Índice de Por el poder de la cruz. Una breve reflexión sobre la Primera Cruzada de Chantal López y Omar CortésCapiítulo anteriorCapítulo siguienteBiblioteca Virtual Antorcha

Capítulo Tercero

La marcha a Oriente

1. De la situación en Occidente entre los siglos XI y XIII.

Durante el siglo XI ocurrieron, en la Europa Occidental, trascendentes cambios.

El aumento de población, la proliferación de villas y burgos, la multitudinaria construcción de iglesias, el desplazamiento de grupos sociales para radicarse, fundando nuevas ciudades, en sitios antaño desiertos, y, sobre todo, la multiplicidad de los contratos de asociación, que marcarían un importante viraje en el terreno de las relaciones mercantiles al fomentar y acrecentar el comercio, constituirán los signos distintivos de este indudable renacimiento medieval.

El uso del molino de agua, y posteriormente el de viento, para la molienda de las abundantes cosechas; el marcado desarrollo de la minería, con la extracción de hierro, material de construcción, y la búsqueda de minas de sal; el progreso de la industria textil con la utilización de nuevas técnicas como la del molino de batan, el telar horizontal con pedales y el torno de hilar, generarán un excedente de producción listo para ser comercializado.

El desarrollo del comercio provocará la proliferación de ferias y de mercados que impulsará la construcción de caminos y puentes, engrandeciéndose los centros urbanos que adquirirán importancia para las llamadas rutas comerciales. Posteriormente, propiciará el despegue de las vías marítimas, incidiendo en la construcción de puertos y flotas de barcos, generándose el perfeccionamiento de la legislación comercial y creándose la burocracia pública dedicada a la observancia de la normatividad comercial vigente, y al cuidado del cumplimiento de las medidas de seguridad e higiene. Los centros comerciales de la Italia septentrional y central, así como los de Champagne e Ile de France, adquirirán una gran notoriedad.

Para el desarrollo de las vías marítimas comerciales jugarían importantísimo papel los inventos medievales de la brújula y del timón rodante que en mucho superaba al tradicional timón lateral.

El desenvolvimiento de la actividad comercial fomentará el interés por el estudio de las leyes, lo que conllevará, sobretodo en Italia, a la fundación de escuelas de derecho.

Paralelamente al desarrollo comercial, se generará el cambio de la llamada economía en especie, basada en sistemas de trueque, a la economía monetaria, basada en el uso de la moneda como elemento de intercambio, produciéndose un aumento en el circulante y la aparición de los denominados préstamos monetarios, que poco a poco sustituirán a los préstamos en especie. Igualmente, la tradicional renta en especie sería, poco a poco, suplantada por la renta monetaria, creándose algo similar en el terreno impositivo al surgir los impuestos monetarios, que si bien no sustituyeron del todo a los impuestos en especie, si se conformaron como medida de cálculo de éstos.

El desarrollo de la economía monetaria generará un notable impulso en la acuñación de moneda. El florín de oro en Florencia y Génova, el escudo de oro en Francia y el ducado de oro en Venecia, constituyen claros ejemplos. Con la generalización en la acuñación de monedas de oro, la Europa de Occidente desplazó a las consideradas monedas fuertes, como el dinar islámico y el besante bizantino.

Por supuesto que en el campesinado y la nobleza señorial, la implantación de la economía monetaria impactaría negativamente.

En el campesinado se generará una profunda división entre los campesinos ricos beneficiados por la particularidad productiva de sus tierras que permitían la siembra y cosecha de determinados productos altamente codiciados, y los campesinos pobres que no corrían con similar suerte, surgiendo una enorme concentración de riqueza y poder entre los primeros y un agudo empobrecimiento entre los segundos. Tanto clérigos, nobles señoriales, burgueses y campesinos ricos, se aprovecharían de esa multitud de campesinos pobres mediante el arrendamiento, la aparcería o el préstamo de usura. Así, gracias a toda la gama contractual existente, los campesinos pobres quedaban atados de pies y manos para beneficio de los otros sectores, generalizándose las famosas corvées (contratos de prestación personal) y alterándose sensiblemente la estructura social hasta entonces prevaleciente, que dividía a la sociedad medieval en los oratori (clérigos), los bellatores (caballeros) y los laboratori (trabajadores), dándose, en este último sector, una subdivisión entre los manoeuvriers (jornaleros) y los brasiers (braceros).

Aplastados por enormes deudas que habrían de transmitirse de generación en generación, así como por un caudal de impuestos, entre los que destacaba el famoso taille (impuesto personal), estos campesinos esclavizados constituirán el elemento humano que engrosará los ejércitos de la cruz.

En cuanto a la nobleza señorial, la implantación de la economía monetaria tuvo un fortísimo impacto que provocó su descomposición, empobreciéndola. El ascenso del sector comercial o burgués y la imposición de sus métodos y concepciones mercantiles, darán al traste con este sector nobiliario rústico. Acostumbrados tan sólo a sacar de sus dominios rentas e impuestos pagados en especie, al introducirse la moneda como instrumento de intercambio, los señores feudales hubieron de recurrir a la venta de lo que recaudaban en el mercado controlado por la naciente burguesía que fijaba el precio y las condiciones de pago, con lo que, al cabo de un corto periodo de tiempo, terminó sujetando a la nobleza señorial bajo su dominio. Muchos de estos nobles rurales participarían en las cruzadas buscando la manera de revertir su angustiante situación.

