Índice de Lecciones de historia patria de Guillermo PrietoCUARTA PARTE - Lección XICUARTA PARTE - Lección XIIIBiblioteca Virtual Antorcha

LECCIONES DE HISTORIA PATRIA

Guillermo Prieto

CUARTA PARTE

Lección XII

Dictadura de Santa Anna. Persecución y destierro. Plan de Ayutla. General don Juan Álvarez. Don Ignacio Comonfort. Conducta de Santa Anna. Progresos del plan de Ayutla. Cuernavaca. Presidencia de don Juan Álvarez. Su ministerio. Don Ignacio Comonfort. Álvarez en México. Presidencia del general Comonfort. Su ministerio. Pronunciamiento de Puebla. Batalla de Ocotlán. Decreto terrible. La fiesta de la paz. El obispo de Puebla. Ley de 25 de junio. Alarmas. El licenciado Juan José Baz, gobernador del Distrito.


Santa Anna desembarcó en Veracruz el 1° de abril de 1853 y tomó posesión del mando el 20 del mismo mes.

El nuevo ministerio se componía de don Lucas Alamán, don Teodosio Lares, don Manuel Díez de Bonilla, don Antonio Haro y Tamariz, don Joaquín Velázquez de León y general don José Tomel, con lo que se anunció al país que Santa Anna se había echado en brazos del partido conservador.

El 16 de diciembre de 1853 dio un decreto el general dominante, prorrogándose el poder por tiempo indefinido. Es decir, creando en su provecho la dictadura.

Como era natural, los tahúres, los baladrones, las mujeres perdidas, los agiotistas y la gente más viciosa, formaron parte de la corte íntima del dictador.

Por supuesto, en esa corte los de la familia eran corredores de toda clase de negocios y convertían en lucro su sumisión y su lealtad al jefe.

Para apoyar tal situación se aumentó el ejército; ingresaron a él los desechos de todos los partidos, postergando y humillando a los hombres de mérito.

Como era de esperarse, se aniquiló la libertad de prensa, formaron parte de la política el espionaje, las delaciones y las intrigas de baja ley.

Se decretaron, al instalarse la dictadura, los destierros de don Joaquín Ruiz, de don Melchor Ocampo, de don Miguel Buenrostro, de don Guillermo Prieto y otros exaltados liberales, y para que no faltase ni el ridículo al programa de la dictadura, se estableció la Orden de Guadalupe y se hizo llamar Santa Anna Gran Maestre y Alteza Serenísima.

Como sucede siempre con este conjunto de indignidades y adulaciones, Santa Anna creía que todo lo podía y todo lo sabía. Síntoma de perdición de todos los gobernantes estúpidos.

Tal estado de cosas creó y enconó la indignación pública, que se declaró en el plan de Ayutla, hijo del partido liberal exaltado y que se proclamó en Ayutla el 10 de marzo de 1854, por el coronel Villarreal, representante de don Juan Alvarez y don Tomás Moreno (1).

Don Ignacio Comonfort modificó el plan primitivo en Acapulco para dar entrada al partido moderado.

En el plan se establecía el modo de nombrar un presidente por medio de una junta de representantes de todos los Estados, y de convocar un congreso constituyente.

El plan llamado de Ayutla se recibió con júbilo universal; Santa Anna quiso marchar, y marchó a Acapulco, y volvió a México después de una desastrosa retirada, el 16 de mayo de 1854 (2).

Cundió por todos los Estados el movimiento de insurrección, saltaron a la arena fuerzas y gentes colectivas, señalándose en Michoacán, Salgado, Degollado, Pueblita, Huerta y Ghilardi. En Tamaulipas el licenciado Juan José de la Garza; en Nuevo León, Vidaurri; en San Luis Potosí, Vega; y en el Estado de Veracruz, el eminente patriota don Ignacio de la Llave (3).

Por este tiempo (1854) el aventurero francés Raousset de Boulbon sorprendió y tomó el puerto de Guaymas al frente de cuatrocientos filibusteros, pero fue derrotado por el general don José Mana Yáñez, quien le mandó fusilar.

A mediados del año y después de los movimientos de Jalisco y Colima, podía considerarse triunfante el plan de Ayutla.

En la revolución se comenzaron a señalar dos tendencias: una, de transacción con el pasado y los abusos, representada en el senor Comonfort; otra intransigente y decidida, al arrimo de don Juan Álvarez. En el primer círculo se notaba la influencia de Lafragua, Haro y Tamariz, Payno y Siliceo. En el segundo, la de Juárez, Ocampo, Ignacio Ramírez, Prieto, Zarco y otros varios.

El 9 de agosto de 1855, Santa Anna, aturdido y desmoralizado dejó la capital, y el 13 del mismo mes salió de la República.

La guarnición nombró general en jefe al general Rómulo Díaz de la Vega.

