Indice de La vida heróica de Práxedis G. Guerrero de Eugenio Martínez Nuñez LIBRO SEGUNDO EL REVOLUCIONARIO - Capítulo noveno - Nuevas luchasLIBRO SEGUNDO EL REVOLUCIONARIO - Capítulo Undécimo Sobre la brechaBiblioteca Virtual Antorcha

LA VIDA HERÓICA DE PRÁXEDIS G. GUERRERO

Eugenio Martínez Nuñez

LIBRO SEGUNDO

CAPÍTULO DÉCIMO

Punto Rojo



Púgil.

Como después de haber sido suprimido Revolución la Junta del Partido Liberal no contaba con órgano editorial en qué continuar la campaña de prensa contra la dictadura, tan pronto corno Guerrero abandonÓ San Antonio se dedicó a trabajar en unos aserraderos del sur de Texas con objeto de reunir algunos elementos para publicar un nuero periódico donde reanudar la empresa interrumpida, y de esta manera logró sacar a luz el viril semanariO Punto Rojo, cuyo primer número apareció en El Paso el 8 de agosto de 1909 (1).

En esta nueva publicaciÓn, que aparecía en los momentos en que los grupos liberales comenzaban a desanimarse al ver que después de los desastres sufridos por la Revolución en junio de 1908 los trabajos de la Junta habían decaído notablemente con el encarcelamiento de la mayor parte de sus miembros, Guerrero, desdeñando aquel siniestro pacto de sangre fraguado entre Porfirio Díaz y el gobierno americano, y por el cual los revolucionarios mexicanos eran tan implacable y salvajemente perseguidos en los Estados Unidos, prosiguiÓ con indomable tenacidad la lucha por la libertad y el bienestar del esclavizado y hambriento pueblo de su país.

En uno de sus primeros artículos de esa época, lanzando un reto al despotismo y lleno de fe en el triunfo de sus ideales libertarios, se expresaba en los siguientes términos:

El rudo combate que hemos sostenido no ha debilitado nuestras fuerzas; las rebeldías de nuestras almas continÚan lanzando el rayo acusador sobre las cabezas de los malvados. Nos hemos sentido al borde de un abismo, el de los odios de los poderosos, y hemos echado pie adelante sin un temblor en el corazón porque sabemos que el vórtice es una cima cuando lo aborda la verdad.

Muchos de nuestros compañeros han caído, y sobre nosotros está suspendida la amenaza; una jauría famélica nos cerca esperando el momento de hincarnos el colmillo; hoy, mañana, a cualquier hora, en cualquier sitio podemos sucumbir, pero mientras tanto nuestra pluma, barreta incansable y demoledora, sigue expugnando inexorable y tenaz las trincheras del crimen, abriendo el camino al porvenir vengador y justiciero, porque las venganzas del pueblo son las justicias de los derechos del hombre cuando éstos juzgan a los privilegios del amo.

Nuestro silencio sólo puede ser conseguido con la muerte, pero aun así, la pluma rebelde que empuñamos seguirá implacable cercenando el manto del César, para enseñar a la espada el camino de su podrido corazón; el espíritu inmortal de la revolución identificado en ella, encontrará cien manos dispuestas a sucedernos en la brega. Bien pueden los tiranos eliminarnos como a nuestros camaradas; no adelantarán con ello una sola pulgada, lograrán tan sólo hacer más grande la hoguera de la rebelión, alcanzarán más presto el último collar, el del dogal.

Nuestro batallar es épico; tenemos por armas nuestras cadenas, que romperemos en la frente de los déspotas; no nos cubrimos el pecho, desnudo como está lo ofrecemos al golpe de los esbirros. Hemos planteado el dilema en esta forma: la vida o la muerte; la vida para nosotros es el triunfo, la muerte es la sola fuerza que nos puede cortar el paso.

Estamos de pie, no doblaremos la rodilla ante ningún poder. Damos frente al enemigo; no volveremos la espalda ante ningÚn peligro (2).

Cómo se publicaba Punto Rojo.