En cuanto al crecimiento urbano, se generó por tres principales causas:

1. El inusitado crecimiento demográfico. Entre los siglos XI y XIII se produce en la Europa latina un súbito aumento en la población, y paralelamente un notable descenso en la mortalidad infantil. De igual manera, el promedio de vida llega a extenderse hasta los sesenta años, algo realmente inusual en aquellos tiempos. Varias interpretaciones se han vertido sobre ese fenómeno, destacando la tesis biologista que advierte sobre un cambio ecológico ocurrido durante esos siglos en la Europa latina y que trajo como consecuencia condiciones climatológicas muy favorables para la vida en general.

2. El establecimiento de las rutas comerciales, que directamente incidirá en la colonización de zonas antes despobladas, y en el crecimiento de las ciudades existentes.

3. La consolidación de la economía monetaria, mediante la cual se abrirían posibilidades, hasta entonces desconocidas, para múltiples objetivos con el uso del crédito.

El crecimiento urbano generará una lucha entre los sectores nobiliarios de la realeza, los sectores nobiliarios señoriales, el clero y la burguesía, por el control de las nacientes ciudades.

En efecto, la fundación de las llamadas ciudades libres, por los comerciantes, estructuradas en base a las Cartas constitutivas en las que se especificaba su organización interna, motivo una honda transformación en la estructura gubernativa del medievo, al quedar las referidas ciudades fuera del dominio jurisdiccional de los señores, del clero y del monarca. Gobernadas por la institución del patriciado, compuesto por las familias de los mercaderes más poderosos, las ciudades libres extraerán del sector rural la savia de su poderío, nutriéndose de la necesaria mano de obra barata, de las imprescindibles materias primas para la incipiente industria artesanal, y del abastecimiento de víveres. Esa supremacía de los centros urbanos sobre el medio rural, dará pié a la contradicción entre la ciudad y el campo, que siempre acompañará al desarrollo económico del mundo occidental.

Conforme evolucionan las ciudades libres, aparecerán otras instituciones que colaborarán, al lado del patriciado, en el gobierno y la administración de estos centros urbanos, como, por ejemplo, la de los mercatores y la del ministeriado.

Con una administración basada en las Cartas constitutivas, las ciudades libres se desarrollarán de manera sorprendente desafiando a los poderes establecidos. Estaban estructuradas en barrios donde vivían las familias dedicadas a una labor común. Estos barrios mantenían cierta independencia y autonomía entre sí, contando con la representación proporcional en el órgano gubernativo citadino (patriciado). En cada uno había una pluralidad de asociaciones llamadas guildas, a través de las cuales las familias organizaban sus labores. Reflejaban independencia y autonomía en sus estatutos internos, de cara a la administración de la ciudad libre, al firmar tratados y pactos con guildas de otras ciudades libres. La participación de diversas guildas en las expediciones militares de las cruzadas, internacionalizaría el marco de acción de estas organizaciones.

Otro elemento que coadyuvó a ese renacimiento medieval lo fueron las ferias, lugares en los que se ofrecían multitud de productos, tanto agrícolas como artesanales, y que además constituían primitivos mercados financieros en los que se pactaban contratos a futuro sobre la venta de algunos productos agrícolas o bien de alguna producción manufacturada. También se acordaban préstamos y, sobre todo, la formación de nuevas asociaciones. Con la proliferación de las ferias la burguesía inició su ascenso celebrando muchos acuerdos con los representantes de la nobleza real y señorial, para establecer, en las zonas urbanas, escuelas elementales de enseñanza y de carácter técnico administrativo, en las que preparó a su indispensable burocracia.

El comerciante era por excelencia un contable, esto es, ducho en las cuentas, y un escribano, o sea que sabía leer y escribir, siendo capaz de redactar contratos, acuerdos o pactos al conocer la legislación comercial.

Un sector intermedio había emergido, por lo que resultaba necesario redimencionar la estructura mental. El dualismo, predominante hasta el siglo X, ya no servía para explicar al mundo circundante. La vieja tendencia a ver todo blanco o negro, naufragaba ante el arribo de un matiz grisáceo. Ya no había tan sólo pobres y ricos, sino también un sector intermedio. Ya no corresponderá a Emperadores y Papas la potestad de mando, puesto que el encumbramiento de la burguesía evidenciará un tercer poder que les desafiaba. Ya no sólo existirán el castillo y la aldea, puesto que las ciudades libres se manifestarán como una tercera alternativa.

En cuanto a la oposición existente en las sociedades medievales de los siglos XI al XIII, sobresale una multiplicidad de movimientos llamados heréticos, que en sí no representaban más que el radicalismo de algunos sectores contrarios a las reformas del Papa Gregorio VII, y que cimbraron sus bases. Entre éstos, podemos citar al de los valdenses, así llamado en referencia a su fundador Pedro Valdo, quien organizó una pequeña cofradía u orden a la que por nombre puso Los pobres de Lyon; y el de los cátaros, los puros, quienes conformaron un auténtico credo religioso basado en el boganilismo, una particular interpretación del credo maniqueista, y que llegó a influenciar amplias regiones de Alemania, Italia y Francia, oponiendo férrea resistencia a las intentonas católicas para destruirles. También hubo otros grupos sociales a los que se les consideró peligrosos, como fue el caso de los practicantes de la religión mosaica, y el de los poetas rebeldes llamados goliardos.


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