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LA VIDA HERÓICA DE PRÁXEDIS G. GUERRERO

Eugenio Martínez Nuñez

LIBRO SEGUNDO

CAPÍTULO SEXTO

Acción revolucionaria de Viesca



A pesar de los nuevos desastres sufridos por la Revolución, se registraron algunos levantamientos en el norte de la República que llamaron poderosamente la atención tanto en México como en Estados Unidos, y de los cuales se ocupó extensamente la prensa gobiernista de ambos países, la que en todas ocasiones apellidó de salteadores y bandidos a los revolucionarios que tomaron parte en ellos. A esta época pertenecen los episodios de Viesca y de Las Vacas, hoy Villa Acuña, en el Estado de Coahuila, y el de Palomas, en Chihuahua, acciones rebeldes ya casi olvidadas que encontraron un Píndaro heroico en Práxedis G. Guerrero.

En la noche del 24 al 25 de junio de 1908 tuvo lugar el levantamiento de Viesca. De acuerdo con los planes de la Junta el grupo revolucionario del pueblo, compuesto de más de cien hombres al mando de don Benito Ibarra, presidente del Club Liberal de dicha población y que venía funcionando desde 1906, se lanzó a la rebelión para sumar su esfuerzo al de los demás grupos que se suponía iban a levantarse en esa misma fecha para derrocar la dictadura porfirista.

En aquella época fungía como presidente municipal de la Villa de Viesca un tal Tomás Zertuche Treviño, cacique opresor y despótico que apoyado por Miguel Cárdenas, gobernador del Estado de Coahuila, no reconocía más ley que su capricho y venía cometiendo desde hacia varios años todo género de abusos y atentados contra los ciudadanos honrados y trabajadores de la región que no tenían más defecto que el de no ser partidarios del Gobierno, y debido a estas circunstancias no faltó en aquel tiempo quienes, desconociendo los antecedentes del movimiento revolucionario, aseguraran que las causas del levantamiento de Viesca habían sido solamente los deseos que los resentidos habitantes del pueblo tenian de vengar los atropellos de que habían sido víctimas por parte del odiado presidente municipal. Sin embargo, es indudable que independientemente del compromiso contraído por el grupo para tomar las armas, la tiranía ejercida por este funcionario influyera grandemente para provocar ese acto de rebeldía, y por ello, el mismo Zertuche, al darse cuenta de la proximidad del levantamiento, en lugar de disponerse a defender el pueblo solicitando refuerzos a las poblaciones más cercanas, ya que sólo contaba con un reducido cuerpo de gendarmería, en la tarde del mismo día 24 abordó el tren para Torreón en unión de sus familiares, escapando así de sufrir las consecuencias de la furia popular, dejando para ocupar interinamente su puesto al secretario del ayuntamiento, llamado Jesús Mier.

Los rebeldes toman la plaza.

Los revolucionarios, que ignoraban la cobarde huida del cacique, se reunieron por la noche en las cercanías de la población por el rumbo de la hacienda de Hornos, y después de haber levantado la vía del ferrocarril y de cortar los hilos del telégrafo, hicieron su entrada al centro de Viesca, tomando como puntos de objetivo la presidencia municipal y la casa de Zertuche, situadas la primera en el costado sur de la plaza principal y la segunda en una de las calles adyacentes.

Al llegar a estos puntos iniciaron el ataque a los gritos de: ¡Abajo la Dictadura! y ¡Viva el Partido Liberal!, disparando sus armas contra los citados edificios, cuyas puertas y ventanas quedaron pronto destrozadas. La policía, al mando del cabo de serenos Encarnación Hernández pretendió oponer resistencia, pero ante la vigorosa acometida de los atacantes se rindió, y los gendarmes huyeron en distintas direcciones ocultándose en algunas casas del pueblo. En medio de la refriega quedaron muertos los policias Calixto froto y Faustino Cortinas así como uno de los rebeldes llamado Jesús Balderas, y resultó herido de gravedad el joven Gerardo lbarra, hijo del jefe del movimiento.