Este periódico lo había empezado a editar Guerrero a costa de grandes sacrificios, en una pequeña prensa que él mismo manejaba secretamente en la casa de uno de sus amigos y compañeros de lucha, el líder socialista americano William Lowe, que muchas veces le ayudaba en sus tareas, y sin contar con otros recursos que los que le proporcionaba su trabajo en los cortes de madera. Los primeros números tuvo que hacerlos de tamaño reducido y todos estaban llenos con artículos literarios, doctrinarios y de combate, informaciones, comentarios y notas suyas, material que redactaba al terminar sus pesadas labores de lumber jack, y a cuyos originales probablemente nunca hacía las correcciones de estilo y forma que sólo pueden hacerse cuando se dispone de un poco de espacio y de una tranquilidad siquiera relativa (3). Poco después comenzó a recibir colaboraciones de Enrique Flores Magón y de algunos otros correligionarios, por lo que tuvo que aumentar la forma del periódico, que en breve tiempo llegó a tener vida propia y a alcanzar una circulación casi tan grande como la que había tenido Revolución, ya que sus tiros llegaron a constar hasta de diez mil ejemplares semanarios.

Un bello artículo.

Entre la abundante y valiosa contribución intelectual de Guerrero en Punto Rojo se encuentra un hermoso artículo titulado Las Revolucionarias, que está dedicado a las valerosas mujeres que desdeñando sinsabores y peligros también habían abrazado la causa libertaria y que más se sentían atraídas al combate y al sacrificio a medida que la dictadura aumentaba las' persecuciones contra los hombres que luchaban por la libertad del pueblo de México; dicho artículo, que bien podría prestigiar a las más brillantes plumas nacionales, es el siguiente:

La causa de la libertad tiene también enamoradas. El soplo de la revolución no agita solamente las copas de los robles; pasa por los floridos cármenes y sacude las blancas azucenas y las tiernas violetas. Aliento de lucha y esperanza, acariciando a las dolientes pasionarias, las transforma en rojas y altivas camelias.

Nuestro grito de rebelión ha levantado tempestades en muchas almas femeninas nostálgicas de gloria. El ideal conquista sus prosélitos entre los corazones limpios, y la justicia elige por sacerdotisas a las heroinas que adoran el martirio; las irresistibles seducciones del peligro tienen el mismo atrayente imán para todos los espíritus grandes, por eso cuando el odio de los déspotas nos acomete más fieramente, el número de las arrogantes y ansiosas luchadoras se multiplica.

No envidiamos a Rusia sus bellas revolucionarias, en torno de nuestra bandera acribillada, se agrupan las obreras de la revolución, merced a las persecuciones salvajes y a las traiciones infames, gracias al furor desbordado de los tiranos, la pureza de nuestra causa ha encontrado franco asilo en el delicado pecho de la mujer. La lucha redentora que sostenemos se ha hecho amar de la belleza, y amar, no con el platonismo inútil de los caracteres, sino con la pasión ardorosa, activa y abnegada que lleva a los apóstoles al sacrificio.

La resignación llora en la triste sombra del gineceo, el fanatismo destroza inútilmente sus rodillas ante la pena de los mitos insensibles, pero la mujer fuerte, la compañera solidaria del hombre se rebela, no adormece a sus hijos con místicas salmodias, ni cuelga al pecho de su esposo ridículos amuletos, no detiene en la red de sus caricias al prometido de sus amores: viril, resuelta, espléndida y hermosa, arrulla a sus pequeños con cantos de Marsellesa, prende en el corazón de su esposo el talismán del deber y la amante le impulsa al combate, le enseña con el ejemplo a ser digno, a ser grande, a ser héroe.

¡Oh!, vosotras las luchadoras que sentís ahogaros en el ambiente de la ignominiosa paz; cuánta envidia causaréis con vuestros ímpetus de divinas iluminadas a los hombres débiles, a los hombres mansos que forman el esquilmado rebaño que baja estúpidamente la cabeza cuando siente en sus lomos el ultraje del fuerte.

Vosotras las inspiradas por el ígneo espíritu de la sublime lucha; vosotras las fuertes, las justicieras, las hermanas del esclavo rebelde y no las siervas envilecidas de los señores feudales; vosotras que habéis hecho independiente vuestra conciencia cuando millares de hambres viven aún en la sombra medrosa del prejuicio, cuando todavía muchas nervudas manos permanecen enclavijadas en ademán de súplica ante el rebenque implacable y odioso de los amos; vosotras que levantáís los indignados brazos empuñando la rojiza tea, y que erguís las soñadoras frentes en épica actitud de desafio, sois las hermanas de Leona Vicario, de Manuela Medina y de la Corregidora, y hacéis enrojecer de vergüenza a los irresolutos, a los viles encariñados con el oprobio de la ergástula. ¡Cómo temblarán los protervos cuando el rayo colérico de vuestras hermosas pupilas fulgure sobre ellos, anticipándose al golpe del libertario acero.

