Índice de Memorias de Porfirio DíazApéndice 3Apéndice 5Biblioteca Virtual Antorcha

APÉNDICE

Documentos del 31 al 39


Número 31
Auxilio enviado de México a D. José Cobos durante el segundo sitio de Oaxaca
11 de mayo de 1860

Después de escrito este capítulo, recordé que la expedición que envió a Oaxaca el Gobierno reaccionario establecido en la ciudad de México, en mayo de 1860, en auxilio de Don José María Cobos, cuando estaba sitiado por nuestras fuerzas a las órdenes del General Rosas Landa, no fue mandada por el Coronel Don Mariano Miramón, hermano del General Don Miguel, que fungía entonces como Presidente del Partido Reaccionario, sino por el General Don Santiago Cuevas; y que el Coronel Miramón acompañó a esa expedición como Jefe de un Cuerpo. La fuerza mandada por el General Cuevas, llegó a la ciudad de Oaxaca el 11 de mayo de 1860, el mismo día en cuya madrugada habíamos levantado el sitio de aquella ciudad, retirándonos para la sierra.




Número 32
El General Rosas Landa decide levantar el sitio
8 de mayo de 1860

Cuando el General Rosas Landa tuvo noticia de que se aproximaba la columna enemiga en auxilio de la plaza, citó a una junta de jefes y oficiales, en la que propuso la retirada a la sierra. Los jefes de fuerza del Estado, que acompañaban al General Rosas Landa, como el Coronel Villasana, Jefe del Estado Mayor; y los Tenientes Coroneles Balbontín, Zenteno, Zubeldía, Errasti, Subikuski y Tabachinski, estuvieron en favor de ese movimiento; pero yo apoyado por todos los demás jefes oaxaqueños, lo contrarié decididamente y propuse que la División marchase desde luego al encuentro de la fuerza enemiga, manifestando que si la derrotábamos, esa victoria nos abriría las puertas de la ciudad, y que si éramos derrotados, sería entonces tiempo de tomar el camino de la sierra para organizar de nuevo la campaña; pero el General Rosas Landa, con quien yo había tenido poco antes alguna dificultad personal, no recibió bien esta indicación, y pasamos dos o tres días en agrias discusiones, dando esto por resultado que se hiciera tarde para salir al encuentro del enemigo, y que no nos quedara más arbitrio que la retirada a la sierra, lo cual desagradó tanto a los jefes oaxaqueños, que si el General Rosas Landa permanece con nosotros, tal vez habría sufrido alguna violencia personal, que yo procuré evitar según referiré más adelante (1).




Capítulo XV

Después de escrito este capítulo, recordé un incidente de la retirada de Oaxaca, ocurrido con el General Rosas Landa, y otro de la batalla de Ixtepeji, en que tomó parte mi hermano Félix. Díaz, y son los que siguen:


Número 33
Peligro del General Rosas Landa al levantar el sitio de Oaxaca

Al llegar a San Agustín Etla, en nuestra retirada para la sierra y siendo perseguidos de cerca por el General Alarcón con fuerzas de Cobos, se metió el General Rosas Landa, para libertarse del sol, en una ermita situada sobre el camino, con el propósito de esperar un ataque del enemigo, que no intentó; y aunque yo no solamente no me abrigaba del sol, sino que se lo tenía a mal a los oficiales que lo hacían, me metí con él en la ermita, porque comprendí que la excitación que había en su contra, por parte de los jefes y oficiales oaxaqueños, con motivo de nuestra desastrosa retirada, era tan grande, que su vida corría peligro y me propuse escudarlo de cualquier atentado que se pretendiera cometer contra su vida. Don Luis Carbó y algunos de mis compañeros, se acercaron a la puerta de la ermita, y con señas me indicaban que me hiciera a un lado para que quedara el General Rosas Landa expuesto a sus tiros; pero lejos de complacerlos, les hice comprender que yo me proponía defenderlo a todo trance, y así pude lograr que llegara sin novedad hasta Teococuilco, en donde se separó de nosotros, y tomó el camino para Veracruz.