Posesionados ya de la población no ejercieron ni la menor venganza contra los rendidos defensores, y lo primero que hicieron fue poner en libertad a los infelices prisioneros que la justicia pUeblerina tenía amontonados en los inmundos calabozos de la cárcel municipal; luego proclamaron el Programa del Partido Liberal, recogieron algunos caballos que se encontraban en los corrales de la casa de Zertuche, y tomaron los escasos fondos que había en las oficinas públicas, todo esto, como dice Guerrero, sin cometer un solo caso de violcncia o atropellos contra las familias o las personas neutrales.

Una nueva victoria.

De esta manera fue como, sin gran esfuerzo y sólo lamentando la muerte de uno de sus compañeros, los rebeldes se apoderaron de Viesca, donde únicamente permanecieron un día y medio, pues tratando de extender la Revolución por otros puntos, en la tarde del día 26 abandonaron el pueblo con el propósito de atacar la cercana Villa de Matamoros.

Ya en camino para este lugar, los revolucionarios se encontraron en un rancho llamado El Gatuño con un piquete de soldados y con las fuerzas de la Acordada que habían salido a batirlos, trabando desde luego un reñido combate en el que la victoria también estuvo de su parte, haciendo al enemigo algunos prisioneros, entre los que se hallaba Francisco Hernández, comandante de policía de Matamoros, a quien fusilaron en el acto. Este acto de violencia se debió a que dicho comandante se había conquistado el odio general a causa de sus ferocidades en aquella Villa y sus contornos, y por ello no pudo escapar a las represalias de los oprimidos que ahora se hacían justicia por sus propias manos. Los demás prisioneros fueron puestos poco después en libertad.

En vista de que no contaban ya con el parque necesario para atacar la plaza de Matamoros por haberlo casi agotado en este encuentro, y teniendo conocimiento que la dictadura había destacado fuertes contingentes militares para perseguirlos, los rebeldes se vieron obligados a dispersarse por varios rumbos de la región con la idea de volver a reunirse más tarde contando ya con nuevos elementos de guerra para proseguir la insurrección en el mismo Estado de Coahuila.

* * *

Como era de esperarse, estos estremecimientos de rebeldía arrojaron muy pronto sobre los revolucionarios la más enconada persecución, y hasta muchos de aquellos escritorzuelos que ostentaban el título de liberales y amigos de los proletarios, emprendieron la tarea de levantar contra los rebeldes el odio ciego de la patriotería nacional. Se insinuó unas veces, se aseguró otras, que las armas de los revolucionarios eran facilitadas por los Estados Unidos, que ávidos por adueñarse de México, lanzaban al motín a unos malos mexicanos, traidores o ilusos, comparados con los de Panamá, como bandidos o forajidos. El epíteto más benigno que se les aplicó fue el de mitoteros (1).

Hablan los turiferarios.

En toda la prensa turiferaria de la República, y hasta en la que decía ser independiente, se hizo una tan intensa campaña de desprestigio para la Revolución y sus hombres, que si se reuniera toda esa literatura de insultos, falsedades y calumnias, escrita o prohijada por muchos de los que ahora son considerados como modelo de periodistas, se podrían formar varios volúmenes. Por ejemplo, en El País, diario católico de la ciudad de México, que presumía de oposición a la dictadura y dirigido por el talentoso aunque convenenciero articulista don Trinidad Sánchez Santos, en su número del 29 de junio de 1908 y bajo el epígrafe de Los Bandidos de Viesca, se decía lo siguiente:

Hacía ya mucho tiempo que nuestra República se hallaba completamente libre de bandidos en cuadrilla, que donde se presentan siembran el espanto y la muerte y con sus robos y tropelías trastornan hasta los cimientos de la sociedad.

Según telegramas recibidos en esta capital, que transcribimos en seguida, un numeroso grupo de gente forajida se ha levantado en el Estado de Coahuila, ha querido hacer prosélitos entre sus compañeros antiguos empleados del ferrocarril que estaban en la cárcel, han levantado los raíles de la vía férrea e inutilizado los hilos de telégrafo.

A continuación inserta este periódico un telegrama enviado por el gobernador de Coahuila a la Secretaría de Gobernación, y que en parte dice:

Confirmo mi mensaje de anoche. En efecto, el asalto a Viesca es pura y simplemente obra de bandidos. Confinados en la cárcel del pueblo habían varios forajidos que habían cometido frecuentes robos al ferrocarril. Algunos de sus cómplices, que habían logrado escapar a nuestras órdenes de captura, asaltaron Viesca procurando poner en libertad a los prisioneros, rompiendo las rejas de la cárcel ...