Cuando la mujer combate. ¿qué hombre, por miserable y pusilánime que sea, puede volver la espalda sin sonrojarse?

Revolucionarias: ¡el día que nos véais vacilar, escupidnos el rostro!

El primero de todos.

Con la publicación de Punto Rojo, Guerrero se constituyó en el alma del movimiento libertario y por consiguiente, en la presa principal y más codiciada de los esbirros porfirianos. Encarcelados Juan Sarabia en San Juan de Ulúa y Antonio I. Villarreal y Ricardo Flores Magón en Arizona, no quedaba en el campo de la lucha ningún otro revolucionario de mayor relieve ni que fuera tan rudamente perseguido como él, excepción hecha quizá de Enrique Flores Magón, sentimiento éste en el que están de acUerdo todos los combatientes de la época y que aún viven; y si Práxedis fue el único miembro de la Junta del Partido Liberal que jamás pudo ser aprehendido ni encarcelado se debió, no a que alguna vez hubiese rehuido los peligros que continuamente lo acechaban ni a su audacia para burlar a la legión de agentes policíacos que en todas partes anclaban en pos de su captura, sino a un verdadero milagro.

En Houston.

Algunos meses después de haber aparecido Punto Rojo, huyendo de las persecuciones de que nunca dejó de ser objeto y que a últimas fechas se habían hecho insoportables, Guerrero, encargando la impresión del periódico en El Paso a sus compañeros de labores William Lowe, Clemente García y Antonio Velarde, emprendió una larga y penosa peregrinación por distintos lugares de la costa de Texas, hasta que a principios de febrero de 1910 se ocultó en la ciudad de Houston, en donde a raíz de su llegada estuvo en grave riesgo de perder la vida al escapar, como ya lo había hecho muchas veces, de unos agentes del servicio secreto que ya lo tenían en sus garras. Este episodio de su vida trashumante lo explica el mismo Guerrero en las siguientes líneas, que son parte de la carta que con fecha 23 del mismo febrero escribió a una de sus hermanas:

El día 12 estuvieron en la casa en que yo vivía los esbirros de la dictadura y me vi por algunos momentos en sus manos; pero aprovechando su torpeza y cobardía me evadí por una ventana de mi cuarto, que está en el tercer piso del edificio, atando dos sábanas para acortar la distancia al pavimento, que es de ladrillo, y el cual me causó al fin una lastimadura, debido a que mi cuerda se rompió apenas sintió el peso de mi cuerpo. Los esbirros se contentaron con apoderarse de lo que pudieron, como es su vieja costumbre; en esta vez se llevaron la petaca tuya, muchos periódicos, libros, folletos y unos cuantos originales de artículos; fue todo, y han de lamentado porque esperaban encontrar muchos documentos, de esos que ellos llaman comprómetedores.

No tengas cuidado por mí; estoy como un águila que se hubiera quemado las plumas al cruzar sobre la llama de un volcán; siento que de nuevo me crecen y veo desde mi retiro el espacio que muy pronto sera mio.

En Bridgeport.

En los primeros días de marzo se vio obligado a huir de Houston y se refugió en Bridgeport, población del mismo Estado de Texas, en donde pudo permanecer por algún tiempo sin ser descubierto en unas minas de carbón. Su permanencia en este lugar fue de febril actividad, pues al mismo tiempo que trabajaba en los socavones para sacar algunos recursos con que ayudar al sostenimiento de su periódico, que con grandes dificultades seguía publicándose en El Paso y al que enviaba puntualmente sus artículos e informaciones para el mismo, luchaba por otros medios para el triunfo de la causa libertatia, ya con brillantes colaboraciones para Evolución Social, semanario liberal que se editaba en Tohay, Texas, bajo la dirección del delegado de la Junta León Cárdenas Martínez, o ya bien, de acuerdo con los compañeros presos en Arizona, que a la sazón se hallaban en la Penitenciaría de Florence, a donde habían sido trasladados de la cárcel de Yuma el 12 de septiembre de 1909 y con quienes a pesar de su incomunicación no dejaba de sostener correspondencia, enviando circulares, cartas, manifiestos e instrucciones a los jefes de los grupos rebeldes de México y de la frontera americana para dar impulsos al nuevo movimiento revolucionario que pronto tendría que estallar en toda la República Mexicana (5).