Número 34
El Teniente Coronel Félix Díaz en la batalla de Ixtepeji

El día 14 de mayo de 1860, vine a Ixtlán y en la madrugada siguiente salí para atacar a Trejo que estaba en Ixtepeji, y aunque el día anterior se nos había desertado Don Vicente Ramos con toda su caballería, como tomó camino por dentro de la sierra, para salir a la cañada de Cuicatlán por el rancho del Cuajilote, el enemigo no podía tener noticia de que nos habíamos quedado sin caballería.

Mi hermano Félix, que como oficial de caballería tenía gran empeño en organizar algunos soldados de esa arma, había reunido cuatro o cinco hombres montados, casi todos trompetas, que él consideraba como base para su regimiento. En los momentos en que yo atacaba por la Ermita de San Miguel, al pueblo de Ixtepeji, él tomó al trote el camino de La Piedra de Lumbre para la Parada, por las Ánimas, tocando degüello con sus clarines que era lo único que tenía disponible. Como el enemigo podía ver desde Ixtepeji algunas banderolas sobre la cerca del camino y oía una banda de caballería que tocaba degüello, comprendió que llegando aquella columna a las Ánimas o a la Parada, le cortaba su retirada para Oaxaca; y creo que esto contribuyó mucho para que abandonara a Ixtepeji y se retirara hacia La Parada, que por otra parte era punto más defendible.

Ese movimiento inició su derrota sin que después pudiera remediarlo, no obstante la superioridad de sus fuerzas, y si al fin se desengañó de que no había caballería, era ya tarde para reparar la moral de sus soldados.

.Después lo mandé flanquear con la compañía de Ixtepeji, por una vereda muy corta que es la del Cebollal, se la situé hasta la cumbre del Pinabete, donde él tendría que pasar dos horas después en su derrota.




Capítulo XXIV

Después de impreso este capítulo, recordé un incidente que aconteció con la Bandera de mi Cuerpo, y que se inserta en seguida, con el propósito de consignarlo en el lugar correspondiente, en alguna nueva edición que pueda hacerse de estas Memorias. Se inserta además el parte oficial que di al General Zaragoza el 6 de mayo de 1862, de la parte que tomé en la batalla del día anterior.


Número 35
La Bandera del 2° Batallón de Oaxaca en la Batalla del 5 de mayo de 1862.

El combate fue tan reñido, que mi batallón, que era el 2° de Oaxaca, perdió a su abanderado, el Subteniente Don Manuel González. Muerto éste, tomó la bandera el Capitán Don Manuel Varela, que cayó muerto también, pocos momentos después; entonces la tomó el Capitán Don Crisóforo Canseco, actual General y Diputado al Congreso de la Unión, quien por atender a su compañía, tuvo que entregarla al Subteniente Don Domingo Loaeza, en cuyas manos continuó hasta el fin del combate. Fue tan seria la refriega, que la bandera recibió cinco balazos en el paño y uno en su asta.

Esa bandera me fue presentada varios años después, con una acta suscrita por los que habiendo sido Oficiales subalternos de ese batallón, eran ya Generales cuando me la presentaron, y son entre otros el General Don Francisco Loaeza, el General Don José Guillermo Carbó y el General Don Marcos Carrillo, y la conservo en mi sala de armas, como un recuerdo honroso y muy grato para mí.




Número 36
Parte oficial del General Díaz de la BataIla del 5 de mayo de 1862

Cuerpo de Ejército de Oriente.
Cuartel Maestre.
Ejército de Oriente.
3a. División.
Mayoria General.

Me es grato poner en conocimiento de usted los pormenores de la función de armas de ayer, en lo relativo a la 3a. División que actualmente mando. A las once y media de la mañana cuando las columnas del enemigo estuvieron al alcance de nuestra artillería, comenzó un fuego activo de esta arma, por una y otra parte. Durante este cambio de proyectiles y durante los primeros ataques que la infantería enemiga dio a los fortines de Guadalupe y Loreto, las columnas que estaban a mis órdenes permanecieron en quietud, puesto que según instrucciones superiores no llegaba aún el momento de moverlas.