He dado órdenes para que se persiga enérgicamente a los bandidos. El primer encuentro tuvo lugar cerca de Matamoros y uno de los asaltantes fue capturado y uno de los nuestros muerto. He ordenado que se lleve bien custodiado al prisionero a Torreón para identificarlo y obtener la identificación de los demás, a fin de capturarlos ...

Por su parte, El Imparcial, periódico que diariamente quemaba incienso a los pies del Dictador, dirigido en ocasiones por Rafael Reyes Spíndola y en otras por el servil poeta veracruzano Salvador Díaz Mirón, en su número 27 de junio, publicaba lo que sigue:

Torreón, junio 26.

Ha quedado perfectamente aclarado, que el desorden ocurrido ayer en Viesca, fue un acto de bandolerismo.

Unos salteadores de caminos, que entre otras depredaciones habían cometido con anterioridad algunos robos al ferrocarril, se encontraban con ese motivo en la cárcel, sometidos a proceso, y como contaban con algunos cómplices que estaban en libertad, estos idearon un asalto sobre la cárcel pública, para libertar a los detenidos.

En masa se presentaron frente a la cárcel, sorprendiendo a los custodios de la prisión, y lograron su primitivo intento, que era el de libertar a sus compañeros, y ya todos reunidos, aprovechándose de la confusión que produjo el inopinado asalto, se dirigieron en un grupo como de cincuenta hombres, a robar el correo y la sucursal del Banco de Nuevo León.

La policía emprendió un combate con los fascinerosos, logrando aprehender a algulos de ellos; pero durante el asalto, tres empleados de las oficinas citadas fueron asesinados, y otros tres resultaron heridos de gravedad.

Consumado el robo y ante el ataque de la policía, los que quedaron libres huyeron en desbandada ...

Otra información de El País, enviada por su corresponsal en Saltillo con fecha 27 de junio y publicada el día 30 del mismo mes, está concebida así:

Se confirman las noticias según informes obtenidos de fuentes muy autorizadas, de que los escándalos de Viesca han tenido un carácter puramente vandálico.

La forma de organización, las tendencias, los procedimientos violentos y fuera de la ley, la rapacidad demostrada por esos hombres, y la falta absoluta de personalidades siquiera medianamente caracterizadas que dirijan sus movimientos, lo demuestran así, amén de los datos recibidos hasta ahora, que confirman de un modo casi pleno lo atinado de estas observaciones.

Para la fecha, debe considerarse concluido todo motivo de alarma, pues las poblaciones sobre las cuales se cernía la amenaza de un golpe de mano, están perfectamente protegidas por fuerzas federales y del Estado; en cuanto a los bandoleros, han sido acorralados por sus perseguidores en un punto que se nombra Monte Prieto, y que se halla situado entre la población de Matamoros y la hacienda de Hornos, cerca de Viesca.

Las fuerzas que han sido enviadas para su captura, son numerosas, y se cree que de un momento a otro habrán caído los bandoleros en su poder.

Según se desprende de los primeros párrafos de la comunicación anterior, los aduladores del porfirismo hubieran deseado que la Revolución hubiese comenzado no combatiendo con las armas en la mano, sino con elogios al Dictador y a los actos de su administración, como dice más o menos Juan Sarabia en sú defensa de Chihuahua. Agotados todos los medios pacíficos de la propaganda libertadora; después de que la prensa liberal hubo denunciado durante largos años la tiranía del Gobierno pidiendo un poco de respeto a la ley y una poca de piedad para el pueblo sin obtener ninguna de estas cosas, la propaganda de las ideas necesariamente tenía que cambiarse por la acción revolucionaria armada. En cuanto a la organización y a las tendencias del movimiento, no podían ser más perfectas. Primeramente se hizo conocer al país el objeto de la Révolución con el Programa expedido por la Junta del Partido Liberal el primero de julio de 1906, y las tendencias de la Revolución estaban claramente expresadas en el mismo Programa que, como se sabe, trata en sus puntos principales de la repartición de tierras, disminución de horas de trabajo y aumento de salarios, de la protección y garantías para los trabajadores, del fomento de la instrucción pública, de la libertad de pensamiento, de la correcta administración de la justicia y de la responsabilidad para los funcionarios públicos. Los procedimientos empleados por los rebeldes en el campo de la lucha no podían ser otros, pues era natural que tratando de derrocar al Gobierno contra el cual se habían sublevado, atacaran a las autoridades y a las guarniciones de los lugares que habían de tomar, así como que dispusieran de todos los elementos de guerra que encontraran a su paso, al igual que los fondos existentes en la3 oficinas públicas de las plazas rendidas; pero no los de los particulares como malévolamente afirman los voceros porfirianos, a menos que éstos hubieran acumulado sus caudales por medio de la violencia y el despojo apoyados por tiranos y caciques.