Punto Rojo es suprimido.

Si hasta entonces Punto Rojo había podido sortear las persecucione5 de que era objeto en El Paso estaba, sin embargo, próximo a desaparecer bajo los zarpazos de la dictadura. En efecto, a mediados de abril de 1910 la misma dictadura, mirando que a pesar de las amenazas que se cernían sobre Guerrero la causa revolucionaria continuaba siendo impulsada vigorosamente desde sus columnas, lo acusó de libelo criminal para eliminarlo definitivamente, ofreciendo al mismo tiempo una recompensa de diez mil dólares por la captura de Guerrero, sobre quien pesaba desde hacía tiempo el cargo de violación de las leyes de neutralidad, delito por el cual se perseguía en los Estados Unidos en aquella época a todos los miembros del Partido Liberal. Ante la cuantía del premio ofrecido los agentes del servicio secreto, a cuyo frente se encontraban los llamados cónsules mexicanos, emprendieron una persecución todavía más desenfrenada en contra del joven libertario, persecución que si no dio por resultado su captura por su extraordinaria habilidad para burlar la acción de la policía, sí que a fines del mes de mayo siguiente se descubriera el sitio en que se imprimía el periódico, cuya documentación fue recogida, su prensa inutilizada, y suprimido desde luego.

Perseguidores, no cónsules.

Para ilustrar más ampliamente a quien esto leyere acerca del despreciable y odioso papel que dichos cónsules o esbirros disfrazados desempeñaban en los Estados Unidos en aquel tiempo, transcribo a continuación unos párrafos que a esos agentes porfirianos dedica el ya citado México Bárbaro de Turner:

Casi todos los villorrios a lo largo de la línea divisoria mexicana, tienen un personaje que goza del título de cónsul mexicano. Y se encuentran cónsules en villas distantes cientos de millas de la frontera mexicana. Los cónsules tienen por objeto cuidar de las relaciones comerciales entre dos países, y sin embargo, poblaciones como California, Arizona, Nuevo México y Texas, que no hacen anualmente transacciones comerciales por cien dólares con México, tienen cónsules mantenidos por Díaz con un gasto de diez mil dólares al año.

Tales cónsules no son cónsules verdaderos. Son espías, perseguidores, sobornadores. Se les facilita harto dinero que ellos gastan a su albedrío en pagar asesinos y detectives, y cohechar funcionarios americanos. Con la fuerza así obtenida, ellos constantemente suprimen periódicos y encierran en las cárceles a sus editores, así como también disuelven clubes políticos mexicanos ...

Poco tiempo ha pasado desde la publicación de las noticias de la clausura de Punto Rojo, un periódico obrero antiporfirista de Texas; de la recompensa de 10,000.00 ofrecidos por la captura de su editor, Práxedis Guerrero, y de que los hombres del servicio secreto que perseguían el premio habían robado los registros de suscripciones del periódico, de los cuales habían tomado nombres de personas contra quienes se procedería inmediatamente.

Una gran obra en el olvido.

pero si la vida de Punto Rojo fue de escasa duración, la labor que desarrolló en los nueve meses de su publicación fue muy intensa y contribuyó grandemente en el movimiento social de México, ya que no sólo circulaba entre los centros obreros y revolucionarios del sur de los Estados Unidos sino también, aunque con serias dificultades, entre los centros similares establecidos en Chihuahua, Sonora, Coahuila, Puebla, Tlaxcala, Oaxaca, Tabasco y Veracruz, a donde, como lo habían hecho antes Regeneración y Revolución, llevaba voces de aliento y rebeldía para que los correligionarios no desmayaran en la tremenda lucha emprendida contra la dictadura.