Entre las dos y tres de la tarde, cuando más se empeñaba el combate en los fortines antes mencionados, observé que una gruesa columna de infantería se dirigía a mi frente apoyada por un escuadrón y trayendo a vanguardia una numerosa línea de tiradores que ya comenzaban a batir al Batallón Rifleros de San Luis que en la misma forma cubrían nuestro frente. Rifleros permaneció combatiendo en su puesto, en términos de que al emprender su retirada, según instrucciones que prevenían el caso, ya no sólo era batido por los tiradores enemigos sino que comenzaba a sufrir los fuegos de la columna. En este momento mandé que el Batallón Guerrero, a las órdenes del Teniente Coronel C. Mariano Jiménez, se moviese en columnas hacia el enemigo, y desplegando sobre la marcha en batalla a su frente lo batieron sin dejar de ganarle terreno; comprometido este batallón en un serio combate y habiéndose alejado mucho era indispensable protegerle y doblar su impulso en caso necesario, y a este efecto, destaqué los Batallones 1° y 2° de Oaxaca al mando de sus respectivos Jefes C. Coronel Alejandro Espinosa del 1° y C. Teniente Coronel Francisco Loaeza del 2°, formados en una sola columna, y siguieron al enemigo con tal impulso que lo fueron desalojando sucesivamente en las sinuosidades del terreno que era una continuación de parapetos sobre la llanura.

Cuando nuestro ataque daba este plausible resultado, las columnas francesas que por última vez y con indecible vigor atacaban al Fortín de Guadalupe se convirtieron en torrentes de fugitivos que veloces descendían del cerro y parecían pretender cortar a los que combatíamos en el valle. En este momento mandé que el Batallón Morelos, que hasta entonces formaba mi reserva, se moviese en columna mandada por su Teniente Coronel C. Rafael Ballesteros y con dos piezas de batalla viniese a reforzar mi izquierda, como lo hizo, acabando de rechazar a los que no consumaban aún su fuga. Mandé también que por la derecha marchase rifleros con los escuadrones lanceros de Toluca y Oaxaca, en paralelo con Morelos y a su altura. Cuando en esta fonna perseguía al enemigo, recibí repetidas órdenes para hacer alto y lo verifiqué dejando a mi retaguardia el sitio del combate y con el enemigo al frente en el más completo desorden y a distancia de setecientos metros.

En esta situación y cambiándonos muchos tiros de artillería permanecimos hasta las siete de la noche, hora en que por orden superior volvía a ocupar mi línea. Por nuestra parte hay que lamentar la pérdida del valiente Capitán C. Manuel Valera y Sub teniente C. Manuel González., así como la herida del C. Capitán José Omaña.

El adjunto Estado expresa los muertos y heridos de la clase de tropa pertenecientes a esta División, sin comprender a los lanceros de Oaxaca por haberse considerado en la 1a. Brigada de caballería. No puedo decir con certeza el número de muertos y heridos del enemigo en esta línea, porque una comisión había comenzado a recogerlos antes que yo pusiese atención en ellos, y sólo puedo asegurar que he visto levantar más de veinte cadáveres del enemigo y un número de heridos mayor que no puedo calcular, y a muchos de éstos he visto al enemigo levantar multitud de heridos que conducían a su campo. Sírvase usted felicitar a mi nombre al Ciudadano General en Jefe, aceptando para sí la promesa de mi aprecio y debida subordinación.

Libertad y Reforma.
Campo frente al enemigo, mayo 6 de 1861.
Porfirio Díaz.Ciudadano General.
Cuartel Maestre del Cuerpo de Ejército de Oriente.
Presente.
Es copia.
Puebla, mayo de 1862.
Lázaro Garza Ayala, Secretario.




Capítulo XXV

La carta siguiente, fechada en Huatusco el 11 de junio de 1862, cuando funcionaba yo como Gobernador y Comandante Militar del Estado de Veracruz, por licencia concedida al General Don Ignacio de La Llave, demuestra cuáles eran las circunstancias de aquella época.