También era natural que al tomar una población devolvieran su libertad a los prisioneros que en ella se encontraran, políticos o no, pero que habían sido víctimas de, sucias maniobras y de arbitrariedades de jueces y polizontes del despotismo, así como que impidieran por cuantos medios estuvieran a su alcance, que las fuerzas federales transitaran libremente por las vías férreas, si ello significaba una grave amenaza para la Revolución, y por eso es admitido en todas las revoluciones del mundo apelar al supremo recurso de levantar los rieles y de volar o de incendiar los puentes del ferrocarril, actos que aparentemente demuestran un espíritu de destrucción y de barbarie, pero que son necesarios para el desarrollo y el éxito de los planes revolucionarios.

Por lo que se refiere a la falta absoluta de personalidades siquiera medianamente caracterizadas que dirigieran el movimiento, ello no es más que una falsedad publicada a sabiendas y una mal disimulada aversión por 105 luchadores que desde el destierro y la prisión eran el cerebro del movimiento libertador. Las figuras de Práxedis G. Guerrero, de los Flores Magón, de Antonio I. Villarreal, de Librado Rivera y de Manuel Sarabia eran suficientemente conocidas tanto en México como en Estados Unidos, y en todas partes se sabía que en medio de persecuciones y sacrificios preparaban un movimiento económico y social de primer orden en beneficio del pueblo de su patria.

Para no hacer demasiado extensa esta información, ya sólo transcribiré el reportaje de un redactor del Monterrey News, de Torreón, que se trasladó a Viesca para investigar los acontecimientos a bordo de un convoy que conducía el 16 Regimiento comandado por el general Juan M. Durán para recuperar la plaza y para perseguir a los rebeldes.

En su informe, donde no dice una palabra del asalto al correo ni al Banco de Nuevo León y más o menos da un cariz político al levantamiento al referirse al Club Liberal de Viesca, dicho redactor dice lo siguiente:

... Arribamos a Viesca, donde pude saber que la asonada había sido encabezada y llevada a efecto, por varios hombres del mismo lugar, figurando como jefe un rudo campesino que se dedicaba al comercio, llamado Benito Ibarra, secundado por un sastre que responde al nombre de Albino Polendo. Ambos jefes, así como los demás miembros de la gavilla, figuraban como socios de un llamado Club Liberal que se hallaba establecido en Viesca.

Poco después pude entrevistar a algunos de los más caracterizados vecinos del pueblo, quienes me refirieron detalladamente lo ocurrido. Los entrevistados dicen que el miércoles último, como a las doce de la noche, y cuando toda la población se encontraba en la más absoluta tranquilidad, se oyeron precipitadas carreras de caballos y gritos desaforados lanzados al parecer por un verdadero ejército de salvajes. Poco después de esto escucháronse repetidas detonaciones que se prolongaron por algunos momentos. Varios vecinos, presa de indescriptible pánico, saltaron de sus lechos y se dirigieron al lugar de los acontecimientos, pudiendo notar que un grupo de hombres atacaba a la policía de la población, y al terminar la refriega quedaron tendidos en el arroyo los cadáveres de los gendarmes y uno de los amotinados llamado JesÚs Bandera.

Después se dirigieron a la cárcel, poniendo en libertad a todos los que allí se encontraban detenidos.

Después de estos atropellos, atacaron la casa del presidente municipal, don Tomás Zertuche, quien por mera casualidad se encontraba en Torreón.