A pesar de su trascendencia social y de su gran calidad artística, la obra intelectual de Guerrero en Punto Rojo es casi desconocida, pues la mayor parte de su labor literaria y de combate que ha sido divulgada, y esto no con la profusión que en justicia se debiera, es la que produjo en la segunda mitad de 1907 y en los meses de septiembre a diciembre de 1910, cuando escribía en Revolución y en una de las últimas y más tormentosas épocas de Regeneración. Algunos de sus artículos de Punto Rojo son verdaderas joyas de la literatura libertaria, y otros dan la impresión de haber sido hechos de prisa, tal vez en el fondo de la mina. sobre la mesa del taller o en los momentos en que su autor se disponía a escapar de sus perseguidores, pero todos tienen la precisión inconfundible de su estilo y la profundidad de pensamiento con que supo enaltecer sus concepciones de escritor revolucionario.

Si alguna vez llegara a hacerse una edición lo más completa posible de su producción intelectual seguramente se darían a conocer sus trabajos olvidados, entre los que cabe mencionar los artículos Aniversario, Pasividad y Rebeldía, Uníos, Proletarios, ¿A quién amáis, mujeres? y Nuestra Protesta, siendo este último un hermoso editorial en que condena rudamente a la monarquía española con motivo del asesinato del maestro Francisco Ferrer Guardia, fundador de la Escuela Moderna o Racionalista, crimen ocurrido en la ciudad de Barcelona el 13 de octubre dc 1909, y a cuyo gran pensador atribuye don Rubén García alguna influencia en el movimiento social de México por el hecho de que en el programa expedido por la Junta del Partido Liberal en julio de 1906, se sorprenden algunas ideas ácratas contenidas en su célebre Boletín.

Todavía en Bridgeport.

Poco antes de la clausura de Punto Rojo y encontrándose aún en Bridgeport, entre la correspondencia que Guerrero recibía continuamente de los correligionarios de México y Estados Unidos, le llegó una carta que Manuel Sarabia le dirigia desde Europa, donde vivía dedicado a escribir artículos periodísticos en favor de la Revolución Mexicana después de haber obtenido su libertad en Florence, y como probablemente en esa carta Sarabia le trataba de ciertos aspectos de la lucha social en América y Europa y le pedía su opinión sobre la conveniencia de regresar o no a los Estados Unidos a continuar los trabajos que entonces realizaba alejado de sus antiguos compañeros de combate, Guerrero le contestó el 28 de mayo con las siguientes líneas que hablan elocuentemente de su avanzada ideología, y en las que pueden verse las relaciones que los revolucionarios mexicanos sostenían con los más prestigiados pensadores socialistas y anarquistas del Viejo Continente:

Mi querido amigo:

Recibí su carta, pero no la había contestado porque lo creía burgués; su casamiento con una persona tenida por rica, así como su alejamiento, me hicieron pensar de tal modo. Hoy sé que tal cosa no es cierta, y que alejado y todo, usted procura combatir al enemigo común. Rompo pues mi silencio y hablo a usted con la franqueza ruda que acostumbro.

Sé que nos entenderemos, no importa qué diferencia de medios nos separen, nuestra situación geográfica es actualmente la causa de que a usted le'parezca militamos en distintos campos. Estoy sobre un terreno distinto al de usted, eso es todo, aquí se impone el empleo de tácticas diferentes a las que utilizan los compañeros de Europa, hay que crear el elemento nuevo que hará tras de las reformas que hoy buscamos, la revolución social, hacia la cual van mis esfuerzos de hombre universal. Al contrario de Arquímedes, yo tengo el punto, me falta la palanca, que está en manos del enemigo; o la arrebato o me despedazan. Voy hacia la anarquía práctica, tratando de no cometer el error de muchos dogmáticos que se colocan fuera de la masa y quieren dar la efectividad del acero a un imtrumento de blanda madera.

No creo que su regreso le favoreciera. Si alguna vez regresa usted, que no sea para entregarse, sino para combatir. Entretanto, pienso como usted, ahí están Malatesta, Kropotkin, Tarrida del Mármol y otros revolucionarios de gran prestigio que pueden ayudar mucho. Empero, si tiene usted algún otro proyecto en que pueda servir mi cooperación, dígame cuál es.

Salude afectuosamente a su apreciable compañera, dé un par de besos a su hijita, y acepte los buenos deseos que para todos tiene su amigo

P. G. (5).

Sin esperar contestación, el 16 de junio, en la misma población texana escribió Guerrero. esta otra carta a Manuel Sarabia; en ella dedica un recuerdo al mártir de Palomas y manifiesta su interés por rescatar a Juan Sarabia de los calabozos de San Juan de Ulúa, ocultando el nombre de este altivo luchador con el signo X:

Estimado amigo Manuel:

En mi carta anterior explico a usted la causa de mi silencio, por lo cual omito repeticiones en la materia. Tengo en proyecto un buen plan para libertar a X. En lo general hay muy poca fe en los abogados; mejor se quiere apresurar la justicia revolucionaria que pedirla en los tribunales de los tiranos.

