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CAPÍTULO XIII

Mitla

21 de enero de 1860

Luego que regresé a Juchitán de Tehuantepec. me ocupé de organizar una columna con que debía ayudar al Gobierno del Estado a recobrar la capital, que había perdido replegándose a Ixtlán. Aumenté, instruí y uniformé al Batallón Independencia tanto como era posible en pocos días y recibí del Gobernador de Chiapas, por orden del Sr. Juárez que aún permanecía en Veracruz, una fuerza como de setenta hombres, mandada por el Coronel Don Nicolás Ruiz y el Teniente Coronel Don José María Vela, que agregué a los restos de mis compañías de cazadores y granaderos de mi Cuerpo, que a esa fecha apenas pasaban de cien hombres entre las dos.

Salí de Tehuantepec, con dirección a Oaxaca el 5 de enero de 1860, siguiendo el Camino Nacional hasta San Carlos Yautepec, distante como 35 leguas de Oaxaca, y de allí marché hacia la derecha del camino por la cañada de Narro hasta San Lorenzo Alvarradas, para evitar que el enemifto tuviera noticia de mi movimiento y para acercarme mas a las fuerzas del Gobierno del Estado que debía venir a Tlacolula, a proteger mi marcha e incorporarnos allí.

El 20 de enero pernocté en el monte, cerca del pueblo de San Lorenzo Alvarradas. Al siguiente día, cuando emprendía mi marcha para Tlacolula, noté algunos síntomas de insubordinación entre los juchitecos, y a pocos momentos el Teniente Coronel Cosme Damian Gómez, que por enfermedad del Teniente Coronel Pedro Gallegos, mandaba ese batallón, me dijo que los juchitecos me habían cumplido con acompañarme hasta cerca de Oaxaca, que era su objeto; que ya no tenía yo peligro; que no querían alejarse más de su pueblo, y que se proponían regresar a Juchitán. Como esto constituía una rebelión al frente del enemigo, formé las compañías de mi batallón frente a los insurrectos, mandé a éstos terciar armas y habiendo quedado impasible todo el Batallón de Juchitán y pareciéndome prudente no tomar la cuestión de una manera colectiva, me dirigí particularmente al sargento que cerraba su costado derecho y después de darle algunos golpes lo mandé parar en la fpla y le ordené terciar. Obedeció mi orden y entonces la di a todo el batallón y fue también obedecida por todos. La corta distancia a que se encontraba el enemigo, así como la consideración de que eran Guardias Nacionales, indisciplinados y casi rogados, no me permitió proceder con la energía debida en ese caso.

Coloqué a la vanguardia a la fuerza de Chiapas, en el centro a los juchitecos sublevados, y a la retaguardia a las compañías de mi batallón, dándoles orden a los soldados de ésta, en alta voz y de modo que los juchitecos la entendieran, de pasar por las armas sin más consulta a todo soldado que se atrasara en la marcha. En estas condiciones y como una hora después de ocurrido ese suceso, fui atacado de improviso por el Regimiento de guías de caballería que mandaba el Teniente Coronel Antonio Vidal Canalizo, el cual formaba la vanguardia de la columna de Marcelino Cobos, compuesta de 1,300 hombres, que venía de Tlacolula a batirme. José María y Marcelino Cobos habían ocupado a Tlacolula antes de que llegara la fuerza de la sierra y el segundo había salido a encontrarme. Resistí el primer ataque del regimiento de guías que pude rechazar, quedando muertos en él Canalizo y el Capitán Miguel Monterrubio, así como algunos soldados y caballos. Ocupé en seguida una colina frente a la hacienda de Xagá, cercana al pueblo de Mitla.

Derrotado el Regimiento de guías, retrocedió hasta ser protegido por su infantería y artillería; y cuando llegó la infantería enemiga con su artillería, emprendieron formal ataque hasta ocupar la colina que se defendía y que había dejado un tanto débil, tratando de detener a viva fuerza a los juchitecos que huyeron en esos momentos a la vista del enemigo. Sin embargo, como los restos de granaderos y cazadores, quedaban en buen estado de ánimo y muy mortificados por la conducta de los juchitecos, haciendo un esfuerzo supremo, pude recobrar la colina dejándome Cobos dos obuses de montaña que constituía toda su artillería; pero no pude conservar esa posición ni las piezas capturadas, por ser muy reducido el número de soldados que me había quedado y que en esos momentos no llegarían a 80 hombres, pues al huir los juchitecos, se habían ido también varios de los chiapanecos y hasta algunos soldados de mi batallón, además de las muchas bajas que había tenido por muertos y heridos. Tampoco pude llevarme los obuses porque los capturé sin mulas, y por este motivo el enemigo los recobró. Cuando emprendió nuevo ataque en alta fuerza, y no teniendo ya elementos bastantes para resistirlo, me determiné a abandonar la colina, inutilizando previamente los cañones que había tomado al enemigo. Esta fue la primera derrota que sufrí en mi carrera militar, que por supuesto me mortificó mucho.

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