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CAPÍTULO IX

Asalto de Oaxaca

16 de enero de 1858

En la semana que siguió al ataque de la esquina del Cura Unda, creció mucho la desmoralización entre los sitiados, que culminó al saber que el Gobierno se proponía retirarse para la sierra, rompiendo el sitio. Conocido ese propósito por los oficiales más jóvenes y belicosos, se formó un compromiso entre ellos de desobedecer esa orden y atacar decisivamente al enemigo que ocupaba la plaza. Ese complot llegó a conocimiento del Gobernador y del Coronel Mejía, y como no estaban en condición de someternos, creyeron preferible castigarnos, poniéndonos a la cabeza de las columnas que debían asaltar la plaza.

Decidido el asalto se organizaron tres columnas de cerca de doscientos hombres cada una. La primera que debía atacar por las calles de Sangre de Cristo, Estanco y Sagrario, se puso a las órdenes del Teniente Coronel Don José M. Batalla, y como segundo al Capitán Don Vicente Altamirano; la segunda columna, que debía hacer un ataque paralelo por las calles del Carmen de Arriba, Campaña y Colegio de Niñas, era mandada por el Teniente Coronel Manuel Velasco y por mí como segundo; y la tercera, que debía atacar por la calle de la Barranca, paralela también hasta la esquina de la Virgen de Piedra se puso a las órdenes del Teniente Coronel Don José M. Ballesteros, y como segundo al Capitán D. Luis Terán, quien hasta entonces había figurado como un joven modesto, dependiente de una tienda.

La primera columna se componía de las compañías de Cazadores del 1° y 2° Batallón; la segunda de las compañías de Granaderos del 1° y 2° Batallón; y la tercera de las compañías la. y 2a. del tercer Batallón. Había una columna de reserva que debía marchar a la retaguardia de las columnas de asalto, sobre la huella de la segunda que era la que atacaba el centro, y se componía de más de cuatrocientos hombres, mandados por el Coronel Mejía.

Al amanecer el día 16 de enero de 1858, salieron simultáneamente las tres columnas por las calles que se les había designado. A la mitad de la marcha de la primera columna, cayó mortalmente herido su Jefe, Teniente Coronel Batalla, quien murió a pocas horas, y quedó gravemente herido el segundo jefe, Capitán Don Vicente Altamirano. Sin embargo de esto, la columna siguió hasta la Plaza de Armas a las órdenes del Capitán Don Mariano Jiménez. La segunda columna forzó la trinchera de la calle de la Cárcel, volteó el cañón que la defendía y marchó con él hasta el atrio de la Catedral. La tercera columna llegó sin obstáculo hasta la esquina de la Concepción y atacaba de flanco el Palacio, sin haber tenido que forzar más que una barricada de adobes que no tenía artillería. Detenida mi columna, que era la segunda, en la esquina formada por la Alameda del centro, Catedral y Portal del Señor, se me incorporó la primera columna que había quedado sin jefe, y había penetrado forzando la trinchera del Estanco, pero toda en desorden.

En algunos ataques fracasados que intentamos por dentro del Portal del Señor, nos mataron a algunos Oficiales, Sargentos y soldados e hirieron gravemente al Teniente Coronel Velasco, jefe de mi columna, por cuya circunstancia recayó en mí el mando. Organicé una nueva columna con el personal de la mía y el de la primera que se me había incorporado sin jefes, y marché directamente al Palacio, por la Plaza y por el Portal del Señor, quedando en mi puesto la columna de reserva, cuya cabeza llegaba en esos momentos, mientras que el Capitán Terán avanzaba con parte de la tercera columna, por la calle de la Concepción concurriendo conmigo a la esquina del Palacio, y atacándolo por la puerta del costado, cuando yo penetraba por la principal. El enemigo fue rudamente batido por las dos puertas del Palacio, lo cual lo determinó a abandonar su posición, quedando derrotado y perdiendo allí, entre muertos y heridos, muchos oficiales y tropa, y dejándonos muchos prisioneros, de los cuales más de treinta eran jefes y oficiales.

El Teniente Coronel Don Manuel González (después General de División del Ejército Liberal y Presidente de la República en el cuatrienio de 1880 a 1884) salió en desorden con la tropa y oficiales del 9°, por la cabecera oriental del portal del Palacio y allí fue confundido con nuestros soldados que perseguían a los que huían por esa calle. González llevaba como distintivo en el pecho una cruz roja, y al voltear la cara para coger su sombrero que se le había caído, fue visto por nuestros soldados que se disponían a disparar sobre él, cuando llegó al extremo de la calle, torció hacia el sur y por donde huían sus compañeros, y pudo así salvarse.

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