Número 37
Carta del General Díaz fechada en Huatusco el 21 de junio de 1862.

Huatusco, julio 21 de 1862.
Muy querido amigo:

Las pocas veces que he disfrutado el gusto de escribir a usted lo he hecho tan a la ligera, urgido por las ocupaciones de la campaña, que si no recuerdo mal no he hecho más que saludarlo; pero ahora que la pasajera suspensión en que estamos me lo permite, tengo además de aquel objeto, el de que usted se sirva decirme su opinión con respecto a lo que nuestro Gobierno puede esperar de ése en la cuestión presente; yo he visto a la prensa de ese país muy animada en contra de la intervención extranjera, y doblemente opuesta al establecimiento de una monarquía en México; pero la prensa pública de mi país no nos da datos oficiales en qué poder fundar un juicio tal, como el que yo quisiera tener, pues aunque no dudo que ese Gobierno desaprueba la conducta del Gobierno francés, mi deseo es saber hasta qué punto será capaz de protegernos y qué clase de protección podemos esperar.

En cuanto a nosotros, tres veces hemos tenido la gloria de medir nuestras armas con el invasor: en una de ellas (5 de mayo) hemos tenido la gloria de humillarlo, y en las otras dos, hemos dejado bien sentado el honor del Ejército Nacional y conquistado nueva reputación para las tropas de Oaxaca en lo particular, que ocupan hoy un lugar distinguido en el Ejército.

Después de nuestra última tentativa sobre Orizaba, recibí orden para marchar a unir mis fuerzas con la División del Estado de Veracruz, quedando todas a mis órdenes en este Estado, donde me tiene usted en observación del enemigo, haciéndole todos los días el mal posible, pero sin poder emprender una operación decisiva hasta recibir nuevas órdenes del Cuartel General del Ejército.

Espero que no me escaseará usted sus apreciables letras dándome tanto las noticias que le pido como las que tenga acerca de nuevas remisiones de tropas francesas. La elocuencia de usted en el banquete dado al Conde de Reus, ha tenido mucha aceptación entre nosotros y se ha hablado de ella, y escrito con la estimación que merece. Lo felicito a usted y felicito a mi patria por tener tan digno e ilustrado representante en el país cuyas relaciones amistosas le son más importantes que cualquiera otras. Acepte usted el afecto sincero de un amigo y servidor que lo quiere y B.S.M.

(firmado). Porfirio Diaz.
Sr. Lic. Maiías Romero.




Capítulo XXVII

Inserto en seguida el parte oficial que rendí al General González Ortega, Jefe del Ejército de Oriente, del ataque de los franceses al Cuartel de San Marcos, que fue rechazado por las fuerzas que estaban a mis órdenes.


Número 38
Parte del General Porfirio Díaz sobre el combate en el Cuartel de San Marcos en Puebla.
2 de abril de 1863

Abril 2 de 1863.
Cuerpo de Ejército de Oriente.
General en Jefe.

Con esta fecha me dice el Sr. Cuartel Maestre lo que sigue:

El señor General Porfirio Díaz, perteneciente a la División del Ciudadano General Berriozábal, encargado de la línea de vanguardia de San Agustín, me dice lo que copio:

Tengo la honra de participar a usted que en la brigada de mi mando han ocurrido en la noche de ayer y madrugada de hoy, las novedades siguientes:

A las ocho y cuarenta y cinco minutos de la noche, el enemigo que se halla en el Hospicio, abrió una brecha con artillería en el Cuartel de San Marcos, y se lanzó por ella en número considerable hasta ocupar la mitad del patio del edificio, y los defensores de éste el resto de él.

En este estado permanecimos sosteniendo un rudo combate hasta la media noche, a cuya hora volvió el enemigo a sus puestos, dejando en su fuga muertos y armas, que aún no puede recoger, por no permitírselo nuestros fuegos.

