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CAPÍTULO XXXVII

Maximiliano y los franceses

Del 7 de junio de 1863 al 15 de julio de 1867

Para no tener que interrumpir la relación que estoy haciendo de los sucesos en que tomé una participación directa y personal, referiré aquí a grandes rasgos y en beneficio de los lectores que no estén bastante familiarizados con los sucesos de la intervención extranjera en México, lo que ocurrió en lugares que no fueron el teatro de mis campañas.

Ocupada Puebla por los franceses, el Gobierno Constitucional de la República salió de México para San Luis Potosí el 31 de mayo de 1863, y el ejército francés la ocupó el 7 de junio siguiente.

El 16 del mismo mes, expidió el General Forey, en cumplimiento de instrucciones expresas del Emperador Napoleón, un decreto autorizando a M. Dubois de Saligny, agente diplomático francés, a quien se suponía conocedor de México, para nombrar a 35 personas, quienes eligirían a un triunvirato que ejerciera el Gobierno de México, y además designarían a 215 personas que formarían una junta, llamada de notables, la cual decidiría qué forma de Gobierno debía adoptar México.

Por supuesto que esta junta se compuso de personas del partido reaccionario con tendencias monarquistas, y en cumplimiento del programa formado de antemano por el Emperador de los franceses, proclamó el 10 de julio siguiente, sin un solo voto de disidencia, el establecimiento de un imperio en México, llamó al trono al Archiduque de Austria, Don Fernando Maximiliano, y acordó que en el caso de que éste no aceptara la corona, se suplicara al Emperador de los franceses designara la persona que debiera ocupar el trono.

Aunque al recibir el archiduque Maximiliano la notificación respectiva de una comisión de mexicanos, el 3 de octubre de 1863, manifestó que no aceptaría el imperio que se le ofrecía, sino en caso que la Nación sancionara su llamado, no esperó a obtener el resultado, sino que firmó en Miramar el 10 de abril de 1864, una convención, asumiendo ya el carácter de Emperador de México, en que se comprometía con Napoleón en nombre de México, a pagar indemnizaciones fuertes al gobierno francés por reclamaciones fraudulentas y a pagar los gastos del ejército invasor. Poco antes había negociado en Europa, con gran quebranto, un préstamo que en su mayor parte se destinó a satisfacer reclamaciones francesas y gastos de guerra. Estando ya en México negoció otro préstamo, del que utilizó bien poco, y que habría recargado fuertemente a la Nación, si su Gobierno hubiera sido aceptado por el país.

En seguida se embarcó Maximiliano en Miramar con destino para México, tocando primero en Roma, y trajo un cuerpo de voluntarios austriacos y otros de belgas, que debían formar el núcleo del ejército imperialista. Llegó a Veracruz el 28 de mayo de 1864, e hizo su entrada en México el 12 de junio siguiente. Permaneció en el país inclinándose unas veces a los conservadores, otras demostrando tendencias liberales, elogiando a veces la conducta de los mexicanos que resistían a la intervención francesa, y ordenando poco después, en su decreto de 3 de octubre de 1865, la ejecución de todos los que tomaran las armas contra dicha intervención; pero teniendo que someterse siempre a los dictados del General Bazaine, Jefe del Ejército fránces, demostró en el tiempo que estuvo en México la completa versatilidad de su carácter y su falta de la capacidad necesaria para fundar un imperio, especialmente en un país amante de su Independencia y celoso de sus libertades.

El General Forey y M. de Saligny, siguieron en México una política netamente clerical y retrógrada, y no satisfecho de ella Napoléon, los retiró, y nombró Jefe del Ejército invasor al General Bazaine, y le confirió además amplios poderes militares y políticos. El General Bazaine asumió el mando el 1° de octubre de 1863 y lo conservó hasta la retirada final del ejército francés.

Napoleón envió a México cosa de 40,000 soldados franceses. En abril de 1865, cuando ya se habían retirado algunos cuerpos franceses, tenía el General Bazaine 63,800 hombres a sus órdenes, según el testimonio del Capitán Noix (1), de los cuales 28,000 eran franceses, 20,000 traidores, 8,500 rurales, 6,000 austriacos y 1,300 belgas.