También saquearon los montepíos para proveerse de armamento y parque, y las oficinas federales fueron invadidas por los forajidos. Algunos bandidos, obligaron a varios vecinos de los más pudientes, a que entregaran fuertes cantidades de dinero; entre los robados se cuentan don Francisco González y José Cruz, quienes corrieron el grave riesgo de perder la vida.

Los forajidos lanzaron algunas bombas de dinamita contra la casa del señor Zertuche, sin lograr causar daños de consideración, pues no supieron preparar ni arrojar los cartuchos. Se calcula que lo robado en metálico asciende a la suma de cuatro mil pesos.

Los asaltantes lanzaron vivas a los Flores Magón y en medio de gritos y carreras, salieron al otro día dejando la población sin autoridades.

El señor Zertuche arribó a Viesca a bordo del tren militar, y desde luego comenzó a dictar seyeras medidas librando órdenes de aprehensión contra varios individuos que tomaron parte en el ataque. conforme a las declaraciones de los vecinos que presenciaron los hechos. Ha sido arrestado un comerciante llamado Donaciano Estrada que aparece como director del movimiento ... (2

Persecuciones y encarcelamientos.

Desde el momento de la llegada de Zertuche a Viesca, la situación de los revolucionarios se hizo difícil en extremo, ya que como consecuencia de las severas medidas dictadas por el cacique, se desencadenó una persecución desenfrenada contra ellos, y hasta muchas personas ajenas en lo absoluto al movimiento, pero que se habían conquistado el odio de ese hombre por su ideas liberales, fueron objeto de atentados y atropellos; pues el enfurecido funcionario no quiso desaprovechar la ocasión de demostrar su celo pacificador, siquiera para enmendar en algo las suspicacias originadas por la sospechosa separación de sU puesto en los momentos de mayor peligro.

En efecto, poco después eran aprehendidos un gran número de rebeldes, siendo algunos de ellos asesinados, y los demás llevados en calidad de bandoleros ante las autoridades judiciales, quienes para infundir un nuevo terror ante la Revolución que se extendía, les impusieron las más bárbaras condenas (3).

Algunos de los revolucionarios hechos prisioneros fueron Julián Cardona, Jesús Martínez, Manuel Escobedo, Juan Ramírez, Nicanor Mejía, Miguel y Donaciano Estrada, José Lugo, Prisciliano Murillo, Gregorio Bedolla, Santos y Eusebio Ibarra, Lorenzo Robledo, Julián Valero, José Ochoa, Sabino Burciaga, Florencio Alanís, José, Juan y Félix Hernández, Pablo Mejía Nava, Felipe Azcón, Pedro y José González, Lucio Chairez, Cecilio Adriano, Albino y Patricio Polendo, Leandro Rosales, Juan Montelongo y Andrés Vallejo.

En la cárcel de Torreón quedaron recluidos Miguel y Donaciano Estrada, Pedro y José González y Prisciliano Murillo.

A la Penitenciaría de Monterrey se condujo a Jesús Martínez, Santos y Eusebio Ibarra, Julián Valero, José Ochoa, Sabino Burriaga, Florencio Alanís, Pablo Mejía Nava, Felipe Azcón y Cecilio Adriano.

Al Castillo de San Juan de Ulúa fueron enviados Julián Cardona, Manuel Escobedo, Juan Ramírez, Gregorio Bedolla, Lorenzo Robledo, Albino y Patricio Polendo, Lucio Chairez, José, Juan y Félix Hernández, Leandro Rosales, Andrés Vallejo, Juan Montelongo y Nicanor Mejía. Este último sucumbió en la prisión en 1910, y los demás obtuvieron su libertad con la caída de la dictadura.

A José Lugo, uno de los rebeldes que más habían trabajado en la organización del levantamiento, lo llevaron a la prisión de Saltillo, donde lo condenaron a la última pena. Su ejecución fue aplazándose durante largos meses, hasta que después de dos años de estar esperando diariamente la muerte, fue fusilado en un corral el 3 de agosto de 1910, habiendo caído como un héroe.



Notas

(1) Guerrero, Episodios Revolucionarios. Viesca.

(2) El Pais, sábado 4 de julio de 1908.

(3) Benito Ibarra, jefe del grupo, logró escapar. Anduvo huyendo de las persecuciones durante largo tiempo, hasta que se unió al movimiento maderista. Murió viejo y pobre en junio de 1917.
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