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4.2. La expedición de Pedro el Ermitaño.

La segunda expedición, comandada por el mítico Pedro el Ermitaño, fue mucho más numerosa que la de Gautier Sans Avoir, llegando quizá a contar algunos miles de personas.

De Pedro el Ermitaño se decía que era originario de Picardía, pues había nacido en Amiens. Los cronistas relatan una leyenda según la cual Pedro se había trasladado en peregrinaje, años antes del inicio de la cruzada, a Jerusalén, y estando en el Santo Sepulcro tuvo una visión en la que Jesucristo se le apareció encargándole, como misión divina, el expulsar a los infieles de Jerusalén, siendo por ello su empeño en formar una expedición militar que llevase a buen término las divinas órdenes.

A Pedro el Ermitaño los cronistas le describen deambulando de villa en villa, predicando y exhortando a los pobladores a la formación de una cruzada que se encargase de liberar la tierra santa. Portando una rústica vestimenta compuesta por una túnica de lana y un largo blusón que le llegaba hasta sus desnudos pies, de pequeña talla, pero poseedor de un verbo que bien sabía manejar para hipnotizar a aldeanos y señores, no tardó mucho en convertirse en un auténtico líder popular que mediante sus prédicas, cargadas de un alto contenido apocalíptico, maravillaba a los pobladores del Berry, Orléans, Beauvais, la Champagne, el valle de Mosela, Treves y Colonia, atrayendo tras de sí a muchedumbres ignorantes e indisciplinadas muy proclives a un fanatismo sin par que les orillaba a la aventura.

Aquellos contingentes reunidos por el Ermitaño, no eran aptos para llevar a buen puerto una expedición militar capaz de hacer morder el polvo a los turcos seldyucidas. Su notable predisposición aventurera, les asemejaba más a una gran banda de facinerosos depredadores, que a un ejército formal.

Se dice que el Ermitaño arribó a la ciudad de Colonia, seguido por sus huestes de cruzados, el día sábado santo 12 de abril de 1096, y que ahí decidiría esperar un tiempo para engrosar aún más sus indisciplinadas filas, y que una vez aunados los contingentes normandos, venecianos y lombardis, se pondría por fin en marcha rumbo a Medio Oriente.

Si la travesía de Gautier Sans-Avoir por los territorios húngaros y búlgaros fue una odisea, ¿qué decir de lo ocurrido a los expedicionarios dirigidos por el Ermitaño? Los cronistas han dejado una historia épica de las andanzas de esta segunda expedición por esos territorios. Terribles combates, persecuciones novelescas, fallidos sitios, en fin, toda una epopeya que culmina con el permiso del Emperador Alejo I para radicar en Constantinopla esperando el arribo de la cruzada señorial.

Se cuenta que Pedro el Ermitaño fue recibido por Alejo I y su Corte. Existe una reseña de esta entrevista, debida a la princesa Anna Comneno, quien describe al Ermitaño como un sujeto con gran facilidad de palabra, que no dejó una buena impresión en el Emperador.


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