiblioteca Virtual Antorcha

LECCIONES DE HISTORIA PATRIA

Guillermo Prieto

CUARTA PARTE

Lección XIX

Almonte, jefe supremo de la nación. Zaragoza es enviado a contener la marcha de los franceses, pero es rechazado y se retira a Puebla. Fortificaciones. La población de Puebla simpática a la invasión. El 5 de mayo. Derrota de Barranca Seca. Derrota del Borrego. Muerte de Zaragoza. Desembarco del general Forey con refuerzos. Comienza el sitio de Puebla el 16 de marzo de 1863. Sesenta y dos días de sitio. Salida de Juárez de la capital. Entrada de Forey. Poder Ejecutivo. Junta de notables. Monarquía. Ofrecimiento de la corona en Miramar a Maximiliano de Austria.


El 19 de abril, el general Taboada, jefe reaccionario, proclamó en Córdoba a don Juan N. Almonte jefe supremo de la nación.

El gobierno mandó a contener las fuerzas francesas al general Zaragoza, con cinco mil hombres; pero fue rechazado en Aculcingo y se retiró a Puebla.

Los franceses avanzaban; la fuerza de Zaragoza no llegaba a cinco mil hombres; las fortificaciones no merecían tal nombre, y parte de la población de Puebla, por incurable fanatismo, preparaba arcos y coronas para la entrada triunfal de los franceses.

Entonces, y contra todo parecer, resolvió la defensa de Puebla enérgicamente el general Zaragoza, exponiendo que era forzoso salvar allí los derechos de México o perecer en la demanda. Esto constituye a Zaragoza en el héroe de aquella gloriosa jornada (1).

El 5 de mayo atacó Lorencez los cerros de Loreto y Guadalupe. Nuestras fuerzas resistieron, haciendo prodigios de valor.

El general francés lanzó cuatro columnas, de a mil hombres cada una, sobre nuestras fortificaciones, y fueron rechazados tres veces, teniendo que abandonar el campo a las dos de la tarde.

Los generales Negrete, Berriozábal, Porfirio Díaz y Lamadrid fueron de los jefes que más se distinguieron en esta acción, gloria de la patria (2).

Los que quieran imponerse a fondo de ésta y las otras batallas de los franceses, deben consultar el tomo quinto de México al través de los siglos escrito por el sabio señor Vigil.

La descripción de la batalla del 5 de mayo consta desde la pagIna 533 a la 536.

Las pérdidas del ejército francés en aquella jornada fueron 482 hombres, en esta forma: oficiales muertos, 15; oficiales heridos, 20; soldados muertos, 162; heridos y dispersos, 285; total: 482.

Los franceses perdieron en el ataque 513 hombres entre muertos y heridos, y en estado de desmoralización completa se retiraron a Orizaba.

En orizaba se les presentó Márquez con 1 500 hombres, que determinaron con los otros franceses la derrota de Tapia.

La impresión de la jornada del 5 de mayo en Francia y en el partido conservador fue profunda.

Los reaccionarios Márquez, Taboada, Herrán y Mejía se unieron a las fuerzas francesas, contra el general Tapia, que fue derrotado en Barranca Seca.

Zaragoza avanzó sobre Orizaba, y habría obtenido un nuevo y brillante triunfo, si no hubiera faltado a la combinación González Ortega, que fue derrotado la noche anterior, por una sorpresa vergonzosa, en el cerro del Borrego que domina a Orizaba (3).

Zaragoza falleció el 8 de septiembre en Puebla, teatro de su gloria, habiendo ganado heroicamente el título que le concedió el Congreso de Benemérito de la Patria.

Al comenzar el año de 1863, el general Forey desembarcó en Veracruz con numerosas y escogidas tropas, formando el total del ejército invasor 30 978 soldados, con cincuenta piezas de artillería, y además las fuerzas de traidores, que no se han calculado con exactitud (4).

También en enero el almirante Bouel bombardeó a Acapulco.

Se retiró en ese mes M. Ch. Wyke y se desaprobó el tratado que celebró con Doblado.

El 16 de marzo de 1863 comenzó el sitio sobre Puebla, con veintiséis mil hombres contra doce o catorce mil que lo defendían, con el general González Ortega como general en jefe y los generales y jefes Berriozábal, Negrete, La Llave, Díaz, Lamadrid, Escobedo, Mejía, Alatorre Antillón, Patoni, Ghilardi, Sánchez Ochoa, Smith, Auza, Colombres, González de Mendoza, y otros que merecen recuerdo de la patria reconocida.

Sesenta y dos días duró el sitio en que se verificaron combates diarios, y en que se llegó a convertir en vulgar el heroísmo, adquiriendo justa nombradía en los fastos militares San Javier, Santa Inés, Chimalhuacán, Ingenieros, San Marcos, Pitiminí y otros puntos, y así como los jefes y subalternos que no es dado mencionar en un compendio.