Bajo los auspicios de este general se nombró una junta que encargó el mando a don Martín Carrera, pero a éste, nombrado por el círculo de Comonfort, cuyo agente era Payno, se le obligó a renunciar, quedando en el poder don Rómulo Vega, asociado por indicaciones de los caudillos de Ayutla, a don Mariano Yáñez, don Joaquín Cardoso, don José María Lafragua, don Guillermo Prieto y don Manuel Siliceo. Don Antonio Haro y don Manuel Doblado, el primero en San Luis Potosí y el segundo en Guanajuato, cada uno se pronunció por un plan distinto, hasta que los concilió Comonfort a su paso por la capital, después de haber ocupado Guadalajara y dejado allí a don Santos Degollado.

Esa administración, aunque duró muy poco tiempo, en medio de las aspiraciones desencadenadas de todos los partidos de los que tenían su meeting, cada uno con oradores turbulentos, introdujo el orden, alivió los impuestos, y sobre todos el señor Vega, sordo a las seducciones de las conveniencias de clase y al lucro personal de una defección, conservó su carácter transitorio acatando en todo la voluntad del pueblo, como había ofrecido.

Las fuerzas de Álvarez se aproximaban a Cuernavaca; los puros enviaron una comisión al señor Álvarez para que llevase adelante sin transigir los principios de reforma. Los moderados, el clero y la gente decente se acogieron a Comonfort para que se hiciese del mando, librando a la sociedad de aquella invasión de bárbaros (4).

Sea por hacerse de recursos, sea por circunstancias que se ignoran, el señor Álvarez se dijo había dicho que si se le nombraba presidente, renunciaría al momento en favor del señor Comonfort.

En Cuernavaca se percibieron estas encontradas influencias, formando el centro del círculo moderado el señor Comonfort y del exaltado el señor Álvarez.

Bajo estos auspicios se formó la junta de representantes para nombrar presidente interino, resultando electo el señor Álvarez por mayoría y obteniendo votos Comonfort, Vidaurri y Ocampo.

El señor Álvarez nombró en Cuernavaca su ministerio compuesto de don Melchor Ocampo, don Benito Juárez, don Guillermo Prieto Y don Ignacio Comonfort, figurando después don Miguel Arrioja y en los últimos días don Ponciano Arriaga (5).

El gabinete comenzó, sin titubear, a adoptar reformas, de acuerdo con los más exaltados principios liberales: propuso la abolición de fueros y obvenciones, la reducción de las legaciones, la supresión de oficinas inútiles, la rebaja del arancel, el franqueo previo, la baja de portes de la correspondencia, etcétera.

LaS discusiones a que estas medidas se prestaban, hiriendo de muerte los abusos, produjeron cierta inquietud en la capital que dio motivo a que el señor Comonfort se situase en, ella, quedando de hecho dos gobiernos, pero más efímero el de Alvarez, supuesto el compromiso existente de dejar el mando a Comonfort. Dueño éste de la fuerza, se opuso a toda reforma, motivando su disidencia la renuncia de Ocampo, a la que siguieron las de los otros ministros, menos Juárez, que en medio de todo género de contrariedades publicó y puso en observancia, siendo el presidente el señor Comonfort, la ley de justicia y abolición de fueros (6).

Al fin, conforme a las facultades que concedía el plan de Ayutia, se nombró presidente al señor general Comonfort, quien tomó posesión del mando en 12 de diciembre de 1855.

Comonfort se dedicó con empeño al arreglo y purificación del ejército, atrayéndose grandes odios de la clase ofendida, a la vez que el partido exaltado le tenía desconfianza por su camarilla y relaciones y porque repetía con imprudente frecuencia que si bien los principios del partido puro no los repugnaba, aunque le parecían bellas teorías, al personal grosero de ese partido no lo podía tolerar.

El señor Comonfort compuso su gabinete de las personas siguientes:

Licenciado don Luis de la Rosa, Relaciones;
Licenciado don Ezequiel Montes, Justicia;
Licenciado don José María Lafragua, Gobernación;
Licenciado don Manuel Payno, Hacienda;
Licenciado don Manuel Siliceo, Fomento;
señor general Yáñez, Guerra.

Acababa de tomar posesión el nuevo gabinete cuando estalló la revolución de Zacapoaxtla, acaudillada por don Antonio Haro y Tamariz.

Se mandó a combatir la revolución al general Llave, pero su fuerza, comprada por el enemigo, le abandonó entonces; se mandó al general don Severo Castillo con una respetable fuerza, recibiendo el gobierno sus protestas de honor; pero a pesar de ellas se pasó al enemigo, que pudo entrar triunfante en la ciudad de Puebla.

Comonfort entonces, con actividad extraordinaria que aumentaba el ministro de Hacienda Payno procurando recursos, reunió una división de quince mil hombres, y en la sangrienta batalla de Ocotlán derrotó al enemigo, restableciendo el orden y la respetabilidad del gobierno (7).

