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CAPÍTULO LXXII

Don Justo Benitez

Del 1° de enero de 1863 al 31 de enero de 1867

El Lic. Don Justo Benítez fue, para mí, persona muy conocida desde el Seminario de Oaxaca, cuando yo tenía trece años de edad y él casi la misma. No fuimos condiscípulos, pue él tenía un año más de estudios, y en consecuencia no estábamos en una misma clase. Él, como yo, pensaba seguir la carrera eclesiástica, y como yo, la abandonó para seguir la de abogado.

Era hijo adoptivo del Presbítero Don José Félix Benítez, Cura de la Parroquia de San Pedro Teococuilco, en cuyo pueblo nació Don Marcos Pérez, y como el vicario de ese curato, el Presbítero Don Ramón Pardo era primo mío, acostumbraba yo pasar mis vacaciones en él, y así se estrechó más nuestra amistad.

Más tarde, con motivo de las ideas liberales que profesaba el Lic. Benítez, desistió de la carrera eclesiástica y siguió la del foro, que pudo terminar con lucimiento y con provecho para sí. Fue entonces más cordial nuestra amistad, llegando a ser íntima cuando militamos juntos en una gran parte de la Guerra de Reforma.

Durante esa guerra, siendo yo Coronel, servía como Mayor de Ordenes de la brigada que mandaba el General Don Cristóbal Salinas, que vino después a Tehuacán a incorporarse con la División del General Don Pedro de Ampudia, y el lic. Benítez, con el carácter de Teniente Coronel asimilado, servía de secretario a Salinas desde que estaba en Oaxaca, y al salir juntos a la campaña tuve ocasión de estar en más íntimo contacto con Benitez.

Algunos años después, durante la guerra con los franceses, me ofreció Benitez sus servicios como secretario, cuando supo que había yo sido nombrado Gobernador del Estado de Veracruz y General en Jefe de la División Llave, en sustitución temporal del General Don Ignacio La Llave, servicios que no acepté, manifestándole que era tan efímero ese nombramiento, que él no ameritaba la molestia de un viaje.

Con esta expresión de buena voluntad por parte del Sr. lic. Benítez, y el buen c0ncepto que yo tenía de sus aptitudes, al volver a Oaxaca, en diciembre de 1863, lo nombré Secretario del Gobierno del Estado, mientras estuve encargado de él, y cuando nombré Gobernador al General Don José María Ballesteros, encomendé a Benítez la Secretaría del Cuartel General de la Línea de Oriente, cuyo carácter conservó hasta que la plaza se rindió al General Bazaine, el 9 de febrero de 1865.

Los servicios que esa vez me prestó el lic. Benitez fueron de grande importancia, porque además de que tiene buena instrucción y buenas facultades mentales, es muy asiduo para el trabajo.

Luchaba yo, sin embargo, con su carácter imponente; pero la buena amistad que nos ligaba y mi posición superior, contribuyó mucho a hacerlo condescendiente. Tenía yo fe en su patriotismo, y por lo mismo cuando tuve necesidad de dedicarme a la organización del ramo militar, en el cual no podía él ayudarme, le dejé gran latitud en los ramos administrativos propiamente dichos y en los financieros.

Durante el sitio de Oaxaca, además del trabajo que desempeñaba en la Secretaría, me servía de vigilante para poder dormir una o dos horas diarias, cuando me retiraba con ese objeto al Cuartel General, pues aunque cualquiera de mis ayudantes podría haber hecho ese servicio, tenía yo más confianza en él, por considerado con todo el criterio suficiente para apreciar los casos que debieran ser puestos en mi conocimiento.

Fue capturado conmigo en Oaxaca por los franceses, conducido a Puebla y puesto en libertad en virtud de haber firmado la protesta de neutralidad que los austriacos nos presentaron a todos los prisioneros. Tanto en el Fuerte de Loreto como en el Convento de Santa Catarina, habitamos el mismo cuarto. Duró en la prisión cosa de cinco meses.

Permaneció en Puebla, después de haber sido puesto en libertad, sirviéndome personalmente y dispuesto a prestar los servicios públicos que yo le encomendaba.

Algunos días antes de que el Barón de Csismandia me hiciera objeto de sus consideraciones, que más que útiles me fueron embarazosas, porque yo ya tenía casi arreglada mi evasión mucho antes de verificarla, que habría realizado más fácilmente sin la severidad del Conde de Thun ocasionada por las consideraciones que me dispensó Csismandia, había yo concertado con el Lic. Don Justo Benítez que marchara a los Estados Unidos a desempeñar algunas comisiones cerca del Gobierno Federal, por el intermedio de nuestro Ministro en Washington. Quise que la marcha de Benítez se anticipara a mi evasión, porque procediendo de otro modo y conocida como lo era su amistad conmigo, habría sido preso al evadirme yo.

Para proveer a Benítez de los fondos necesarios para su viaje, pedí al Sr. Don José de Teresa, caballero español y amigo mío, que con insistencia me había ofrecido sus recursos, mil doscientos pesos, que me facilitó en un giro de mil pesos sobre Nueva York y doscientos en oro menudo, para los gastos de viaje.