Privado de todo auxilio exterior Puebla con la derrota del general Comonfort, su resistencia fue más difícil y meritoria, constituyendo uno de los títulos que más honran el patriotismo mexicano.

Agotados los medios todos de defensa, Puebla no capituló ni transigió, sino que dejó el vergonzoso triunfo a la fuerza brutal (5).

Determinó el general González Ortega, después de una junta de gUerra en que se hicieron patentes la escasez de víveres y municiones y la carencia de todo elemento de defensa, romper el armamento, inutilizar la artillería, dispersar las fuerzas y entregarse a discreción del vencedor. Éste quiso que jefes y oficiales firmasen un compromiso de no seguir combatiendo, pero lo rechazaron unánimemente sin que hubiese uno solo que consintiese tal ignominia. El señor Vigil dice: se había perdido una plaza, pero se había salvado el honor de México. Aunque este solo acto Se registrara en la vida del señor Ortega, él lo haría digno de la gratitud nacional.

Al perderse Puebla, el invasor pudo considerarse a las puertas de México.

El 31 de mayo de 1863, Juárez y el gobierno abandonaron la capital, seguidos de inmenso número de personas que huían de la afrenta del yugo extranjero y del triunfo de los traidores.

En los momentos de desocuparse México, se pronunció por la intervención el general don Bruno Aguilar, que entró en México el 7 de junio, a la vanguardia del ejército que mandaba Bazaine.

Forey entró el 10, y el 16 nombró una junta de traidores para que representaran a la nación y decidieran de su forma de gobierno.

Instalada la junta, nombró para que formaran el Poder Ejecutivo a don Juan N. Almonte, a don Mariano Salas y al arzobispo de México don Pelagio Antonio de Labastida, entrando a sustituirlo, por ausencia, don Juan B. Ormachea, obispo de Tulancingo.

La junta de notables declaró por voto unánime la monarquía, que el título del soberano sería el de emperador, ofrecer la corona al príncipe Maximiliano de Austria y sus descendientes. En caso de renuncia de Maximiliano, se remitía a la benevolencia de Napoleón III la elección de un príncipe católico.

Se presentaron en Miramar a ofrecer la corona de México al archiduque, los siguientes señores:

Gutiérrez Estrada.
Velázquez de León.
don Ignacio Aguilar.
General Woll.
Don José Hidalgo.
Don Antonio Escandón.
Don José María Landa.
Don Ángel Iglesias.

El mismo día del ofrecimiento de la corona, que aceptó Maximiliano, firmó el tratado en que se comprometía a pagar, como emperador de México, 270 millones de francos (54 millones de pesos), por gastos de guerra, alquiler del ejército, negocio Jecker, reclamaciones, corretajes, etcétera, de los agentes del imperio. Además se estipularon gravámenes para México que hacían ascender la suma total a 173 millones de pesos.

El sostén de tanta iniquidad y tanta infamia tendrá que figurar, quiérase o no se quiera, en la hoja de servicios de todos los que sirvieron al imperio.



Notas

(1) Iglesias, tomo I, página 30 hasta la 33.

(2) Es imposible hacer mención de todos los héroes de aquella batalla: pero no nos es posible omitir los nombres de los generales Rojo, Gayosso, Méndez, del entonces subalterno, modesto, valiente y virtuoso don Juan c. Bonilla y Salazar, todos eminentes y dignos de servir de modelo.

(3) Por una serie de imprevisiones funestas para el general Ortega, tomó un derrotero peligroso, hasta tocar la cumbre del Borrego; allí, y en momentos los más críticos, se entregó a punible confianza, y sorprendieron a sus fuerzas dormidas unos cuantos franceses. El oficial francés que tuvo aquel fácil aunque muy sagaz e importante triunfo, se llamó en francés Duque del Borrego.

(4) En la´´pág. 401 del quinto tomo de México a través de los siglos, se menciona el número total de imperialistas.

(5) Una relativa a la batalla de San Lorenzo, que perdió el señor Comonfort; otra respecto a los prisioneros mandados a Francia.

En cuanto al primer punto (la batalla de San Lorenzo), hubo hechos gloriosísimos, y Bazaine los reconoció, mandando en los términos más honrosos que conservasen sus espadas don Sóstenes Rocha, hoy general de división, don José Ceballos y don Juan Guerra, general.

Respecto a los prisioneros consignados a Francia, la conducta que observaron fue, con poquísimas excepciones, leal y honrosísima, sujetándose a los más duros trabajos, sin pedir favor ni humillarse; y muchos habrían perecido sin los auxilios generosos y desinteresados del señor don Manuel Terreros, residente entonces en Francia, y uno de los ciudadanos que por sus altas virtudes honran más el nombre de México.

En la misma página 401 del quinto tomo de México a través de los siglos, se habla en términos generales y deshonrosos, de los que fueron nombrados para la junta de notables, siendo así que varios de los nombrados renunciaron con alta dignidad. En necesario no ser injusto.

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