Al mismo tiempo que empujo la organización, estoy trabajando en las minas de carbón para sacar algunos recursos. Esto me hace tener muy pocos ratos desocupados, o mejor dicho ningunos. Tengo que hacer mi correspondencia lo más breve posible, quiera o no quiera.

Va a llegar la fecha del segundo aniversario de la muerte de mi amigo y hermano Francisco: el 19 de julio. Las balas de la tiranía nos arrebataron permaturamente un compañero que hubiera sido un héroe inmenso.

Sí, se siente la nostalgia de la amistad, se siente la pesadumbre de la ausencia de aquellos que partieron con nosotros el pan de la idea y las fatigas del peregrinaje rudo. En la playa, o batiéndonos con el oleaje amenazante, siempre queda en la mente un hilo irrompible que nos ata al recuerdo.

Salud.

P.

Como lo expresa en las breves y bellas líneas anteriores, sin tomar en cuenta la amenaza que se cernía sobre su existencia ante el premio ofrecido por su captura, Guerrero no cesaba de luchar ocultando su identidad confundido entre los obreros anónimos de las minas de carbón, buscando al mismo tiempo la oportunidad, que no se le presentó jamás, de publicar de nuevo su periódico para dar mayores impulsos a su labor revolucionaria. En los párrafos que siguen, tomados de una carta de fecha 19 de junio y escrita a una de sus hermanas manifiesta tales intenciones cuando habla de cultivar de nuevo sus flores rojas, términos con que da a entender que era probable que pudiera editar de nueva cuenta su temida tribuna Punto Rojo:

Ahora he estado trabajando en las minas de carbón que son por cierto muy incómodas, y no he sentido los dolores de cintura que me quedaron por algunas semanas después del accidente de Houston ...

No será remoto empiece de nuevo a cultivar mis queridas flores rojas. Ya las verás más serenas y altivas que antes.

Guárdame ese cheque como un souvenir de los burgueses que aquí nos explotan. Por él verás que las famosas tiendas de raya son tan populares en México como en Yanquilandia ...

Dicen que el Gobierno de Washington, por su propia cuenta, ofrece diez mil pesos porque cojan a Práx. A mí me parece no vale la pena gastar en eso lo que se le quita al pueblo, porque al fin de todo no podrán detener la tempestad. El viejo, por su parte le está abriendo las venas al pobre Erario Mexicano con el fin de apagar todos los puntos rojos que por aquí vagan. Triste ceguera. Hay cosas que no se matan ni se encarcelan ...

En Derby.

En virtud de que era objeto de nuevas persecuciones, a fines de junio abandonó Guerrero su trabajo en Bridgeport, y acosado sin descanso por los esbirros, tuvo que andar huyendo y padeciendo grandes privaciones y miserias por otras poblaciones del Estado de Texas, hasta ir a parar primero a Derby y después a San Antonio, en cuyos lugares permaneció de incógnito algunas semanas trabajando en los talleres del ferrocarril. De su breve estancia en Derby se conserva la siguiente carta de fecha 4 de agosto y dirigida también a Manuel Sarabia, en la que le manifiesta sus nuevos propósitos de sacrificio y le confía algunas intimidades de su evolución espiritual; hermoso documento en que se admira una vez más el acerado temple de su carácter y el raro equilibrio de su vida de lucha y abnegación:

Mi estimado amigo:

Dos o tres veces antes de ahora he tenido el propósito de contestar sus cartas más recientes, y aun las he principiado a leer de nuevo con ese fin, pero las exigencias de mi vida de vagabundo me imponen su tiranía.

Creo que usted convendrá conmigo en que la palabra es un medio excelente, cuya eficacia está bien reconocida, pero no se debe hacer de ella el arma crónica para derribar tiranías. La frase revolucionaria cuando no la acompañan los hechos, o no la siguen, va adquiriendo insensiblemente la monotonía soporífera de los rezos cristianos.