Como a las dos de la mañana, el enemigo que se hallaba cerca de la plazuela de San Agustín, abrió una brecha con artillería en la manzana que manda el Ciudadano Coronel Balcázar, lanzándose a continuación hasta ocupar parte de una casa, en cuya posición sostuvo un combate con los defensores de la línea hasta las cinco de la mañana, a cuya hora fue completamente rechazado, dejando en nuestro poder algunos muertos y armas, y en la calle otros de los primeros y varios de las segundas, que tampoco se le permite recoger.

Excuso hacer a usted recomendaciones especiales de los pundonorosos Jefes, Oficiales y tropa con cuyo mando me honro, y sólo le diré que todos ellos han manifestado que conocen cuánto vale la dignidad de una nación libre, que los ha honrado confiando a su denuedo el crédito de sus armas.

Por mi parte felicito a usted cordialmente y al Ciudadano General en Jefe, reiterándole las protestas de mi justa consideración.

Porfirio Díaz.




Capítulo XXXIII

Después de escrito este capítulo recordé un incidente que ocurrió estando en San Juan del Río, con el cuerpo de Ejército que yo mandaba y que refiero en seguida.


Número 39
Sedición de tropas de Sinaloa y Tamaulipas.
Agosto de 1863

Al volver de Querétaro a San Juan del Río, en donde había quedado la matriz del Cuerpo de Ejército de operaciones, al mando del Cuartel Maestre, General Don Miguel M. Echegaray, encontré sublevada a una parte de la fuerza. El General Echegaray era un militar demasiado rígido, pues obligaba a los soldados a hacer ejercicio hasta en las noches de luna, y la Fuerza de Sinaloa y Tamaulipas que yo tenía, era de voluntarios poco disciplinados y que no querían someterse a ese rigor, lo cual ocasionó su rebelión. El General Echegaray me recibió antes de entrar a San Juan del Río, y me refirió lo que había ocurrido: esto es, que los Batallones 1° y 2° de Sinaloa, mandados por los Mayores Jesús Toledo y Deódoro Corella; 1° de Tamaulipas, mandado por el Teniente Coronel Servando Canales, y la caballería irregular de Tamaulipas, mandada por el General Macedonio Capistrán, habían abandonado sus cuarteles y se habían refugiado todas en el de Capistrán y estaban en actitud de resistencia.

Entré a la población: me acerqué al cuartel, y encontré que los soldados estaban en las azoteas y ventanas con sus armas preparadas, les hablé y les mandé retirarse a sus respectivos cuarteles, sin apearme de mi caballo, pues no estaba seguro de que me obedecerían, retirando a la vez las fuerzas que por orden de Echegaray los acechaban, y mirando que los sublevados hacían lo que yo les mandaba, cité a todos los jefes y oficiales para mi alojamiento: una vez reunidos allí, les pregunté qué era lo que había ocurrido, y me presentaron sus quejas contra el General Echegaray, diciéndome que no podían seguir sirviendo con él; y con objeto de evitar dificultades, mandé a Querétaro a los que se habían amotinado para que no estuvieran en contacto inmediato con el General Echegaray.

Convencido de que no sería posible reducir a las fuerzas descontentas de Tamaulipas, solicité y conseguí del Gobierno que las mandara a su Estado. Cuando el Coronel Canales recibió orden para volver a la frontera, se avergonzó de lo ocurrido y me manifestó que él y sus soldados estaban dispuestos a seguir conmigo, defendiendo la Independencia.

Cuando recibí órdenes de marchar a Oaxaca, deseaba llevarme a Canales, quien me manifestó que él personalmente iría de buena gana, pero que sus compañeros no consentirian en alejarse tanto de sus hogares, por lo cual tuve que desistir de llevarme su batallón, y lo puse entre las fuerzas que formaron la División, cuyo mando se encomendó al General Don José López Draga, a quien lo recomendé muy especialmente. Desde entonces comprendí que cualesquiera que fuesen los defectos de Canales, había en él un fondo de patriotismo, y tuve ocasión de notar que estaba dotado de gran valor personal, cuyas cualidades demostró ampliamente en los sucesos posteriores.




Notas

(1) Este incidente se refiere en el documento N° 14 de este apéndice.

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