El principal objeto de la comisión que di a Benítez acerca del Sr. Romero, Ministro Plenipotenciario en Washington, era obtener armas y algunos fondos que me permitieran hacer la guerra, sin exigir mucho de las pequeñas y pobres poblaciones donde tenía yo que ejecutar mis primeras operaciones, que siempre son las más costosas, porque consisten en la creación del material y personal de guerra.

Luego que el Gobierno supo por la llegada de Benítez a los Estados Unidos, mi propósito de evasión y la supuso consumada, renovó en mi favor todas las autorizaciones con que me había honrado en la primera campaña que terminó con la rendición de Oaxaca.

Más adelante inserto una nota de nuestro Ministro en Washington fechada el 28 de septiembre de 1865, dirigida a la Secretaría de Relaciones Exteriores residente entonces en Paso del Norte, en que se refiere el objeto de la misión del Sr. Benítez a Washington.

Durante su comisión én los Estados Unidos, hice yo la campaña que he referido y que comprende desde esa fecha hasta la ocupación de Oaxaca y vuelta de la campaña de Tehuantepec, que fue cuando me reuní con él en la capital de aquel Estado, en enero de 1867. Después de su regreso de los Estados Unidos, siguió en la misma condición de Secretario del Cuartel General durante toda la campaña hasta la ocupación de la capital de la República.

En todas las disposiciones financieras del Cuartel General, en los días de los sitios de Puebla y México, fueron de grande importancia los servicios que el Lic. Benítez me prestó en la Secretaría, auxiliado poderosamente en ese ramo por el Sr. Don Francisco Mejía y por Don Albino Carballo Ortega, quien a la sazón era Comisario general del Ejército.

Las relaciones que me estrechaban con el Sr. Don Justo Benítez, no eran sólo las que correspondían a nuestra identidad de ideas y de miras políticas y sociales, sino a una amistad casi fraternal aunque mantenida con mucho trabajo por mi parte, por su carácter dominante y su rigidez de opiniones sobre todas materias.


Ministerio de Relaciones Exteriores y Gobernación.
Departamento de Relaciones.
Sección de América.
Número 465 (1).
Legación Mexicana en los Estados Unidos de América.
Nueva York, septiembre 18 de 1865.
Comisionado del General Díaz.

Tengo la honra de comunicar a usted que anoche llegó a esta ciudad el Sr. Don José Justo Benítez que viene en comisión del General Díaz cerca del Supremo Gobierno con los objetos que paso a referir.

Durante la prisión del General Díaz en Puebla, estuvo preparando el terreno para lanzarse a la campaña cuando lo considerara conveniente. Del 14 al 16 del actual, debe haberse fugado de su prisión para ponerse a la cabeza de varias fuerzas que lo esperaban en el Estado de Puebla y en el de Oaxaca. Su primer cuidado ha sido enviar un comisionado al Supremo Gobierno con los objetos siguientes:

1° Explicar los acontecimientos que precedieron a la rendición de Oaxaca y las razones que motivaron ésta.

2° Saber si al volver el General Díaz a la campaña, vuelve a reasumir el mando en Jefe de la Línea de Oriente, con las mismas facultades que tenía antes de la rendición de Oaxaca, o si ha de quedar subordinado a algún otro Jefe.3° Pedir al Supremo Gobierno hasta cinco mil fusiles con las municiones necesarias antes de tomar a Oaxaca, e igual número o mayor después que dicha ciudad haya sido tomada.

4° Solicitar una subvención en numerario, de la mayor cantidad que fuere posible, para el sostenimiento de la fuerza que organice, cuya subvención deberá ser mayor mientras no se tome a la ciudad de Oaxaca.

Impuesto de todos estos puntos, aconsejé al señor Benítez que desempeñe desde aquí su comision por escrito, manifestándole además que si antes de que venga la respuesta del Supremo Gobierno, tuviéremos aquí algunos elementos de guerra a nuestra disposición, procuraría yo enviar algo de preferencia al General Díaz. Parece inclinado a seguir este camino, en cuyo caso, enviará por el próximo correo sus comunicaciones con todos los detalles necesarios, que no puedo dar por falta de tiempo.

La noticia de que el General Díaz ha vuelto a entrar en campaña, es de las mejores que podemos recibir, pues la República tiene mucho que esperar de su acreditado patriotismo y su pericia militar. Por su graduación en el ejército y los buenos servicios que ha prestado, creo que la Nación recibiría muy bien el que el Supremo Gobierno declarara, que estando otra vez en campaña, le corresponde el mando en Jefe de la Línea de Oriente. El servicio público nada perdería con esa determinación, y no hay susceptibilidades que pudieran considerarse justamente heridas con ella.

Reproduzco a Ud. las seguridades de mi más distinguida consideración.

M. Romero.
C. Ministro de Relaciones Exteriores.
Paso del Norte.




Notas

(1) Correspondencia de la Legación Mexicana en Washington durante la intervención extranjera. 1860-1867. Vol. V. pág. 655.

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