Vimos buenas probabilidades de éxito y llamamos a la lucha a nuestros compañeros, fuimos con ellos; la traición y la cobardía nos cortó las alas al principiar el vuelo y caímos, para levantarnos de nuevo a continuar el combate, llamando a la muerte o a la victoria a los que quieran seguirnos, sean pocos o muchos.

En la próxima insurrección nuestro cuerpo, o el mío cuando menos, tendrá tanto blanco para los juanes del dictador, como el de cualquiera otro de los compañeros.

En la actualidad, las persecuciones, la lucha con sus múltiples accidentes me han cambiado algo desde que usted me conoció. Ahora ni amo ni odio; la fuerza del sentimiento se ha ido a la conciencia. El ascua que chispeaba en la fragua, es hoy la herramienta que cumple fríamente su misión.

Reciba recuerdos de su amigo.

P. G.

En San Antonio.

Durante su peregrinación de más de un año por el Estado de Texas, como trabajador manual, Guerrero había tenido mucho contacto con los obreros que prestaban sus servicios en los cortes de madera, en las minas, en los ferrocarriles y en otros centros de trabajo, y esta circunstancia le había favorecido para cristalizar una idea que venía alimentando desde antes de la fundación de Punto Rojo, o sea la de comenzar la organización de una Liga Panamericana del Trabajo o Liga Internacional de Trabajadores, con objeto de que los proletarios de todos los países de América se unieran fraternalmente para ilustrarse y defenderse de los abusos y de las injusticias de que eran víctimas por parte de los capitalistas y empresarios. Para el efecto, en las ciudades, en los pueblos y rancherías donde había trabajado había dado conferencias a sus compañeros de labores, en las cuales, aparte de enseñarles los principios educativos de la Escuela Moderna creada por Ferrer Guardia y de hablarles de la finalidad social que la Junta de que era secretario imprimía a la Revolución en México y de los progresos que en lo moral y material alcanzaba la misma en el territorio nacional, les trataba sobre los derechos que les asistían para disfrutar en una equitativa proporción de las utilidades de las empresas como principales productores de la riqueza, y más que todo, les hacía ver que todos los trabajadores, de cualquier color o nacionalidad que fuesen, deberían verse como hermanos para luchar por los intereses comunes, ya que sobre todos gravitaban por igual los mismos problemas sociales, económicos y políticos, puesto que todos eran pobres y estaban sujetos a la misma explotación de los amos en cualquier país en que vivieran. De esta manera, tarito en El Paso como en Houston, en Derby y en Bridgeport, en San Antonio y en otras poblaciones había logrado formar varios grupos de obreros. dependientes de dicha organización, con la esperanza de que esos grupos se fueran extendiendo en otros lugares de los Estados Unidos, luego en México y más tarde en todos los países de Centro. y Suramérica. Desgraciadamente esta gran obra social no se llevó a felIz término por la prematura desaparición de su iniciador, pero lo poco o mucho que de ella se realizó contribuyó sin duda en la creación posterior de las incontables uniones, federaciones o confederaciones de trabajadores en el Continente Americano.

Al mismo tiempo que se empeñaba en la lucha por la libertad del pueblo de México y en la organización de la citada agrupación obrera, no abandonaba los propósitos ya manifestados de atravesar de nuevo la frontera para impulsar con su esfuerzo personal y aun con el precio de su propia vida el movimiento reivindicador que dentro de poco tiempo tendría que abarcar toda la extensión de la República y que ya se había inirjado con algunos levantamientos en Tlaxcala, en Sinaloa y en Yucatán, y si se veía obligado a no hacedo tan pronto como hubiesen sido sus deseos, era porque su presencia era todaría indispensable en Estados Unidos para terminar en unión de sus compañeros de la Junta, importantes e inaplazables detalles de la organización del mencionado movimiento revolucionario.

En relación con los asuntos anteriores, con fecha 16 de agosto de 1910, recién abierta la tumba del gran rebelde coahuilense José Lugo y poco después del sacrificio de los insurectos que en Valladolid escribieran una de las más emotivas páginas de la historia revolucionaria de la península yucateca, dirigió desde san Antonio a Manuel Sarabia la carta que se inserta a continuación; carta en que palpitan sus ansias de inmolación por el ideal y en que se ve la influencia que sobre su ánimo ejeeció Sarabia para inclinarlo a unir sus esfuerzos a los de los dirigentes del Partido Liberal al principio de la lucha:

Querido Manuel:

Ya sabrá usted que Díaz mandó fusilar a Maximiliano Ramírez Bonilla, Atiliano Albertos y José Kankum en Yucatán; son de los rebeldes de Valladolid. Quedan allá algunos grupos que continuarán la resistencia en la sierra. En Saltillo acaban de fusilar a José Lugo, de los de Viesca; murió como vivió, bravo y altivo (6).