Cuando Napoleón comprendió que había fracasado por completo su proyecto, que él consideraba como la página más gloriosa de su reinado, y que tenía necesidad de retirar sus fuerzas de México, olvidándose de los compromisos contraídos con el Archiduque de Austria, ofreció al Gobierno de los Estados Unidos que el ejército invasor se retiraría de México en tres partes, de las cuales, la primera saldría en noviembre de 1866; la segunda en marzo y la tercera en noviembre de 1867. Se dio prisa para cumplir con su promesa, pues no esperó a que llegara el plazo estipulado, sino que el 11 de marzo de 1867 se había retirado ya todo el ejército invasor, quedando tan sólo en México parte de los contingentes austriaco y belga. Después de la retirada de los franceses quedaban a Maximiliano más de 50,000 hombres (2).

Cuando Maximiliano se persuadió que el ejército francés lo abandonaba, resolvió regresar a su país, y con este objeto pidió a su hermano el Emperador, que lo repusiera en sus derechos a la corona de Austria, y que le mandase un buque de guerra que lo transportara de México, y fue enviada La Novara a Veracruz; pero su natural versatilidad hizo que al llegar a Orizaba cambiase de opinión en virtud de los ofrecimientos de los Generales Márquez y Miramón, a quienes la intervención francesa había desterrado de México con varios pretextos, y regresó con ellos a la capital, de la que partió después para Querétaro, en donde fue hecho prisionero el 15 de mayo de 1867 por el ejército que mandaba el General Escobedo, y ejecutado el 10 de junio siguiente con los Generales Miramón y Mejía, después de haber sido juzgado por un Consejo de Guerra.

El pretexto de la intervención francesa fue cobrar a México una reclamación del suizo Juan Bautista Jecker por $15,000,000, en la que estaba interesado el Duque de Morny, cuyo agente en México era M. Dubois de Saligny, y la Francia gastó con tal propósito, mas de diez veces esa suma, sin tomar en cuenta la sangre derramada.

La intervención francesa en México constituye una severísima lección para los Gobiernos que atentan contra la autonomía de pueblos más débiles y para los ciudadanos de un país que se unen al ejército invasor. Su resultado fue desastrozo para todos los que tomaron parte en ella, sin distinción de categorías ni nacionalidades. A Napoleón le costó el trono; a la Francia la terrible humillación de retirar su ejército ante la amenaza de los Estados Unidos, sabiendo bien lo que se esperaba a su protegido, y la vida a Maximiliano. El clero y los conservadores mexicanos que solicitaron y apoyaron la intervención, sufrieron también terriblemente, comenzando por el desengaño de que los franceses sostuvieran las Leyes de Reforma expedidas por el Gobierno liberal, que fueron la causa que los determinaron a solicitar la intervención extranjera. A la Francia le costó mucha gente, un gasto líquido de más de 300.000,000 de francos (3), y su derrota y desmembración en Sedan y Gravelotte. El mismo Mariscal Bazaine no quedó libre del desastre, pues tuvo un fin bien triste.

El Gobierno Nacional se retiró de San Luis Potosí para Zacatecas el 22 de diciembre de 1863, conforme avanzaban las fuerzas francesas para el interior; siendo ocupada la Plaza de San Luis por Don Tomás Mejía el día 25; de Zacatecas pasó el Gobierno a Saltillo, de allí a Monterrey y el 15 de agosto de 1864 salió de Monterrey para Chihuahua, a donde llegó el 12 de octubre siguiente. Permaneció en esa ciudad hasta el 9 de diciembre de 1865 que salió para el Paso del Norte, a donde llegó el día 18, y allí permaneció durante la época más aciaga para la Nación. Salió del Paso el 17 de junio de 1866, de regreso para Chihuahua, y de allí continuó su marcha para Zacatecas y San Luis Potosí, haciendo al fin su entrada a México el 15 de julio de 1867.

Desde mi salida de Querétaro y especialmente desde mi llegada a Oaxaca, quedé casi del todo incomunicado con el Gobierno Federal, pues mi único conducto de comunicación, tardío y difícil, era nuestra Legación en Washington, y tuve que ejercer mi discreción en todo caso, procediendo siempre como lo creí más conveniente al bien del país y al éxito de nuestra causa.




Notas

(1) L´ Expédition du Mexique 1861-1867. Récit politique et militaire par G. Noix, Capitaine d'Etat Major, Paris, 1874, Pág. 476.

(2) L´ Expédition du Mexique 1861-1867. Récit politique et militaire par G. Noix, Capitaine d'Etat Major, Paris, 1874. Pág. 553.

(3) L´ Expédition du Mexique 1861-1867. Récit politique et militaire par G. Noix, Capitaine d' Etat Major, Paris, 1874. Pág. 763 et 764.

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