Por decreto del 25 de marzo castigó Comonfort a los jefes traidores obligándoles a que sirviesen como soldados rasos en el ejército y al clero promovedor de la revuelta le mandó intervenir los que llamaba sus bienes.

En México se celebró espléndidamente la fiesta de la paz, y se instituyó un colegio de niñas en memoria del triunfo de la ley (8).

El obispo de Puebla protestó contra la intervención de los bienes eclesiásticos y predicó un sermón calificado de sedicioso, lo que le valió ser expulsado de la República.

Por decreto de 5 de junio se extinguió la Compañía de Jesús, y por último, se expidió la ley de 25 de junio que firmó el ministro don Miguel Lerdo, desamortizando los bienes de manos muertas.

La ley de 25 de junio según se decía en el público, fue redactada por el señor don Sebastián Lerdo de Tejada, hermano de don Miguel, o al menos intervino activamente en ella.

Prevenía la ley que el clero fuese reconocido como propietario; pero que sólo gozase del usufructo de los bienes, teniendo los títulos el que adquiriese la finca, pagando derecho de alcabala.

El clero rechazó la ley con toda su energía; llevó al corazón de las familias el terror y el espanto, que estallaban en síntomas y en actos hostiles contra el gobierno.

El partido exaltado recibió mal la ley, y se suscitó una discusión en la Cámara, en que llevó la palabra el licenciado Ramírez (el Nigromante), pensador profundo y elocuente orador.

El movimiento de desamortización se paralizaba; ganaba terreno el partido reaccionario, y el que se aventuraba a presentarse como adjudicatario, sufría la excomunión eclesiástica y social, con más furor que el asesino y el salteador de caminos (9).

El ministro estaba colocado en la alternativa de hacer grandes sacrificios, de conspirar en favor de los compradores, protegiendo a los audaces que sin capital y sin elementos se lanzaban contra el clero, apareciendo como tenedores de sus bienes, o de renunciar a la Reforma.

En el gobierno del Distrito, encargado de rematar, se reflejaba este movimiento tumultuario.

El señor licenciado don Juan José Baz contrastaba aislado, pero decidido y valiente, este movimiento, teniendo a cada instante peligros personales, y prodigando con valor temerario la vida por salvar los grandes preceptos de la Reforma.

Aunque Comonfort había creado aquella situación, su carácter, sus relaciones, sus afectos más íntimos le hacían receptáculo y amparador del descontento, produciendo el conjunto una situación falsa Y peligrosa (10).



Notas

(1) En este párrafo debió mencionarse a don Eligio Romero (alias Tus-tus), liberal de clarisimo talento, hijo de don Vicente Romero, gobernador de San Luis Potosí, quien verdaderamente redactó el primitivo plan en compañía del licenciado don Trinidad Gómez.

(2) El plan de Ayutla puede considerarse como la verdadera revolución de principios que ha tenido el país; y explica su realización y el estado de los espíritus en aquellos tiempos, así como el falseamiento que le comunicó Comonfort, un interesante opúsculo que publicó por aquellos días el señor Ocampo, intitulado: Mis quince días de ministerio.

(3) El heroico señor Llave fue quien se identificó más íntimamente con los señores Ocampo y Juárez. Llave es una de las más bellas figuras históricas que puede presentar nuestra patria, así en lo militar como en lo político y social.

(4) A los puros los representaban en esas comisiones don Anastasio Zerecero y don Francisco Zarco; al partido de las clases cerca de Comonfort, Payno, Siliceo, y después, con influencia decisiva, don Antonio Haro.

(5) El esclarecido patriota Pouciano Arriaga llegó a México después de la salida de acampo del ministerio, y fue quien sostuvo más peligrosas luchas con Comonfort, defendiendo con la lealtad que es su distintivo en la historia, la integridad de los principios liberales.

(6) Tuvo la honra de plantear estas leyes y dar otras como la de obvenciones parroquiales, etcétera, el sabio patriota don José María Iglesias, cuyas ideas liberales son las más avanzadas y firmes que yo conozco.

(7) Las personas entendidas hacen grandes elogios del plan militar del señor Comonfort, y encarecen el valor extraordinario de que tenía dadas brillantes pruebas.

(8) El colegio señalado fue en el edificio que hace esquina de San Pedro y San Pablo y Montepío Viejo; y el sabio plan de estudios fue obra del señor don Ramón I. Alcaraz.

(9) En la calle de Chiquis se vio a un moribundo tirado en el suelo, a quien sacaron del convento de Jesús María, porque allí no lo quiso absolver el confesor. El señor Baz mandó a la cárcel al padre en medio de un furioso tumulto.

(10) Los señores licenciados Eulalio Ortega y Vicente G. Parada, según se decía, acaudillaban esta grita y provocaban reuniones tumultuosas en el Teatro Nacional, emprendiendo ardientes polémicas con el señor licenciado Iglesias.

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