La lucha se hace cada día más intensa. Por mi parte, muy pronto abandonaré este suelo; iré a México y correré igual suerte que Lugo o realizaré mis propósitos. Nadie me manda y voy contra la opinión de algunos compañeros, que sin duda quieren verme morir de fastidio en éste país embustero.

Dejo aquí los primeros grupos organizados de una Liga Internacional de Trabajadores que tendrá como campo de acción el Continente y las islas de América.

Usted contribuyó a que dedicara mis energías todas a los trabajos de la causa, y los sucesos ocurridos después me colocaron en un lugar que habría desechado cien veces si las cosas hubieran marchado fácil y cómodamente. De largo tiempo he sido enemigo de las tiranías; pero siempre he tenido una gran dosis de escepticismo en mi cerebro. Para unirme a ustedes necesité un largo período de observación, hasta que comprendí su sinceridad, les vi más de cerca y supe que mi esfuerzo era necesario. Sin la visita de usted a Morenci, sin los sucesos subsecuentes; su plagio, la prisión de los compañeros en Los Angeles, y las dificultades que surgieron a continuación, mi insuficiencia no se hubiera visto obligada a un papel superior a ella.

Cuando iba a continuar esta carta llegaron con su notita del mes de julio y el retrato de ustedes. Este lo conservaré cuidadosamente, estimando mucho el obsequio.

En la prensa americana he visto lo que pasó en la Argentina; también he leído algo de ello en los periódicos libres de habla española. Mi comentario es seco, lacónico: ¡Brutos! (7)

Saludos muy afectuosos para su estimable compañera, Anita y usted.

P. G.

Se reúne con Ricardo Flores Magón, Villarreal y Rivera.

Por último, después de haber combatido tan intensamente en el Estado de Texas, donde tan grandes servicios había prestado a la causa dél pueblo con sus pensamientos y sus obras; después de haber enseñado a propios y extraños cómo luchan y se sacrifican las almas generosas en aras de un bello ideal, Guerrero abandonó San Antonio a fines de agosto y marchó hasta Los Angeles, California, a continuar la brega junto con Ricardo Flores Magón, con Antonio I. Villarreal y Librado Rivera, quienes habían llegado a esa ciudad en los primeros días del mismo mes, inmediatamente después de haber salido en libertad de la Penitenciaría de Florence.



Notas

(1) Esto no quiere decir que los revolucionarios no tuvieran más periódicos, pues en diversos lugares de los Estados de California, Arizona, Nuevo México y Texas se publicaban órganos de prensa en los que se continuaba la propaganda libertaria.

(2) Artículo titulado Púgil.

(3) En la correspondencia que Guerrero cruzaba en ese tiempo con su familia llamaba a Punto Rojo su chamaco, para evitar posibles persecuciones a las personas de su casa. En una pequeña carta de fecha 31 de agosto de 1909, decía lo siguiente a una de sus hermanas: Creo que el tercer retrato de mi chamaco lo habrás recibido ya. Me parece un poro mejor que los anteriores, pero no tan bueno como quisiera yo verlo. Tengo pensado amplificarlo; si lo hago, sacaré dos copias para enviarte una.

(4) Artículo titulado Las revolucionarias.

(5) Tanto ésta como las demás cartas que Guerrero escribió a Manuel Sarabia y que se insertan más adelante, fueron publicadas por Manuel en su periódico Cultura Proletaria, después de haher regresado de Europa, Copias de dichas cartas me fueron proporcionadas por la familia de Guerrero.

(6) José Lugo fue, en efecto, fusilado el 3 de agosto de 1910, y no en 1908, como han asegurado algunos historiadores.

(7) Se refiere al atentado de que fueron objeto en Buenos Aires los periódicos libertarios La Vanguardia, La Protesta y La Batalla, CUyos edificios fueron lapidados y sus oficinas, imprentas y bibliotecas destruidas por una turba de fanáticos patriotas.
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