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12. El reinado de Melisenda y la caída de Edesa.

La inesperada y sorpresiva muerte del Rey Fulko I, auguraba tétricas consecuencias para el Reino. El Tribunal Supremo entró en sesión antes de que se enterrara el cuerpo del difunto Rey, puesto que había gran inquietud entre laicos y clérigos sobre el futuro del Reino de Jerusalén. Ciertamente, en el pasado, cuando el Rey Balduino II había caído cautivo de los islámicos, la ausencia del monarca no perjudicó al Reino, y bastó con el nombramiento de un sustituto provisional para cubrir las formalidades. Pero la situación era harto diferente ante la muerte de Fulko I. En primer lugar, la muerte del Emperador bizantino Juan Comneno otorgó grandes bríos al terrible jefe islámico Zengi. En segundo lugar, la situación en los dominios occidentales de Siria no era nada halagüeña. Una tirantez entre el Príncipe antioquiano y el Conde de Edesa ponía en peligro la unión de las fuerzas de la cruz, volviendo muy vulnerable la zona a los ataques del Islam. En tercer lugar, los súbditos del Reino, acostumbrados a tener un Rey varón al frente, desconfiaban de la presencia de una mujer como Reina, ya que imperaba la opinión de que las mujeres no eran buenas para pelear ni para administrar.

La manera como el Tribunal Supremo resolvió aquella espinosa situación, fue algo más que salomónica. Se nombró a Melisenda como Reina Regente y a su hijo Balduino, como CoRegente del Reino, siendo ambos coronados, en la Navidad de 1143 como gobernantes reales, por el Patriarca de Jerusalén, Guillermo de Mesina, el mismo que había coronado a Fulko I. Con esa decisión, el Tribunal Supremo zanjó las dificultades de dejar a una mujer como cabeza del Reino, puesto que su función de Regencia debía apoyarse en el CoRegente Balduino, el que no obstante ser menor de edad, no dejaba de ser un varón.

Melisenda apoyaría su gobierno en la labor de su primo Manasses de Hierges, nombrándolo Condestable del Reino.

Zengi, sintiéndose dueño de la situación en Siria después de las muertes del Emperador Juan Comneno y del Rey Fulko I, inició una avanzada de reconquista para expulsar a los occidentales de la región.

En el otoño de 1144, aprovechando que Joscelino, Conde de Edesa, al frente del grueso del ejército cruzado, había abandonado la ciudad capital para batir las avanzadas islámicas que merodeaban por la zona, Zengi puso sitio a la ciudad de Edesa sabiendo que se encontraba pobremente defendida. Y así, ante la indiferencia del Príncipe Raimundo de Antioquía, que nada hizo para acudir en auxilio de la sitiada ciudad, y la evidente cobardía de Joscelino, Conde de Edesa, quien de plano claudicó para atacar a los sitiadores, Edesa capituló, después de resistir por cuatro semanas, ante los ejércitos de Zengi.

El jefe islámico trató con clemencia a los pobladores autóctonos, pero fue excesivamente severo con la población occidental, decapitando a todos los hombres y reduciendo a la esclavitud a las mujeres y niños.

Con el nombramiento de Kutchuk Alí de Anbil, como gobernador de la ciudad, Edesa pasó a formar parte de los dominios del Islam.


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